Martha Elena Rodríguez Cabezas
Universidad de Ciencias Médicas, Facultad Salvador Allende, La Habana, Cuba.
Resumen
El estudio de la relación de pareja está avalado por la importancia que tiene esta en la estructuración de la sociedad desde su función como gestora de familias, de grupos sociales, de naciones, siendo un importante portador de la cultura, la ética y la educación, así como también, un potente estabilizador social. Incorporar en nuestros estudios perspectivas que sean descriptibles desde una epistemología compleja, nos permite aportar saberes impugnadores y complementarios, con aciertos en la superación de limitaciones teóricas, que pueden restringir la inclusión reflexiva de la relación de pareja en el complejo entramado de una cambiante y desafiante sociedad.
Las interacciones sociales, muestran patrones de interactividad y auto-organización que retan a la innovación científica, esto se expresa en primer lugar, en la necesidad de generar conceptualizaciones que respondan a las demandas sociales de estos tiempos, las cuales se potencian en estructuras nucleares como la pareja y la familia. Proponer una conceptualización de la relación de pareja a partir de propiedades emergentes, resaltando el significado innovador en el establecimiento de confluencias y de la imprescindible interdisciplinariedad, constituye el objetivo principal de este trabajo.
Palabras claves: Relación de Pareja, Innovación Científica, Complejidad
Summary
The study of couple relationship is supported by its importance in the structuring of society from its function as manager of the family, social groups, nations, also as an important carrier of culture, ethics and education, as well as a powerful social stabilizer. Incorporating in our studies, perspectives described from a complex epistemology, allows us to provide complementary and challenging knowledge. Such information can be effective in the overcoming of theoretical limitations that restrict the reflexive inclusion of the couple relationship in the complex web of a changing and challenging society.
Any social interaction, show interactivity and self- organizational patterns which challenge the scientific innovations. These challenges are expressed firstly though the need to generate conceptualizations that respond to current social demands. Such demands increase in nuclear structures such as couples and families. This work aims mainly at proposing a conceptualization of the couple relationship as from the emerging properties, by highlighting its innovative meaning in the establishment of confluences and essential interdisciplinarity.
Key words: Couple Relationship, Scientific Innovation, Complexity
Introducción
Desde el momento que comienza la vida del ser humano, se van construyendo experiencias y conexiones que darán cuenta de historias personales de permanente vinculación con los otros, entre las que se encuentra la relación de pareja, con todo su potencial de desarrollo psicosocial. El estudio de la pareja, desde el punto de vista teórico, reviste gran importancia para la investigación científica, ya que tiene un protagonismo esencial en el desarrollo del psiquismo y en la estructuración social. El esclarecimiento de sus procesos y características, es sostén para la construcción de metodologías y herramientas tanto para el diagnóstico, la orientación como para la psicoterapia.
Diferentes autores reconocen el carácter complejo de la relación de pareja. Algunos le otorgan la mayor importancia a los múltiples cambios en su estructura, en su formación o en la forma de funcionamiento (Caillé, 1992; Sager, 2009; Zinker, 2005), otros a la consideración de la pareja como sistema complejo en constante cambio y relación con el contexto histórico, cultural y social en el cual se establece (Arés Muzio, 2000; Ceberio, 2007; Díaz-Loving, y Rivera, 2010; Pittman, 2003).
En este trabajo se le otorga el protagonismo fundamental a la consideración de la pareja como una nueva creación, citando a Rojas: “…para formar una pareja por definición, es preciso ser dos, pero es evidente que esta no resulta de la suma de dos personalidades, es una entidad nueva, un nosotros, que emerge de las interacciones de sus miembros”. (Rojas, 1996, np) Por tanto la complejidad que caracteriza este vínculo, más allá de la complicación o uso común del término, trata de auto-organización y emergencia en el sentido más refinado.
Cada día se hace más difícil no reconocer la complejidad en el abordaje de los fenómenos, ya que su manifestación se hace sentir en todos los ámbitos de la vida, además de que el desarrollo alcanzado por las ciencias nos implica a todos en inevitables percepciones de lo obvio. El campo de las interacciones privilegia esta connotación de los hechos y en muchos casos, son sus propiedades las que van revelando la magnitud de lo complejo. El pensamiento complejo aspira al conocimiento multidimensional, intentando abarcar el mayor número de factores posible. Pretende articular los principios descubiertos en diferentes disciplinas, pero al mismo tiempo, implica el reconocimiento de un principio de incompletud y de incertidumbre en todo conocimiento. El concepto reúne las ideas de orden, desorden y organización y las teorías que la componen tienen en común el pertenecer a campos transdisciplinares. (Morin, 2001) La entrada del enfoque de la complejidad en el escenario teórico es un momento especial de impugnación, debate y redefiniciones en el desarrollo científico.
En las ciencias sociales, hemos llegado al punto en el que muchas respuestas a diferentes problemas científicos, las encontramos únicamente en la interdisciplinariedad y en el entrelazamiento de saberes, característicos de la innovación científica. A su vez, “…la capacidad de innovación se apoya en gran medida en la tecnología (‘dura’y ‘blanda’) cuyo rasgo contemporáneo es la fuerte articulación al conocimiento científico”. (Núñez, 1999, p. 213–242)
Una oportuna ilustración de esto en el tema de las relaciones de pareja se evidencia en las transformaciones que desbordan el escenario de manifestación de ellas. El reconocimiento en el intercambio afectivo-sexual de configuraciones que rompen el modelo monogámico y heterosexual, es una premisa hoy para la comprensión del tema, ya que estas “rupturas” presentes en las diferentes etapas de la historia, en la actualidad con gran visibilidad, constituyen un aporte en la cultura de las relaciones. Desde un enfoque multidimensional, se acepta la amplitud en las formas de vínculos, como la potenciación de la creatividad humana, pudiéndose incluso cuestionar en determinado punto el término “pareja”.
El objetivo principal de este trabajo, es exponer de forma reflexiva una propuesta teórica acerca de la relación de pareja, asumiendo para ello aspectos del enfoque de la complejidad, a partir del entrelazamiento de categorías, que ofrece la innovación en la creación del sostén teórico, imprescindible para el desarrollo de cualquier disciplina. Desde la teoría de los sistemas complejos se redefine la relación de pareja, incluyendo para ello indicadores emergentes, los cuales pueden de forma significativa contribuir a su estudio, aportando una visión necesaria y útil para el trabajo del psicólogo y respondiendo así a una urgencia social, caracterizada por la necesidad de contextualizar los procesos.
Relación de pareja y complejidad estructural
La aproximación hacia el estudio de la relación de pareja como realidad compleja, es una invitación a superar paradigmas, tanto en una construcción desde el punto de vista teórico como metodológico. Citando a Bonilla, (2015): “La posibilidad de generar conocimiento requiere de espacios libres de deliberación, los mismos que son limitados por lógicas normativas y por interpretaciones unívocas del saber.”(p.1)
El presentar la relación de pareja desde una “diversidad compleja”, va mostrando el desafío que implica una visión vincular flexible en sí misma y en relación con realidades aparentemente ajenas e inconexas, que se articulan en una experiencia compleja, interactiva y emergente. Admitir la variabilidad de la experiencia de este tipo de relación, ha llevado a colocar la creatividad en un sitio honorífico, facilitado por el valor de lo singular y la superación de la consideración de lo diferente, como desviación o degradación respecto a lo hegemónico.
La relación de pareja entendida en una dimensión vincular socialmente diversa, va a incluir toda una gama de formas relacionales que muchas veces caen en un marginalismo contemplativo. Acoger lo diferente como parte de una novedad transformadora y compleja, puede constituir un importante facilitador, al reflexionar sobre el hecho, de que se es parte de una construcción emergente, interactiva y multidimensional, en un entorno al cual se está unido y del cual se es independiente a la misma vez.
La relación de pareja se auto-organiza y se estructura con propiedades relacionales diferentes a las que poseen sus miembros por separado. En su esencia está el germen de la diversidad, ya que entre sus componentes sea el impulso, el deseo o el amor, se encuentran también grandes transgresores de normas, reglas y prohibiciones. Tal como lo expresó el ilustre filósofo Edgar Morin (1997): “…aunque dependiente de una expansión cultural y social, el amor no obedece al orden social: desde que aparece, ignora esas barreras, se estrella contra ellas o las rompe. Es un ‘hijo bohemio’.” (p. 13–36)
El desarraigo de criterios exclusivistas y patologisantes, proporciona una visión más amplia en el descubrimiento de interacciones que distantes de lo conocido, promueven singulares niveles de funcionalidad con una perspectiva que aporta argumentos interesantes y novedosos en cuanto al origen de lo no esperado. Las emergencias locales o singularidades, a su vez, viviendo en un mundo tan complejo, pueden transportar en diferentes direcciones el influjo de los cambios, independientemente de otras realidades contribuyentes al devenir.
El mundo de hoy es un escenario de movilidad cultural en el cual los estilos relacionales, se insertan indistintamente a través de las redes y medios de comunicación y esto acrecienta el cuestionamiento, la conflictividad y las contradicciones. Ante lo normativo y aceptado socialmente se erigen versiones rebeldes de la misma realidad, que la enriquecen, la transforman y que a su vez son consecuencia dúctil de lo superado, asegurando al final una sucesión estructural. Es justo esta capacidad de transformación, con mayor o menor resistencia, la que garantiza que tanto la relación de pareja como la familia perduren. Esta capacidad para transformarse y transformar involucra a una pareja inmersa en crisis y contradicciones, que absorbe modificaciones desde el punto de vista económico, jurídico, educacional y cultural, por citar algunos, todo lo cual da lugar a un replanteo en la perspectiva de la masculinidad y la feminidad, los roles y estructuraciones ajustables a estos cambios. “A la complejidad le ha costado emerger, …cada vez que hay una irrupción de complejidad precisamente bajo la forma de incertidumbre, de aleatoriedad, se produce una resistencia muy fuerte…” (Morin, 1999, p. 43–77). Esa resistencia, también se ha evidenciado y aún se evidencia en el reconocimiento e inclusión de lo diverso en la visión que ha prevalecido respecto a la relación de pareja y cuya superación, implica una profunda renovación. “Desde una visión centrada en la dinámica vincular, el cambio como devenir, como transformación, se ubica en el centro del espacio cognitivo… pasar a pensar en términos de un escurridizo devenir estructurante o de linajes de transformaciones.” (Najmanovich, 2001, p.106–111). La “diversidad no incluida o soslayada” tiene también intrínsecamente el potencial de la transformación, expresada en ocasiones abrupta e inesperadamente, como constancia de puntos de bifurcación, que se proyectan en la realidad exponencial, en determinado tiempo-espacio, esto hace que se visibilicen con relativa sorpresa configuraciones relacionales contrarias y coexistentes. Un acercamiento al estudio de la pareja, de forma esencialmente inclusiva, remite a una complejidad y diversidad de eventualidades y configuraciones muy heterogéneas. Cabe aclarar que esta complejidad a la que se hace referencia, “… no es ni una mera diversidad o multiplicidad indiferente de posiciones o tendencias, ni un exceso de diferencias que es necesario reducir para quedarnos con lo que nos une.” (Sainz, 2002, p.5)[1] Al incursionar en la relación de pareja como diversidad social, se está lejos de creer, que se trata de una variedad de expresiones relacionales particulares, incoherentes e inconexas, generadoras por demás de inútiles distinciones que impiden identificar lo que une e incapacita para extraer de la complejidad una potencia común. Por el contrario, la realidad en este sentido habla de contribuyentes imprescindibles en la condición de toda unidad y de toda división, que de forma no absoluta potencian lo prenormativo, ya que “…la complejidad es la correlación de diferentes fuerzas de fuerza diferente.” (Sainz, 2002, p.5)[2]
Por tanto, la relación de pareja con su particular forma de manifestación, abarca desde lo biológico sexual hasta lo imaginario como manifestación de la subjetividad humana, todo ello moldeado por la cultura.
Al revisar los estudios existentes, se encuentran multiplicidad de conceptualizaciones, algunas acentúan determinadas características y omiten otras, conectando y desconectando regularidades y particularidades que incluso en ocasiones pareciera que despojan este evento de su naturalidad y plenitud, no obstante aun corriendo con este riesgo, hoy se cuenta con un bagaje importante de contribuciones que identifican esta forma de relación, con descriptores circunscritos a una de sus modalidades o a varias de ellas.
Algunas nociones claves a tener en cuenta en el estudio sobre el tema, se encuentran en autores como Giddens (2000) y Moreno (2008), los cuales han reconocido transformaciones importantes en la constitución de parejas en la actualidad, sobre todo de occidente, identificando en ellas la tendencia a una representación igualitaria, horizontal, respetuosa de la individualidad, en donde los propios actores, deciden las normas que configuran su vínculo. La confluencia en el escenario relacional de una modalidad de este tipo de relación de pareja con otras bien distantes, es una constancia de la complejidad coexistente expresada anteriormente.
Incluso una de las configuraciones más convencionales como lo es el matrimonio, tampoco ha escapado al influjo de las transformaciones, tanto así que en la reunión de especialistas; “Futuro de las familias y desafíos para las políticas públicas,” CEPAL, en el 2007 la profesora Durán ya expresaba que:
Las parejas, como un tipo específico de familia, están cobrando creciente importancia humana y social. Se mantienen tanto dentro de las familias consolidadas a través del matrimonio o por la convivencia en un mismo hogar, como fuera de ellas. En algunos países se ha comenzado a reconocer el carácter familiar e incluso matrimonial de las parejas del mismo sexo, que conviven de modo estable. Las familias del futuro serán muy diferentes de las actuales, tanto en América Latina como en el resto del mundo. Seguirán existiendo relaciones especialmente intensas y solidarias entre grupos de personas, aunque sobre bases sociales bastante diferentes.” (Durán, 2007, p.1)
El ideal emancipatorio, indudablemente abarca una creciente aspiración común, que con visibles aristas exhibe un amplio campo de lucha y conflictividad entre aspectos distintivos de otros tipos de configuraciones.
Por otra parte cabe destacar, tal y como expresan Barbera y Martínez (2004):“El reconocimiento de que la capacidad de establecer relaciones amorosas íntimas, forma parte del desarrollo socio-emocional de las personas, en tanto que capacidad de relación con los demás y con uno mismo, donde la intimidad se concibe como la forma en que se dan a conocer las dimensiones más profundas de nuestro ser…“ (np)
Este hecho ubica la relación de pareja en un nivel de implicación social que va más allá de la modalidad del vínculo y sí de su importante función en el desarrollo del psiquismo humano. Existen diferentes tipos de parejas: el noviazgo, el matrimonio, la pareja matrimonial por compraventa, la pareja casual, la pareja adolescente, las parejas homosexuales, las parejas múltiples, la pareja a distancia, la poligamia, etc. En algunas tradiciones culturales la pareja no presenta como objetivo principal la vida amorosa, ni el crecimiento personal, ni la felicidad, sino simplemente la procreación o el mantenimiento de castas y clanes, sin embargo, en otras se acentúa el amor, la comunidad de intereses, los proyectos de vida y las compatibilidades.
La sociedad humana, contexto y pretexto de la relación de pareja en su pluralidad y contradicción, existe como sistema de identidades que va tejiendo una realidad históricamente sobredeterminada. Ese pluralismo compone un escenario de variedad espléndido para el entendimiento de las interinfluencias a las que está sometida la pareja y de las que ninguna sociedad está exenta, debido entre otros aspectos a la hibridación intercultural, que asimila procederes, asentándolos en contextos que difieren a los de su origen, generando así prácticas sociales que enriquecen el contexto. Algunos autores le otorgan una atención especial al estudio de la pareja matrimonial, asociada o no a la legalidad, pero que desde su especificidad incluso hace surcos, que refuerzan la relación de pareja como exilio de la tensión normada, lo cual constata una voz heterogénea y compacta en el entramado relacional. Es decir, un “binomio de cooperación” entre lo normativo y lo irreverente, donde a veces pareciera que una modalidad de vínculo fortaleciera otra. No obstante, el matrimonio por su valor como constructo esencial de la sociedad y sin sobrevalorarlo por encima de otras formas de relación de pareja, ha requerido y requiere, una atención especial y diferenciada. Variedad de estudios han profundizado en el matrimonio, así por ejemplo se encuentra el término metafórico de “mercado matrimonial”, el cual hace referencia al espacio de intercambio de ofertas y demandas, que acciona para valorizar el capital económico, cultural, social o simbólico a los fines de optimizar la elección de una pareja; siendo entonces un espacio fragmentado por la edad, la etnia, la clase social, la cultura, el nivel educativo, la localización residencial, etc. (Kalmijn,1998, pp. 395–421). La relación de pareja extiende sus fronteras en primer lugar hacia vínculos casuales e informales, donde lo acordado no contempla el compromiso ni la estabilidad relacional. También al período inicial de la relación y al noviazgo, el cual a pesar de ser una institución relativamente reciente en la historia, ha estado sujeta a grandes transformaciones y complejas pautas socio-culturales, así como a una variabilidad en cuanto al tiempo y la forma de manifestación, muy visible sobre todo en determinadas sociedades del occidente, donde la ruptura de los paradigmas sociales, religiosos y económicos han quebrantado las normas anteriores y en algunos casos tan solo permanecen como recuerdo de comportamientos que caracterizaban a una o dos generaciones atrás. Es interesante como el cambio del significado del noviazgo, posibilita desatar la formalización antes del matrimonio, implantando nuevos contenidos en el imaginario popular, como lo es el distintivo “amigos íntimos”. Otras particularidades se observan en las relaciones adolescentes, las cuales se diferencian significativamente en dependencia de la cultura y el nivel de desarrollo socioeconómico, tanto en cuanto al momento de inicio de las relaciones de parejas, como a las modalidades, ritualizaciones y patrones de relación que se presentan.
La lucha por la igualdad de derechos y oportunidades sociales para la mujer y el desarrollo económico social, con contradicciones y grandes desafíos, también han influido en una tendencia hacia la amplificación del amor como un aspecto importante en la estructuración relacional.
En la actualidad se suma a esta multiplicidad de realidades, las relaciones homosexuales y bisexuales, con o sin hijos y con o sin estatus legal, pero con igual riqueza en su diversidad estructural y funcional, hecho que ha ido transitando paulatinamente del marginalismo a la inclusión social cada vez mayor del matrimonio homosexual, ubicando estas uniones en un escenario reconocible. Para algunos autores la importancia de estas transformaciones estriba fundamentalmente en el hecho, de que este cambio les otorga a las relaciones homosexuales una base estable para la creación y organización de y en la sociedad.
Según Landwerlin (2004), el crecimiento constante del número de hogares unipersonales y rupturas conyugales no puede considerarse como un indicador de la pérdida de atractivo de la pareja, sino, como señala Kaufmann (1993) más bien se le atribuye al hecho de que la vida en pareja se ha hecho más difícil, de que se le exige mucho más a la relación, pero no de que haya perdido atractivo y sentido en la sociedad actual, ni entre las nuevas generaciones. El anhelo de “autodeterminación”, de independencia y de control del propio destino vital, sobre todo por parte de las mujeres que lo reclaman en plano de la igualdad con los hombres, no impide el anhelo y el deseo de comprometerse en un proyecto de vida común. La individualización, la aspiración a “vivir la propia vida”, no supone el fin de los vínculos de pareja, sino más bien su redefinición. Una prueba más de la crisis de la pareja se expresa en la emergencia de las uniones en las que se niega explícitamente, un compromiso formal con el otro miembro de la pareja en un proyecto de vida compartido para el futuro, también el incremento del divorcio tras un período de convivencia cada vez más corto y la disminución de matrimonios legales que se ve compensado por el aumento paralelo de uniones sin papeles. Es decir, se ha mantenido una continuidad en la formación de parejas,pero indiscutiblemente con cambios esenciales y profundos.
Relación de pareja y complejidad funcional
Por otra parte, la consideración de la relación de pareja como realidad compleja nos acerca a la idea de primer orden de que: “…la auto-organización implica la interconexión o interrelación de varios elementos y como consecuencia y resultado del establecimiento de esas interrelaciones, se produce la emergencia de una estructura global y sistémica.” (Prigogine, 1987, p. 291) Esta visión obliga a tener en cuenta las relaciones: parte-todo, unidad-diversidad y sistema-organización-interacciones. Todo ello pensado como concurrencia, complementariedad y antagonismo, partiendo de la concepción Moriniana de entender ‚la complejidad sistémica como un macroconcepto complejo. (Ciurana, 2007, p.123)
En las relaciones de pareja, la complejidad está presente en el cumplimiento de los principios que dictan que: “una relación es más que la suma de sus miembros, el todo es menos que las partes, las partes son eventualmente menos, el todo es menos que el todo, el todo es insuficiente, incierto y conflictivo.” (Ciurana, 2007, p.124)
El enfoque de la complejidad hace visible la emergencia como la irrupción de lo nuevo, en cuyo orden y solo en él, habitan las características que pertenecen a este nuevo nacimiento. E. Morin explica: “en el sentido ascensional/arquitectural, las cualidades emergentes globales de las organizaciones de lo “bajo” se convierten en cualidades elementales de base para la edificación de las unidades complejas del nivel superior, las cuales producirán nuevas emergencias que a su vez se convertirán en “elementos” para el nuevo nivel superior y así sucesivamente.” (Morin, 1980, pp.110–111)
El modo de sostenimiento de la relación de pareja implica por tanto, la modificación de los constituyentes relacionales, comportándose como dinamizador de la individualidad. La cual se manifiesta como superación respecto al estatus o nivel individual. En el nivel constitutivo se produce un empalme, con expresiones en el macro universo vincular, mediante procesos combinatorios que son expresión de una singularidad. Solo desde la particularidad de la relación se puede determinar lo que es relevante o indiferente para su manutención como entidad creativa, en el interior se define la connotación del entorno o su modo particular de operatividad, así como cuáles aspectos de la individualidad serán potenciados y cuáles no. Según Hernández (2001, p. 46) “La pareja es un sistema interaccional, abierto y autopoiético que se organiza en virtud de códigos y se dinamiza en función de la comunicación” y tomando como referente la teoría sobre sistemas sociales y comunicación de Luhmann (1991), podemos afirmar que la pareja es un sistema abierto estructuralmente y cerrado operativamente y por tanto la invisibilidad de los procesos obliga a formular propuestas aproximadas del fenómeno interconectivo de la relación.
El estudio de la relación de pareja por tanto demanda de una conceptualización que abarque el potencial real de esta singular forma de interacción humana, la cual puede ser entendida como:“…una unidad funcional e interactiva de gran complejidad, que potencia lo subjetivo de manera particular, dinamizándose por medio de la comunicación. Los componentes personológicos, relacionales y sociológicos juegan un importante papel en su forma de estructuración, mantenimiento y equilibrio. Cuenta con mecanismos específicos de clausura y diferenciación, como pueden ser la selectividad, reciprocidad, intimidad e intensa emotividad, la satisfacción compartida, su carácter sexual y psicológico, entre otros. La relación de pareja a su vez se auto-organiza a partir de su distinción, lo cual le hace mantener una organización interna por medio de un proceso evolutivo ininterrumpido de acoplamiento estructural. La dinámica relacional, se compone de una modalidad ajustada, por un conglomerado de coincidentes características vinculares y un cambiante proceso de ajuste y aprendizaje determinado por lo divergente. Puede ser el subsistema base de la familia y su dinámica es relevante como constituyente social”. (Rodríguez, 2016, pp. 45–47)
Conclusiones
La posibilidad de entrelazamiento de saberes, que es una expresión más del potencial de enlace de la interdisciplinariedad, ha permitido una conceptualización de la relación de pareja, al vincular aspectos del enfoque de la complejidad con conocimientos adquiridos desde la psicología, la cual heredera de su propio desarrollo, puede ser enriquecida también por descubrimientos e investigaciones de otras disciplinas, como es el caso de la filosofía, la cibernética, la sociología, la biología y también el enfoque de la complejidad.
Este engranaje se tornó premisa al pretender visibilizar una relación de pareja como eventualidad socialmente inclusiva, considerando para ello indicadores emergentes, los cuales pueden representar un aporte en el estudio de la relación de pareja.
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Notas
- Por ejemplo, en la noción “onto-sociológica” de complejidad que propuso Niklas Luhman, véase Ignacio Izuzquiza, La sociedad sin hombres. Niklas Luhman o la teoría como escándalo, Anthropos, Barcelona, 1990, pp. 60-67. ↑
- En este concepto se encuentran el Althusser de la sobredeterminación (La revolución teórica de Marx,Siglo XXI, México D. F., 1999), el Deleuze lector de Nietzsche (Gilles Deleuze, Nietzsche y la filosofía, Anagrama, Barcelona, 1986, pp. 14-16) y el Derrida de la différance (Jacques Derrida, “La différance”, en Márgenes de la filosofía, Cátedra, Madrid, 1989, pp. 52-3). ↑