Armando Sánchez Gutiérrez
Zihuatanejo, Guerrero. México
Resumen
En su texto, El malestar en la cultura, Sigmund Freud, considera, que la civilización está basada en la represión permanente de los deseos instintivos, ya que estos en sus manifestaciones son incompatibles con la sociedad civilizada, dado que la lucha por la existencia necesita la modificación represiva de los instintos, principalmente por la falta de medios y recursos suficientes para una gratificación integral, sin dolor, sin esfuerzo de las necesidades instintivas. Perspectiva teórica que consideramos importante de incorporar al momento del análisis de la conformación del deseo de trascendencia a la muerte. Esto viene a colación en función de los señalamientos continuos que hace el presidente de la república… su deseo de trascendencia, emulando a personajes históricos de nuestro país, en una actividad político-partidista marcada por el pragmatismo económico. Veamos ahora, ¿qué es la trascendencia? Y su función en la construcción del Ethos social.
Palabras clave: trascendencia, educación, psicoanálisis, cultura, ideología.
Abstract
Overview. In his text, the unrest in the culture, Sigmund Freud, believes, that civilization is based on the permanent suppression of the instinctive desires, since these in its manifestations are incompatible with civilized society, because the fight for existence you need repressive modification of instincts, mainly for lack of means and resources to a comprehensive bonus, no pain, no effort of the instinctive needs. Theoretical perspective we consider important to incorporate at the time of the analysis of the formation of the collective unconscious. This comes to collation based on continuing signs that the President of the Republic… his desire for transcendence, emulating historical figures of our country, during political event activity marked by economic pragmatism. Let’s see now, what is the significance? And their role in the construction of the Ethos…
Key words: transcendence, education, psychoanalysis, culture, ideology.
La trascendencia
Los seres humanos deseamos trascender.
Y lo buscamos de diversas maneras.
Teniendo hijos, escribiendo, dibujando, etc.
Es decir, dejando huella…
Tony Padilla
A manera de introducción
En su texto, El malestar en la cultura, Sigmund Freud, considera, que la civilización está basada en la represión permanente de los deseos instintivos, ya que estos en sus manifestaciones son incompatibles con la sociedad civilizada, dado que la lucha por la existencia necesita la modificación represiva de los instintos, principalmente por la falta de medios y recursos suficientes para una gratificación integral, sin dolor, sin esfuerzo de las necesidades instintivas.
De ahí, que señale de manera categórica en su propuesta teórica, que la felicidad no sea un valor cultural. Es el pago de vivir en sociedad, al considerar que el desarrollo de la estructura histórica de los instintos, es consecuencia de la génesis de la represión instintiva de la vida social, y se desarrolla a partir de dos momentos:
a). El nivel biológico filogenético: el desarrollo del hombre animal en su lucha con la naturaleza.
b). El nivel sociológico: el desarrollo de los individuos y grupos civilizados en la lucha entre sí mismos, y con su medio ambiente.
Desde su punto de vista, partiendo de la perspectiva de la creación de la cultura, con la aparición de la Ananké, está es experimentada como la barrera contra la satisfacción de los instintos de vida, ya que estos aspiran al placer, no a la seguridad. Y la lucha por la existencia es organizada de acuerdo con el interés de la dominación de un grupo social sobre otro; lo que trae como consecuencia que la base erótica de la cultura sea transformada. Y en consecuencia la destructividad innata, que acompaña al ser humano a lo largo de su vida debe engendrar la represión perpetua, con la finalidad de establecer las condiciones de la estructuración de la cultura. Es importante hacer notar que para Freud; desde su perspectiva metapsicológica, encontraba una explicación al considerar decisivo el hecho de que las inhibiciones sean de carácter social, al ser impuestas por la escasez, por la distribución jerárquica de esta, la lucha por la existencia, o por los mismos intereses de la dominación de grupos.
Pero, considera como necesaria dicha inhibición en función de la creación de la cultura, por lo que en base a un determinismo biológico, se sentarán los cimientos de una sociedad, la cual estará regida por el principio de la realidad, en detrimento, de la vida instintiva, del placer, de la misma felicidad: idea no compartida con Erich Fromm y Herbert Marcuse, teóricos que incorporamos en nuestro estudio.
Ahora bien, el por qué iniciamos con estos señalamientos. Esto viene a colación en función de los señalamientos continuos que hace el presidente de la república…su deseo de trascendencia, emulando a personajes históricos de nuestro país, en una actividad político-partidista marcada por el pragmatismo económico. Veamos ahora, ¿qué es la trascendencia? Y su función en la construcción del Ethos social.
En tal sentido, la teoría de Erich Fromm, que tenía sus referentes más significativos en los trabajos de Sigmund Freud y Karl Marx, consideró que Freud enfatiza sobre el inconsciente, los impulsos biológicos, la represión y otros factores de tipo inconsciente, con un peso menor a la influencia social. En otras palabras, Freud postuló que nuestro carácter estaba determinado por la biología.
En referencia a Marx, este consideraba a las personas como condicionados por su sociedad y en especial por su sistema económico. Fromm añadió a estos dos sistemas deterministas algo bastante extraño a ellos: La idea de libertad.
A modo de desarrollo
Con los trabajos realizados por Erich Fromm, que parte de la premisa del ser humano modelado socialmente y condicionado histórica y culturalmente es como intentamos comprender los fenómenos psíquicos que se reflejan en nuestra sociedad industrializada: enajenación, angustia, miedo a la soledad y a la profundidad del pensamiento, la escasez de actividad y la falta de alegría, las cuales eran consideradas por Freud, como consecuencia de una represión sexual del ser humano; el precio que consideraba teníamos que pagar por vivir en sociedad, y que Fromm, no compartía, ya que señalaba su génesis en factores socio-económicos y de la misma naturaleza humana.
Asimismo, él animaba a las personas a trascender a los determinismos que Freud y Marx les atribuían. De hecho, Fromm hace de la libertad la característica central de la naturaleza humana. Vale la pena iniciar señalando, la aportación que realiza Fromm al estudio de la conducta social, ya que mediante la simbiosis de las teorías psicológicas freudianas y las raíces económicas y culturales, tales como clase social, educación, antecedentes históricos y religiosos, además de otros, que influyen la personalidad desde la perspectiva de Karl Marx, intenta comprender las conductas y actitudes de los seres humanos. Lo cual va a posibilitar, acceder a un entramado teórico, integral, incluyente, con el fin de encontrar la etiología de la conducta social.
Con esta perspectiva de Fromm, acerca del desarrollo social del ser humano, se nos posibilita acceder a nociones más amplias del análisis de la conducta, tales como los mecanismos psicológicos de carácter universal; a través de los cuales se busca descubrir y conocer de qué manera funcionan en casos específicos y aquellos otros mecanismos que se dan en procesos históricos concretos.
Aquí es prudente señalar que, no se busca caracterizar al hombre en general, sino al hombre de determinada época, cultura y grupo social, además de las diferencias y cambios que se dan entre los diferentes tipos de seres sociales que la historia nos ha mostrado, concretamente se busca descubrir el tipo de leyes y de relaciones que condicionan la vida en determinadas fases históricas y dentro de una determinada estructura social; los principia media que rigen los tipos psicológicos y sociológicos de un determinado espacio y momento.
Noción que Fromm consideraba fundamental para explicar su teoría, la cual transpola de la teoría de la sociología del conocimiento, en su trabajo: ideología y utopía donde Karl Mannheim sustentaba, el origen social de las ideas y del efecto que las ideas dominantes ejercen sobre la sociedad.
Hay que mencionar que, la incorporación de conceptos socio-psicológicos tales como la ideología y las utopías, son fundamentales en su concepción teórica, ya que estas subyacen a la acción social. Se considera a las ideologías como:
Construcciones interpretativas que, consciente o inconscientemente, buscan justificar y estabilizar un determinado orden social, en beneficio de un grupo particular; su función reside en ocultar la verdadera naturaleza de la desigualdad en una sociedad específica (2004: p. 98).
Perspectiva teórica que consideramos importante de incorporar al momento del análisis de la influencia del elemento económico en el Inconsciente colectivo, y la mediación de los medios de comunicación. A diferencia de las utopías que son: “Aquellas construcciones ideales que inspiran la acción colectiva de los grupos de oposición, que intentan alcanzar una transformación radical y total del mismo tipo de sociedad”. (Mannheim: 2004 p. 229). Ideas que considero pertinentes de su incorporación dada la necesidad de conocer su peso específico, en la conformación de las aspiraciones, sueños y temores de una gran parte de aquellos que laboramos en la docencia.
Más aún, es importante resaltar que para efectos de este estudio, los conceptos empleados por Fromm: no solo de adaptación dinámica, son relevantes siendo que considera:
Las fuerzas más poderosas que motivan la conducta del ser humano nacen de las condiciones de su existencia, y de su situación humana, de ahí que busca un equilibrio entre las necesidades fisiológicas y la conciencia que desarrolla al tener contacto con las condiciones de su existencia. (1987: p. 31)
Sino también, el carácter social, tesis central de este estudio, al que Fromm contemplaba como: El núcleo de la estructura de carácter compartido con la mayoría de los individuos de la misma cultura, a diferencia del carácter individual, que es diferente en cada uno de los individuos pertenecientes a la misma cultura. (1987: p. 65)
Por lo tanto, van a tener una gran importancia, ya que gran parte de este estudio girará en torno a ellos. Es por ello que, mediante estos conceptos podremos establecer las relaciones entre los fenómenos sociológicos y los psicológicos. Ya que hemos encontrado que han sido analizados por separado, sin buscar vasos comunicantes, afines a su labor, que les permitan encontrar coincidencias que permitan estructurar una teoría de la conducta social.
De manera particular, la sociología busca explicar la dinámica social, como resultado de fuerzas impersonales, económicas, históricas, culturales y otras. Por otra parte, la psicología considera las conciencias individuales sin tomar en cuenta las conexiones que el ser humano tiene con las instituciones y los hechos socioculturales objetivos.
De ahí que, consideraba Fromm la necesidad de una Psicología Social, que genere una simbiosis que nos permita acceder a la génesis de los fenómenos psicosociológicos. El trabajo que realiza en su libro, la patología de la normalidad, nos presenta un estudio de la alienación mental que sufre el ser humano, como consecuencia de una sociedad altamente tecnologizada y mediada por las necesidades de la condición humana. En consecuencia, vivir dentro de la norma social, en la mediocridad de una forma de vida, dictada por los dueños de los medios de producción, tal como lo señaló Karl Marx en sus trabajos.
Continuando con Fromm, consideraba que el hombre podría trascender el determinismo, tanto biológico como histórico social; acceder al logro de su libertad, a condición de rebasar el narcisismo psicológico que lo esclavizaba a conductas temerosas, veía que a través del amor hacia sí mismo y hacia los demás es factible el logro de la plenitud; El amor como un Daimon, hacia la trascendencia.
El mismo Fromm, al considerar que la estructura económica de una sociedad, influye en el modo de vida del individuo, al operar en el desarrollo de la persona, este tiene que enfrentarse desde su infancia a un medio que representa todas las características típicas de una sociedad o clase social determinada. El individuo no solo es formado (o deformado socialmente) en el seno de la familia, sino también en la escuela, institución donde eliminan su libertad y sus sentimientos, para imponerle otros ajenos por medio de métodos que varían desde el castigo brutal hasta el soborno, ya que consideraba que:
La función social de la educación es la de preparar al individuo para el buen desempeño de la tarea que más tarde le tocará realizar en la sociedad, esto es modelar su carácter social; que sus deseos coincidan con las necesidades propias de su función (1985: p. 313).
Para lo cual, contemplaba que el sistema educativo que establece las normas sociales de la comunidad, tiene un papel determinante en la conducta social, ya que lo sustentaba de acuerdo a que:
El sistema educativo de toda sociedad se halla determinado por este cometido, por lo tanto, no podemos explicar la estructura de una sociedad o la personalidad de sus miembros por medio de su proceso educativo, sino que, por el contrario, debemos explicar este en función de las necesidades que surgen de la estructura social y económica de una sociedad. (Fromm, 1985: p. 313)
Esto implica que el individuo no es lo que es, sino lo que la sociedad quiere que este sea, o dicho de otro modo, el fin de la educación consiste en enseñarle al individuo a no afirmar el Yo. El niño mediante la socialización debe aprender no solo a quedarse callado cuando ha sido injustamente reprimido, sino también a soportar en silencio toda suerte de recriminaciones, haciendo señalamientos tales como:
Por otra parte, muy pronto en su educación se enseña al niño a experimentar sentimientos que de ningún modo son suyos; de modo particular, a sentir simpatía hacia la gente, a mostrarse amistoso con todos sin ejercer discriminación crítica, y a sonreír. Aquello que la educación no puede llegar a conseguir se cumple luego por medio de la presión social. (Fromm: 1990: p. 268).
La posición de Fromm, en relación con la actividad educativa de la sociedad, giraba en torno a la propuesta que señalaba:
La responsabilidad del docente es amar a los alumnos, con un amor fraterno de responsabilidad, cuidado, respeto y conocimiento… Las diferencias en talento, inteligencia, conocimiento, son despreciables en comparación con la identidad de la esencia humana común a los hombres. (1990: p. 53)
En tanto, en el mismo tenor, Herbert Marcuse considera que encontró en Freud la posibilidad de una praxis subversiva que desenmascarase cómo son los propios individuos, los que inconscientemente reproducen e internalizan la represión de las sociedades capitalistas y comunistas, echando a perder toda revolución. Marcuse publicó, Eros y civilización (1955), en la que sintetizó el pensamiento de Marx y Freud, eliminando el pesimismo de este último que en su obra: El malestar de la cultura, afirmaba que inevitablemente toda civilización estaba estructurada sobre la represión y el sufrimiento.
Consideraba, al igual que Fromm, que los dos instintos fundamentales de la teoría freudiana; Eros y Thánatos, no desembocan inevitablemente en sistemas opresivos. Por lo tanto, en el propio inconsciente del hombre se encuentra la posibilidad de instaurar una sociedad no represiva que se fundamente en la liberación de los instintos, mediante una auto sublimación de la sexualidad del Eros. Al considerar que todo producto y actividad cultural (arte, filosofía, trabajo, etc.) evidencia un impulso inconsciente en el hombre hacia la libertad y la felicidad, posibilitando al ser humano a instaurar una nueva sociedad no represiva, en la que no se produzca un superávit innecesario de trabajo, ni restricciones en la misma sexualidad, ni enajenación alguna, mediante la liberación de aquellos condicionantes históricos y sociales que reprimen el principio del placer.
Como consecuencia, desde la perspectiva social de Marcuse:
La lucha por la existencia necesita la modificación represiva de los instintos principalmente por falta de medios y recursos suficientes para una gratificación integral, sin dolor y sin esfuerzo, de las necesidades instintivas. Si esto es verdad, la organización represiva de los instintos se debe a factores exógenos, exógenos en el sentido de que no son inherentes a la “naturaleza” de los instintos, sino que son producto de las específicas condiciones históricas bajo las que se desarrollan los instintos. (1968: p. 132)
Marcuse, considera que dicha represión de los instintos, no es un factor inevitable por su naturaleza, ya que a diferencia de Freud, la considera como resultado, de las condiciones socioculturales de una sociedad industrializada, la cual en “pro” de su funcionamiento, busca reprimir la vida de los instintos positivos, encarnados en el Eros, aquella parte de la estructura instintiva que busca desarrollar, la parte constructiva, la que engendra la belleza y el arte. Las cuales para efectos de mantener una productividad industrial, se canalizan hacia generar una conducta humana, que ha servido para legitimar el dominio de los más poderosos sobre la masa alienada, con la consecuencia de ampliar la pobreza en todos sus sentidos.
Profundizando, Marcuse, encontró en Nietzsche la génesis de la filosofía social que descansa en la gigantesca falacia sobre la que fueron construidas la estructura idiosincrática y la moral occidental, que permea nuestra sociedad, estas fueron:
La transformación de los hechos en esencia, de las condiciones históricas en metafísicas, la debilidad y el desaliento del hombre; la desigualdad del poder y la salud, la justicia, y el sufrimiento, fueron atribuidos a algún crimen y a una culpa trascendentales; por lo tanto, la rebelión llegó a ser el pecado original, la desobediencia contra dios; y el impulso hacia la gratificación se convirtió en concupiscencia. Más aun, toda esta serie de falacias culminaron con la deificación del tiempo: porque en el mundo empírico todo está pasando, el hombre es en su misma esencia un ser finito, y la muerte está en la misma esencia de la vida. Solo los altos valores son eternos, y por tanto, reales: el hombre interior, la fe y el amor que no pide y no desea. (1968: p. 132).
De ahí, que desde la perspectiva de Nietzsche, continúe señalando Marcuse:
Que las raíces históricas de las transformaciones nos enseñan su doble función: pacifican, compensan y justifican a los que no tienen privilegios en la tierra, y protegen a aquellos que les impiden tenerlos y los obligan a permanecer sin ellos. (p. 132).
En la visión filosófica de Marcuse, se generan las condiciones para que una minoría conserve sus privilegios obtenidos, mediante la explotación de una mayoría depauperada, lo cual se va convirtiendo en una cultura de control y privilegios.
La eternidad como recurso de control social
Al abordar el tema de la eternidad como una compensación psicológica, no olvidemos que la gran trampa de la ilusión religiosa: La eternidad, desde hace mucho el último consuelo de una existencia enajenada, ha sido convertida en un instrumento de control social mediante su relegación a un mundo como promesa, (un premio irreal a un sufrimiento real).
Dicha promesa terrenal, va condicionando actitudes de pasividad en el ser humano, al considerar necesario llevar una vida sufrida y desprovista de bienes materiales, como preámbulo a la feliz eternidad, forma de vida siempre en beneficio de los que detentan el poder político y la economía.
Ahora bien, el mismo Freud tiene muy presente el elemento histórico en la estructura instintiva del hombre; al discutir la religión como una específica forma histórica de ilusión, a pesar de que aduce contra sí mismo este argumento, y lo racionaliza:
Puesto que los hombres son tan dóciles a los argumentos razonables, puesto que están tan completamente bajo el mando de sus deseos instintivos, ¿por qué debe uno querer quitarle un medio de satisfacer sus instintos y reemplazarlos por argumentos razonables? (Freud, 1988: p. 81).
Visión en la que nos enseña la aceptación de tal determinismo en los instintos sublimados, de la cual surge la vida cultural, en detrimento del Eros. Pero, ¿Cuál es el papel que juega la religiosidad en la estructura idiosincrática de un pueblo? Considero, de acuerdo a lo analizado, que la religiosidad de un pueblo, en tanto, su manera de creer y percibir la realidad, es la manifestación de una ideología, que va jugando un papel legitimador de una realidad que se caracteriza por la estructura vertical de sus miembros. Lo cual conlleva, el orden establecido, de manera Inconsciente, a través de la normatividad social, de un grupo poderoso sobre una mayoría débil y pasiva.
La economía y su influencia en la naturaleza humana
Esta combinación de una estructura social religiosa con un sistema económico, trae como resultado una sociedad en el que se van situando de manera vertical unos por encima de otros, de acuerdo a valores impuestos, como son la acumulación de dinero y orígenes sociales. Hoy vemos una forma de vida carente de solidaridad y amor hacia el otro y hacia la misma naturaleza, una sociedad con una filosofía de la competitividad, donde el otro es considerado para rivalizar, en función del nivel que la jerarquía social que el grupo en el poder, le ha otorgado a cada uno. De ahí que Fromm, considere, que la vida ser humano y las relaciones sociales se convierten en una búsqueda de avales que justifiquen la posición del sujeto en un escalafón elevado, dentro de la estructura social en la que el sujeto se encuentra inmerso.
Se desea dicha aprobación desde lo más profundo del individuo. Por eso, las relaciones humanas se convierten en un patológico juego de sumisión y dominio, en un proceso cuyo fundamento es el ejercicio del dominio y del poder. Donde unos mandan y otros obedecen, en la búsqueda de acceder a niveles superiores del estrato social, con los beneficios económicos que estos conllevan. En ese sentido, Marcuse considera que Nietzsche va más allá, del elemento económico, ya que argumenta que:
La liberación depende del sentimiento de culpa; la humanidad debe llegar a asociar tal estado de conciencia, no con la afirmación, sino con la negación de los instintos de vida, no con la rebelión contra sus ideales represivos, sino con su aceptación. (1968: p. 135).
Lo cual daría pie a sentar las bases hacia una sociedad erotizada, una sociedad donde el amor a través de los instintos liberados buscaría y lograría sus objetivos, de satisfacción y trascendencia en vida. De ahí, que Marcuse considera que el hombre llega a ser él mismo, solo cuando la trascendencia ha sido conquistada, cuando ha sido conquistada aquí en la tierra. Cuando la eternidad ha llegado a ser presente en el aquí y ahora, sin esperar la llegada de su fin terrenal, en clara alusión al manejo ideológico, con evidentes resultados enajenantes de una filosofía religiosa al servicio de la dominación de los grupos que detentan y buscan la conservación del poder.
Así mismo, este logro de la trascendencia pasa por la toma de conciencia, del papel que juegan las creencias y valores que ideológicamente imponen los detentadores del poder, el mismo Marcuse saca a la luz, mediante la conducta social unidimensional, que hoy se manifiesta:
Toda liberación depende de la toma de conciencia de la servidumbre, y el surgimiento de esta conciencia se ve estorbado siempre por el predominio de necesidades y satisfacciones impuestas, que en grado sumo, se han convertido en propias del individuo. (1998: p. 37).
Tal como lo plantea Marcuse, es la forma de vida actual, donde la religión y el sistema económico, van generando una mentalidad enajenada, que ha traído como consecuencia una sociedad unidimensional. La misma que, se caracteriza por una inconsciencia social, basada en la ilusión de bienestar, donde el sujeto se considera feliz, satisfecho con el acceso a las mercaderías de compra y tira que le ofrecen los medios de difusión, siente que todo va bien, la problemática comunitaria le es ajena, vive conforme, sin remordimientos de las desigualdades… cree que es feliz, los medios de difusión así le han hecho creer.
Por tanto, el hombre unidimensional, es un ser acrítico, carente de capacidad de análisis, e incapaz de proyectarse mediante una labor productiva e innovadora, y como resultado, de generar cambios en su sociedad, ya que para él no existen las contradicciones entre el ser y el deber ser.
Se puede observar que el pensamiento de Herbert Marcuse conlleva lo que parece una utopía, pero no el retrato de la clásica utopía capitalista y súper tecnificada propia de la modernidad, sino de aquella, con un carácter crítico, anhelante de una sociedad en la que la liberación de las fuerzas espontáneas, instintivas, pueda lograrse mediante la recuperación del objeto de trabajo, de un trabajo creador, contrario a un trabajo alienador o francamente enajenante.
Como resultado… La enajenación
Para su análisis, una atención especial nos merece la enajenación en nuestra investigación. La cual está presente en el discurso de los teóricos de la escuela de Frankfurt; al asociarla, se busca con ella, entender la actitud del ser humano en relación con sus actividades cotidianas, ya que por una necesidad de tipo económico, de sobrevivencia, trabajamos en actividades poco relacionadas con nuestro proyecto de vida. Por lo tanto, partamos de la concepción que Fromm tenía de dicho estado mental:
La enajenación como la experiencia en que la persona se siente a sí mismo como un extraño. No se siente a sí mismo como centro de su mundo, como creador de sus propios actos. Sino que sus actos y las consecuencias de ellos se han convertido en amos suyos, a los cuales obedece y a los cuales quizás hasta adora. La persona enajenada no tiene contacto consigo mismo, lo mismo que no lo tiene con ninguna otra persona. Él como todos los demás, se siente como se sienten las cosas, con los sentidos y con el sentido común, pero al mismo tiempo, sin relacionarse productivamente consigo mismo y con el mundo exterior (1987: p. 105).
Como se ha registrado en este trabajo, en nuestra cultura, la enajenación al ser un constructo socio-cultural, no es ajeno en la conformación psíquica de gran parte de la sociedad, veamos ahora el papel de la vocación…
La vocación del bienestar social
Es pertinente incorporar para el análisis del desarrollo personal del docente, la influencia de la vocación; más allá de un proyecto profesional de vida: como un ejercicio de proyección de nuestros deseos instintivos. Para lo cual, nos preguntamos, ¿qué es la vocación como proyecto de vida profesional, y cómo se manifiesta?
Haciendo valer la composición de la palabra, vocación (del latín: vocare; llamar) que es el deseo de emprender una carrera, profesión o cualquier actividad social con la que el sujeto se siente identificado, considerando desde una perspectiva integral, que es además una manera de proyectar nuestras necesidades de trascender, como respuesta al reconocimiento a nuestra finitud, y se puede manifestar a través del trabajo creativo. Definiéndolo de manera simple, considero que es el llamado a la búsqueda de la trascendencia del ser humano, en tanto, creación de lo bello mediante el trabajo cotidiano.
Podemos decir que, de acuerdo a la psicología social se considera que existen algunos factores histórico-culturales, que van conformando, el proyecto de vida del ser humano, dentro de ellos se destacan:
- La historicidad de la familia: ya que mediante el modelaje y la identificación de las conductas de las personas significativas en nuestro hogar, vamos incorporando actitudes y conductas, que nos van siendo familiares.
- La proyección a futuro: que desde pequeño se va construyendo, el cual es el resultado de la relación significativa, que se va teniendo con modelos de vida que se tienden a reproducir, y como otro elemento a considerar; la influencia que tienen las tradiciones y costumbres, las cuales van pasando de generación en generación mediante el inconsciente social, y les van dando un valor social a ciertas prácticas culturales que son recompensadas en determinados espacios sociales.
- La influencia escolar: a pesar de que tiene un menor peso que el hogar, y en estos momentos, que los mismos medios de comunicación, en la conformación de la conducta social, sigue siendo un espacio significativo, en el cual, principalmente aquellos alumnos de educación básica, logran encontrar modelos de vida en los docentes, con los que trabajan de manera cotidiana, los cuales reproducen, y que determinan a futuro su proyecto de vida profesional.
Tal como plantea Gracia Guillén, esta idea de vocación se confunde algunas veces con el término, ser buen profesional, preguntándose, ¿qué es ser buen profesional en la educación?, actividad que nos ocupa. El mismo Gracia Guillén cuestiona que un buen profesional sea aquel que cumpla con su horario de trabajo, posea los conocimientos adecuados, domine las técnicas requeridas, respete la jerarquía establecida, y cumpla con las reglas de actuación que especifica el manual de la empresa. De manera concluyente se pregunta: ¿Estos atributos serían suficientes en una actividad como es la docencia? Le parece insuficiente. Veamos el por qué…
La erotización del trabajo (la fantasía)
El profesionalizar la labor académica, sin tomar en cuenta algunos factores psicológicos, relevantes como la identificación, la sublimación de los instintos a través de una actividad socialmente aceptada, difícilmente lograría la plenitud laboral. Si con estos elementos se logra ese toque de erotización del trabajo, como una condición natural, no alienada en el ser humano, y con un ingrediente necesario como es la fantasía (phantasia), en tanto, facultad mental que nos lleva a la creación de imágenes inexistentes o en un plano superior idealizando la realidad, por lo general, dolorosa (principio de la realidad), situándonos hacia un trabajo creativo, transcendente. Históricamente, podemos mostrar su función, dado que: “dicha erotización, lograda a través de la fantasía es la única actividad mental que conserva un alto grado de libertad con respecto al principio de realidad”, tal como lo señala, Marcuse. (1985: 152).
Quien de acuerdo a lo planteado por Freud, consideraba que los dos principios del suceder psíquico se dieron, con la introducción del principio de la realidad, y la otra función de la actividad mental (fantasía) que fue aislada; se le dejó fuera de la experimentación, de la realidad y permaneció subordinada, tan solo al principio del placer: “Esta manera de actividad como proceso mental (das phantasieren), se hace presente en los juegos infantiles y después, afirmándose bajo la forma de soñar despierto, abandona su dependencia de los objetos reales” (1988: p. 152)
Por ello, al considerar que la felicidad no es valor cultural, encuentra en la fantasía un recurso psicológico, que le permite acceder a la libertad que la normatividad social ha limitado a ciertos espacios y grupos de personas:
La fantasía juega una función decisiva en la estructura mental en su totalidad; liga los más profundos yacimientos del inconsciente con los más altos productos del consciente (el arte), los sueños con la realidad; preserva los arquetipos del género, las eternas, aunque reprimidas, ideas de la memoria individual y colectiva, las imágenes de libertad convertidas en tabú. (Marcuse, 1985: p. 152).
Freud, desde una perspectiva sociológica, encuentra en la fantasía el camino hacia la creatividad, al conjuntar todos los conocimientos que el ser humano ha acumulado en el trayecto de su historia, con los ideales de una vida mejor que buscan superar sus carencias estructurales, en este sentido, Marcuse, encuentra una vinculación entre el historial del ser humano y sus expectativas;
Es el “Daimon” hacia un pasado y el futuro. La imaginación preserva el recuerdo del pasado subhistórico, cuando la vida del individuo era la vida del género, permanece relacionada con la imagen de la unidad inmediata entre lo universal y lo particular bajo el mando del principio del placer y nos permite proyectarnos a la creación. (Marcuse, 1985: p. 154).
Como imaginación visualiza la reconciliación del individuo con la totalidad, del deseo con la realización, de la felicidad con la razón. Aunque esta armonía haya sido convertida en una utopía por el principio de la realidad establecido, la fantasía insiste en que puede y debe llegar a ser real, en que detrás de ella está el conocimiento, el desarrollo de un ser humano inacabado e imperfecto, aquel que ha sido producto de seres humanos que siguen encontrando en la fantasía, el medio de dar rienda suelta a sus deseos infantiles, a su creatividad, a su deseo de llegar a ser, aquí en la tierra:
El análisis de la función cognoscitiva de la fantasía lleva así a la estética como la “ciencia de la belleza”; detrás de dicha forma, yace la armonía reprimida de la sensualidad y la razón, la eterna protesta contra la organización de la vida por la lógica de la dominación, la crítica del principio de actuación, de una sociedad que no se permite soñar, en nombre de la objetividad racional, de una industrialización, que compensa con acumulación de mercaderías sus instintos reprimidos. (Marcuse, 1985: p. 155).
En su trabajo, Marcuse la considera una forma menos sublimada, ya que la oposición de la fantasía al principio de la realidad se desarrolla de manera más fácil en procesos mentales sub-reales y surreales como el sueño, el soñar despierto, el juego, la corriente de la conciencia; prácticas cada vez más alejadas de nuestra realidad escolar, dándole paso a asignaturas más relacionadas con la capacitación laboral, incluso de manera alarmante, en los niveles básicos.
Con la cancelación del principium individuationis, por parte de la fantasía, considera Marcuse que ahí se encuentran la raíz de la relación de está con el Eros original: la sexualidad es organizada y controlada por el principio de la realidad, la fantasía se afirma a sí misma principalmente contra la sexualidad normal. Sin embargo, su elemento erótico va más allá de las expresiones pervertidas; Aspira a una realidad erótica, donde la vida de los instintos llegaría a descansar en la realización sin represión
Con la reducción y control de la imaginación y la creatividad individual, se pone al servicio de la dominación del ser humano, la estructura social comunitaria, esto en función de una eficiencia de producción de mercaderías que atentan contra el deseo de una sociedad que busque la humanización de sus miembros, factible mediante una labor que busque lo trascendente. Y esta solo se logra mediante la imaginación, la creatividad, lo cual conlleva a erotizar lo que se realiza de manera cotidiana al interior del salón de clases. Tal como lo plantea Diotima en su conversación con Sócrates.
“Él que ama lo bello aspira a poseerlo”
El filósofo griego, Platón en su libro El banquete o del amor, nos va mostrando la participación de su maestro Sócrates, con una serie de amigos en la tertulia que se organiza en casa de Agatón, tomando como asunto central para esa ocasión: el amor. En el encontramos la visión que Sócrates tenía del tema, el cual gira en torno a la enseñanza que había recibido de Diotima la sacerdotisa, ahí, en el relato que ella realiza, inicia con una advertencia hacia su interlocutor: “Eros, no es un dios, ni un hombre; es un gran demonio, un “Daimon” que vive entre dioses y demonios. Y tiene como función la de ser intérprete e intermediario entre los dioses y los hombres”. (2009: p. 491).
Y su génesis la encuentra en ser hijo de la pobreza (Poros) y de la abundancia (Penia), lo cual desde su origen adquiere el carácter de ser un medio, a través del cual, la luz se relaciona con la sombra, al mundo sensible con las ideas. Observamos que, se le ha adjudicado el doble papel: De buscar la riqueza y repartir los bienes, de desear y pedir, además de ser deseado y desear.
Teniendo en cuenta que, el Eros representa el deseo en sí y no su objeto, al estar constituido por dos elementos contrarios, quienes representan la pobreza y la abundancia, siendo una instancia intermedia entre la sabiduría y la ignorancia; ya que es amante y anhelante de la sabiduría, mediador entre lo mortal y lo inmortal, el cual busca como anhelo natural llegar a la inmortalidad, trascender la finitud humana.
Debemos considerar que, Diotima sabe que Eros al ser un demonio, no es fácil en su trato, por su conformación de diversos elementos unidos por el deseo, es algo más que atracción por la belleza física, está sujeta y condicionada por el tiempo, por la muerte y la corrupción. Y parte del principio de desear lo mejor, sobre todo aquello de lo se carece, pero que pasa con aquello que se consigue. La felicidad llega a nosotros, con el agregado de que queremos conservarla para siempre, sumando a este anhelo de posesión, el deseo de la inmortalidad; que es producto de una carencia, afirma Sócrates en el Banquete:
Solo se desea por definición, lo que no se tiene, lo que está ausente; los objetos del deseo y del amor, son lo que no se tiene, lo que no se es, lo que nos falta, nunca se tiene entonces lo que se desea (apenas se tiene, ya no se desea), esto es desear y amar. (Platón: 2009: p. 488)
Bajo esta visión, la felicidad reside en la satisfacción de nuestros deseos si logramos lo que nos falta, por ejemplo; si laboramos en aquello que nos permita proyectar nuestras inquietudes e intereses, el dilema reside entonces, en que no sabemos desear otra cosas que aquello que no tenemos, aquello que esperamos, cuando la felicidad no es solo carencia; sino placer, no es esperanza; sino amor en la labor cotidiana, y es ahí donde surge ese gran dolor de sabernos mortales, finitos. La inmortalidad se convierte en nuestro gran deseo, de perpetuarnos a través del tiempo.
Así se muestra en el juego mayéutico, que se va dando entre Diotima y Sócrates, donde se descubren características novedosas del amor trascendental, ya que existe una parte escondida de este, a la cual se puede acceder solo a través del entendimiento, del saber, lo que conociste anteriormente son solo aspectos menores del amor, señala Diotima, con lo cual inicia a Sócrates, en los más altos y nobles aspectos del sentimiento amoroso.
En su discurso, Diotima cuestiona a su discípulo, acerca del amor a la belleza corporal en la juventud, ¿por qué amarla solo de manera corpórea haciendo a un lado las ideas? Si la hermosura está hecha en muchas formas y personas, ¿por qué no amarla en ella misma? y ¿por qué no ir más allá de las formas y amar aquello que las hace hermosas?: la idea.
De esta manera, el amor se va logrando de manera gradual, el tiempo y el espacio juegan un papel relevante, el amor terrenal a un cuerpo hermoso, y conforme el tiempo avanzase ama a la hermosura en sí mismo, buscando el alma virtuosa, la belleza sin forma, y con esto, el deseo de conservarla, el amor inmortal, como contemplación de las ideas eternas. Diotima, nos presenta a la belleza, la verdad y el bien como un solo elemento; el Eros, el cual es percibido como:
Aquel que ha seguido el camino de la iniciación amorosa en el orden correcto, al llegar al fin percibirá súbitamente una hermosura maravillosa, causa final de todos nuestros esfuerzos… una hermosura eterna, no engendrada, incorruptible y que no crece ni decrece. (Platón: 2009: p. 498).
Una belleza entera, una idéntica a sí misma, que no está hecha de partes como el cuerpo en su totalidad, ni de razonamientos como el discurso humano, se hace presente.
Entonces, el amor como un Daimon es la forma, el camino, hacia la hermosura, el que va del amor de un cuerpo al de dos o más, y de ahí al de todas las formas hermosas, continuando a las acciones virtuosas, de estas a las ideas, y de las ideas a la belleza absoluta. Por eso, aquel que logra acceder a esta clase de hermosura, accede a lo más alto que puede vivirse y disfrutarse, ya que a través de ella, los ojos del entendimiento comulgan con la hermosura y el hombre procrea no imágenes ni simulacros de belleza, sino realidades hermosas. Y este es el camino de la trascendencia hacia la inmortalidad.
“Los seres humanos deseamos trascender”
El tema central del discurso entre Sócrates con Diotima de Mantinea, sacerdotisa griega, se va centrando en el deseo de fama eterna, el anhelo de inmortalidad en el ser humano. En él se plantean la existencia de dos tipos de amor; los cuales solo pueden ser reconocidos por aquellas personas sabias: el amor físico y el espiritual. El primero es descrito como un medio para preservar a la persona y alcanzar la inmortalidad a través de la descendencia, a diferencia del amor espiritual, el cual da luz a las ideas y pensamientos, los cuales en esencia son inmortales. El amor como Daimon que nos permite acceder al conocimiento y la trascendencia.
Por lo tanto, si el hombre aspira a poseer siempre lo bueno, ¿cuál es el objeto de esta posesión? De acuerdo a las enseñanzas de Diotima: “Es la generación y la producción de la belleza, a través de la obra que cada ser humano va generando en su vida terrenal”. (Platón: 2009: p. 495). Ya que esta misma generación es la que perpetúa la familia de los seres animados, y le da la inmortalidad que consciente la naturaleza mortal. Siendo que existe la necesidad de unir el deseo de lo bueno al de la inmortalidad, ya que el amor consiste en aspirar a que lo bueno nos pertenezca siempre. Por lo tanto, la inmortalidad es también el objeto del amor.
Continuando con esta idea, la sacerdotisa griega, le ejemplifica al insigne discípulo refiriéndose al conocimiento que se borra, ya que el olvido es la extinción del conocimiento; pero es ahí donde la reflexión forma un nuevo recuerdo en lugar del que se ha ido, conserva en nosotros este conocimiento, aunque creemos que es el mismo. De manera similar, se conservan todos los seres mortales, no subsisten absolutamente y siempre serán los mismos, como sucede con lo divino, sino que el que marcha y el que envejece deja en su lugar un individuo joven, semejante a lo que él mismo fue, trascendiendo a través de él. Por lo tanto, es la naturaleza mortal la que aspira a perpetuarse, y hacerse inmortal, en cuanto es posible; y sus únicos medios son el nacimiento que sustituye a un individuo viejo con otro joven y sus obras.
Así es, Sócrates, como todo lo mortal busca participar en la inmortalidad, y lo mismo el cuerpo que todo lo demás. En cuanto al ser inmortal sucede lo mismo por una razón diferente. De ahí, que sea comprensible que los seres animados estimen tanto sus cambios, porque el deseo y el amor que los anima no tienen otro origen que esta sed de no ser olvidado, de perpetuarse a través del tiempo y espacio; se busca trascender la finitud corpórea. En ese sentido, María Antonia Padilla, considera el valor de la trascendencia desde una perspectiva integral, al considerar que:
Los seres humanos deseamos trascender. Y lo buscamos de diversas maneras. Teniendo hijos, escribiendo, dibujando, etc. Es decir, dejando huella. Dejando productos. Es una necesidad vital. Consciente o inconsciente. Queremos que los demás nos recuerden, Tanto, mientras estamos en la tierra, como cuando ya no estemos. Queremos que lo que hacemos tenga un impacto a corto, mediano y largo plazo. Que sea útil. Y por supuesto, que tenga nuestro sello. Que se sepa quién lo hizo, para que ello se reconozca. (2011)
La trascendencia, ese deseo inconsciente que está presente en cada momento de nuestra vida, sentido de búsqueda que nos libera del dolor de sentirnos mortales, se hace presente en la docencia
La conclusión
Considerando, tal como lo plantea Diotima de Mantinea; los seres humanos buscamos la trascendencia de manera inconsciente, a través de la generación y producción de las ideas, ello mediante el trabajo creativo, y en función del reconocimiento de nuestra naturaleza mortal, podemos encontrar el camino que nos permita encontrar la deseada inmortalidad, la misma que nos permite aspirar a que la belleza nos pertenezca eternamente. De ahí que se considere que:
Solo quien hace las cosas con verdadera y profunda vocación tendrá profundo amor a eso que hace, sin importar cuál sea la labor desarrollada, en bien de su comunidad. De manera particular, la docencia no puede hacerse sin amor, sin dar amor y sin recibir amor.
Esto como un llamado de aquel que ha sido contagiado por una profunda vocación de servir al prójimo. Ya ha sido señalado, que toda actividad emprendida por el hombre cuando esta estimulada por el deber, el placer muere, pierde su valor lúdico, y se convierte en una carga, difícil de llevar. Considero, que no debemos perder de vista que la vida elevada al carácter de arte, se convierte en una actividad cotidiana del cuidado de sí misma y de los demás desde nuestra función de docente, lo cual trae como resultado, un ser humano que conoce y enfrenta las pasiones inherentes a él, una forma de vida; una Paideia, que tiene como fin la búsqueda de un ser humano capaz de dirigir su vida a través de la virtud (areté), y que por extensión sea capaz de crear y gobernar a la Polis, en convivencia armónica con sus congéneres y la naturaleza, tal cual, fue la práctica psicagógica en la antigua Atenas… convirtiéndola en el arte de la existencia.
En el caso del amor, la relación que esta ha tenido con la educación, desde su nacimiento, ha quedado plasmada en los trabajos de Platón, quien considera que el que ama, quiere algo más que estar siempre junto al otro, quiere crear algo con él. Mediante el amor buscamos el bien del mundo, y la relación del Eros con la educación va más allá de la labor pedagógica, es psicagógica, ya que transporta al alma a lo más alto, hacia lo bello… hacia la inmortalidad.
De ahí, que cuando abordamos una actividad profesional, sin el Eros, sin el amor hacia esta, la realizamos de manera mecánica, alienada, buscando cubrir solo necesidades económicas, fenómeno más que presente, en nuestra actividad docente.
Desde mi perspectiva, la educación a partir de la premisa platónica educere, la cual busca sacar lo mejor de cada alumno, al parecer, no es suficiente para lo que consideramos, debe ser la estructura profesional del docente (las hoy llamadas competencias docentes); se requiere amar aquello que realizamos, y por lo tanto, hacer presente el Eros hacia lo que realizamos, y esto solo pueden conseguirlo aquellos que han encontrado en la práctica innovadora, vocación de por medio; el desarrollo individual, el sabernos predestinados a cierta labor, compensará el dolor de sabernos mortales; con lo cual, será el trabajo docente, en aquellos que laboramos en la educación, uno de los caminos que nos permita trascender nuestra finitud humana.
De manera concluyente, pongo en la palestra, para su análisis y discusión: que toda actividad profesional que incorpore, como uno de sus elementos sustantivos al Eros, como guía en la búsqueda de su devenir; posibilitará que dicha actividad logre sus objetivos primordiales, y una práctica docente, que tenga como premisa la búsqueda de la trascendencia humana, no puede estar exenta de ese demonio llamado amor.
Colofón
Este estudio gira en torno a la relación entre el bien común y la trascendencia. El ser humano, al descubrir su finitud, y saber lo inexorable que es la muerte, desarrolla un temor a pasar por la vida sin dejar obras que lo perpetúen en la memoria colectiva, de ahí que busca trascender a ese momento inevitable dejando huellas en aquellas personas con las que estableció relación, tal como lo plantea Diotima de Mantinea, y la actividad laboral mediada por el Eros, realizada día a día, nos abre las puertas a este sueño que es lograr la inmortalidad.
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