HAY CUBANOS…

Manuel Calviño

Facultad de Psicología, Universidad de La Habana

Resumen

Pen­e­trar en la iden­ti­dad nacional es tam­bién enten­der “com­por­tamien­tos sec­to­ri­ales” que gozan de una comu­nidad y una pres­en­cia sin duda pre­ocu­pantes. Algunos van con­fig­u­ran­do una ima­gen, no de necesi­dad pos­i­ti­va, de cómo somos los cubanos, o más exac­ta­mente algunos cubanos. Las nar­ra­ti­vas de la vida cotid­i­ana pueden ser, son, un aporte a la com­pren­sión de los ren­glones (tor­ci­dos o no) de la identidad.

Pal­abras clave: Iden­ti­dad, cubanos, vida cotidiana

Abstract

Pen­e­trat­ing the nation­al iden­ti­ty is also under­stand­ing “sec­toral behav­iors” that enjoy a tru­ly wor­ry­ing com­mu­ni­ty and pres­ence. Some are cre­at­ing an image, not nec­es­sar­i­ly pos­i­tive, of what we Cubans, or more pre­cise­ly some Cubans, are like. The nar­ra­tives of every­day life can be, are, a con­tri­bu­tion to the under­stand­ing of the lines (twist­ed or not) of identity.

Key­words: Iden­ti­ty, Cubans, dai­ly life

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!

Cesar Valle­jo
Los Her­al­dos negros

Introducción

Pen­e­trar en la iden­ti­dad nacional es tam­bién enten­der “com­por­tamien­tos sec­to­ri­ales” que gozan de una comu­nidad y una pres­en­cia sin duda pre­ocu­pantes. ¿Com­por­tamien­tos de épocas? Prob­a­ble­mente, como muchos otros. Pero van con­fig­u­ran­do una ima­gen, no de necesi­dad pos­i­ti­va, de cómo somos los cubanos, o más exac­ta­mente algunos cubanos. Al respec­to, De la Torre en su artícu­lo reporte de su inves­ti­gación sobre la iden­ti­dad del cubano, señala:

“es pre­ocu­pante el hecho de que los val­ores aso­ci­a­dos a las rela­ciones inter­per­son­ales y a los aspec­tos morales de la vida social no estén prác­ti­ca­mente rep­re­sen­ta­dos en estos dibu­jos. Así mis­mo, resul­ta alar­mante el pre­do­minio de acti­tudes indis­ci­plinadas y pasi­vas. Se dibu­jan esce­nas en las cuales las per­sonas pueden gri­tar, pelear, protes­tar o empu­jar, pero no apare­cen acciones donde de man­era efec­ti­va se trat­en de mod­i­ficar las situa­ciones neg­a­ti­vas. Por lo demás el cubano que aquí aparece es un cubano vivo y extro­ver­tido, pero a la vez, chis­moso, mal edu­ca­do y con pobreza espir­i­tu­al” (De la Torre C. 1995. p. 21

Algu­nas mar­cas com­por­ta­men­tales en la vida cotid­i­ana se con­for­man de man­era bina­ria – sí y/o no. Pero el asun­to sus­tan­ti­vo está en la inter­conex­ión de los que sí y los que no. Nadie parece librarse del pie forza­do (diría Silvio).

“La iden­ti­dad es un pro­ce­so dialéc­ti­co y con­tra­dic­to­rio del ser y el estar, es con­tinuidad y cam­bio, es igual­dad y difer­en­cia. No somos sólo como esta­mos, pero estar es nues­tra for­ma conc­re­ta de ser; siem­pre en un con­tex­to, en una condi­ción […] la iden­ti­dad nacional es, entre otras cosas, la con­for­ma­ción de una real­i­dad suprain­di­vid­ual, que da sen­ti­do a la expe­ri­en­cia de pertenecer, de ser iguales y a la vez difer­entes, de estable­cer cer­canías y lejanías, de autoafir­marse en la inde­pen­den­cia…” (ídem. p.225)

Las nar­ra­ti­vas de la vida cotid­i­ana pueden ser, son, un aporte a la com­pren­sión de los ren­glones (tor­ci­dos o no) de la iden­ti­dad. Quien lo dude que con­sulte la obra de Luis Car­bonell Pul­lés, el Acuarelista de la Poesía Antil­lana, por solo hac­er una ref­er­en­cia entre tan­tas posibles.

Lo que pre­sen­to a con­tin­uación es un tex­to en el que se dibu­ja (como el acuarelista, claro que sin lle­gar a su niv­el) esa condi­ción con­tra­dic­to­ria de la iden­ti­dad, dimen­sión en la que con­viv­en vari­ables de difer­entes val­ores e intensidades.

Desarrollo

Hay cubanos tan sol­i­dar­ios… yo no sé.

Pen­san­do que puedes haber olvi­da­do pon­er en hora tu des­per­ta­dor, o que tal vez no suene, ellos, bien tem­pra­no en la mañana, muy tem­pra­no, para que no haya fal­los en el “de pie” y que de paso sir­va a todos los veci­nos, hacen sonar la boci­na (el clax­on, el fotu­to, etc.) de su auto para ayu­darnos en el des­per­tar a tiem­po (aunque más bien a destiem­po). Algunos ponen en ries­go sus cuer­das vocales pro­ducien­do un sonido inten­so para que llegue has­ta su des­ti­no y, por supuesto, más allá. Claro, si alguien no nece­sita­ba des­per­tar tan tem­pra­no, pues no impor­ta, que trate de seguir dur­mien­do y si no lo logra pues que aproveche que al que madru­ga, Dios lo ayuda.

Los hay tan sol­i­dar­ios, pero tan sol­i­dar­ios, que para que te sien­tas pro­te­gi­do, para que sepas que aunque falle la guardia del Comité hay alguien cuidán­dote, pues se sien­tan en la escalera de tu edi­fi­cio (que para nada es en el que viv­en ellos) y con­ver­san en voz alta, has­ta gri­tan durante bue­na parte de la noche y la madru­ga­da. Claro, con esto los cacos ni se acer­can y además puedes enter­arte de un sin­fín de cosas que cuen­tan los “cus­to­dios sol­i­dar­ios”. Cier­to que no son cosas que te intere­san, pero hay que abrir el espec­tro de intere­ses. Imag­i­na, un mun­do nue­vo que se abre ante ti.

Muchos de estos fieles seguidores de su inter­pretación del val­or sol­i­dari­dad, parten de un prin­ci­pio de social­ización: si en defin­i­ti­va estás dicien­do a quien está para­do frente a ti, algo que puede servir a alguien más, entonces ¿por qué no decir­lo en voz alta, muy muy alta, para que todo el bar­rio lo oiga y ten­gan más infor­ma­ción? Además, la trans­paren­cia es un impor­tante prin­ci­pio éti­co: ¿por qué no hac­er saber a todos lo que deberías decir solo a alguien? Si todo el mun­do se entera es mejor. Social­mente más útil.

Por com­par­tir sol­i­dari­a­mente, com­parten has­ta su vida pri­va­da. Sus prob­le­mas famil­iares, sus ten­siones de pare­ja, sus con­flic­tos lab­o­rales, su niv­el de fun­cionamien­to físi­co, su salud estom­acal, lo que sea –diar­reas, hemor­roides, vómi­tos, pla­cas en la gar­gan­ta–, “de todo, como en bot­i­ca”, todo es puesto al conocimien­to de la colec­tivi­dad, que de no estar intere­sa­da es con­vo­ca­da a intere­sarse porque en una sociedad sol­i­daria, prob­le­ma de uno es prob­le­ma de todos. Por eso pre­fieren altos volúmenes de voz para hablar con alguien en su casa (o en la esquina, o en la guagua, donde sea). A veces pien­so que gas­tan dinero innece­sari­a­mente en el telé­fono… con lo alto que hablan no lo necesitan.

Y qué decir de la entre­ga y el sac­ri­fi­cio que impli­ca hac­er todas estas acciones a cualquier hora del día. Lo mis­mo a las 6 de la mañana (y antes tam­bién), que a las 11 de la noche. ¿Cómo no restar horas al des­can­so en aras de hac­er un bien públi­co? Espe­cial­mente si te gus­tan los boca­di­tos de hela­do, los paste­les de coco y de guaya­ba (los orig­i­nales), los tamales, el pan, la papa, la jaba, o si quieres aumen­tar tu poten­cial económi­co ven­di­en­do los fras­cos de per­fume vacíos y tan­tas otras cosas. Son tra­ba­jadores de la van­guardia: no miran hora, sen­cil­la­mente hacen lo que tienen que hac­er a la hora que sea.

Hay cubanos tan sol­i­dar­ios… yo no sé.

¿Y la músi­ca, esa que enriquece el alma? ¿y la divul­gación de la cul­tura artís­ti­ca nacional? Cómo no com­par­tir esa pro­duc­ción del espíritu humano. Cómo no com­par­tir la ale­gría. Ya sea des­de la casa, o des­de una moto, o bic­i­taxi, con bue­nas boci­nas insta­l­adas. Puede ser has­ta de un cen­tro noc­turno del esta­do, o des­de un acto públi­co para decir no a la injeren­cia extran­jera y al blo­queo. Da igual la fuente. El resul­ta­do es lo importante.

La músi­ca no es solo para escuchar, es tam­bién para sen­tir. Debe pen­e­trar en el cuer­po, recor­rer todas las fibras sen­so­ri­ales, la mus­cu­latu­ra, la osa­men­ta y pon­er­la en movimien­to. Eso es cul­ti­var la identidad.

Músi­ca (o car­i­catu­ra de músi­ca) sonan­do todo el día, a todo vol­u­men para que llegue a todos los rin­cones. Diga no al egoís­mo del con­sumo musi­cal. Com­par­ta la músi­ca, inclu­so con quienes no quier­an. Si es un reguetón, mucho mejor. El reguetón es un pro­duc­to gen­uino para com­par­tir, o mejor repar­tir sol­i­dari­a­mente, lo quieras o no.

Hay cubanos tan sol­i­dar­ios… yo no sé.

Conclusiones

La opinión de Chom­sky de que Cuba es el país más sol­i­dario del mun­do no deja lugar a duda algu­na, al menos entre los que cono­ce­mos, quer­e­mos y defend­emos Cuba. Pero no es menos cier­to que Cuba podría ser denom­i­na­da de los país­es más rui­dosos del mun­do, si nos refe­r­i­mos al rui­do que pro­ducen (pro­duci­mos) sus habi­tantes. Claro que es una opinión.

En la iden­ti­dad los ras­gos idios­in­crási­cos se entre­lazan for­man­do con­fig­u­ra­ciones en oca­siones dig­nas de la mejor con­stelación sur­re­al­ista. La iden­ti­dad, naci­da como “aji­a­co” (al decir de Fer­nan­do Ortiz) es una con­fig­u­ración con­tra­dic­to­ria, por eso es dinámi­ca, por eso está en movimien­to. Los cubanos de hoy somos iguales y dis­tin­tos a los de ayer. Sien­do una unidad dinámi­ca de la sub­je­tivi­dad, la iden­ti­dad no es inamovi­ble. No es dada des­de y para siempre.

El pro­ce­so de trans­for­ma­ción de la iden­ti­dad, no solo ocurre como efec­to invol­un­tario, no pre­med­i­ta­do de las acciones e influ­en­cias socio­cul­tur­ales, económi­cas y políti­cas, sino tam­bién como pro­duc­to de las acciones con­scientes de los suje­tos actores. La iden­ti­dad se puede enrique­cer. Que cosa es la edu­cación sino un pro­ce­so de acción con­struc­ti­va de las identidades.

Entonces hay una “tarea cul­tur­al” que urge. La recon­struc­ción de la iden­ti­dad, a sabi­en­das que ella emerge cual­i­ta­ti­va­mente supe­ri­or, cuan­do la sen­so­ri­al­i­dad cotid­i­ana con sus hábitos tem­po­rales y cos­tum­bres de nue­vo arrai­go, favore­ci­das por las nuevas condi­ciones dete­ri­o­radas de vida, es super­a­da, y entonces es capaz de volver a la real­i­dad, no para adap­tarse, sino para retar­la a ascender.

Referencias bibliográficas

De la Torre, C. (1995) ¿Como somos los cubanos? Estu­di­antes de la ciu­dad de La Habana respon­den dibu­jan­do. Revista cubana de Psi­cología, vol. 12, no. 3. pp. 209–234.

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