ALGO PARA RECORDAR

(A manera de presentación)

Manuel Calviño

Facultad de Psicología, Universidad de La Habana

Resumen

Este artícu­lo apare­ció pub­li­ca­do por primera vez, en el año 1997, en la Revista cubana de Psi­cología, vol­u­men 14, número, 1. pp.5–10. Fue la pre­sentación del referi­do número de la revista, ded­i­ca­do a los “Encuen­tros entre psi­coanal­is­tas y psicól­o­gos marx­is­tas”. Aquí lo repro­duci­mos, con la autor­ización de la men­ciona­da pub­li­cación, dado el val­or de recu­peración históri­ca que encierra.

Pal­abras clave: psi­coanáli­sis, psi­cología marx­ista, Cuba.

Abstract

This arti­cle was first pub­lished in 1997 in the Cuban Jour­nal of Psy­chol­o­gy, vol­ume 14, no. 1, pages 5–10. It was the intro­duc­to­ry sec­tion of the afore­men­tioned issue of the Jour­nal, ded­i­cat­ed to the Meet­ings between Psy­cho­an­a­lysts and Marx­ist Psy­chol­o­gists. It is repro­duced here, with the per­mis­sion of the afore­men­tioned pub­li­ca­tion, giv­en its his­tor­i­cal recov­ery value.

Key­words: psy­cho­analy­sis, Marx­ist psy­chol­o­gy, Cuba.

Cuan­do fui invi­ta­do por la sec­re­taria de esta revista, Car­oli­na de la Torre, a hac­er la pre­sentación de este número espe­cial de la Revista Cubana de Psi­cología me ale­gré mucho. Lo tomé como un reconocimien­to, bien mere­ci­do por cier­to, de los que dis­fru­to ple­na­mente. Ensegui­da recordé años de ded­i­cación, largas horas de dis­cusión, seguidas de desve­los, dece­nas de incom­pren­siones super­adas y otras que todavía están por super­ar, dolores de espal­da después de días casi enteros tira­do sobre una mesa tratan­do de orga­ni­zar algo pare­ci­do a un Pro­gra­ma Científico.

Alguien, creo que Alberti­na Mit­jans, una vez, por allá por junio de 1986, me llamó “sec­re­tario ejec­u­ti­vo del encuen­tro”, denom­i­nación que me gus­ta mucho menos que la que la ami­ga San­dra Fagun­des, una de las baterías brasileñas de los primeros “Encuen­tro-nazos” me regaló en la sesión ple­nar­ia de cierre de la segun­da cita: “alma do Encon­tró”. Con más o menos clar­i­dad de lo que sig­nifi­ca he car­ga­do con la primera eti­que­ta los últi­mos diez años, y durante ese mis­mo tiem­po he trata­do de dar­le a San­dra la razón.

Diez años. Es poco cuan­do miro a mis hijos. Es mucho cuan­do me miro a mí mis­mo en un espe­jo. Es muchísi­mo cuan­do pien­so en la prop­ues­ta, naci­da a medi­a­dos del año 85, de orga­ni­zar un espa­cio de reflex­ión con­jun­ta entre psi­coanal­is­tas lati­noamer­i­canos y psicól­o­gos cubanos. Pero no entre psi­coanal­is­tas y psicól­o­gos cua­lesquiera sino de los com­pro­meti­dos con la lucha por el bien­es­tar humano, con el pen­samien­to pro­gre­sista que sali­do de las entrañas de un espa­cio geográ­fi­co que va del Río Grande a la Patag­o­nia se extiende a múlti­ples con­fines y se adhiere a una ilusión común: inde­pen­den­cia, jus­ti­cia social, sol­i­dari­dad humana para los lati­noamer­i­canos. Salien­do de Freud y Marx para lle­gar a nosotros por un escrito con nom­bres propios.

Me veo allí en el salón de reuniones del decana­to de la Fac­ul­tad, con el aire acondi­ciona­do roto, con­ver­san­do, jun­to a Fer­nan­do González y Juan José Gue­vara con el Beto Galano, antiguo com­pañero del pre­uni­ver­si­tario devenido fun­cionario de no recuer­do qué depar­ta­men­to de Cubatur, y dos psi­coanal­is­tas brasileños, Fabio Lan­da y Jor­gre Broide, que esta­ban a pun­to de volver a su país en fran­co esta­do de frus­tración por no haber podi­do orga­ni­zar algu­na cosa en la que se pro­du­jera un inter­cam­bio entre psiquia­tras y psicól­o­gos cubanos y psi­coanal­is­tas brasileños y quien sabe si de otros país­es del con­ti­nente. Allí, sin ser pre­con­ce­bi­da, como dice que sucedió con el Mesías, se par­ió la idea del Encuen­tro según lo que yo conoz­co direc­ta­mente, sin demer­i­tar otras fan­tasías que remem­o­ran el ori­gen. Así comen­zamos a tra­ba­jar en la sub­lime obsesión, que me acom­paña hace ya más de diez años, y que entonces se pre­sen­tó dis­fraza­da con el nom­bre de “Encuen­tro de prob­le­mas teóri­cos, epis­te­mológi­cos y metodológi­cos de la psi­cología en Améri­ca Latina”.

Des­de el primer Encuen­tro has­ta el más reciente, real­iza­do en febrero de este año, recuer­do muchas cosas. Mejor aún, recuer­do mucha gente que al menos has­ta donde mi memo­ria los con­ser­va, eran hermosas.

Una bue­na parte están todavía. Más aún, están con la mis­ma ilusión y la certeza inagotable del por­venir. Han for­ma­do jun­to a los que somos de por acá el Comité Orga­ni­zador Inter­na­cional. Un comité que, como todos, ha tenido miem­bros de tarea y miem­bros de corazón y tarea. Los primeros pudier­an no haber esta­do y dar espa­cio a otros que, por corazón y tra­ba­jo, lo mere­cen. Porque el comité es algo que tiene que ver con el deseo de hac­er, de lle­var ade­lante un proyec­to, de facil­i­tar el Encuen­tro. Arman­do Bauleo, Pedro Gross, Enrique Guins­berg, Juan Car­los Vol­novich, Sil­via Wertheim, José Luís González, Guiller­mo Dela­han­ty, Úrsu­la Hauss­er Viviana Fuma­gal­li. No alcan­zo a pon­er­los a todos. Lo cier­to es que en un con­ti­nente enseña­do y acos­tum­bra­do a las rup­turas, en medio de un imag­i­nario insti­tu­cional pobla­do de fan­tasías y real­i­dades per­se­cu­to­rias, habit­u­a­dos a estar en la por­ción no domes­ti­ca­da del psi­coanáli­sis, en lo con­tes­tatario, en la rup­tura, for­man parte de un acuer­do de unidad het­erogénea, de una inter­de­pen­den­cia para la unidad y la rup­tura. No ha sido fácil. No lo es. Ojalá no lo sea nun­ca. Esta gente sigue sien­do hermosa.

Algunos se fueron demasi­a­do lejos, donde las per­sonas cobran sen­ti­do en la memo­ria de los otros, pero están con su habit­u­al her­mo­sura: Marie Langer, a quien en un lap­sus sin­tomáti­ca­mente inolvid­able un cubano llamó “Mami”, lus­sara Car­val­ho, que al dedi­carme un libro de Psi­coanáli­sis des­cubrió el sen­ti­do mis­mo del Encuen­tro: “…com o dese­jo de que te pos­sa acres­cen­tar algo ao proces­so per­ma­nente de cria­gao”. Arman­do Suárez el mae­stro mex­i­cano tan queri­do. Hirán Cas­tro, que sin mucho avi­so nos dejó esperan­do su próx­i­mo libro, y después Oscar Ares, a quien todos recor­damos con esa son­risa limpia y humilde que sólo tienen los buenos. A Héc­tor Arias lo devoró el mar en pleno apo­geo de su desar­rol­lo per­son­al y profesional.

Ocho años después de haber avisa­do su par­tic­i­pación, llegó de Mon­te­v­ideo Ale­jan­dro Scherz­er. Espero que no nos haga esper­ar ocho años más para volver. Perdí la pista de los tam­bién uruguayos Marce­lo y Mau­ren Vig­nar, que nun­ca entendieron por qué en el social­is­mo era tan difí­cil con­seguir agua caliente para hac­er un “mate­cito”. Es posi­ble que el mis­mo avión que los devolvió de París a su tier­ra natal, los llevó a los bra­zos del lacan­is­mo a los Lan­da, Fabio y Eva.

Se dis­tan­cia­ron los paulis­tas. Primero Zelik y su esposa, que no pudieron sobre­vivir en la den­si­dad com­pli­ca­da y esquizopara­noide del mun­do “psi”. Después Broide y Mar­co Aure­lio Vel­loso. Ivanisse aún da señales de vida y des­de allá nos apoya. Entre Río y Niteroy se quedaron los car­i­o­cas Ary Band, Cezar Mus­si, Hele­na Julia, Car­los Castel­lar, la Cecil­ia Coim­bra, Mirtha, Ira, Cristi­na, Leila, que decía que Cam­po Grande era la tier­ra de Roque San­teiro, no asis­tió al mila­gro de la res­ur­rec­ción de las utopías. Tam­bién se esfu­maron los “gau­chos”, no los “Anal­is­tas de Baje”, sino Tur­ka, la otra San­dra, que saltó del sol sureño a la opaci­dad ingle­sa. No sé qué será de aquel “filó­so­foanal­ista”, Wal­ter Evan­ge­lista, que des­de la región de Minas Gerais, que para muchos cubanos es la tier­ra de Doña Bei­ja, se aden­tra­ba en las lec­turas alt­house­ri­anas de Freud, Marx y Lacan.

Muchos ami­gos brasileños dejaron su mar­ca en estos diez años, psi­coanal­is­tas que, hacien­do hon­or a la más estric­ta his­to­ri­ografía, ape­nas cin­co o seis días después de haberse acor­da­do en París el reini­cio de las rela­ciones entre los gob­ier­nos de Cuba y Brasil, desem­bar­caron en un batal­lón de más de 300 miem­bros para entrar en un com­bate sin prece­dentes en la his­to­ria de los país­es social­is­tas, en la trit­u­rante his­to­ria de las rela­ciones entre Marx­is­mo, Psi­coanáli­sis y Psi­cología. Fueron ellos los que sim­bolizaron la rup­tura de un blo­queo de muchos años.

Los argenti­nos, lle­ga­dos des­de diver­sos pun­tos del plan­e­ta, des­de país­es tan dis­tantes como Men­doza, Cór­do­ba y Buenos Aires, nos hicieron com­pren­der aque­l­la sen­ten­cia que dicen pro­nun­ció Freud acer­cán­dose a la cos­ta de Norteaméri­ca: “Los pobres no saben que le trae­mos la peste”. Has­ta el día de hoy siguen hacién­do­lo por mediación de la gestión impul­so­ra de los Vol­novich, Barem­blitt, en una mesa que com­par­ti­mos en el 86, decía no ser psi­coanal­ista. Aho­ra no sé dónde está. A Lib­er­tad Berkowiez la vi en Madrid en el 89. Yo venía deprim­i­do de Moscú (pueden imag­i­narse por qué). Nos dijo que estaría en el próx­i­mo Encuen­tro, el ter­cero. Mandó como ade­lan­to cua­tro o cin­co tomos de las obras com­ple­tas de Freud. Esta­mos esperan­do el resto. Ojalá que los traiga ella mis­ma. Al “pibe ale­gría”, Rafael Paz, tam­bién lo esperamos.

Se desvanecieron otros muchos: Jerusallnsky, Saidón, Fucks, Rozicht­ner, Ulloa, Carpinac­ci, la Sil­via Berman, Cabral, pero aparecieron más: Ana María Fer­nán­dez, Osval­do Cucagna, la María Pepa, Raúl Courel. Gra­cias Car­l­i­tos Rep­peto, siem­pre estás donde, cuan­do y como hay que estar. Recuer­do con espe­cial col­or la Psi­cología Marx­ista que vino a defend­er Verdich­er­sky, y que por momen­tos me hacía dudar si “el hom­bre pien­sa como vive” o “si vive como pien­sa”… Lo cier­to es que en “Vil­la Freud” me di cuen­ta que Engels tenía razón cuan­do afirma­ba que “los hechos siguen sien­do hechos no impor­ta cuán fal­sas sean las inter­preta­ciones que de ellos se hagan”.

Es cier­to que algunos de los argenti­nos vinieron a Cuba con la dulce y bon­da­dosa inten­ción de “con­ver­tirnos”, y fue esto moti­vo de bue­na parte de las incom­pren­siones ini­ciales. A pesar de los pesares, y segu­ra­mente con­sideran­do que todos ten­emos un pequeño argenti­no aden­tro, es hac­er jus­ti­cia recono­cer que la pro­duc­ción psi­coanalíti­ca argenti­na ha sido en lo fun­da­men­tal una de las estrel­las ruti­lantes en el espa­cio galác­ti­co de los dis­cur­sos insti­tu­i­dos des­de, para y sin el Encuentro.

Los mex­i­canos lle­garon primero de a poquito. Bar­riguete, Cam­puzano, Moli­na, Vil­lam­or, vinieron una sola vez. Fue sufi­ciente. Per­rés, uruguayo por par­ti­da de nacimien­to, debe estar esperan­do mis comen­tar­ios de su “Freud y la Ópera”, pero nun­ca más lo vi. Con ellos siem­pre existe la posi­bil­i­dad de que aparez­can sin avis­ar, y por el lugar menos sospecha­do. Están tan cer­ca que algunos pien­san que si todos hablam­os un poco más alto, no hace fal­ta venir. Del D.F. siem­pre han venido Miguel y Mirtha Matraj, argenti­nos, o más bien, com­pañeros de lucha.

Los “europeos” se mere­cen un aparte. No digo de los lati­nos que por razones har­to cono­ci­das res­i­den en el viejo con­ti­nente y han apren­di­do a con­vivir con la nos­tal­gia. Me refiero sobre todo a los nativos que, por vocación lati­noamer­i­can­ista, nos han acom­paña­do en difer­entes momentos.

De los suizos al primero que conocí fue a Emilio Mod­e­na por un artícu­lo suyo que leí en ruso en una revista de psi­cología soviéti­ca. Bertol­do, Roth­schild, con su esti­lo pecu­liar, y más encar­iña­do con las rup­turas que con las alian­zas, no nos per­donó a nosotros la caí­da de Nicaragua. Los pasil­los de la Fac­ul­tad, lugar donde des­de el ini­cio se hace el Encuen­tro, recuer­dan las enig­máti­cas ausen­cias y silen­cios de la Beate Koch, los Von Salís. La “Chono”, Nel­da Vil­la­gra, me llegó como suiza en una car­ta. No se pueden imag­i­nar cómo me reí al ver­la y darme cuen­ta que si engor­dara var­ios kilos le dirían Mer­cedes Sosa, aunque segu­ra­mente can­taría músi­ca de sal­sa. Rue­di Stud­er, como se veía con Cuba sólo una vez al año, decidió lle­varse un peda­zo de Cuba al Zolikom. Se casó con una cubana, que por suerte no es del mun­do “psi”. Cuan­do Pedri­to Gross nos invitó, a Fer­nan­do y a mí, a hablar en inglés de la psi­cología en Cuba en el Sem­i­nario Psi­coanalíti­co de Zurich, nadie se imag­inó que los suizos preferirían el español si es que sale de la boca de un cubano.

De Italia lle­garon var­ios, y otros siem­pre dijeron que ven­drían, pero nun­ca lle­garon. Bauleo llegó con Mar­ty y toda la isla se enteró. Bastó con una de sus car­ca­jadas. Arman­do no se ha ido, y aunque quisiera irse no puede: porque ya dejó aquí sufi­ciente como para que se le reclame y no se le olvide, y porque Cuba sigue sien­do para él, como me dijo un día, “La cap­i­tal de las ilu­siones”. Chiara volvió, pero para desa­pare­cer. Mau­ro Roset­ti, Lía Luca­to, Alfre­do, Mas­si­mo, afi­ciona­dos todos a la bue­na mesa ital­iana, no lograron imag­i­narse que en nue­stro Encuen­tro, sin exagera­ciones típi­cas del cubano, se abría un capí­tu­lo dis­tin­to, un capí­tu­lo de sol­i­dari­dad, de com­pren­sión, de per­me­abil­i­dad, en el traumáti­co his­to­r­i­al de un “Amor en tiem­pos de cólera”, guer­ra fría, tec­noc­ra­cias, neolib­er­al­is­mo, pos­mod­ernismo, y cosas aún peores.

Fed­eri­co Suárez, Vio­le­ta Suárez, Juan Car­los Duro fueron parte de la sonori­dad españo­la, así como aque­l­la mur­ciana, Ana Sánchez, a quien su larga estadía en Italia no le quita­ba el acen­to de los naci­dos en la madre patria. De España tam­bién lle­garon los Cuc­co, Mirtha y Luis. Se dice que encon­traron un mejor nego­cio que el Encuen­tro, pero la ver­dad es que el Aché cubano los atrapó. La últi­ma vez que vi a Mirtha se movía al com­pás de un can­to Yoru­ba que enton­a­ba Mer­ced­i­tas Valdés.

Las insti­tu­ciones psi­coanalíti­cas ofi­ciales por suerte no han comul­ga­do mucho con nue­stro proyec­to. Pero de la mano de Luis Rodríguez de la Ser­ra, un español, mejor dicho catalán, res­i­dente en la tier­ra de Melany Klein, vinieron algunos ingle­ses afil­i­a­dos a la Inter­na­tion­al Psy­choana­lit­i­cal Asso­ci­a­tion. Has­ta el día de hoy inten­tan abrir una cabeza de playa en La Habana, y hay aquí quienes creen que es una bue­na opción.

El mun­do hoy se quiere mover en epis­te­mologías de con­ver­gen­cia o colab­o­ra­ti­vas, lo nece­si­ta. Las epis­te­mologías rad­i­cales o de frag­mentación han de ren­o­var sus mod­os, las “adic­ciones par­a­dig­máti­cas” a cier­tos mod­e­los o tipos de respues­ta, inclu­so no sólo a respues­tas, sino tam­bién a mod­os úni­cos de bus­car­las, no son un camino para hoy. En el caso de Cuba, país sep­a­ra­do por mucho tiem­po de una bue­na parte de la his­to­ria cien­tí­fi­ca y pro­fe­sion­al del mun­do, es com­pren­si­ble que los “hue­cos de la his­to­ria”, los lugares de la fal­ta quier­an ser­l­lena­dos con un inten­tar vivir a destiem­po –hac­er en hoy lo que no se hizo ayer –.

Yo creo y me adhiero a lo que con­sidero fue la pre­visión de gente como Bleger y Pichón, tam­bién Vygot­sky y otros muchos, que entendieron que el mejor camino es el de la asim­i­lación críti­ca y uni­ver­sal, el estu­dio y la com­pren­sión despre­jui­ci­a­da, la mira­da amplia y abar­cadu­ra, la respues­ta “oper­a­ti­va”. Es claro que se asim­i­la des­de un lugar, que se mira des­de un lugar, pero no es lugar el que hace la mira­da. Acep­tar lo con­trario sería acep­tar un “fatal­is­mo geográ­fi­co” aho­ra en la “geografía epis­te­mológ­i­ca”. Yo quiero mirar des­de Freud, pero tam­bién des­de muchos otros, y siem­pre inten­to mirar tam­bién des­de mí.

Real­mente no me imag­i­no una Aso­ciación Psi­coanalíti­ca Cubana, tratan­do de nac­er al esti­lo de lo más dog­máti­co, elit­ista y reac­cionario del psi­coanáli­sis, y además con cin­cuen­ta años de retra­so. Es como fun­dar el Par­tido Bolchevique en la Antár­ti­da con pre­ten­siones de con­stru­ir un social­is­mo a la usan­za de los años 40 que nadie supo con­stru­ir des­de prin­ci­p­ios de siglo y has­ta hoy.

Todo esto fue lo que le dije a Arman­do y a Pedro en una car­ta que como tan­tas otras creo que nun­ca llegó. Y esto es otra cosa que recuer­do de estos diez años. Car­tas que no lle­gan, otras que no se escriben. Inten­tos de comu­ni­carse que son aplas­ta­dos por la absorbente cotid­i­an­idad de la vida. Dice Mur­phy que si no fuera por el últi­mo momen­to casi nada de lo hecho se hubiera hecho. El Encuen­tro no ha sido una excep­ción. Soy de los con­ven­ci­dos de que es algo que se lle­va por den­tro dos años y se viven­cia inten­sa­mente en una sem­ana. Tratar de que fuera de otro modo es lo que siem­pre hemos queri­do, pero nun­ca hemos logra­do. Su modo de exis­ten­cia con­tin­uo es lo que que­da de duda, de sat­is­fac­ción, de moles­tia, de proyec­to, de car­iño cuan­do, como cada últi­mo viernes de la segun­da o ter­cera sem­ana de febrero de los años pares, nos dec­i­mos: “Nos vemos en febrero”.

Cien­tos de luchadores por el bien­es­tar humano han pasa­do por acá. Perdí la cuen­ta pero acred­i­to que son muchos más de mil. Muchos han llo­rado en el Hos­pi­tal Psiquiátri­co de La Habana. Otros se han ido decep­ciona­dos o indig­na­dos porque en este “paraí­so”, con­ti­nente de tan­tas “deposita­ciones”, trans­fer­en­cias, proyec­ciones, y muchas otras sig­nifi­cadas en el dic­cionario de Laplanche y Pon­tal­is, exis­ten “jineteras y jineteros”. La may­oría encuen­tra algo, a otro y otros, a sí mismo.

En diez años hemos pasa­do por dis­cu­siones teóri­c­as, de pro­fun­do carác­ter fun­da­men­tal epis­te­mológi­co, y hemos inter­cam­bi­a­do sobre las prác­ti­cas. Hemos habla­do de per­sonas, de gru­pos, de insti­tu­ciones, de sociedades, de cul­tura. Allí están los cin­til­los que sub­señal­a­ban la especi­fi­ci­dad de cada cita: Inter­cam­bio de expe­ri­en­cias, Cul­tura y Sub­je­tivi­dad y Proyec­to Social, los fun­da­men­tos de las prác­ti­cas. Pasamos de Encuen­tro Lati­noamer­i­cano de Psi­cología Marx­ista y Psi­coanáli­sis, a Encuen­tro Lati­noamer­i­cano de Psi­coanal­is­tas y Psicól­o­gos Marx­is­tas. Somos psicól­o­gos, somos psi­coanal­is­tas, somos marx­is­tas, ¿y qué? No renun­ci­amos a nues­tras fil­ia­ciones y com­pro­misos, porque sería renun­ciar a nues­tra his­to­ria, al sen­ti­do de nues­tras prác­ti­cas, a nues­tra identidad.

Eso sí, nues­tra vocación rev­olu­cionar­ia pasa por el cam­bio, la mod­i­fi­cación, la relec­tura. Aunque los hal­lam­os no sólo sufri­do, sino tam­bién repro­duci­do, no nos gus­tan los dog­ma­tismos. De ningún tipo, ni “lacanicis­tas”, que pare­cen estar de moda todavía, ni “marx­is­ticis­tas”, que se ven muchísi­mo menos, después de que Gor­ba­chov facil­itó que la incer­tidum­bre no sólo reinara, sino que tam­bién gob­ernara. Inten­ta­mos ale­jarnos de las insin­ua­ciones del Poder. El úni­co Poder por el que luchamos es el poder hac­er. No quer­e­mos la ilusión de alter­na­ti­vas, ni la alter­na­ti­va de la alu­ci­nación. Quer­e­mos las alter­na­ti­vas que se asumen libre­mente con ilusión, quer­e­mos refun­dar la esper­an­za, andar miran­do ade­lante con los pies bien puestos sobre la tierra.

Cuan­do comen­zamos en el 86 creíamos ten­er algu­nas ver­dades que decir, y sabíamos que “las ver­dades más espinosas aca­ban por ser escuchadas y recono­ci­das una vez que los intere­ses heri­dos y los afec­tos por ellos des­per­ta­dos han desa­hoga­do su vio­len­cia. Siem­pre ha pasa­do así… hemos de saber esper­ar”. Pero no queríamos esper­ar en silen­cio. Ya habían esper­a­do mucha gente antes que nosotros. Nues­tra voz, el emer­gente de tan­tas cosas acu­mu­ladas, fue el Encuentro.

He pasa­do del yo al nosotros quien sabe si para recor­dar otra vez que en la encru­ci­ja­da de la hor­i­zon­tal­i­dad, la ver­ti­cal­i­dad y la trans­ver­sal­i­dad de estos diez años de Encuen­tro hay dece­nas de gente bue­na, con bue­nas inten­ciones, con bue­nas acciones. Gente con­ven­ci­da de que es la cal­i­dad humana la que hace al psicól­o­go, al anal­ista, y no a la inversa.

Pero he de volver al yo, pues he sido el invi­ta­do a hac­erme car­go de la pre­sentación de este número de la revista y pre­sien­to que aún no lo he logrado.

El atípi­co edi­to­r­i­al de estos seis Encuen­tros fue indis­cutible­mente el segun­do, que cel­e­bramos del 15 al 19 de febrero del año 1988. Cin­co volúmenes de cer­ca de tre­scien­tas pági­nas cada uno con­ser­va una bue­na parte de lo que allí se dis­cu­tió. Todavía hoy no encuen­tro respues­ta a la pre­gun­ta de cómo fue posi­ble hac­er esto. La atipi­ci­dad ha sido otra. No hay casi nada pub­li­ca­do, pocas cosas escritas con­ser­vadas, y sí, como es obvio, muchos recuerdos.

En el dis­cur­so de la obje­tivi­dad siem­pre apare­ció como causa la situación económi­ca de Cuba. Dudar de esto sería injus­to. Si alguien puede con­fir­mar­lo somos los cubanos, que ter­mi­namos has­ta usan­do “camel­los” como medio de trans­porte. Súmese a esto que las dis­tan­cias son grandes, y se hacen más grandes porque son muy cos­tosas, que el fax en nues­tra Fac­ul­tad es un lujo y no un impre­scindible instru­men­to de tra­ba­jo y comu­ni­cación, por no hablar de corre­os elec­tróni­cos, com­puta­do­ras, etc. que sólo aparecieron en nues­tra Fac­ul­tad hace uno o dos años. Por cier­to, que en gran medi­da esto ha sido posi­ble gra­cias a los Encuen­tros, a las dona­ciones y ges­tiones económi­cas de ellos emanadas.

Des­de lo sub­je­ti­vo muchas cosas pudier­an ser señal­adas. Para los cubanos diría de la pre­dom­i­nan­cia pasion­al por lo habla­do, lo que nace des­de aden­tro en el 2aquí-aho­ra”, la fal­ta de un hábito y de una razón sufi­ciente que con­voque a lo escrito. No es sólo de los psicól­o­gos. La his­to­ria de Cuba de los últi­mos trein­taisi­ete años está sobre todo habla­da y mon­u­men­ta­da, actu­a­da y edi­fi­ca­da, pero muy poco escri­ta. Pero no parece ser esta la causa principal.

¿Por qué Arman­do tiene tan­tos libros y en diez años nun­ca ha entre­ga­do un resumen de las ideas que pre­sen­tará?, ¿Por qué Enrique que tan­to escribe, inclu­so del Encuen­tro, ha deja­do lo que ha traí­do, pero no lo que ha pre­sen­ta­do?, Car­los Repet­to este año dejó varias cosas, pero siem­pre lo que hace en sus talleres es mucho más. Pon­go sólo algunos, pero pudier­an ensan­char las lis­tas a la may­oría de los que por aquí han pasado.

El tema es otro. El tema es la nat­u­raleza mis­ma del Encuen­tro. “Aquí ven­i­mos a dialog­ar abier­ta­mente, a pen­sar jun­tos en voz alta, a decirnos cosas, a ‘lengua­jear’”, dijo un “encuen­trista” en una de las sesiones ple­nar­ias de los primeros años. Y es cier­to, una mira­da inteligente a la propia estruc­tura del Encuen­tro, a su metodología de orga­ni­zación, denun­cia sin tapu­jos que es el inter­cam­bio vivo y direc­to, el con­tac­to con los ojos que acom­pañan a la pal­abra, el decir sonoro y sin mediación del papel y la tin­ta, lo que se ha queri­do facil­i­tar y se ha logra­do. Si no lo ha sido más, es porque somos víc­ti­mas de rep­re­senta­ciones sociales que nos pueblan, y a pesar de que no nos gus­tan los con­gre­sos fríos y for­males, nos gus­ta “pre­sen­tar un tra­ba­jo”. Como orga­ni­zación, hemos dado siem­pre pri­or­i­dad a los talleres, a los encuen­tros gru­pales, a los espa­cios abier­tos para la dis­cusión y el análi­sis con­jun­to. Recuer­do que en el primer Encuen­tro todos los que tra­jeron “tra­ba­jos inde­pen­di­entes” se vieron en un horario de dis­tribu­ción que sig­nifi­ca­ba hac­er la pre­sentación después de la cin­co o las seis de la tarde.

No obstante, y para suerte de Car­oli­na de la Torre quien ha tenido la feliz idea y el hor­ri­ble tra­ba­jo de orga­ni­zar este número de la Revista Cubana de Psi­cología, algu­nas cosas escritas exis­ten. No sé cómo se pudieron sal­var de la voraci­dad de los que pre­fieren la bib­liote­ca en su casa y sólo a su ser­vi­cio, que la públi­ca, la de la Fac­ul­tad u otra cualquiera. No se cómo ha sido posi­ble que se grabara y se tran­scri­biera lo que con tan­ta emo­ción se dijo en una mesa, que teng­amos algunos tra­ba­jos com­ple­tos, que teng­amos inter­ven­ciones impor­tantes. Me pro­duce ale­gría y tris­teza. Lo primero es obvio. Lo segun­do porque me hace recor­dar lo que se ha per­di­do. Ten­go la esper­an­za de que se haya queda­do en nue­stro crec­imien­to per­son­al y pro­fe­sion­al. Creo que sí, que así ha sido. En defin­i­ti­va, como dice Galeano “cuan­do es ver­dadera, cuan­do nace de la necesi­dad de decir, a la voz humana no hay quien la pare. Si le nie­gan la boca, ella habla por las manos, o por los ojos, o por los poros, o por donde sea”.

Entonces quede claro que lo que se ha inclu­i­do en esta revista no es el resul­ta­do de una selec­ción, ni es una mues­tra rep­re­sen­ta­ti­va, no es tam­poco algo de lo que pasó en cada uno de los seis encuen­tros ya real­iza­dos. Es un modo de decir algo más esen­cial que las ideas de un autor. Es una suerte de recorda­to­rio. Un jus­to hom­e­na­je a los que soñaron y sueñan que es posi­ble. Cualquier cosa sirve a la relación mnémi­ca cuan­do es pro­duci­da autén­ti­ca­mente, con hon­esti­dad, con car­iño. La pre­ten­sión es que los que lean esta revista y nun­ca hayan venido, ven­gan, o al menos que indaguen cómo venir, se sumen a algún modo de estar en el Encuen­tro. Para los que ya han esta­do y no están, para los que siem­pre vamos a estar, es sobre todo una con­vo­ca­to­ria al recuer­do, lo que quiere decir a man­ten­er­nos aquí.

Recor­dar es volver a vivir, vivir hoy sin olvi­dar el ayer. Seguir aman­do lo que hici­mos y lo que hace­mos. El encuen­tro está cam­bian­do. Por suerte. Y parafrase­an­do a Calderón “los que lo amamos ten­emos que tratar de pen­sar, hoy más que nun­ca qué es esto que lo está cam­bian­do y hacia dónde y para qué”.

Dis­fruten los lec­tores de esta Revista. Les recomien­do que para hac­er­lo dejen volar su imag­i­nación, su fan­tasía. Créan­me “Vale la Pena”.

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