ADOLESCENCIAS Y COLOR DE LA PIEL: UNA MIRADA DESDE LOS PREJUICIOS EN LA ENSEÑANZA MEDIA

Isaac Irán Cabrera Ruiz

Parque Científico Tecnológico de Villa Clara S. A, Cuba

Centro de Estudios Comunitarios, Facultad Ciencias Sociales, Universidad Central “Martha Abreu” de Las Villas, Cuba.

Marianne Cueto Cardoso

Centro de Estudios Comunitarios,
Facultad Ciencias Sociales, Universidad Central “Martha Abreu” de Las Villas, Cuba.

Ángel Joel Méndez López

Universidad de Valencia. España

Rosanaily Álvarez Loureiro
Nelis María Rolo Venegas
Camila Pérez Martínez
Erik Jiménez Hernández

Departamento de Psicología,
Facultad Ciencias Sociales, Universidad Central “Martha Abreu” de Las Villas, Cuba.

RESUMEN

El estu­dio tuvo como obje­ti­vo deve­lar pre­juicios raciales que repro­ducen la con­tradic­ción igual­dad-desigual­dad racial en ado­les­centes de la Enseñan­za Media, emple­an­do un enfoque cual­i­ta­ti­vo con metodología con­struc­ti­vo-inter­pre­ta­ti­va. La mues­tra estu­vo com­pues­ta por 481 estu­di­antes (12 a 15 años) de diver­sos gru­pos raciales. Se uti­lizaron dos cues­tionar­ios cual­i­ta­tivos, anal­iza­dos con la her­ramien­ta Atlas.Ti 9, apli­can­do téc­ni­cas de cod­i­fi­cación abier­ta y axi­al. Los hal­laz­gos rev­e­laron la exis­ten­cia de dinámi­cas que refle­jan tan­to igual­dad como desigual­dad entre los ado­les­centes, man­i­fes­tadas a través de pre­juicios y com­por­tamien­tos dis­crim­i­na­to­rios. Lo que sug­iere que, a pesar de la aper­tu­ra hacia la diver­si­dad, per­sis­ten sim­pli­fi­ca­ciones y cat­e­go­riza­ciones que afectan la com­pren­sión de las iden­ti­dades indi­vid­uales en este grupo etario.

Pal­abras claves: pre­juicios raciales, igual­dad-desigual­dad, ado­les­centes, Enseñan­za Media.

ABSTRACT

The objec­tive of the study was to unveil racial prej­u­dices as con­tents of racial­i­ty that repro­duce the con­tra­dic­tion between racial equal­i­ty and inequal­i­ty in ado­les­cents in sec­ondary edu­ca­tion, using a qual­i­ta­tive approach with a con­struc­tive-inter­pre­ta­tive method­ol­o­gy. The sam­ple con­sist­ed of 481 stu­dents (12 to 15 years old) from var­i­ous racial groups. Two qual­i­ta­tive ques­tion­naires were used, ana­lyzed with the Atlas.Ti 9 tool, apply­ing open and axi­al cod­ing tech­niques. The find­ings revealed the exis­tence of dynam­ics that reflect both equal­i­ty and inequal­i­ty among ado­les­cents, man­i­fest­ed through prej­u­dice and dis­crim­i­na­to­ry behav­iors. This sug­gests that, despite the open­ness towards diver­si­ty, sim­pli­fi­ca­tions and cat­e­go­riza­tions per­sist that affect the under­stand­ing of indi­vid­ual iden­ti­ties in this age group

Key­words: racial prej­u­dices, equal­i­ty-inequal­i­ty, ado­les­cents, Sec­ondary Education.

INTRODUCCIÓN

El col­or de la piel es un tema com­ple­jo y sen­si­ble que lle­va implíc­i­to un com­po­nente de división social. Es una mar­ca que otor­ga perte­nen­cia y con ello iden­ti­dad de ras­gos, cual­i­dades, jer­ar­quías, roles y expec­ta­ti­vas sociales.

La noción de que las razas exis­ten con car­ac­terís­ti­cas físi­cas definibles y, aún más, que algu­nas razas son supe­ri­ores a otras es el resul­ta­do de pro­ce­sos históri­cos par­tic­u­lares que tienen sus raíces en la col­o­nización (Wade, 2000). No impor­ta el col­or que exhi­ba la epi­der­mis, nadie nace blan­co, negro o mes­ti­zo, sen­cil­la­mente se aprende a ser­lo en la medi­da en que se inter­ac­túa con otros (Romay, 2015).

Las razas humanas no exis­ten sino como una con­struc­ción social y con­tex­tu­al­iza­da que mar­ca o iden­ti­fi­ca a gru­pos de humanos respec­to a otros gru­pos, según sus car­ac­terís­ti­cas fenotípi­cas (Martínez, 2002). La noción de raza está aso­ci­a­da al col­or de la piel y tiene una fuerte con­no­tación socio­cul­tur­al. Lo racial con­tiene además la posi­bil­i­dad de la estigma­ti­zación si se aso­cia a infe­ri­or­i­dad, a deval­u­ación de deter­mi­na­do grupo social, medi­ante un pro­ce­so de con­struc­ción de car­ac­terís­ti­cas aso­ci­adas inde­seables, ocur­rien­do una deval­u­ación de la per­sona y por ende una per­cep­ción deshu­man­iza­da que per­mite jus­ti­ficar el tra­to dis­crim­i­na­to­rio. Es por ello que se incluye en la tipología tri­par­ti­ta de los estig­mas en el grupo de los trib­ales jun­to a la nacional­i­dad y la etnia.

Lo cier­to es que históri­ca­mente blan­cos y no blan­cos han ocu­pa­do desiguales posi­ciones sociales como parte de una lóg­i­ca de dom­i­nación que la sociedad repro­duce; y entre las for­mas enquis­tadas de repro­duc­ción están las que se real­izan des­de el fac­tor sub­je­ti­vo, el cual tiene, a niv­el acti­tu­di­nal, al pre­juicio como for­ma con­fig­u­ra­da de expresión.

Los pre­juicios son acti­tudes neg­a­ti­vas hacia deter­mi­na­dos exo­gru­pos, una pre­dis­posi­ción y ten­den­cia de com­por­tamien­to a par­tir de una eval­u­ación de la real­i­dad social (Cabr­era, Mén­dez, Álvarez & Riverón, 2024).

Sin embar­go, la aprobación por la ONU de la Car­ta de Dere­chos Humanos en 1948 des­en­ca­denó la elab­o­ración de nor­mas, leyes y declara­ciones de prin­ci­p­ios en con­tra del racis­mo y a favor de la igual­dad de todas las per­sonas, lo cual ha sido una bar­rera de con­tención a la expre­sión abier­ta del racis­mo. A pesar de ello el fun­cionamien­to de nor­mas sociales que con­ciben los pre­juicios vin­cu­la­dos al col­or de la piel, la nacional­i­dad o la etnia como inde­seables no ha condi­ciona­do su errad­i­cación, sino que han evolu­ciona­do a for­mas difer­entes de expre­sión coex­istien­do, según Huic­ci (1996), las for­mas cautelosas de expre­sión de las acti­tudes con for­mas abier­tas, artic­u­ladas alrede­dor de una serie de denom­i­na­ciones dis­tin­tas: racis­mo mod­er­no (McCona­hay, Hard­ee y Batts, 1981; McCona­hay, 1986), racis­mo sim­bóli­co (Kinder y Sears, 1981), racis­mo aver­si­vo (Dovidio y Gaert­ner, 1986), racis­mo ambiva­lente (Katz y Haas, 1988) o pre­juicio sutil en con­traste al pre­juicio man­i­fiesto (Pet­ti­grew y Meertens, 1995).

Pre­cisa­mente la teoría del pre­juicio sutil de Pet­ti­grew y Meertens (1995), a par­tir de su tipología resul­ta útil para pro­fun­dizar en las car­ac­terís­ti­cas del racis­mo, pues las críti­cas recibidas se artic­u­lan en torno a la opera­cional­ización de los ítems y no a los con­struc­tos teóri­cos, lo cual la hace el ref­er­ente con­sen­sua­do para el estu­dio de prejuicios.

El pre­juicio man­i­fiesto es la for­ma tradi­cional de rec­ha­zo, es decir aque­l­la que resul­ta evi­dente y fácil de iden­ti­ficar, mien­tras que el pre­juicio sutil se rela­ciona con for­mas latentes de dis­crim­i­nación y puede resul­tar más difí­cil de percibir en situa­ciones de inter­ac­ción social (Meertens & Pet­ti­grew, 1997). El pre­juicio man­i­fiesto se ha car­ac­ter­i­za­do por una com­bi­nación de rec­ha­zo for­mal y una fal­ta de dis­posi­ción para man­ten­er rela­ciones per­son­al­izadas con miem­bros del exo­grupo, aun cuan­do estas acti­tudes no son social­mente acep­tadas, y es allí donde emerge el pre­juicio sutil, que resul­ta más difí­cil de detec­tar que el man­i­fiesto porque se focal­iza en con­duc­tas dis­crim­i­na­to­rias indi­rec­tas y encu­bier­tas (Kro­likows­ki, Rinel­la & Rat­cliff, 2015).

Aho­ra bien, ¿es posi­ble encon­trar estas acti­tudes pre­juiciosas en la adolescencia?

Des­de el pun­to de vista teóri­co la edu­cación y la trans­misión de val­ores famil­iares, la exposi­ción a men­sajes y con­tenidos de trans­misión mera­mente social, los pro­ce­sos de enseñan­za apren­diza­je en el con­tex­to esco­lar pueden estar con­tribuyen­do a su configuración

La ado­les­cen­cia es una eta­pa cru­cial del desar­rol­lo humano que no solo mar­ca un momen­to del ciclo vital, sino que tam­bién rep­re­sen­ta una cat­e­goría social con un pro­fun­do impacto en la con­struc­ción del futuro. Esta eta­pa está lig­a­da a una vol­un­tad de trans­for­ma­ción que bus­ca ren­o­var las bases de la dinámi­ca social (Aguirre-Calderín, 2021).

Los ado­les­centes par­tic­i­pan acti­va­mente en diver­sas insti­tu­ciones social­izado­ras, sien­do la escuela una de las más influyentes. En el ámbito de las expre­siones cul­tur­ales emerge como un espa­cio pri­mor­dial para su man­i­festación. En este con­tex­to, los ado­les­centes con­tribuyen a la con­struc­ción del teji­do social al incor­po­rar val­ores y sig­nifi­ca­dos a través de su pro­duc­ción cul­tur­al. Esta dinámi­ca se desar­rol­la en un equi­lib­rio con­stante entre lo que está estable­ci­do y lo que está en pro­ce­so de creación, per­mi­tien­do a los ado­les­centes influir en la sociedad.

Entre las par­tic­u­lar­i­dades psi­cológ­i­cas del ado­les­cente se encuen­tra el desar­rol­lo moral, que se da a través de la for­ma­ción de pun­tos de vis­tas, juicios y opin­iones de carác­ter moral con rel­a­ti­va esta­bil­i­dad e inde­pen­den­cia, pero que aún no se han con­ver­tido en con­vic­ciones (Domínguez, 2017). Esto sig­nifi­ca que pueden ser mod­i­fi­ca­bles en deter­mi­nadas situa­ciones, pues se asiste a la ante­sala de la con­fig­u­ración de la con­cep­ción del mundo.

Esto gen­era una nue­va real­i­dad educa­ti­va que plantea retos pro­fe­sion­ales en los pro­ce­sos educa­tivos en el con­tex­to esco­lar en coheren­cia con el Pro­gra­ma Nacional con­tra el Racis­mo y la Dis­crim­i­nación Racial en Cuba, aproba­do por el Con­se­jo de Min­istros en noviem­bre de 2019, el cual rep­re­sen­ta una respues­ta inte­gral para erradicar los ves­ti­gios del racis­mo y la dis­crim­i­nación, pro­movien­do un enfoque mul­ti­di­men­sion­al con respec­to a las causas estruc­turales y las man­i­festa­ciones cul­tur­ales del racis­mo (Cabr­era, Cue­to, Álvarez, 2024).

En esta direc­ción la inves­ti­gación tuvo como obje­ti­vo deve­lar pre­juicios con respec­to al col­or de la piel que se con­fig­u­ran en ado­les­centes de secun­daria básica.

MÉTODOS

La inves­ti­gación sigu­ió un enfoque de inves­ti­gación cual­i­ta­ti­vo con­struc­ti­vo inter­pre­ta­ti­vo, a par­tir de González-Rey (2016).

Se optó por una estrate­gia ini­cial de muestreo no prob­a­bilís­ti­co o inten­cional, tenien­do en cuen­ta la con­ve­nien­cia del inves­ti­gador ya que facil­i­taría la recolec­ción de datos en un con­tex­to acce­si­ble y mane­jable (Hernán­dez-Sampieri & Men­doza, 2018). En este sen­ti­do, el momen­to de la gestión ini­cial mar­có el comien­zo vis­i­ble de la inves­ti­gación y se llevó a cabo en el mes de febrero de 2024, medi­ante el uso de diver­sas estrate­gias para con­tac­tar con la real­i­dad obje­to de estu­dio (San­doval, 1996). Una vez en la escuela, se respondió a la solic­i­tud de estu­di­ar la total­i­dad de la matrícu­la. Además, se con­sid­eró que los estu­di­antes se encon­tra­ban en la eta­pa ini­cial de la ado­les­cen­cia tem­prana. Adi­cional­mente, se estable­ció como cri­te­rio de inclusión que los par­tic­i­pantes debían estar de acuer­do y con­ced­er su con­sen­timien­to para par­tic­i­par en la investigación.

Incluir como mues­tra la total­i­dad de los estu­di­antes se fun­da­men­tó además en ser una estrate­gia de het­ero­genei­dad (Hernán­dez-Sampieri & Men­doza, 2023; Valles, 1999), que per­mi­tió cap­turar difer­entes per­spec­ti­vas del fenó­meno estu­di­a­do y rep­re­sen­tar la com­ple­ji­dad de este. Fueron selec­ciona­dos 481 estu­di­antes (Figu­ra 1), lo cual superó los cri­te­rios para este tipo de estu­dio que oscilan entre 30 y 50 casos (Hernán­dez-Sampieri & Men­doza, 2018; Creswell, 2013), y per­mi­tió obten­er una rep­re­sentación sig­ni­fica­ti­va de las dinámi­cas sociales y vin­cu­ladas al col­or de la piel en el con­tex­to educa­ti­vo, facil­i­tan­do una com­pren­sión más com­ple­ta del fenó­meno inves­ti­ga­do, así como may­or pro­fun­di­dad y riqueza de los datos obtenidos.

Figura 1. Composición de la muestra por edad, sexo, color de la piel y grupo escolar.

Se empleó como instru­men­tos de recogi­da de infor­ma­ción el cues­tionario de pre­juicio man­i­fiesto y pre­juicio sutil (Pet­ti­grew & Meertens, 1995), adap­ta­do por Frías (2015). Este con­s­ta de 20 ítems. Las respues­tas oscilan des­de 1 (total desacuer­do) has­ta 6 (total acuer­do), sien­do a may­or pun­tuación, may­or pre­juicio. El pre­juicio man­i­fiesto (bla­tant prej­u­dice) con­s­ta de 10 ítems y están redac­ta­dos en sen­ti­do direc­to ya que a may­or pun­tuación may­or es el niv­el de pre­juicio. Tam­bién es estu­di­a­do con sus dos fac­tores: per­cep­ción de ame­naza y rec­ha­zo y fal­ta de con­tac­to. El pre­juicio sutil (sub­tle prej­u­dice) con­s­ta de 10 ítems. Además, esta subescala puede ser estu­di­a­da con tres fac­tores: val­ores tradi­cionales, difer­en­cias cul­tur­ales y emo­ciones positivas.

Tam­bién se empleó el ter­mómetro afec­ti­vo que per­mi­tió eval­u­ar el pre­juicio emo­cional y la cal­i­dad de las rela­ciones afec­ti­vas y el ter­mómetro de con­tac­to para medir el gra­do de con­tac­to, ambos desar­rol­la­dos por Frías (2015).

El proce­samien­to de los datos se llevó a cabo medi­ante la her­ramien­ta Atlas. Ti 9 por medio de la cod­i­fi­cación abier­ta y la cod­i­fi­cación axi­al. Se real­izó análi­sis de códi­gos por doc­u­men­tos y gru­pos, con­sideran­do la coocur­ren­cia de los códi­gos y el análi­sis de cen­tral­i­dad de la información.

El análi­sis de las man­i­festa­ciones del pre­juicio sutil y man­i­fiesto se llevó a cabo des­de la per­spec­ti­va de las acti­tudes neg­a­ti­vas hacia las per­sonas de piel no blan­ca, especí­fi­ca­mente mulatos y negros. Se estable­ció que una pun­tuación más alta refle­ja un may­or niv­el de pre­juicio o rec­ha­zo. Así, sigu­ien­do la prop­ues­ta de Frías (2015), se deter­minó que una pun­tuación de 30 sirve como umbral para clasi­ficar la man­i­festación del pre­juicio en nive­les bajo-alto. Además, se orga­ni­zaron ambas escalas en tres cat­e­gorías según las opciones de respues­ta disponibles y sus pun­tua­ciones (Tabla 1).

Nive­les de man­i­festación del prejuicio Cat­e­gorías según las opciones de respuesta Pun­tua­ciones
Bajo Baja (Total desacuerdo) 1–10
Baja-inter­me­dia (Bas­tante desacuerdo) 11–20
Baja cer­cana a la alta (Algo de desacuerdo) 21–30
Alto Alta en menor gra­do (Algo de acuerdo) 31–40
Alta-inter­me­dia (Bas­tante acuerdo) 41–50
Alta (Total acuerdo) 51–60
Tabla 1. Clasificación de la manifestación del prejuicio en niveles Bajo-Alto

Los pre­juicios man­i­fiesto y sutil fueron car­ac­ter­i­za­dos en subescalas especí­fi­cas que per­mi­tieron un análi­sis más mati­za­do de cómo oper­an en el contexto.

El pre­juicio man­i­fiesto se exam­inó a través de dos dimen­siones prin­ci­pales: el con­tac­to, que eval­uó la dis­posi­ción a inter­ac­tu­ar con gru­pos raciales no blan­cos y la ame­naza o rec­ha­zo, que midió las acti­tudes hos­tiles hacia estos grupos.

Por otro lado, el pre­juicio sutil fue anal­iza­do medi­ante tres subescalas: los val­ores tradi­cionales, que refle­jaron la adheren­cia a nor­mas cul­tur­ales que pueden per­pet­u­ar la dis­crim­i­nación; las difer­en­cias cul­tur­ales, que abor­daron las per­cep­ciones sobre las car­ac­terís­ti­cas dis­tin­ti­vas de otros gru­pos; y las emo­ciones pos­i­ti­vas, que eval­u­aron la capaci­dad de sen­tir sim­patía o apre­cio hacia los exogrupos.

Pos­te­ri­or­mente los par­tic­i­pantes fueron cat­e­go­riza­dos según las subescalas del pre­juicio sutil y man­i­fiesto (Tabla 2).

Suje­tos Clasi­fi­cación
Igual­i­tar­ios Pun­túan bajo en ambas subescalas, lo que indi­ca una ausen­cia de pre­juicio tan­to man­i­fiesto como sutil.
Sutiles Mues­tran altos nive­les de pre­juicio sutil y bajos en el man­i­fiesto, lo que sug­iere que sus acti­tudes dis­crim­i­na­to­rias son más indi­rec­tas y menos evidentes.
Fanáti­cos Pre­sen­tan nive­les ele­va­dos en ambas escalas, refle­jan­do acti­tudes hos­tiles y una fuerte resisten­cia hacia los gru­pos externos.
Error Incluye a aque­l­los con un niv­el bajo de pre­juicio sutil pero alto en el man­i­fiesto, lo que indi­ca una inco­heren­cia en sus acti­tudes hacia los gru­pos raciales.
Tabla 2. Clasificación de los tipos de sujetos según subescalas del prejuicio sutil y manifiesto.

RESULTADOS

Prejuicio sutil y manifiesto

Los resul­ta­dos y pun­tua­ciones obtenidos indi­caron la exis­ten­cia de pre­juicios en los par­tic­i­pantes. En par­tic­u­lar, el pre­juicio man­i­fiesto alcanzó una pun­tuación de 22.71, lo que sug­iere una expre­sión baja, pero cer­cana a nive­les altos de pre­juicio. Por otro lado, el pre­juicio sutil mostró una pun­tuación de 31.00, lo que deno­ta una pres­en­cia alta, aunque en su menor gra­do (Tabla 3).

Tabla 3. Medi­das de pre­juicio man­i­fiesto y sutil con sus subescalas y nive­les de acuerdo.

Al enfo­car el análi­sis del pre­juicio man­i­fiesto, no sólo en su pun­tuación rel­a­ti­va­mente baja sino tam­bién en lo que con­ll­e­va para el desar­rol­lo de las inter­ac­ciones que mantienen los ado­les­centes, se apre­cia que exis­ten pre­juicios hacia cier­tos gru­pos que pasan desapercibidos pues care­cen de una expre­sión direc­ta, no obstante, su exis­ten­cia supone una per­pet­uación de acti­tudes pre­juiciosas que podrían con­fluir acen­tuan­do la dis­crim­i­nación. En cam­bio, la pun­tuación más alta del pre­juicio sutil sugir­ió que las acti­tudes dis­crim­i­na­to­rias pueden estar pre­sentes de man­era menos evi­dente, pero man­i­festán­dose a través de microa­gre­siones o comen­tar­ios en apari­en­cia inofen­sivos que per­petúan estereoti­pos negativos.

Esta dinámi­ca puede inter­pre­tarse como un inten­to de evi­tar la con­frontación direc­ta con el racis­mo estruc­tur­al, lo que refle­ja una con­cien­cia social que inhibe la expre­sión abier­ta del pre­juicio. Así, el con­tex­to social en el que se encuen­tran estos ado­les­centes podría desapro­bar el rec­ha­zo explíc­i­to, mien­tras que per­sis­ten creen­cias sub­y­a­centes que no se man­i­fi­es­tan abier­ta­mente, evi­den­cian­do una com­ple­ja inter­ac­ción entre acti­tudes implíc­i­tas y nor­mas sociales.

El análi­sis del pre­juicio man­i­fiesto rev­eló una inci­den­cia baja-inter­me­dia (13.43), lo que indicó cier­to gra­do de desacuer­do hacia las prop­ues­tas que con­tenían ele­men­tos de rec­ha­zo. En este ámbito, se observó que, en la con­fig­u­ración del pre­juicio man­i­fiesto, pre­dom­i­naron acti­tudes que favorecieron el con­tac­to con indi­vid­u­os no blan­cos. Sin embar­go, esta aper­tu­ra se vio lim­i­ta­da en lo que respec­ta a las rela­ciones ínti­mas, donde se man­i­festó una dis­tan­cia social sig­ni­fica­ti­va del 59%. Esto implicó que más de la mitad de los par­tic­i­pantes con­sid­er­aron inade­cuadas las rela­ciones cer­canas con per­sonas de piel oscu­ra, lo que refle­jó una clara resisten­cia a la inte­gración social en con­tex­tos más personales.

De igual for­ma se evi­den­ció una com­ple­ja dinámi­ca de per­cep­ciones sociales sobre inclusión racial, exponien­do ten­siones estruc­turales pro­fun­das en el teji­do socio­cul­tur­al con­tem­porá­neo. La inves­ti­gación mostró una dis­tribu­ción sig­ni­fica­ti­va de opin­iones, donde un 33% de los par­tic­i­pantes rec­hazó categóri­ca­mente acti­tudes dis­crim­i­na­to­rias, mien­tras que un 23% man­tu­vo pos­turas excluyentes latentes, con­fig­u­ran­do un esce­nario de polar­ización actitudinal.

Esta diver­gen­cia de 10 pun­tos por­centuales no rep­re­sen­tó una sim­ple difer­en­cia estadís­ti­ca, sino un refle­jo de mecan­is­mos psi­coso­ciales arraiga­dos que evi­den­cian la per­sis­ten­cia de mar­cos ref­er­en­ciales históri­cos de poder y priv­i­le­gio. La brecha obser­va­da sug­iere la exis­ten­cia de resisten­cias estruc­turales al cam­bio inclu­si­vo, man­i­fe­s­tando com­ple­jos pro­ce­sos psi­cológi­cos de defen­sa gru­pal que obsta­c­ulizan la con­struc­ción de nar­ra­ti­vas sociales equi­tati­vas. Las impli­ca­ciones del estu­dio tra­scien­den la mera cuan­tifi­cación numéri­ca, invi­tan­do a repen­sar los mecan­is­mos insti­tu­cionales y sociales que per­petúan dinámi­cas de exclusión.

Como se men­ciona­ba con ante­ri­or­i­dad, el pre­juicio sutil pre­sen­tó un niv­el alto en su menor gra­do, lo que indicó una cier­ta ten­den­cia hacia el acuer­do con las situa­ciones planteadas en el cues­tionario. A pesar de que con­tin­uaron pre­dom­i­nan­do las respues­tas de total desacuer­do, se evi­den­ció una con­fig­u­ración de acti­tudes des­fa­vor­ables hacia las per­sonas no blan­cas. Este fenó­meno se refle­jó en el bal­ance obser­va­do en los difer­entes gra­dos escalares uti­liza­dos para medir las respuestas.

La man­i­festación más sig­ni­fica­ti­va del pre­juicio sutil se con­fig­uró a par­tir de los val­ores tradi­cionales (12.60), alcan­zan­do nive­les ele­va­dos que sug­erían que las per­sonas de piel mula­ta o negra debían lograr el éxi­to en sus vidas a través de sus pro­pios esfuer­zos, sin recibir ningún tipo de tra­to pref­er­en­cial. Esta per­spec­ti­va implic­a­ba que su situación de desven­ta­ja social se atribuía a una fal­ta de esfuer­zo per­son­al, igno­ran­do así un con­jun­to de condi­cio­nantes históri­cos, cul­tur­ales y sociales que habían influ­i­do en sus cir­cun­stan­cias. Además, esta noción se pre­sen­tó con un val­or sim­i­lar al que se observó en las difer­en­cias cul­tur­ales (10.27) apli­cadas a las per­sonas no blan­cas, donde se puso énfa­sis en aspec­tos como la for­ma de expre­sarse, así como en las creen­cias y prác­ti­cas reli­giosas que adopt­a­ban. Esta con­fig­u­ración rev­eló una ten­den­cia a juz­gar a los indi­vid­u­os no solo por su apari­en­cia, sino tam­bién por sus mod­os de comu­ni­cación y los val­ores que promovían.

La pun­tuación alta del pre­juicio sutil rev­eló una pre­dis­posi­ción sub­y­a­cente a acep­tar o jus­ti­ficar acti­tudes que per­petúan estereoti­pos neg­a­tivos, inclu­so entre aque­l­los par­tic­i­pantes que no man­i­fes­taron abier­ta­mente sus pre­juicios. En este con­tex­to, las respues­tas mostraron una dis­tribu­ción intere­sante: un 51% de los par­tic­i­pantes expre­saron cier­to gra­do de aceptación de ideas y creen­cias dis­crim­i­na­to­rias, mien­tras que un 49% man­i­fes­taron desacuer­do con estas acti­tudes (Tabla 4). Esta ambiva­len­cia sug­iere que, aunque muchos par­tic­i­pantes se mostraron ret­i­centes a expre­sar pre­juicios man­i­fiestos, el pre­juicio sutil rev­ela una real­i­dad más com­ple­ja y mati­za­da en la aceptación de estereoti­pos negativos.

Tabla 4. Porcentaje del prejuicio sutil y manifiesto según las respuestas.

Aunque la may­oría de los par­tic­i­pantes rec­hazó abier­ta­mente las acti­tudes dis­crim­i­na­to­rias, un por­centa­je sig­ni­fica­ti­vo de ellos mostró un cier­to gra­do de acuer­do den­tro del pre­juicio man­i­fiesto. Casi el 20% de los par­tic­i­pantes, es decir, alrede­dor de uno de cada cin­co, expre­saron cier­to niv­el de acuer­do con estas acti­tudes. Esta pro­por­ción, aunque no rep­re­sen­tó la may­oría, es lo sufi­cien­te­mente alta como para gener­ar una aler­ta. Indi­ca que, pese a la ten­den­cia gen­er­al a rec­haz­ar el pre­juicio, exis­tió un grupo notable que mantiene creen­cias que podrían per­pet­u­ar la dis­crim­i­nación y la exclusión.

La afir­ma­ción ante­ri­or se cor­roboró con el análi­sis de las coocur­ren­cias entre ambas clasi­fi­ca­ciones de pre­juicios. En este sen­ti­do, se observó que el 17% de los suje­tos pre­sen­taron tan­to un niv­el alto de pre­juicio man­i­fiesto como de pre­juicio sutil (Tabla 5). Este hal­laz­go indicó una inter­relación sig­ni­fica­ti­va entre ambas for­mas de pre­juicio. Por otro lado, se encon­tró que la con­fig­u­ración de un pre­juicio man­i­fiesto bajo no impli­ca la pres­en­cia inex­cus­able de un pre­juicio sutil bajo. Este fenó­meno se evi­den­ció en el 48% de los par­tic­i­pantes, quienes, a pesar de man­i­fes­tar nive­les bajos de pre­juicio man­i­fiesto, mostraron acti­tudes sutil­mente des­fa­vor­ables hacia los gru­pos no blancos.

Tabla 5. Coocurrencias entre prejuicio manifiesto y prejuicio sutil.
Prejuicio emocional: relaciones y afectos entre grupos raciales

Los hal­laz­gos de la inves­ti­gación sobre el pre­juicio emo­cional rev­e­lan un panora­ma com­ple­jo y mati­za­do en las dinámi­cas inter­ra­ciales, exigien­do una inter­pretación cautelosa y exhaus­ti­va. Si bien se observó una dis­posi­ción gen­er­al­iza­da al con­tac­to social entre difer­entes gru­pos raciales, esta ten­den­cia se man­i­festó con inten­si­dades y car­ac­terís­ti­cas diver­gentes (Tabla 6), lo que indi­ca que la vol­un­tad de inter­ac­tu­ar en espa­cios públi­cos o for­males no nece­sari­a­mente impli­ca una aper­tu­ra afec­ti­va gen­uina. Es decir, los indi­vid­u­os de los difer­entes gru­pos raciales inter­ac­túan en el ámbito educa­ti­vo sin estable­cer vín­cu­los afec­tivos pro­fun­dos, man­te­nien­do una dis­tan­cia emo­cional que refle­ja ses­gos implíc­i­tos y estereoti­pos internalizados.

Tabla 6. Grado de contacto entre los grupos raciales.

Pro­fun­dizan­do en estos patrones de con­tac­to social, la inves­ti­gación rev­ela que las varia­ciones sig­ni­fica­ti­vas en la dis­posi­ción al con­tac­to social entre difer­entes gru­pos raciales sug­ieren la influ­en­cia de fac­tores históri­cos, sociales y cul­tur­ales especí­fi­cos. Las expe­ri­en­cias de racis­mo cotid­i­ano, las microa­gre­siones y la fal­ta de rep­re­sentación en espa­cios pueden gener­ar descon­fi­an­za y difi­cul­tar el establec­imien­to de rela­ciones inter­ra­ciales auténticas.

En este sen­ti­do, los datos mues­tran que las per­sonas de piel blan­ca tien­den a pri­orizar las inter­ac­ciones con su pro­pio grupo, mostran­do una menor incli­nación hacia los indi­vid­u­os mulatos y negros. La mar­ca­da pref­er­en­cia por el endo­grupo puede inter­pre­tarse como una man­i­festación de los ses­gos implíc­i­tos y estereoti­pos inter­nal­iza­dos pre­vi­a­mente men­ciona­dos, per­pet­uan­do un ciclo de exclusión que refuerza las divi­siones raciales existentes.

Además, es cru­cial ten­er en cuen­ta que la dis­posi­ción al con­tac­to social tam­bién estu­vo medi­a­da por fac­tores indi­vid­uales, como el niv­el educa­ti­vo alcan­za­do, la per­son­al­i­dad y las expe­ri­en­cias pre­vias. Es por ello que, indi­vid­u­os con una may­or aper­tu­ra men­tal y con­cien­cia social mostraron una may­or dis­posi­ción a desafi­ar los estereoti­pos y estable­cer vín­cu­los inter­ra­ciales, mien­tras que aque­l­los con may­or temor a la diver­si­dad o con fuertes pre­juicios inter­nal­iza­dos evi­taron el con­tac­to o man­ten­er­lo en un niv­el superficial.

Por otro lado, los indi­vid­u­os de piel mula­ta exhi­bieron una ten­den­cia a estable­cer rela­ciones más fre­cuentes con per­sonas de piel negra y blan­ca en com­para­ción con su pro­pio grupo. Esta dinámi­ca podría expli­carse por su posi­ción inter­me­dia en el espec­tro racial, lo que les per­mite nave­g­ar en ambos con­tex­tos sociales y ser percibidos como un puente entre los gru­pos blan­co y negro. Además, la búsque­da de aceptación y reconocimien­to, así como la influ­en­cia de ide­ales estéti­cos y cul­tur­ales, podrían moti­var estas pref­er­en­cias de contacto.

En con­traste con la ten­den­cia de las per­sonas blan­cas a favore­cer inter­ac­ciones intra­gru­pales, y pro­fun­dizan­do en la dinámi­ca del con­tac­to social inter­ra­cial, los par­tic­i­pantes autoiden­ti­fi­ca­dos con el grupo racial negro exhi­bieron un patrón dis­tin­to: una may­or propen­sión a man­ten­er con­tac­to con el grupo racial mula­to, segui­do por su pro­pio grupo racial y, en menor medi­da, con el grupo blan­co. Esta pref­er­en­cia difer­en­ci­a­da sug­iere una estrate­gia com­ple­ja de nave­gación social que bus­ca el apoyo mutuo, la con­struc­ción de alian­zas y el desafío a las jer­ar­quías raciales.

Den­tro del ámbito de las rela­ciones afec­ti­vas, la inves­ti­gación rev­eló patrones de selec­tivi­dad que refle­jan la influ­en­cia de fac­tores socio­cul­tur­ales y pre­juicios inter­nal­iza­dos (Tabla 7).

Tabla 7. Relaciones afectivas entre los grupos raciales.

En con­so­nan­cia con estu­dios de Burke et al. (2013) sobre empare­jamien­to selec­ti­vo, se observó que los indi­vid­u­os blan­cos tien­den a mostrar una pref­er­en­cia por estable­cer rela­ciones sen­ti­men­tales con per­sonas de su mis­mo grupo racial. Esta incli­nación podría estar aso­ci­a­da a la inter­nal­ización de ide­ales estéti­cos hegemóni­cos que priv­i­le­gian la “blan­cu­ra”, vin­culán­dola a menudo con el esta­tus social y el atrac­ti­vo. Esta aso­ciación puede lle­var a una búsque­da de pare­jas que refle­jen y refuercen estos val­ores percibidos.

Con­trario a esta ten­den­cia endogámi­ca, los indi­vid­u­os negros man­i­fes­taron una pref­er­en­cia por estable­cer rela­ciones afec­ti­vas con per­sonas mulatas. Esta elec­ción puede estar vin­cu­la­da a diver­sos fac­tores. En primer lugar, la búsque­da de aceptación social podría influir en esta pref­er­en­cia, bus­can­do en las per­sonas mulatas un pun­to inter­me­dio entre la iden­ti­dad negra y las expec­ta­ti­vas sociales dom­i­nantes. En segun­do lugar, podría refle­jar una estrate­gia de nave­gación social, bus­can­do en las rela­ciones con per­sonas mulatas un acce­so a espa­cios y opor­tu­nidades que podrían ser menos acce­si­bles para per­sonas negras. Final­mente, esta elec­ción podría estar rela­ciona­da con una val­o­ración de la belleza y la diver­si­dad fenotípi­ca den­tro de la comu­nidad afrodescendiente.

Por su parte, los indi­vid­u­os mulatos tien­den a estable­cer rela­ciones afec­ti­vas tan­to con per­sonas blan­cas como negras, mostran­do una menor incli­nación hacia rela­ciones intra­gru­pales. Esta flex­i­bil­i­dad en la elec­ción de pare­ja podría ser el resul­ta­do de su posi­ción lim­i­nal entre los gru­pos raciales, lo que les per­mite iden­ti­fi­carse y estable­cer conex­iones con ambos. La búsque­da de aceptación y reconocimien­to en un con­tex­to social donde las cat­e­gorías raciales son flu­idas y com­ple­jas podría lle­var a los indi­vid­u­os mulatos a bus­car rela­ciones afec­ti­vas que tra­scien­dan las fron­teras raciales tradi­cionales. Esta estrate­gia podría respon­der a una necesi­dad de con­stru­ir una iden­ti­dad propia que no esté lim­i­ta­da por las expec­ta­ti­vas y estereoti­pos aso­ci­a­dos a un grupo racial específico.

En con­jun­to, estos patrones de selec­tivi­dad en las rela­ciones afec­ti­vas rev­e­lan la per­sis­ten­cia de la influ­en­cia de fac­tores socio­cul­tur­ales y pre­juicios inter­nal­iza­dos en la for­ma­ción de vín­cu­los inter­per­son­ales. Si bien la inves­ti­gación no per­mite estable­cer con­clu­siones causales defin­i­ti­vas, sug­iere que las pref­er­en­cias en la elec­ción de pare­ja están mold­eadas por una com­ple­ja inter­ac­ción entre la iden­ti­dad racial, las dinámi­cas de poder y las estrate­gias de adaptación social.

Clasificación de los sujetos según las subescalas de prejuicio sutil y manifiesto

En este análi­sis, se iden­ti­ficó un pre­do­minio de suje­tos igual­i­tar­ios, rep­re­sen­tan­do el 48% del total, segui­dos por aque­l­los que se clasi­fi­caron como sutiles, que con­sti­tuyeron el 34%. El estu­dio de las dis­tribu­ciones demográ­fi­cas rev­eló que ambas cat­e­gorías pre­sen­taron una dis­tribu­ción sim­i­lar en tér­mi­nos de sexo, con casi un ter­cio de los par­tic­i­pantes de cada sexo. Sin embar­go, se observó una difer­en­cia sig­ni­fica­ti­va en la pro­por­ción de mujeres que se iden­ti­fi­caron como igual­i­tarias, alcan­zan­do un por­centa­je notable­mente más alto de 56,7% (Tabla 8).

Por otro lado, en relación con el grupo racial, se detec­tó una dis­pari­dad notable, en espe­cial entre los suje­tos clasi­fi­ca­dos como igual­i­tar­ios. En este grupo, más de la mitad de los par­tic­i­pantes de piel mula­ta se incluyeron en esta cat­e­go­rización, lo que sug­iere una ten­den­cia par­tic­u­lar­mente desta­ca­da hacia acti­tudes igual­i­tarias entre los indi­vid­u­os mulatos.

Tabla 8. Tipos de sujetos según sexo y grupo racial.

Un dato impor­tante encon­tra­do en la inves­ti­gación fue que el 17% de los par­tic­i­pantes fueron clasi­fi­ca­dos como suje­tos fanáti­cos, lo que sig­nifi­ca que aprox­i­mada­mente uno de cada cin­co de ellos se incluyó en esa cat­e­goría. Den­tro de este grupo, se observó una dis­tribu­ción especí­fi­ca en tér­mi­nos de género: el 25.5% de los suje­tos fanáti­cos pertenecían al género mas­culi­no, es decir, uno de cada cua­tro. Esta pro­por­ción sug­iere que, aunque la fana­ti­zación no está aso­ci­a­da solo con el género mas­culi­no, existe una ten­den­cia notable en este sen­ti­do. Además, den­tro del sub­grupo de suje­tos fanáti­cos mas­culi­nos, se encon­tró que los aso­ci­a­dos al grupo racial negro rep­re­sen­taron la may­oría (Figu­ra 2).

Figura 2. Tipos de sujetos por sexo y color de la piel.

Conclusiones

Se iden­ti­ficó una clara dis­tin­ción entre pre­juicios man­i­fiestos y sutiles en el com­por­tamien­to de los ado­les­centes. Los pre­juicios man­i­fiestos se expre­saron abier­ta­mente a través de acti­tudes dis­crim­i­na­to­rias, mien­tras que los pre­juicios sutiles se man­i­fes­taron de for­ma más insidiosa, como microa­gre­siones que podían pasar desapercibidas pero que afectan la dinámi­ca social. Aunque los pre­juicios man­i­fiestos mostraron una pun­tuación baja, esta­ban cer­ca de nive­les altos, mien­tras que los sutiles pre­sen­taron una pres­en­cia alta, aunque en su gra­do más bajo. En cuan­to a las acti­tudes hacia el con­tac­to racial, se evi­den­ció una dis­posi­ción gen­er­al para inter­ac­tu­ar con indi­vid­u­os no blan­cos, sin embar­go, esta aper­tu­ra se restringió en las rela­ciones íntimas.

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