PSICOLOGÍA LATINOAMERICANA. CONTEXTOS Y DESAFÍOS DE SU DESARROLLO.[1]

LATIN AMERICAN PSYCHOLOGY. CONTEXTS AND CHALLENGES OF ITS DEVELOPMENT.

Manuel Calviño

Facultad de Psicología. Universidad de La Habana, Cuba.

RESUMEN

Hablar de la Psi­cología Lati­noamer­i­cana es referirse a un pro­ce­so de con­struc­ción cien­tí­fi­ca y pro­fe­sion­al inten­cional, des­de un com­pro­miso socio-políti­co y cul­tur­al. En él se con­struye una epis­te­mología rev­olu­cionado­ra, que rompe con los esque­mas orto­dox­os del ejer­ci­cio de la cien­cia y la pro­fe­sión de la psicología.

En este tex­to el autor se hace car­go de los pro­ce­sos de fun­da­mentación y argu­mentación de las bases sobre las que se erige la Psi­cología lati­noamer­i­cana. Asimis­mo demar­ca ele­men­tos acti­tu­di­nales y proyec­tivos que nece­si­tan ser con­sid­er­a­dos en el ejer­ci­cio de la dis­ci­plina en el continente.

Pal­abras clave: Psi­cología lati­noamer­i­cana, epis­te­mología, soci­ología del conocimiento.

ABSTRACT

To talk about Latin Amer­i­can Psy­chol­o­gy is to refer to a process of inten­tion­al sci­en­tif­ic and pro­fes­sion­al con­struc­tion, from a socio-polit­i­cal and cul­tur­al com­mit­ment. In it a rev­o­lu­tion­ary epis­te­mol­o­gy is built, which breaks with the ortho­dox schemes of the prac­tice of sci­ence and the pro­fes­sion of Psychology.

In this text the author takes charge of the sub­stan­ti­a­tion and argu­men­ta­tion process­es of the bases on which Latin Amer­i­can Psy­chol­o­gy is built. Like­wise, it demar­cates atti­tu­di­nal and pro­jec­tive ele­ments that need to be con­sid­ered in the exer­cise of the dis­ci­pline on the continent.

Key­words: Latin Amer­i­can psy­chol­o­gy, epis­te­mol­o­gy, soci­ol­o­gy of knowledge.

Los pueb­los capaces de la vic­to­ria fueron
los pueb­los capaces de un mito mul­ti­tu­di­nario
”.

Mar­iátegui

Cuan­do en sep­tiem­bre del 2006 la Asam­blea de la Unión Lati­noamer­i­cana de enti­dades de Psi­cología aproba­da por unán­im­i­dad declarar el 8 de octubre como el “Día de la Psi­cología Lati­noamer­i­cana”, no esta­ba hacien­do sen­cil­la­mente un hom­e­na­je, fun­da­men­tal y nece­sario, a quien es un ref­er­ente históri­co de van­guardia para todos los hom­bres y mujeres que nos empeñamos en el desar­rol­lo de una Améri­ca Lati­na para los lati­noamer­i­canos, sin desigual­dades, sin injus­ti­cias, sin exclu­siones. La Unión definía allí mucho más inclu­so que una vocación de las psicólo­gas y psicól­o­gos com­pro­meti­dos con el bien­es­tar y la feli­ci­dad de los pueb­los de nue­stro con­ti­nente. Se legit­ima­ba el per­fil aspira­cional de una psi­cología autén­ti­ca­mente latinoamericana.

En nece­sario com­pren­der la necesi­dad prác­ti­ca de la dis­tin­ción entre “La Psi­cología Lati­noamer­i­cana” y “Psi­cología en Améri­ca Lati­na”. La Psi­cología Lati­noamer­i­cana es ante todo una toma de posi­ción frente las dilemáti­cas del con­ti­nente. La Psi­cología en Améri­ca Lati­na refiere la posi­ción geográ­fi­ca en la que se hace psi­cología. Esta segun­da, por cier­to, resul­ta pre­dom­i­nan­te­mente una repro­duc­ción (en las mejores y raras excep­ciones, una asim­i­lación nacional­iza­da) de las lóg­i­cas, nar­ra­ti­vas, e instru­menta­ciones de la(s) psicología(s) pro­duci­das en espa­cios forá­neos, y rein­sti­tuye, en lo fun­da­men­tal, la dis­cur­sivi­dad que la gen­era. Esta psi­cología no pasa de ser “una pro­fe­sión impor­tante, pero inca­paz de gener­ar su impor­tan­cia social … un hac­er nece­sario que no abar­ca a todos los que de él nece­si­tan; un saber impor­tante, pero un hac­er pequeño” (Ana Bock).

Delin­ear la con­struc­ción de un per­fil, iden­ti­ficar las zonas con­cep­tuales y acti­tu­di­nales de la Psi­cología Lati­noamer­i­cana, y del pro­fe­sion­al lati­noamer­i­cano de esa psi­cología, seguro será (está sien­do) el resul­ta­do de múlti­ples aprox­i­ma­ciones suce­si­vas que, como con­struc­ciones históri­c­as pro­ducirán (pro­ducire­mos) los empeña­dos en la tarea. Toda con­tribu­ción forma(rá) parte de un diál­o­go que en sí mis­mo será la mejor con­struc­ción epis­te­mológ­i­ca de la unidad y la difer­en­cia, de ese carác­ter de fusión cos­mogóni­ca pro­pio del con­ti­nente, y que mati­za cualquier pro­duc­ción autén­ti­ca que en él se genere. Sub­rayo autén­ti­ca, porque en defin­i­ti­va la emer­gen­cia des­de fal­sas semi­l­las, ni tan siquiera trasplan­tadas o injer­tadas, sino impues­tas por las acciones hegemóni­cas foráneas, no pueden gozar (no gozan) del priv­i­le­gio del real­is­mo mági­co que engen­dra lo lati­noamer­i­cano autén­ti­co, por qué no, autóctono, toda vez que lo autóctono nos remite no solo a los pueb­los orig­i­nar­ios, sino a los que se insti­tuyeron des­de estos y con­struyeron sus iden­ti­dades en las luchas, ya cen­te­nar­ias, por la inde­pen­den­cia, la autonomía, la lib­er­tad en este lado del mundo.

La búsque­da de los ref­er­entes no se limi­ta (no debe lim­i­tarse) a escu­d­riñar la pres­en­cia de pro­duc­ciones sim­bóli­cas asim­i­l­ables a los ran­gos recono­ci­dos como psi­cológi­cos. No hay que lim­i­tarse a definir saberes y prác­ti­cas que en las zonas olvi­dadas (bor­radas a fuerza de exter­minio, exclusión, des­cul­tur­al­ización, etc.), o poco re-cono­ci­das de las prác­ti­cas orig­i­nar­ias, se des­cubren como antici­pos de un pen­samien­to psi­cológi­co, o como pen­samien­to psi­cológi­co indiferenciado.

Tam­poco se tra­ta de hac­er valer solo la pro­duc­ción rel­e­vante de pen­samien­to pro­pio con claras con­cep­tu­al­iza­ciones psi­cológ­i­cas, sino tam­bién y sobre todo a los poco legit­i­ma­dos, desasis­ti­dos en sus inten­tos de vis­i­bil­i­dad, dester­ra­dos de los cír­cu­los de sig­nif­i­can­cia por los dis­cur­sos hegemóni­cos, o en el peor de los casos aneste­si­a­dos en sus voces por una avalan­cha de inver­sion­istas teóri­cos, metodológi­cos, com­er­ciantes del saber, y muti­ladores de cualquier nacimien­to de pen­samien­to latinoamericano.

No hago ref­er­en­cia a quienes, sub­sum­i­dos por ingenuidad o por vocación servil, o inclu­so – porque no dudemos que exis­ten– con intere­ses neo­colo­niales (no sería un exce­so decir anex­ion­istas), se han ple­ga­do a dip­ton­gos cuyo núcleo silábi­co es siem­pre el forá­neo. En ellos lo lati­noamer­i­cano es ape­nas una geografía, es una casu­al­i­dad ter­ri­to­r­i­al. Omi­tien­do la geopolíti­ca que cap­tura la sim­bología del poder y la dom­i­nación, para­petán­dose en las supues­tas posi­ciones asép­ti­cas de la cien­cia, con­suman la renun­cia de dejar de ser una Psi­cología Lati­noamer­i­cana, mayús­cu­la, para sí, y se quedan en la alu­ci­nación cien­tificista que no pasa de ser una psi­cología lati­noamer­i­cana con minús­cu­la, en sí. Digo des­de ya que prob­a­ble­mente nece­saria, en algún sen­ti­do, pero en lo esen­cial insuficiente.

Los per­files de la Psi­cología Lati­noamer­i­cana, insis­to autén­ti­ca, han de pasar por el análi­sis del hila­do que entrete­je las prác­ti­cas políti­cas, las cul­tur­ales, sin duda las cien­tí­fi­cas y pro­fe­sion­ales, pero tam­bién las prác­ti­cas ciu­dadanas, los accionares cotid­i­anos de la vida en nues­tra región. Ese entrete­ji­do conexo se explici­ta en for­mas par­tic­u­lares. Pro­duce no solo mod­e­los, abor­da­jes, con­cep­tu­al­iza­ciones cien­tí­fi­cas y pro­fe­sion­ales. Pro­duce tam­bién hom­bres y mujeres que descol­lan como emer­gentes (anal­izadores) del entra­ma­do. Pro­duc­ciones cul­tur­ales que dela­tan y reafir­man el carác­ter lati­noamer­i­cano por medio no solo de reflex­iones, ideas, tex­tos, nar­ra­ti­vas, sino tam­bién y sobre todo por medio de acti­tudes, sueños, inten­cional­i­dades. Con­struyen lo históri­co en el dis­cur­so de la historia.

Cada época, cada con­clave de gen­era­ciones, tiene sus iconos par­a­dig­máti­cos, que man­i­fi­es­tan en su dimen­sión esen­cial los pen­samien­tos y actua­ciones, las reflex­iones y sueños, las necesi­dades imposter­gables y las deman­das exigi­das, las utopías y real­iza­ciones de un movimien­to históri­co. Son como voces a través de las cuales habla, ha habla­do, el con­ti­nente, se ha con­fe­sa­do abier­ta­mente, de man­era habit­u­al, rompi­en­do la par­si­mo­nia de la pru­den­cia, inclu­so la racional­i­dad canónica.

Estas emer­gen­cias son el resul­ta­do de un pro­ce­so históri­co en el que puede trazarse una línea inequívo­ca en la que las pro­duc­ciones ante­ri­ores se van suman­do en las actuales y van con­fig­u­ran­do la emer­gen­cia futu­ra. Una línea que, para Améri­ca Lati­na, está insti­tu­i­da por una noción indis­cutible: inde­pen­den­cia –en toda su plurisig­nifi­cación, y en su sinon­imia int­elec­ti­va y vis­cer­al con autonomía, lib­er­tad, dig­nidad, patria. Así fue con­for­mán­dose una his­to­ria de sed­i­menta­ciones suce­si­vas: de los que defendieron su tier­ra, a los que exigieron su inde­pen­den­cia; de los que avan­zaron los pro­ce­sos eman­ci­pa­to­rios, a los que con­struyen alter­na­ti­vas autóc­tonas des­de, con y para los pueb­los lati­noamer­i­canos. “Bolí­var lanzó una estrel­la, que jun­to a Martí bril­ló, Fidel la dig­nificó para andar por estas tier­ras” (Pablo Milanés) –No son solo pal­abras, imá­genes de poeta. Son evi­den­cias del decur­sar con­cate­na­do de lo lati­noamer­i­cano. Muchos nom­bres, inscritos en tiem­pos difer­entes de una secuen­cia históri­ca úni­ca, pudier­an enlazarse y con­stru­ir la unidad inten­cional que iden­ti­fi­camos con la voz Améri­ca Latina.

Defin­i­ti­va­mente, una mira­da a la his­to­ria de nue­stro con­ti­nente nos devela un prin­ci­pio rec­tor de la Psi­cología Lati­noamer­i­cana. Afir­mo que lo más rico, lo más pro­pio, lo que ha aca­para­do la unidad de lo lati­noamer­i­cano, siem­pre ha esta­do del lado de los que han lucha­do (defen­di­do, con­stru­i­do) por la inde­pen­den­cia de nue­stros pueb­los. La búsque­da de la inde­pen­den­cia ha sido el camino de la for­ma­ción de la iden­ti­dad lati­noamer­i­cana, de los pueb­los de Améri­ca Lati­na. Lo que quiere decir que es inex­cus­able en una Psi­cología Lati­noamer­i­cana la ausen­cia de las prob­lemáti­cas sociales aso­ci­adas a la dom­i­nación, a la guer­ra cultural.

Psicología latinoamericana: Contra la miseria. Contra la alienación.

Definir el sen­ti­do de una psi­cología en la superación de la mis­e­ria y la alien­ación, entién­dase de la jus­ti­cia social, supone no solo una redefini­ción de lo que es la psi­cología mis­ma, sino tam­bién el pro­fe­sion­al que la acciona (con­struye y real­iza) y pone en el cen­tro, dig­amos ontológi­co, de la dis­ci­plina, el par­a­dig­ma eman­ci­pa­to­rio. Es decir, el cen­tro de gravedad de la Psi­cología Lati­noamer­i­cana res­i­dente en su intencionalidad.

Esta es una delim­itación esen­cial: “… el úni­co fin de la cien­cia con­siste en aliviar la mis­e­ria de la exis­ten­cia humana. Si los cien­tí­fi­cos se dejan ate­morizar por los tira­nos y se lim­i­tan a acu­mu­lar conocimien­tos por el conocimien­to mis­mo, la cien­cia se con­ver­tirá en un inváli­do…” (Bertold Brecht) La psi­cología no es la pro­duc­ción de conocimien­tos, un ¿qué? un ¿cómo? y un ¿por qué?, y de las acciones cien­tí­fi­cas y pro­fe­sion­ales que los pro­ducen y los real­izan. Estas tres cues­tiones tradi­cionales de la cien­cia solo pueden realizar su especi­fi­ci­dad, autén­ti­ca­mente lati­noamer­i­cana, en su ¿para qué?

La pro­duc­ción de sub­je­tivi­dades ha esta­do en línea con la pro­duc­ción históri­ca de la acu­mu­lación de cap­i­tal. La pro­duc­ción de la mis­e­ria ha sido una cara de un úni­co pro­ce­so en el que se ha pro­duci­do, y es parte del pro­ce­so de pro­duc­ción, la alien­ación, la sub­je­tivi­dad alienada.

La idea del com­pro­miso social de la psi­cología, eje cen­tral de las dis­cur­si­vas de la Psi­cología Lati­noamer­i­cana, no es ape­nas asi­s­tir a los pobres, a los exclu­i­dos, a las víc­ti­mas de un orden injus­to. Ayu­dar­los a mov­i­lizar los recur­sos pro­pios para pro­ducir ben­efi­cios (bien­es­tar) en esas condi­ciones. “La super­viven­cia de la psicología…está lig­a­da al respeto insoborn­able por la real­i­dad y el análi­sis cien­tí­fi­co y socio-políti­co que ésta exige” (Alfre­do Grande) Es sobre todo remon­tarse a las causas que han con­stru­i­do y con­struyen ese orden a niv­el obje­ti­vo y a niv­el sub­je­ti­vo (sim­bóli­co, imag­i­nario) para pro­mover pro­ce­sos que propen­dan a desar­tic­u­lar­las, elim­i­narlas, y bus­car las for­mas autóc­tonas, propias, de instau­rar nuevos ordenes con todos y para el bien de todos.

La pobreza, la exclusión, la injus­ti­cia, la inequidad, la lim­itación de acce­so a la edu­cación, a los ser­vi­cios de salud, las prác­ti­cas hegemóni­cas, y todos los aledaños per­ver­sos, son las causas fun­da­men­tales, las causas insti­tuyentes de la insanidad psi­cológ­i­ca. La mis­e­ria obje­ti­va es la causa pre­dom­i­nante de los avatares de la pro­duc­ción de sub­je­tivi­dades ale­jadas de sus capaci­dades salu­to­géni­cas, de su despliegue pleno, de su real­ización human­iza­da (amén de los condi­cio­nantes ya cono­ci­dos y recono­ci­dos por la psi­cología des­de el siglo xix). La Psi­cología Lati­noamer­i­cana, “en lugar de ser un tes­ti­go de los pro­ce­sos sociopolíti­cos que afectan al indi­vid­uo … es un medio para inter­venir en las trans­for­ma­ciones sociales … para pro­ducir respues­tas a los prob­le­mas plantea­d­os por las rela­ciones sociales, económi­cas y políti­cas” (Mar­itza Montero).

La elim­i­nación de la mis­e­ria no es solo un pro­ce­so “obje­ti­vo”, del orden de lo real. La mis­e­ria es tam­bién, en toda su exten­sión, una real­i­dad sub­je­ti­va­da, una rep­re­sentación nat­u­ral­iza­da, que la asiste y la insiste, la pro­duce y repro­duce. Elim­i­nar la mis­e­ria es solo posi­ble si se favorece la eman­ci­pación de las sub­je­tivi­dades, la superación del colo­ni­a­je sub­je­ti­vo, la errad­i­cación de la col­o­nización de las sub­je­tivi­dades, ese colo­nial­is­mo que “te con­vence de que la servidum­bre es tu des­ti­no y la impo­ten­cia tu nat­u­raleza: te con­vence de que no se puede decir, no se puede hac­er, no se puede ser” (Eduar­do Galeano). Es decir, la alienación.

Todavía, ten­dríamos que agre­gar, que ese colo­ni­a­je tam­bién “con­vence” a muchos pro­fe­sion­ales, cien­tí­fi­cos, de que esos son prob­le­mas “políti­cos” a los que una cien­cia no debe, ni tiene por qué acer­carse. Te con­vence de que en el mejor de los casos el pro­fe­sion­al decidirá su adscrip­ción políti­ca en su tiem­po libre, cuan­do no esté hacien­do cien­cia, cuan­do no esté en su rol pro­fe­sion­al. Es decir, las tradi­cionales, y aún vigentes aunque dis­frazadas, posi­ciones asép­ti­cas de la cien­cia, de los cien­tí­fi­cos, de los y las psicólogas.

El sus­ten­to de las prác­ti­cas es un cam­po de deter­mi­na­ciones que las prece­den y una vez insti­tu­idas las condi­cio­nan. Es un encuadre que no está suje­to pri­mari­a­mente a la con­struc­ción inten­cional del pro­fe­sion­al. Él es un suje­to tam­bién suje­ta­do. Solo que el carác­ter de esta suje­ción no es del orden solo de lo inevitable (como parece ser en cier­tas rep­re­senta­ciones dog­máti­cas), sino tam­bién del orden de lo trans­formable, de lo cre­ati­vo. Las prác­ti­cas están deter­mi­nadas en lo actu­al por los con­tex­tos (históri­cos, económi­cos, ideopolíti­cos) –sub­rayo esto, por los con­tex­tos, y no por las rep­re­senta­ciones teóri­c­as par­tic­u­lares que de ellos se puedan hac­er–, y en lo prospec­ti­vo por los con­tex­tos actuales y los proyec­tos, que son la pro­duc­ción del suje­to com­pro­meti­do, trascen­dente como actor social de los cam­bios (Manuel Calviño).

Se alza entonces otro proyec­to de psi­cología, otro ser psicólogo/psicóloga, que nace tam­bién del con­vencimien­to de que “la últi­ma y más impor­tante ambi­ción rev­olu­cionar­ia … es ver al hom­bre lib­er­a­do de su ena­je­nación” (Che).

Solo así se pro­ducirá la elim­i­nación de la mis­e­ria. En sim­ple paráfra­sis: la más impor­tante ambi­ción de la Psi­cología Lati­noamer­i­cana es ver a los pueb­los lati­noamer­i­canos lib­er­a­dos de la ena­je­nación, para empren­der el camino del reen­cuen­tro con su propia (autén­ti­ca) iden­ti­dad y favore­cer la emer­gen­cia de pro­ce­sos colec­tivos de con­struc­ción del bien­es­tar y la feli­ci­dad de todos, a la elim­i­nación de la miseria.

La Psi­cología Lati­noamer­i­cana emerge entonces como una psi­cología rev­olu­cionado­ra, en tan­to con­tiene como fun­da­men­tal la prop­ues­ta de la lib­eración de la ena­je­nación. Y en este sen­ti­do bus­ca su inser­ción en el pro­ce­so de fusión de las prác­ti­cas políti­cas, cien­tí­fi­cas, cul­tur­ales, en diál­o­gos simétri­cos con las prác­ti­cas cotid­i­anas para con­stru­ir la superación de los límites de la pro­duc­ción de la vida hoy. Por eso “debe descen­trar su aten­ción de sí mis­ma, despre­ocu­parse de su sta­tus cien­tí­fi­co y social y pro­pon­erse un ser­vi­cio efi­caz a las necesi­dades de las may­orías pop­u­lares. Son los prob­le­mas reales de los pro­pios pueb­los, no los prob­le­mas que pre­ocu­pan otras lat­i­tudes, los que deben con­sti­tuir el obje­to pri­mor­dial de su tra­ba­jo” (Igna­cio Martín Baró).

Un reto cen­tral está en la pro­fun­da arqui­tec­tura de la imbri­cación que existe entre el hecho de pro­ducir la vida, con el modo de pro­ducir el pen­sar sobre la vida. El reto es decon­stru­ir un sis­tema de con­ce­bir el mun­do que existe como mun­do obje­ti­vo, que existe como mod­os de rela­ciones de pro­duc­ción, que existe como sus insti­tu­ciones, las que gen­era y defiende, las que lo repro­ducen y extienden.

Por eso no hay como dudar que se hacen una sola las necesi­dades de cam­bio for­mu­ladas en el pen­samien­to, con las necesi­dades de cam­bio en las insti­tu­ciones que los alber­gan y repro­ducen: “a la par de los grandes cam­bios promovidos…se requieren nuevas insti­tu­ciones que respon­dan fiel­mente a sus obje­tivos” (Alei­da March) Entra entonces un encar­go insti­tu­cional que se per­fi­la des­de esta lóg­i­ca, de la imposi­bil­i­dad de hac­er lo nue­vo con los basa­men­tos de la vie­ja sociedad.

La construcción de nuevas instituciones

Coin­ci­damos en que las insti­tu­ciones son, bási­ca­mente, “rela­ciones sociales cristal­izadas, pet­ri­fi­cadas, con­den­sadas a lo largo del tiem­po. Todas las insti­tu­ciones que artic­u­la la sociedad cap­i­tal­ista están atrav­es­adas por rela­ciones de poder” (Nés­tor Kohan) Las insti­tu­ciones creadas por las clases dom­i­nantes, son insti­tu­ciones que defien­den el pen­samien­to hegemóni­co de las clases dom­i­nantes. Las insti­tu­ciones creadas bajo este amparo, al final (y al prin­ci­pio) respon­den a ese pen­samien­to hegemónico.

Un momen­to tác­ti­co y estratégi­co se desprende des­de aquí: sub­ver­tir el pro­ce­so de pro­duc­ción de ena­je­nación par­tic­i­pan­do en la elab­o­ración de nuevas políti­cas que al final den al traste con la insti­tu­ción y cimien­ten la posi­bil­i­dad de su susti­tu­ción defin­i­ti­va. Se entiende des­de aquí el porqué de la necesi­dad de la inclusión de las prác­ti­cas pro­fe­sion­ales de la Psi­cología Lati­noamer­i­cana en las políti­cas públi­cas, en los pro­ce­sos de mov­i­lización comu­ni­taria, la necesi­dad de la toma de con­scien­cia jun­to a los par­a­dig­mas lib­er­tar­ios. Y más aún, se entiende la emer­gen­cia de un pro­fe­sion­al com­pro­meti­do con las prác­ti­cas trans­for­mado­ras, cues­tion­ado­ras, deve­lado­ras, un pro­fe­sion­al-ciu­dadano, un suje­to políti­co, un actor social – mucho más que un inves­ti­gador, o que un psi­coter­apeu­ta, o que un pro­fe­sor tit­u­lar, inves­ti­gador de tiem­po com­ple­to, o cualquiera que las tit­u­la­ciones que con­struyen hoy nues­tra iden­ti­dad profesional.

Inclu­so en las condi­ciones de una nue­va con­struc­ción social (nuevos gob­ier­nos emergien­do en el con­ti­nente con proyec­tos social­is­tas, proyec­ta­dos a la elim­i­nación de la injus­ti­cia, a la equidad), es impre­scindible la inclusión de las nuevas miradas. En la per­spec­ti­va estratég­i­ca, la gen­eración de nuevas prác­ti­cas insti­tu­cionales, deman­da, exige, la gen­eración de nuevas insti­tu­ciones que den cober­tu­ra, res­guar­do, apoyo y orga­ni­zación a los nuevos proyec­tos (de sociedad, de prác­ti­cas pro­fe­sion­ales inclu­idas). Una nue­va sociedad tiene que con­stru­ir sus insti­tu­ciones nuevas.

En la lóg­i­ca con­struc­ti­va deriva­da, emerge una per­spec­ti­va de rig­or: no se puede con­stru­ir una nue­va Psi­cología, la Lati­noamer­i­cana, con los basa­men­tos insti­tu­cionales de las vie­jas sociedades. No es un arti­fi­cio inten­cional, es una lóg­i­ca inten­cional que acer­ca dos real­i­dades a una for­ma de pen­sar compartida.

La psi­cología en Améri­ca Lati­na vive esta con­tradic­ción. Está inm­er­sa den­tro de insti­tu­ciones, políti­cas insti­tu­cionales, que per­petúan su mod­e­lo depen­di­ente, car­i­ca­turesca­mente hegemóni­co, toda vez que el ver­dadero cen­tro hegemóni­co está en el Norte. Si cupiera algu­na duda bas­taría con exam­i­nar algu­nas de las políti­cas más exten­di­das en el con­ti­nente. Dígase, en el mun­do académi­co, el equiv­o­ca­do asun­to de las “pub­li­ca­ciones de impacto”, que pre­tende enclaus­trar el pen­samien­to social en una nar­ra­ti­va úni­ca, for­mas epis­te­mológ­i­cas úni­cas, per­pet­u­ar cien­cias asép­ti­cas únicas.

La apari­ción de nuevas insti­tu­ciones a niv­el local, es un paso de avance sig­ni­fica­ti­vo. Esa Psi­cología Lati­noamer­i­cana que viene mar­can­do su com­pro­miso con las prob­lemáti­cas de los pueb­los lati­noamer­i­canos nece­si­ta, está con­struyen­do nuevas insti­tu­ciones. Insti­tu­ciones que se irán per­fi­lan­do con más clar­i­dad –en sus for­mas fun­cionales, par­tic­i­pa­ti­vas, proyec­ti­vas, etc. – en la medi­da en que dejen atrás los fan­tas­mas enraiza­dos de las insti­tu­ciones ante­ri­ores (todavía pre-dom­i­nantes). Dejar atrás las for­mas de pen­sar, y dejar atrás los temores que son parte del juego de com­pli­ci­dad de super­viven­cia de aque­l­lo que se quiere superar.

La inser­ción que dis­tan­cia a las nuevas insti­tu­ciones emer­gentes de las están obso­le­tizán­dose, deman­da descen­trarse de la inclusión de los que reciben, a con­fig­u­rar la inclusión de los que apor­tan. Insti­tu­ciones que se recon­fig­u­ran no des­de lo que dan, sino des­de lo que reciben. Susti­tuir insti­tu­ciones asis­ten­cial­is­tas que dan para con­tener, que com­pran adscrip­ciones con fala­cias de esta­tus, de posi­bil­i­dades de desar­rol­lo, por insti­tu­ciones que coor­di­nan, favore­cen, inte­gran, las necesi­dades y com­pro­misos de sus constructores.

Las insti­tu­ciones que se insti­tuyen des­de for­mas alien­adas, col­o­nizadas, nece­si­tan ser recon­stru­idas en nuevas insti­tu­ciones desalien­adas. Lo que supone actores para esas insti­tu­ciones, que en el pro­ce­so de desalien­ar encuen­tren su propia desalien­ación. Y esto es una cuestión de doble inscrip­ción: políti­ca y cien­tí­fi­ca. Se tra­ta de la con­struc­ción de sub­je­tivi­dades nuevas capaces de con­stru­ir las nuevas instituciones.

Una cuestión pri­maria emer­gente: ¿Cómo el suje­to alien­ado se “deshace” de la alien­ación? Los mod­os enraiza­dos de ver la vida que son con­stru­i­dos y con­struyen el pro­ce­so, son eso: estruc­turas pro­fun­das que hacen emerg­er for­mas de actu­ar. El pro­ce­so de desar­tic­u­lación de la “mis­e­ria-alien­ación”, nece­si­ta, exige, de nuevas con­struc­ciones alternativas.

La construcción de lo nuevo con nuevas construcciones

La idea de que no es posi­ble con­stru­ir la nue­va sociedad, con los mis­mos prin­ci­p­ios de la vie­ja sociedad, es un axioma. No hay fal­sas ilu­siones, ni incom­pren­sión de la real­i­dad. No se tra­ta de un planteamien­to rad­i­cal­ista de desechar todo, sino sobre todo de una aler­ta, porque “los méto­dos con­ven­cionales sufren de la influ­en­cia de la sociedad que los creó”. 

La inter­tex­tu­al­i­dad del pen­sar nos depara aho­ra un lugar para la reflex­ión en el aparta­do de los “cómo”, dicho sea así, en la dimen­sión de lo instru­men­tal y de las con­cep­tu­al­iza­ciones a esto asociadas.

La psi­cología que se hace en Améri­ca Lati­na, a fuer de petime­tre, como ya señalé, resul­ta pre­dom­i­nan­te­mente un cal­co de las lóg­i­cas, nar­ra­ti­vas, e instru­menta­ciones de la(s) psicología(s) pro­duci­das en espa­cios forá­neos –Esta­dos Unidos de Norteaméri­ca, y Europa. Al asumir las for­mas (con­cep­tuales e instru­men­tales), al asumir las dilemáti­cas para las que dichas for­mas proféti­ca­mente oper­an (pro­fecía auto­e­fi­ciente y auto­con­stru­i­da, que mira lo que quiere ver y encuen­tra en su mira­da lo que ve), la psi­cología que quiere, que está emergien­do, puede resul­tar inoc­u­la­da, y al final “enfer­ma” en el pro­ce­so de más de lo mismo.

No hay como no “injer­tar el olmo”. De hecho ya está injer­ta­do. Entonces, “injértese en nues­tras repúbli­cas el mun­do; pero el tron­co ha de ser el de nues­tras repúbli­cas” (José Martí). No hay una acti­tud pre­jui­ci­a­da respec­to a las cosas valiosas de la pro­duc­ción en psi­cología que durante años se ha con­stru­i­do en nue­stro con­ti­nente. El defend­er una epis­te­mología dialóg­i­ca, ale­ja a la Psi­cología Lati­noamer­i­cana de las clási­cas y típi­cas acti­tudes dog­máti­cas, exclu­sivis­tas, par­a­digma­ti­zantes.

La asim­i­lación de las for­mas tradi­cionales de la psi­cología es un pro­ce­so tác­ti­co, que tiene como estrate­gia la con­struc­ción de una nue­va psi­cología. Y es este un pro­ce­so que se real­iza en el diál­o­go, en el esclarec­imien­to, la argu­mentación, que propen­da a sumar adep­tos al pro­ce­so de con­struc­ción. De modo que no se tra­ta de rec­ha­zo a ultran­za, sino de con­struc­ciones alter­na­ti­vas más adecuadas.

La uti­lización (repro­duc­ción) del apara­to instru­men­tal (con­cep­tu­al y opera­cional) de los par­a­dig­mas lla­ma­dos clási­cos de la psi­cología, cuan­do menos limi­ta la aprox­i­mación a las prob­lemáti­cas emer­gentes del cam­bio de acen­to, a la proyec­ción socio-políti­ca de la dis­ci­plina. Los con­cep­tos son zonas de com­pren­sión lim­i­tadas. Pueden ser remen­da­dos para pro­lon­gar su espa­cio de validez. Pero se van con­vir­tien­do en ten­den­cias retroac­ti­vadas del pen­samien­to, que lo mueven a for­mas dis­cur­si­vas sim­i­lares, que lo ret­rogradan a su lugar de máx­i­ma validez.

La delim­itación de ese per­fil aspira­cional de una Psi­cología Lati­noamer­i­cana no puede descon­sid­er­ar el hecho de que “nue­stros con­cep­tos, en tér­mi­nos de los cuales pen­samos y actu­amos, son fun­da­men­tal­mente de nat­u­raleza metafóri­ca … lo que car­ac­ter­i­za a las metá­foras es enten­der y exper­i­men­tar una cosa en tér­mi­nos de otra; ellas estruc­turan lo que hace­mos y cómo enten­demos lo que hace­mos” de donde se entiende como impre­scindible “revis­ar nues­tras metá­foras referi­das a la Psi­cología … pues las mis­mas, más que dar cuen­ta de una real­i­dad, nos delim­i­tan cier­to aban­i­co posi­ble de per­cep­ciones, nos abren algu­nas posi­bil­i­dades de con­stru­ir el mun­do y nos impi­den otras; imped­i­men­to que, habit­ual­mente, no percibi­mos” (Clara Jasiner).

No es casu­al que algunos de los movimien­tos más gen­uinos que per­fi­lan (o per­fi­laron) un avance en la direc­ción de una Psi­cología Lati­noamer­i­cana –solo a man­era de ejem­p­lo: Psi­cología Políti­ca Lati­noamer­i­cana, Psi­cología Críti­ca, Psi­cología de la Lib­eración– han gen­er­a­do una activi­dad cre­ati­va, pro­duc­to­ra no solo de saberes, sino tam­bién de los instru­men­tos de esos saberes, instru­men­tos de su sus­tentación, e instru­men­tos de su realización.

Para nom­brar cosas dis­tin­tas es nece­sario no solo con­cep­tu­alizarlas de man­era dis­tin­ta, es nece­sario lla­mar­les de man­era dis­tin­ta. Con­cep­tos, nociones, rep­re­senta­ciones, que demar­quen de prin­ci­pio el sen­ti­do de especi­fi­ci­dad de la Psi­cología Lati­noamer­i­cana. Se tra­ta de iden­ti­ficar (elab­o­rar, con­stru­ir) nuevas con­cep­tu­al­iza­ciones que den cuen­ta de los propósi­tos mis­mos de la Psi­cología Lati­noamer­i­cana, de los espa­cios en los que se opera, de los prob­le­mas que se estu­di­an, de los com­pro­misos que se ges­tio­nan, del sen­ti­do mis­mo que sus­ten­ta las prác­ti­cas profesionales.

Este es un pro­ce­so que deman­da no solo com­pro­miso, sino cre­ativi­dad, flex­i­bil­i­dad, desar­rol­lo y dominio pro­fe­sion­al. Se tra­ta del “desafío de elab­o­rar prop­ues­tas alter­na­ti­vas, que no pueden sig­nificar el sim­ple regre­so a eta­pas históri­c­as super­adas en nue­stro con­ti­nente, pero que tienen que apelar para toda la cre­ativi­dad, la capaci­dad inven­ti­va y los vín­cu­los sociales de nues­tra int­elec­tu­al­i­dad, para recom­pon­er la capaci­dad de elab­o­ración teóri­ca del pen­samien­to social lati­noamer­i­cano” (Emir Sader).

No bas­ta con­stru­irse como una psi­cología que “se ded­i­ca a cosas dis­tin­tas”, que “hace cosas dis­tin­tas”. “Nosotros no podemos ser hijos de la prác­ti­ca abso­lu­ta, hay una teoría (…) inven­tar la teoría total­mente a base de la acción, solo eso, es un dis­parate, con eso no se lle­ga a nada… Pero hay una cier­ta pereza men­tal para entrar­le en el fon­do al prob­le­ma y para saber qué es lo que esta­mos hacien­do y por qué. Hay exce­si­va dis­ci­plina en seguir la línea, y fal­ta de una dis­ci­plina con­sciente de bus­car los por qué…”

Búsqueda de los por qué

La his­to­ria, dijo Marx, sólo plantea prob­le­mas que puede resolver. Des­de aquí sabe­mos que el mis­mo planteamien­to (per­cep­ción, develación, evi­den­ci­a­do) del prob­le­ma es solo posi­ble den­tro de un mod­e­lo de pen­samien­to en el que, de algu­na man­era, el (su posi­bil­i­dad) pre­supuesto, sea por coheren­cia o por con­tradic­ción, por afir­ma­ción o por negación.

La posi­bil­i­dad de que ese prob­le­ma se con­vier­ta en moti­vo para uno u otro tipo de acción, de trans­for­ma­ción, que­da cap­tura­da en una dimen­sión epis­te­mológ­i­ca. No en el sen­ti­do de un par­a­dig­ma de par­a­dig­mas. No el sen­ti­do de una sus­tentación de las for­mas de apre­hen­der (ya sabe­mos que de refle­jar, con­stru­ir, ser) el mun­do, sino como la grav­itación en un epis­teme, un nodo, des­de el que (en el que) un suje­to, un grupo, una insti­tu­ción, una célu­la soci­etal, hace des­cansar, (des­cansa) la sus­tentación de sus actua­ciones y pen­samien­tos, de sus com­por­tamien­tos e ideas, de su prax­is.

Hay ele­men­tos que pueden asumirse con un sen­ti­do epistémi­co en el avance con­fig­u­ra­cional de la Psi­cología Lati­noamer­i­cana. ¿Cuáles son algunos de los com­po­nentes de ese episteme?

En primer tér­mi­no, una dialóg­i­ca críti­ca.

Una descen­tración de la clási­ca rival­i­dad por el trono de la ver­dad, recom­pues­ta para andar en bus­ca de respues­tas a la pre­gun­ta de cuáles son las razones, y no quién la tiene. Un pen­samien­to que se reconoce bus­can­do, inda­gan­do, for­mu­lan­do hipóte­sis, alternativas.

Se tra­ta de enten­der que “mien­tras que la mera asun­ción de la lla­ma­da cul­tura uni­ver­sal por estu­diosos de nue­stros país­es puede hac­er­los desem­bo­car en la condi­ción de col­o­niza­dos men­tales, que en bue­na medi­da son extran­jeros en su propia tier­ra” (Fer­nan­do Martínez Here­dia). El sen­ti­do epistémi­co es claro: “La críti­ca como artic­u­lador del pen­samien­to” (Julio César Guanche).

La Psi­cología Lati­noamer­i­cana asume el sen­ti­do de ser una psi­cología críti­ca o un ejer­ci­cio críti­co de la psi­cología. La pro­duc­ción social de sub­je­tivi­dades, el estu­dio y acom­pañamien­to de las sub­je­tivi­dades sociales, tienen que sus­ten­tarse en una actuación críti­ca que rev­ele la per­fectibil­i­dad de lo crit­i­ca­do, el com­pro­miso del críti­co con el pro­ce­so de cam­bio, y la propia necesi­dad de la críti­ca (Manuel Calviño).

Lo dialógi­co, con apego a la diver­si­dad, es esen­cial en la con­struc­ción de la jus­ti­cia social, del lado de la nue­va pro­duc­ción soci­etal, y es esen­cial en la pro­duc­ción (apari­ción, emer­gen­cia) de la nue­va sub­je­tivi­dad. El sen­ti­do de esa “nue­va uni­ver­sal­i­dad” antes señal­a­da, es no solo la jus­ti­cia social, sino la artic­u­lación de saberes, de for­mas de pen­sar. La plu­ral­i­dad del pueblo, de la masa, artic­u­lan­do la pro­duc­ción de conocimientos.

En segun­do tér­mi­no un deter­min­is­mo human­ista.

Podemos lla­mar la aten­ción sobre dos insti­tuyentes bási­cos de un pen­sar deter­min­ista human­ista. Uno viene de la mano del deter­min­is­mo apropi­a­do de la tradi­ción marx­ista, ese deter­min­is­mo que des­cubre las causal­i­dades históri­c­as, cul­tur­ales, nat­u­rales, y no solo económi­cas, del com­por­tamien­to de las sociedades y sus miem­bros. La com­pren­sión de que en últi­ma instan­cia, el hom­bre pien­sa como vive. Pero en el desar­rol­lo ulte­ri­or del marx­is­mo dogma­ti­za­do, este deter­min­is­mo desvir­tu­a­do, cerce­na­do por el lado de la dialéc­ti­ca, se con­vir­tió en un dogma.

“El hom­bre es el actor con­sciente de la his­to­ria”. Es decir, no es posi­ble deten­erse en lo que su época, su condi­ción de vida, su perte­nen­cia a una clase, inscribe en los seres humanos. Este es un enfoque de la géne­sis (géne­sis históri­ca, cul­tur­al, económi­ca, políti­ca, has­ta biológ­i­ca). Des­de esta per­spec­ti­va se resca­ta y mul­ti­pli­ca cre­ati­va­mente el acen­to orig­i­nario marx­ista. Se intro­duce el rol pro­tagóni­co, deter­mi­nante, del suje­to acti­vo, trans­for­mador, rev­olu­cionario. El suje­to capaz de lev­an­tarse más allá de sus deter­mi­na­ciones.

Se tra­ta sí de un suje­to descen­tra­do de su condi­ción de su-jeto, que no se limi­ta a su condi­ción de suje­to acti­vo, sino que se des­cubre como actor social, un suje­to que se real­iza como par­ticipe de un pro­ce­so colec­ti­vo. Un actor de la con­struc­ción social, colectiva.

La dialóg­i­ca críti­ca, y el deter­min­is­mo human­ista, en el despliegue de la prax­is de la Psi­cología Lati­noamer­i­cana, des­cansan –y per­fi­lan, para en su nar­ra­ti­va– en un pilar fun­da­men­tal: la eti­ci­dad, la éti­ca como cen­tro epis­te­mológi­co. La noción de deber social, de com­pro­miso, de respon­s­abil­i­dad –todos axiomas de un pen­samien­to ver­dadera­mente Latinoamericano.

Esta epis­te­mología éti­ca rompe con la tradi­ción asép­ti­ca del pen­samien­to lla­ma­do “cien­tí­fi­co”– bási­ca­mente pos­i­tivista. Rompe con el pen­samien­to eco­nomicista del par­a­dig­ma de “nue­va sociedad” dom­i­nante en la época (stal­in­ista-jruscho­viano, soviéti­co).

La intro­duc­ción de la éti­ca, de los val­ores, como parte fun­da­men­tal de la epis­te­mología a dis­posi­ción de los per­files de la Psi­cología Lati­noamer­i­cana, mod­i­fi­ca los por qué posi­bles que difer­en­cian no solo las respues­tas, sino las propias pre­gun­tas. Dicho con Put­nam, a la pre­gun­ta pos­i­tivista acer­ca de la per­ti­nen­cia de los val­ores en la fac­tología cien­tí­fi­ca, con­ti­nente de la usura de la deside­ol­o­gización ide­ológ­i­ca de la pro­duc­ción de saberes y prác­ti­cas, se con­trapone la com­pren­sión de los hechos como hechos de val­or, como sig­nifi­ca­dos de val­or, como inmer­sos, pro­duci­dos, por prác­ti­cas ideológicas.

“Pen­sar en fun­ción de pueb­los y no en fun­ción de indi­vid­u­os” (Che). He aquí un axioma claro y pre­ciso. Un axioma que dis­tin­guiría un ref­er­ente de ejer­ci­cio pro­fe­sion­al de la psi­cología: Pen­sar en fun­ción de los pueb­los lati­noamer­i­canos, de nue­stros pueb­los. Una éti­ca del deber social. Una éti­ca para el ejer­ci­cio de una vocación humana, human­ista, human­izado­ra. Lo que supone ren­o­varse cada día con nuevos bríos, inyec­ta­do por el espíritu que solo los que poseen el don de la entre­ga sin límites son capaces de man­i­fes­tar…. en per­ma­nente crec­imien­to” (Alei­da March). Un axioma translit­er­a­do a un per­fil pro­fe­sion­al de la psi­cología que supone en su accionar el prin­ci­pio de la sol­i­dari­dad, de la defen­sa de la jus­ti­cia, y por ende de la equidad, del reconocimien­to de las diversidades.

El cen­tro grav­i­ta­to­rio de este trián­gu­lo epistémi­co es un proyec­to de sociedad, un proyec­to de ser humano. Una nue­va sociedad. Un hom­bre nuevo.

El hombre nuevo

La visión de un hom­bre nue­vo, de un nue­vo suje­to, deviene un ref­er­ente de per­fil para la Psi­cología Lati­noamer­i­cana, para el pro­fe­sion­al (hecho y hace­dor) de esa psi­cología. Un pro­fe­sion­al en su “doble exis­ten­cia de ser úni­co y miem­bro de la comu­nidad”. La emer­gen­cia de la Psi­cología Lati­noamer­i­cana supone la de un psicól­o­go, una psicólo­ga lati­noamer­i­cana de nue­vo tipo.

Esa nue­va psicóloga/psicólogo que emerge en el pro­ce­so de toma de con­scien­cia de su ser social, lo que equiv­ale a su real­ización ple­na como criatu­ra humana, rotas todas las cade­nas de la ena­je­nación”, se per­fi­la no solo como un agente de cam­bio social, sino como alguien que va “adquirien­do cada día más con­cien­cia de la necesi­dad de su incor­po­ración a la sociedad y, al mis­mo tiem­po, de su impor­tan­cia como motor(es) de la mis­ma”, que logra la com­ple­ta recreación espir­i­tu­al ante su propia obra, sin la pre­sión direc­ta del medio social, pero lig­a­do a él por los nuevos hábitos” (Che).

Un pro­fe­sion­al de la psi­cología con “más riqueza inte­ri­or y con mucha más respon­s­abil­i­dad”. Es esta una ale­goría retóri­ca, de pro­fun­do sen­ti­do éti­co, que nos sirve de ref­er­ente, que nos señala la impe­riosa necesi­dad de “ten­er una gran dosis de humanidad, una gran dosis de sen­ti­do de la jus­ti­cia y de la ver­dad para no caer en extremos dog­máti­cos, en esco­las­ti­cis­mos fríos(Che).

Los psicólo­gas y psicólo­gas lati­noamer­i­canos que se for­man como antíte­sis de “los domes­ti­ca­dos totales”, de los “asalari­a­dos dóciles al pen­samien­to ofi­cial”, de los que viv­en “ejer­cien­do una lib­er­tad entre comil­las”, serán las psicólo­gas y psicól­o­gos, pro­fe­sion­ales, … “ …guia­do(s) por grandes sen­timien­tos de amor. Es imposi­ble pen­sar en un pro­fe­sion­al de la Psi­cología Lati­noamer­i­cana, en este afán de inter­tex­tu­a­do sin esta cualidad”. 

Des­de estas reflex­iones bási­cas, podemos per­fi­lar lo que con­sidero tres dimen­siones psi­coso­ciales fun­da­men­tales de la Psi­cología Lati­noamer­i­cana, a man­era de con­clusión en exten­so: 1) La per­ma­nen­cia y defen­sa de las utopías; 2) El com­pro­miso con la acción para su real­ización; 3) La colab­o­ración como acción man­co­mu­na­da de las diver­si­dades en un fin común.

La permanencia y defensa de las utopías

Segu­ra­mente fue la declaración del fin de la his­to­ria, y con ella de las utopías, quien instau­ró (y fue instau­ra­da por) la hege­monía de las distopías. La utopía es lo que no es, lo que aún no existe. Pero se pre­siente como exis­ten­cia desea­da. La distopía, parece que ya existe, y es un lugar inde­seable, que puede ser peor aún. Hoy la ten­den­cia a creer en lo apoc­alíp­ti­co de lo que ven­drá (más apoc­alíp­ti­co inclu­so que lo que ya existe) supera con cre­ces las mejores obras de los utópi­cos. La fic­ción dis­tópi­ca gana adep­tos y dinero. Claro, dice el chi­huahuense Solares (cita­do por Pacheco R. 2003) “… vivi­mos en un prin­ci­pio de siglo en que se nos acabaron las esper­an­zas, se nos acabaron las utopías y la fe. Entonces la des­o­lación gen­er­al es algo muy las­ti­moso, en espe­cial para los jóvenes; se da este caos del sal­va­je que está insta­l­a­do en la Casa Blan­ca, el caos que dom­i­na el mun­do”. No son tiem­pos para las utopías.

El 45% de la riqueza del mun­do, está en manos del 0,7% de la población, según el Glob­al Welth Report (El Uni­ver­sal, 2015). La dis­tribu­ción por regiones de los indi­vid­u­os que tienen un pat­ri­mo­nio may­or que un mil­lón de dólares, es así: 41% está en los Esta­dos Unidos de Norteaméri­ca, 10% en Japón, 9% por cien­to en Fran­cia, 6% por cien­to en Italia, 5% por cien­to en Reino Unido, otro 5% en Ale­ma­nia, 4% en Canadá, 3% en Chi­na, al igual que en Aus­tralia (Portafo­lio, 2012). Si alguno de los pre­sentes se pro­pone for­mar parte de los favore­ci­dos del mun­do, a expen­sas de dejar afuera a los que tiene sen­ta­do a su lado, sepa que ten­drá que lograr, aprox­i­mada­mente, un ingre­so men­su­al prome­dio de 65 000 USD. Les puedo ase­gu­rar que la psi­cología no es un buen camino.

En Améri­ca Lati­na la dis­tribu­ción de la riqueza es más inequi­tati­va aún, y por tan­to el por­centa­je de per­sonas con mucho dinero es menor. Y si no, pregún­ten­le a Slim en Méx­i­co. Améri­ca Lati­na es la región con may­or inequidad del mun­do. “En 2014, el 10% más rico de la población de Améri­ca Lati­na había amasa­do el 71% de la riqueza de la región… si esta ten­den­cia con­tin­uara, den­tro de solo seis años el 1% más rico de la región ten­dría más riqueza que el 99% restante” (Bárce­na, Byany­i­ma 2016). Se habla de los 186 mil­lones de pobres de la región, algo más del 30% de la población, es decir de los 265 mil­lones que vivi­mos en estas tier­ras. Se habla poco de que los 89 mul­ti­mil­lonar­ios que exis­ten en Améri­ca Lati­na, con for­tu­nas supe­ri­ores a los mil mil­lones de dólares, que suman un total de 439 mil mil­lones de dólares, cifra may­or que el PIB de casi todos los país­es, rep­re­sen­tan solo el 0,00001424 de la población del con­ti­nente. Es ver­gonzoso, indig­no, inhumano.

Pero esta condi­ción sosteni­da durante dece­nios, repro­duci­da una y otra vez, mul­ti­pli­ca­da con el ejer­ci­cio del poder, ha lle­ga­do a con­for­mar una sub­je­tivi­dad social­mente dis­tró­fi­ca, como saca­da de los menos alen­ta­dores resul­ta­dos de Mil­gram: con­formista, desilu­sion­a­da, auto­com­pa­si­va, res­ig­na­da… creo que peor aún: indifer­ente. “La his­to­ria de la época mod­er­na, –dice Berman–, al menos al niv­el de la mente, es la his­to­ria de un des­en­can­tamien­to pro­gre­si­vo” (Berman M. 1987, p.16). Una sub­je­tivi­dad para la que las quimeras sociales son un delirio, y que parece decir “Esto no lo cam­bia nadie”. No quiere lo que tiene, pero tam­poco tiene la ilusión de poder­lo cambiar.

Nos fal­ta la utopía. Nos fal­ta enten­der (com­pren­der, asumir, inte­ri­orizar) la fun­ción de la Utopía. Otra vez con Galeano, imposi­ble no recor­dar­lo, tan pre­ciso y clar­i­fi­cador: “La utopía está en el hor­i­zonte. Camino dos pasos, ella se ale­ja dos pasos y el hor­i­zonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para cam­i­nar”. Lo dije des­de el ini­cio con Mar­iátegui: Los pueb­los capaces de la vic­to­ria fueron los pueb­los capaces de un Mito mul­ti­tu­di­nario. Una utopía compartida.

El compromiso con la acción para su realización

Una avalan­cha de rup­turas con­movió la segun­da mitad del siglo xx. Todo parecía indicar que desa­pare­cerían los grandes pedestales de la mod­ernidad. “Asis­ti­mos a una época de pér­di­da del hor­i­zonte, de sen­ti­do de lo mod­er­no; de rel­a­tivización y desle­git­i­mación (en filosofía, cien­cia, arte, políti­ca) de las nociones fuertes del sen­ti­do del par­a­dig­ma inte­grista mod­er­no: ten­den­cia etnocén­tri­ca, opti­mis­mo históri­co, ori­entación racional­ista, dis­cur­so glob­al­izador” (Rav­elo, 1996.p.14).

El nue­vo siglo entra con una noto­ria prop­ues­ta de ausen­cia, más aún, de negación al com­pro­miso con el cam­bio, la trans­for­ma­ción: “la renun­cia a cualquier ten­ta­ti­va de for­mu­lar un proyec­to total de trans­for­ma­ción de la real­i­dad social” (Crespi,1988, p.343). Se descal­i­f­i­can las inten­ciones trans­for­mado­ras de cam­bio y la propia acción. Se afir­ma que los tiem­pos mere­cen sobre todo descon­fi­an­za, fal­ta de fe. Da lo mis­mo que sea la dialéc­ti­ca, o la lucha de clases. La his­to­ria ha muer­to. “Por eso, tam­poco hay razones para la acción, para el com­pro­miso” (Ruffinel­li, 1990, p.32).

Muchos dicen que el com­pro­miso parece ser algo que ha pasa­do de moda. No solo en las prác­ti­cas sociales, pro­fe­sion­ales, políti­cas, sino tam­bién en las prác­ti­cas cotid­i­anas, en las rela­ciones inter­per­son­ales, en el desem­peño de los roles cotid­i­anos. Otros muchos no lo dicen, pero lo hacen. No solo no se com­pro­m­e­ten. Tam­bién se descom­pro­m­e­ten, renun­cian a los com­pro­misos antes asumidos.

En cualquier pro­ce­so social, insti­tu­cional, comu­ni­tario, las per­sonas, aún sin darse cuen­ta, sin “par­tic­i­par”, están involu­cradas e impli­cadas. La impli­cación tra­sciende las fron­teras de la vol­un­tad, inclu­so en la abs­ten­ción. Es el efec­to de la inevitable relación suje­to-situación. Es claro, tomem­os las cosas como son: No estar com­pro­meti­dos, no sig­nifi­ca no estar impli­ca­dos. Porque cualquier cosa que suce­da en nue­stro con­ti­nente, nos supone, nos afec­ta, porque somos parte de esa comu­nidad, y afec­ta­dos para bien o para mal, de man­era con­gru­ente o incon­gru­ente, con nues­tras aspiraciones.

Com­pro­m­e­terse, como pro­fe­sion­ales en for­ma­ción o en ejer­ci­cio, es “arries­gar el pelle­jo”. Es no solo estar, sino inter­venir, accionar. Y no solo inter­venir y accionar, sino hac­er­lo en una direc­ción clara y pre­cisa, la que lleve al logro de lo que se quiere, de lo que se entiende como nece­sario, como facil­i­ta­dor de la emer­gen­cia de lo que se bus­ca con las prác­ti­cas pro­fe­sion­ales. En últi­ma instan­cia, de mul­ti­plicar la posi­bil­i­dad de real­ización de la utopía, de dar al menos los “dos pasos” posibles.

Sin com­pro­miso no hay cam­bio. El no com­pro­miso es com­pli­ci­dad, por desalien­to, por desilusión, o por desin­terés, pero al fin y al cabo, complicidad.

La Psi­cología Lati­noamer­i­cana se com­pro­m­ete a pen­sar des­de el Sur, lo que “… deman­da con­stru­ir nue­stro rela­to históri­co remon­tan­do los orí­genes y car­ac­ter­i­zan­do la nat­u­raleza de las con­tradic­ciones que sacu­d­en nues­tra con­tem­po­ranei­dad. Exige rescatar una tradi­ción de pen­samien­to for­ja­da en el pro­ce­so de lucha por la eman­ci­pación, entrete­ji­da a lo largo de un tran­scur­rir sec­u­lar… Por imper­a­tivos de la necesi­dad, aprendi­mos a pen­sar des­de el Sur. Hac­er­lo aho­ra de man­era con­sciente es exi­gen­cia imposter­gable” (Pogolot­ti G. 2018).

La colaboración como acción mancomunada de las diversidades en un fin común

Todo lo dicho tiene una condi­ción bási­ca: la acción man­co­mu­na­da, colab­o­ra­ti­va, unifi­cado­ra, de todos los actores de la Psi­cología. Vuel­vo: La utopía compartida.

Pero el prob­le­ma no reside en estar de acuer­do con el pre­cep­to, sino en pon­erse de acuer­do sobre la base del pre­cep­to. Améri­ca Lati­na parece ten­er inoc­u­la­da la ten­den­cia a la atom­ización. Parece exi­s­tir una cier­ta ten­den­cia a la duda, el exce­so de cautela, en el establec­imien­to de unidades de acción. “Realizaron la labor de desunir nues­tras manos –dice Pablo Milanés–, y a pesar de ser her­manos nos miramos con temor”. El fan­tas­ma del poder, de la suprema­cía hegemóni­ca, nos acom­paña con una fre­cuen­cia que raya con lo obsesi­vo. Un líder nat­ur­al es con­sid­er­a­do un caudil­lo, un mega­ló­mano, un nar­ci­sista. El rumoreo deval­u­a­ti­vo es una prác­ti­ca con una pres­en­cia sospe­chosa­mente alta entre nosotros. Una cier­ta difi­cul­tad para pon­er los intere­ses colec­tivos por enci­ma de los sen­timien­tos indi­vid­uales (inclu­so cuan­do los intere­ses coin­ci­den), tam­bién tiene una pres­en­cia noto­ria entre nosotros.

Lo mis­mo con la todavía per­ti­naz pres­en­cia del sín­drome de IDUSA, como decía el Vene­zolano Salazar. La Ide­ología Depen­di­ente de USA. Inclu­so a niv­el insti­tu­cional: somos mejor paga­dos y eval­u­a­dos cuan­do pub­li­camos en una revista yan­qui, o esti­lo yan­qui (con nor­ma APA, en Sco­pus, etcétera), que cuan­do lo hace­mos en una autóc­tona. Aque­l­lo del “vino agrio… pero nue­stro vino” parece olvi­da­do en nue­stros cen­tros universitarios.

Hay que con­stru­ir –pro­fun­dizar, mul­ti­plicar– una sen­si­bil­i­dad colec­ti­va (al decir de Wal­ter B.) Gener­ar rela­ciones de unión, de coop­eración, más allá de los fan­tas­mas que todavía en bue­na parte nos pueblan. Hay que humanizar “… salir de la obje­ti­vación para afir­mar la inten­cional­i­dad de todo ser humano y el pri­ma­do del futuro sobre la situación actu­al. Es la ima­gen y rep­re­sentación de un futuro posi­ble y mejor lo que per­mite la mod­i­fi­cación del pre­sente y lo que posi­bili­ta toda rev­olu­ción y todo cam­bio … el cam­bio es posi­ble y depende de la acción humana” (Silo 1994, p.81).

Entonces, la Psi­cología Lati­noamer­i­cana deman­da que ree­scrib­amos la psi­cología nosotros mis­mos, des­de nues­tras real­i­dades, des­de nue­stro con­ti­nente. No hay que dejar de ser, hay que ser de otra man­era. La con­tinuidad es sobre todo la util­i­dad. La rup­tura es el desar­rol­lo. Obviar el hecho, de que el futuro, respec­to al pre­sente, siem­pre es disidente, pro­duce como ries­go la iner­cia. Y la iner­cia es una for­ma de morir, creyén­dose que se vive. Ase­guro que toda disiden­cia que lleve en sí el ger­men del desar­rol­lo, ter­mi­na por impon­erse, porque la vida humana no se per­mite el estancamien­to (aunque sí el retro­ce­so y el vaivén), pero la deten­ción defin­i­ti­va, no.

Y esto deman­da del estar con­ven­ci­dos de que un futuro mejor es posi­ble, una Psi­cología Lati­noamer­i­cana es posi­ble. Y que hay que con­stru­ir­la hoy. Porque el úni­co futuro pre­deci­ble, es el que se con­struye hoy. El asun­to no es solo pen­sar, es sobre todo hacer.

Asumamos que “un pen­samien­to que se estanca es un pen­samien­to que se pudre”. “La novedad es rev­olu­cionar­ia, la ver­dad tam­bién”. Hagá­mos una psi­cología rev­olu­cionar­ia. Recordemos la esen­cia rev­olu­cionado­ra de los sesen­ta: “Seamos real­is­tas: hag­amos lo imposible”.

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Notas

  1. Con­fer­en­cia en el acto de otorgamien­to al autor de la condi­ción de Doc­tor Hon­oris Causa en Psi­cología, de la Uni­ver­si­dad de Huánu­co, Perú, por sus aportes a la Psi­cología Lati­noamer­i­cana. El tex­to fue prepara­do inter­tex­tuan­do var­ios tex­tos ante­ri­ores sobre el tema y como expre­sión de las ideas expues­tas por el autor en var­ios cón­claves.

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