ASPECTOS TEÓRICOS A TENER EN CUENTA EN EL ESTUDIO DE LA RELACIÓN DE PAREJA

Martha Elena Rodríguez Cabezas

Universidad de Ciencias Médicas, Facultad Salvador Allende, La Habana, Cuba.

Resumen

El estu­dio de la relación de pare­ja está aval­a­do por la impor­tan­cia que tiene esta en la estruc­turación de la sociedad des­de su fun­ción como gesto­ra de famil­ias, de gru­pos sociales, de naciones, sien­do un impor­tante por­ta­dor de la cul­tura, la éti­ca y la edu­cación, así como tam­bién, un potente esta­bi­lizador social. Incor­po­rar en nue­stros estu­dios per­spec­ti­vas que sean descriptibles des­de una epis­te­mología com­ple­ja, nos per­mite apor­tar saberes impug­nadores y com­ple­men­tar­ios, con acier­tos en la superación de lim­ita­ciones teóri­c­as, que pueden restringir la inclusión reflex­i­va de la relación de pare­ja en el com­ple­jo entra­ma­do de una cam­biante y desafi­ante sociedad.

Las inter­ac­ciones sociales, mues­tran patrones de inter­ac­tivi­dad y auto-orga­ni­zación que retan a la inno­vación cien­tí­fi­ca, esto se expre­sa en primer lugar, en la necesi­dad de gener­ar con­cep­tu­al­iza­ciones que respon­dan a las deman­das sociales de estos tiem­pos, las cuales se poten­cian en estruc­turas nuclear­es como la pare­ja y la famil­ia. Pro­pon­er una con­cep­tu­al­ización de la relación de pare­ja a par­tir de propiedades emer­gentes, resaltan­do el sig­nifi­ca­do inno­vador en el establec­imien­to de con­flu­en­cias y de la impre­scindible inter­dis­ci­pli­nar­iedad, con­sti­tuye el obje­ti­vo prin­ci­pal de este trabajo.

Pal­abras claves: Relación de Pare­ja, Inno­vación Cien­tí­fi­ca, Complejidad

Sum­ma­ry

The study of cou­ple rela­tion­ship is sup­port­ed by its impor­tance in the struc­tur­ing of soci­ety from its func­tion as man­ag­er of the fam­i­ly, social groups, nations, also as an impor­tant car­ri­er of cul­ture, ethics and edu­ca­tion, as well as a pow­er­ful social sta­bi­liz­er. Incor­po­rat­ing in our stud­ies, per­spec­tives described from a com­plex epis­te­mol­o­gy, allows us to pro­vide com­ple­men­tary and chal­leng­ing knowl­edge. Such infor­ma­tion can be effec­tive in the over­com­ing of the­o­ret­i­cal lim­i­ta­tions that restrict the reflex­ive inclu­sion of the cou­ple rela­tion­ship in the com­plex web of a chang­ing and chal­leng­ing society.

Any social inter­ac­tion, show inter­ac­tiv­i­ty and self- orga­ni­za­tion­al pat­terns which chal­lenge the sci­en­tif­ic inno­va­tions. These chal­lenges are expressed first­ly though the need to gen­er­ate con­cep­tu­al­iza­tions that respond to cur­rent social demands. Such demands increase in nuclear struc­tures such as cou­ples and fam­i­lies. This work aims main­ly at propos­ing a con­cep­tu­al­iza­tion of the cou­ple rela­tion­ship as from the emerg­ing prop­er­ties, by high­light­ing its inno­v­a­tive mean­ing in the estab­lish­ment of con­flu­ences and essen­tial interdisciplinarity.

Key words: Cou­ple Rela­tion­ship, Sci­en­tif­ic Inno­va­tion, Complexity

Introducción

Des­de el momen­to que comien­za la vida del ser humano, se van con­struyen­do expe­ri­en­cias y conex­iones que darán cuen­ta de his­to­rias per­son­ales de per­ma­nente vin­cu­lación con los otros, entre las que se encuen­tra la relación de pare­ja, con todo su poten­cial de desar­rol­lo psi­coso­cial. El estu­dio de la pare­ja, des­de el pun­to de vista teóri­co, reviste gran impor­tan­cia para la inves­ti­gación cien­tí­fi­ca, ya que tiene un pro­tag­o­nis­mo esen­cial en el desar­rol­lo del psiquis­mo y en la estruc­turación social. El esclarec­imien­to de sus pro­ce­sos y car­ac­terís­ti­cas, es sostén para la con­struc­ción de metodologías y her­ramien­tas tan­to para el diag­nós­ti­co, la ori­entación como para la psicoterapia.

Difer­entes autores recono­cen el carác­ter com­ple­jo de la relación de pare­ja. Algunos le otor­gan la may­or impor­tan­cia a los múlti­ples cam­bios en su estruc­tura, en su for­ma­ción o en la for­ma de fun­cionamien­to (Cail­lé, 1992; Sager, 2009; Zinker, 2005), otros a la con­sid­eración de la pare­ja como sis­tema com­ple­jo en con­stante cam­bio y relación con el con­tex­to históri­co, cul­tur­al y social en el cual se establece (Arés Muzio, 2000; Cebe­rio, 2007; Díaz-Lov­ing, y Rivera, 2010; Pittman, 2003).

En este tra­ba­jo se le otor­ga el pro­tag­o­nis­mo fun­da­men­tal a la con­sid­eración de la pare­ja como una nue­va creación, citan­do a Rojas: “…para for­mar una pare­ja por defini­ción, es pre­ciso ser dos, pero es evi­dente que esta no resul­ta de la suma de dos per­son­al­i­dades, es una enti­dad nue­va, un nosotros, que emerge de las inter­ac­ciones de sus miem­bros”. (Rojas, 1996, np) Por tan­to la com­ple­ji­dad que car­ac­ter­i­za este vín­cu­lo, más allá de la com­pli­cación o uso común del tér­mi­no, tra­ta de auto-orga­ni­zación y emer­gen­cia en el sen­ti­do más refinado.

Cada día se hace más difí­cil no recono­cer la com­ple­ji­dad en el abor­da­je de los fenó­menos, ya que su man­i­festación se hace sen­tir en todos los ámbitos de la vida, además de que el desar­rol­lo alcan­za­do por las cien­cias nos impli­ca a todos en inevita­bles per­cep­ciones de lo obvio. El cam­po de las inter­ac­ciones priv­i­le­gia esta con­no­tación de los hechos y en muchos casos, son sus propiedades las que van rev­e­lando la mag­ni­tud de lo com­ple­jo. El pen­samien­to com­ple­jo aspi­ra al conocimien­to mul­ti­di­men­sion­al, inten­tan­do abar­car el may­or número de fac­tores posi­ble. Pre­tende artic­u­lar los prin­ci­p­ios des­cu­bier­tos en difer­entes dis­ci­plinas, pero al mis­mo tiem­po, impli­ca el reconocimien­to de un prin­ci­pio de incom­ple­tud y de incer­tidum­bre en todo conocimien­to. El con­cep­to reúne las ideas de orden, des­or­den y orga­ni­zación y las teorías que la com­po­nen tienen en común el pertenecer a cam­pos trans­dis­ci­pli­nares. (Morin, 2001) La entra­da del enfoque de la com­ple­ji­dad en el esce­nario teóri­co es un momen­to espe­cial de impu­gnación, debate y redefini­ciones en el desar­rol­lo científico.

En las cien­cias sociales, hemos lle­ga­do al pun­to en el que muchas respues­tas a difer­entes prob­le­mas cien­tí­fi­cos, las encon­tramos úni­ca­mente en la inter­dis­ci­pli­nar­iedad y en el entre­laza­mien­to de saberes, car­ac­terís­ti­cos de la inno­vación cien­tí­fi­ca. A su vez, “…la capaci­dad de inno­vación se apoya en gran medi­da en la tec­nología (‘dura’y ‘blan­da’) cuyo ras­go con­tem­porá­neo es la fuerte artic­u­lación al conocimien­to cien­tí­fi­co”. (Núñez, 1999, p. 213–242)

Una opor­tu­na ilus­tración de esto en el tema de las rela­ciones de pare­ja se evi­den­cia en las trans­for­ma­ciones que des­bor­dan el esce­nario de man­i­festación de ellas. El reconocimien­to en el inter­cam­bio afec­ti­vo-sex­u­al de con­fig­u­ra­ciones que rompen el mod­e­lo monogámi­co y het­ero­sex­u­al, es una premisa hoy para la com­pren­sión del tema, ya que estas “rup­turas” pre­sentes en las difer­entes eta­pas de la his­to­ria, en la actu­al­i­dad con gran vis­i­bil­i­dad, con­sti­tuyen un aporte en la cul­tura de las rela­ciones. Des­de un enfoque mul­ti­di­men­sion­al, se acep­ta la ampli­tud en las for­mas de vín­cu­los, como la poten­ciación de la cre­ativi­dad humana, pudién­dose inclu­so cues­tionar en deter­mi­na­do pun­to el tér­mi­no “pare­ja”.

El obje­ti­vo prin­ci­pal de este tra­ba­jo, es expon­er de for­ma reflex­i­va una prop­ues­ta teóri­ca acer­ca de la relación de pare­ja, asum­ien­do para ello aspec­tos del enfoque de la com­ple­ji­dad, a par­tir del entre­laza­mien­to de cat­e­gorías, que ofrece la inno­vación en la creación del sostén teóri­co, impre­scindible para el desar­rol­lo de cualquier dis­ci­plina. Des­de la teoría de los sis­temas com­ple­jos se rede­fine la relación de pare­ja, incluyen­do para ello indi­cadores emer­gentes, los cuales pueden de for­ma sig­ni­fica­ti­va con­tribuir a su estu­dio, apor­tan­do una visión nece­saria y útil para el tra­ba­jo del psicól­o­go y respon­di­en­do así a una urgen­cia social, car­ac­ter­i­za­da por la necesi­dad de con­tex­tu­alizar los procesos.

Relación de pareja y complejidad estructural

La aprox­i­mación hacia el estu­dio de la relación de pare­ja como real­i­dad com­ple­ja, es una invitación a super­ar par­a­dig­mas, tan­to en una con­struc­ción des­de el pun­to de vista teóri­co como metodológi­co. Citan­do a Bonil­la, (2015): “La posi­bil­i­dad de gener­ar conocimien­to requiere de espa­cios libres de delib­eración, los mis­mos que son lim­i­ta­dos por lóg­i­cas nor­ma­ti­vas y por inter­preta­ciones unívo­cas del saber.”(p.1)

El pre­sen­tar la relación de pare­ja des­de una “diver­si­dad com­ple­ja”, va mostran­do el desafío que impli­ca una visión vin­cu­lar flex­i­ble en sí mis­ma y en relación con real­i­dades aparente­mente aje­nas e inconexas, que se artic­u­lan en una expe­ri­en­cia com­ple­ja, inter­ac­ti­va y emer­gente. Admi­tir la vari­abil­i­dad de la expe­ri­en­cia de este tipo de relación, ha lle­va­do a colo­car la cre­ativi­dad en un sitio hon­orí­fi­co, facil­i­ta­do por el val­or de lo sin­gu­lar y la superación de la con­sid­eración de lo difer­ente, como desviación o degradación respec­to a lo hegemónico.

La relación de pare­ja enten­di­da en una dimen­sión vin­cu­lar social­mente diver­sa, va a incluir toda una gama de for­mas rela­cionales que muchas veces caen en un mar­gin­al­is­mo con­tem­pla­ti­vo. Acoger lo difer­ente como parte de una novedad trans­for­mado­ra y com­ple­ja, puede con­sti­tuir un impor­tante facil­i­ta­dor, al reflex­ionar sobre el hecho, de que se es parte de una con­struc­ción emer­gente, inter­ac­ti­va y mul­ti­di­men­sion­al, en un entorno al cual se está unido y del cual se es inde­pen­di­ente a la mis­ma vez.

La relación de pare­ja se auto-orga­ni­za y se estruc­tura con propiedades rela­cionales difer­entes a las que poseen sus miem­bros por sep­a­ra­do. En su esen­cia está el ger­men de la diver­si­dad, ya que entre sus com­po­nentes sea el impul­so, el deseo o el amor, se encuen­tran tam­bién grandes trans­gre­sores de nor­mas, reglas y pro­hibi­ciones. Tal como lo expresó el ilus­tre filó­so­fo Edgar Morin (1997): “…aunque depen­di­ente de una expan­sión cul­tur­al y social, el amor no obe­dece al orden social: des­de que aparece, igno­ra esas bar­reras, se estrel­la con­tra ellas o las rompe. Es un ‘hijo bohemio’.” (p. 13–36)

El desar­rai­go de cri­te­rios exclu­sivis­tas y patol­o­gisantes, pro­por­ciona una visión más amplia en el des­cubrim­ien­to de inter­ac­ciones que dis­tantes de lo cono­ci­do, pro­mueven sin­gu­lares nive­les de fun­cional­i­dad con una per­spec­ti­va que apor­ta argu­men­tos intere­santes y nove­dosos en cuan­to al ori­gen de lo no esper­a­do. Las emer­gen­cias locales o sin­gu­lar­i­dades, a su vez, vivien­do en un mun­do tan com­ple­jo, pueden trans­portar en difer­entes direc­ciones el influ­jo de los cam­bios, inde­pen­di­en­te­mente de otras real­i­dades con­tribuyentes al devenir.

El mun­do de hoy es un esce­nario de movil­i­dad cul­tur­al en el cual los esti­los rela­cionales, se inser­tan indis­tin­ta­mente a través de las redes y medios de comu­ni­cación y esto acre­cien­ta el cues­tion­amien­to, la con­flic­tivi­dad y las con­tradic­ciones. Ante lo nor­ma­ti­vo y acep­ta­do social­mente se eri­gen ver­siones rebeldes de la mis­ma real­i­dad, que la enrique­cen, la trans­for­man y que a su vez son con­se­cuen­cia dúc­til de lo super­a­do, ase­gu­ran­do al final una suce­sión estruc­tur­al. Es jus­to esta capaci­dad de trans­for­ma­ción, con may­or o menor resisten­cia, la que garan­ti­za que tan­to la relación de pare­ja como la famil­ia per­duren. Esta capaci­dad para trans­for­marse y trans­for­mar involu­cra a una pare­ja inm­er­sa en cri­sis y con­tradic­ciones, que absorbe mod­i­fi­ca­ciones des­de el pun­to de vista económi­co, jurídi­co, edu­ca­cional y cul­tur­al, por citar algunos, todo lo cual da lugar a un replanteo en la per­spec­ti­va de la mas­culin­idad y la fem­i­nidad, los roles y estruc­tura­ciones ajusta­bles a estos cam­bios. “A la com­ple­ji­dad le ha costa­do emerg­er, …cada vez que hay una irrup­ción de com­ple­ji­dad pre­cisa­mente bajo la for­ma de incer­tidum­bre, de aleato­riedad, se pro­duce una resisten­cia muy fuerte…” (Morin, 1999, p. 43–77). Esa resisten­cia, tam­bién se ha evi­den­ci­a­do y aún se evi­den­cia en el reconocimien­to e inclusión de lo diver­so en la visión que ha prevale­ci­do respec­to a la relación de pare­ja y cuya superación, impli­ca una pro­fun­da ren­o­vación. “Des­de una visión cen­tra­da en la dinámi­ca vin­cu­lar, el cam­bio como devenir, como trans­for­ma­ción, se ubi­ca en el cen­tro del espa­cio cog­ni­ti­vo… pasar a pen­sar en tér­mi­nos de un escur­ridi­zo devenir estruc­turante o de lina­jes de trans­for­ma­ciones.” (Naj­manovich, 2001, p.106–111). La “diver­si­dad no inclu­i­da o soslaya­da” tiene tam­bién intrínse­ca­mente el poten­cial de la trans­for­ma­ción, expre­sa­da en oca­siones abrup­ta e ines­per­ada­mente, como con­stan­cia de pun­tos de bifur­cación, que se proyectan en la real­i­dad expo­nen­cial, en deter­mi­na­do tiem­po-espa­cio, esto hace que se vis­i­bil­i­cen con rel­a­ti­va sor­pre­sa con­fig­u­ra­ciones rela­cionales con­trarias y coex­is­tentes. Un acer­camien­to al estu­dio de la pare­ja, de for­ma esen­cial­mente inclu­si­va, remite a una com­ple­ji­dad y diver­si­dad de even­tu­al­i­dades y con­fig­u­ra­ciones muy het­erogéneas. Cabe aclarar que esta com­ple­ji­dad a la que se hace ref­er­en­cia, “… no es ni una mera diver­si­dad o mul­ti­pli­ci­dad indifer­ente de posi­ciones o ten­den­cias, ni un exce­so de difer­en­cias que es nece­sario reducir para quedarnos con lo que nos une.” (Sainz, 2002, p.5)[1] Al incur­sion­ar en la relación de pare­ja como diver­si­dad social, se está lejos de creer, que se tra­ta de una var­iedad de expre­siones rela­cionales par­tic­u­lares, inco­her­entes e inconexas, gen­er­ado­ras por demás de inútiles dis­tin­ciones que impi­den iden­ti­ficar lo que une e inca­paci­ta para extraer de la com­ple­ji­dad una poten­cia común. Por el con­trario, la real­i­dad en este sen­ti­do habla de con­tribuyentes impre­scindibles en la condi­ción de toda unidad y de toda división, que de for­ma no abso­lu­ta poten­cian lo prenor­ma­ti­vo, ya que “…la com­ple­ji­dad es la cor­relación de difer­entes fuerzas de fuerza difer­ente.” (Sainz, 2002, p.5)[2]

Por tan­to, la relación de pare­ja con su par­tic­u­lar for­ma de man­i­festación, abar­ca des­de lo biológi­co sex­u­al has­ta lo imag­i­nario como man­i­festación de la sub­je­tivi­dad humana, todo ello mold­ea­do por la cultura.

Al revis­ar los estu­dios exis­tentes, se encuen­tran mul­ti­pli­ci­dad de con­cep­tu­al­iza­ciones, algu­nas acen­túan deter­mi­nadas car­ac­terís­ti­cas y omiten otras, conectan­do y desconectan­do reg­u­lar­i­dades y par­tic­u­lar­i­dades que inclu­so en oca­siones pareciera que despo­jan este even­to de su nat­u­ral­i­dad y plen­i­tud, no obstante aun cor­rien­do con este ries­go, hoy se cuen­ta con un baga­je impor­tante de con­tribu­ciones que iden­ti­f­i­can esta for­ma de relación, con descrip­tores cir­cun­scritos a una de sus modal­i­dades o a varias de ellas.

Algu­nas nociones claves a ten­er en cuen­ta en el estu­dio sobre el tema, se encuen­tran en autores como Gid­dens (2000) y Moreno (2008), los cuales han recono­ci­do trans­for­ma­ciones impor­tantes en la con­sti­tu­ción de pare­jas en la actu­al­i­dad, sobre todo de occi­dente, iden­ti­f­i­can­do en ellas la ten­den­cia a una rep­re­sentación igual­i­taria, hor­i­zon­tal, respetu­osa de la indi­vid­u­al­i­dad, en donde los pro­pios actores, deci­den las nor­mas que con­fig­u­ran su vín­cu­lo. La con­flu­en­cia en el esce­nario rela­cional de una modal­i­dad de este tipo de relación de pare­ja con otras bien dis­tantes, es una con­stan­cia de la com­ple­ji­dad coex­is­tente expre­sa­da anteriormente.

Inclu­so una de las con­fig­u­ra­ciones más con­ven­cionales como lo es el mat­ri­mo­nio, tam­poco ha escapa­do al influ­jo de las trans­for­ma­ciones, tan­to así que en la reunión de espe­cial­is­tas; “Futuro de las famil­ias y desafíos para las políti­cas públi­cas,” CEPAL, en el 2007 la pro­fe­so­ra Durán ya expresa­ba que:

Las pare­jas, como un tipo especí­fi­co de famil­ia, están cobran­do cre­ciente impor­tan­cia humana y social. Se mantienen tan­to den­tro de las famil­ias con­sol­i­dadas a través del mat­ri­mo­nio o por la con­viven­cia en un mis­mo hog­ar, como fuera de ellas. En algunos país­es se ha comen­za­do a recono­cer el carác­ter famil­iar e inclu­so mat­ri­mo­ni­al de las pare­jas del mis­mo sexo, que con­viv­en de modo estable. Las famil­ias del futuro serán muy difer­entes de las actuales, tan­to en Améri­ca Lati­na como en el resto del mun­do. Seguirán existien­do rela­ciones espe­cial­mente inten­sas y sol­i­darias entre gru­pos de per­sonas, aunque sobre bases sociales bas­tante difer­entes.” (Durán, 2007, p.1)

El ide­al eman­ci­pa­to­rio, indud­able­mente abar­ca una cre­ciente aspiración común, que con vis­i­bles aris­tas exhibe un amplio cam­po de lucha y con­flic­tivi­dad entre aspec­tos dis­tin­tivos de otros tipos de configuraciones.

Por otra parte cabe destacar, tal y como expre­san Bar­bera y Martínez (2004):“El reconocimien­to de que la capaci­dad de estable­cer rela­ciones amorosas ínti­mas, for­ma parte del desar­rol­lo socio-emo­cional de las per­sonas, en tan­to que capaci­dad de relación con los demás y con uno mis­mo, donde la intim­i­dad se con­cibe como la for­ma en que se dan a cono­cer las dimen­siones más pro­fun­das de nue­stro ser…“ (np)

Este hecho ubi­ca la relación de pare­ja en un niv­el de impli­cación social que va más allá de la modal­i­dad del vín­cu­lo y sí de su impor­tante fun­ción en el desar­rol­lo del psiquis­mo humano. Exis­ten difer­entes tipos de pare­jas: el novi­az­go, el mat­ri­mo­nio, la pare­ja mat­ri­mo­ni­al por com­praven­ta, la pare­ja casu­al, la pare­ja ado­les­cente, las pare­jas homo­sex­u­ales, las pare­jas múlti­ples, la pare­ja a dis­tan­cia, la poligamia, etc. En algu­nas tradi­ciones cul­tur­ales la pare­ja no pre­sen­ta como obje­ti­vo prin­ci­pal la vida amorosa, ni el crec­imien­to per­son­al, ni la feli­ci­dad, sino sim­ple­mente la pro­creación o el man­ten­imien­to de cas­tas y clanes, sin embar­go, en otras se acen­túa el amor, la comu­nidad de intere­ses, los proyec­tos de vida y las compatibilidades.

La sociedad humana, con­tex­to y pre­tex­to de la relación de pare­ja en su plu­ral­i­dad y con­tradic­ción, existe como sis­tema de iden­ti­dades que va tejien­do una real­i­dad históri­ca­mente sobre­de­ter­mi­na­da. Ese plu­ral­is­mo com­pone un esce­nario de var­iedad esplén­di­do para el entendimien­to de las inter­in­flu­en­cias a las que está someti­da la pare­ja y de las que ningu­na sociedad está exen­ta, debido entre otros aspec­tos a la hib­ri­dación inter­cul­tur­al, que asim­i­la pro­ced­eres, asen­tán­do­los en con­tex­tos que difieren a los de su ori­gen, generan­do así prác­ti­cas sociales que enrique­cen el con­tex­to. Algunos autores le otor­gan una aten­ción espe­cial al estu­dio de la pare­ja mat­ri­mo­ni­al, aso­ci­a­da o no a la legal­i­dad, pero que des­de su especi­fi­ci­dad inclu­so hace sur­cos, que refuerzan la relación de pare­ja como exilio de la ten­sión nor­ma­da, lo cual con­sta­ta una voz het­erogénea y com­pacta en el entra­ma­do rela­cional. Es decir, un “binomio de coop­eración” entre lo nor­ma­ti­vo y lo irrev­er­ente, donde a veces pareciera que una modal­i­dad de vín­cu­lo for­t­aleciera otra. No obstante, el mat­ri­mo­nio por su val­or como con­struc­to esen­cial de la sociedad y sin sobreval­o­rar­lo por enci­ma de otras for­mas de relación de pare­ja, ha requeri­do y requiere, una aten­ción espe­cial y difer­en­ci­a­da. Var­iedad de estu­dios han pro­fun­diza­do en el mat­ri­mo­nio, así por ejem­p­lo se encuen­tra el tér­mi­no metafóri­co de “mer­ca­do mat­ri­mo­ni­al”, el cual hace ref­er­en­cia al espa­cio de inter­cam­bio de ofer­tas y deman­das, que acciona para val­orizar el cap­i­tal económi­co, cul­tur­al, social o sim­bóli­co a los fines de opti­mizar la elec­ción de una pare­ja; sien­do entonces un espa­cio frag­men­ta­do por la edad, la etnia, la clase social, la cul­tura, el niv­el educa­ti­vo, la local­ización res­i­den­cial, etc. (Kalmijn,1998, pp. 395–421). La relación de pare­ja extiende sus fron­teras en primer lugar hacia vín­cu­los casuales e infor­males, donde lo acor­da­do no con­tem­pla el com­pro­miso ni la esta­bil­i­dad rela­cional. Tam­bién al perío­do ini­cial de la relación y al novi­az­go, el cual a pesar de ser una insti­tu­ción rel­a­ti­va­mente reciente en la his­to­ria, ha esta­do suje­ta a grandes trans­for­ma­ciones y com­ple­jas pau­tas socio-cul­tur­ales, así como a una vari­abil­i­dad en cuan­to al tiem­po y la for­ma de man­i­festación, muy vis­i­ble sobre todo en deter­mi­nadas sociedades del occi­dente, donde la rup­tura de los par­a­dig­mas sociales, reli­giosos y económi­cos han que­bran­ta­do las nor­mas ante­ri­ores y en algunos casos tan solo per­manecen como recuer­do de com­por­tamien­tos que car­ac­ter­i­z­a­ban a una o dos gen­era­ciones atrás. Es intere­sante como el cam­bio del sig­nifi­ca­do del novi­az­go, posi­bili­ta desa­tar la for­mal­ización antes del mat­ri­mo­nio, implan­tan­do nuevos con­tenidos en el imag­i­nario pop­u­lar, como lo es el dis­tin­ti­vo “ami­gos ínti­mos”. Otras par­tic­u­lar­i­dades se obser­van en las rela­ciones ado­les­centes, las cuales se difer­en­cian sig­ni­fica­ti­va­mente en depen­den­cia de la cul­tura y el niv­el de desar­rol­lo socioe­conómi­co, tan­to en cuan­to al momen­to de ini­cio de las rela­ciones de pare­jas, como a las modal­i­dades, rit­u­al­iza­ciones y patrones de relación que se presentan.

La lucha por la igual­dad de dere­chos y opor­tu­nidades sociales para la mujer y el desar­rol­lo económi­co social, con con­tradic­ciones y grandes desafíos, tam­bién han influ­i­do en una ten­den­cia hacia la ampli­fi­cación del amor como un aspec­to impor­tante en la estruc­turación relacional.

En la actu­al­i­dad se suma a esta mul­ti­pli­ci­dad de real­i­dades, las rela­ciones homo­sex­u­ales y bisex­u­ales, con o sin hijos y con o sin esta­tus legal, pero con igual riqueza en su diver­si­dad estruc­tur­al y fun­cional, hecho que ha ido tran­si­tan­do pau­lati­na­mente del mar­gin­al­is­mo a la inclusión social cada vez may­or del mat­ri­mo­nio homo­sex­u­al, ubi­can­do estas uniones en un esce­nario recono­ci­ble. Para algunos autores la impor­tan­cia de estas trans­for­ma­ciones estri­ba fun­da­men­tal­mente en el hecho, de que este cam­bio les otor­ga a las rela­ciones homo­sex­u­ales una base estable para la creación y orga­ni­zación de y en la sociedad.

Según Landw­er­lin (2004), el crec­imien­to con­stante del número de hog­a­res uniper­son­ales y rup­turas conyu­gales no puede con­sid­er­arse como un indi­cador de la pér­di­da de atrac­ti­vo de la pare­ja, sino, como señala Kauf­mann (1993) más bien se le atribuye al hecho de que la vida en pare­ja se ha hecho más difí­cil, de que se le exige mucho más a la relación, pero no de que haya per­di­do atrac­ti­vo y sen­ti­do en la sociedad actu­al, ni entre las nuevas gen­era­ciones. El anh­elo de “autode­ter­mi­nación”, de inde­pen­den­cia y de con­trol del pro­pio des­ti­no vital, sobre todo por parte de las mujeres que lo recla­man en plano de la igual­dad con los hom­bres, no impi­de el anh­elo y el deseo de com­pro­m­e­terse en un proyec­to de vida común. La indi­vid­u­al­ización, la aspiración a “vivir la propia vida”, no supone el fin de los vín­cu­los de pare­ja, sino más bien su redefini­ción. Una prue­ba más de la cri­sis de la pare­ja se expre­sa en la emer­gen­cia de las uniones en las que se nie­ga explíci­ta­mente, un com­pro­miso for­mal con el otro miem­bro de la pare­ja en un proyec­to de vida com­par­tido para el futuro, tam­bién el incre­men­to del divor­cio tras un perío­do de con­viven­cia cada vez más cor­to y la dis­min­u­ción de mat­ri­mo­nios legales que se ve com­pen­sa­do por el aumen­to para­le­lo de uniones sin pape­les. Es decir, se ha man­tenido una con­tinuidad en la for­ma­ción de parejas,pero indis­cutible­mente con cam­bios esen­ciales y profundos.

Relación de pareja y complejidad funcional

Por otra parte, la con­sid­eración de la relación de pare­ja como real­i­dad com­ple­ja nos acer­ca a la idea de primer orden de que: “…la auto-orga­ni­zación impli­ca la inter­conex­ión o inter­relación de var­ios ele­men­tos y como con­se­cuen­cia y resul­ta­do del establec­imien­to de esas inter­rela­ciones, se pro­duce la emer­gen­cia de una estruc­tura glob­al y sistémi­ca.” (Pri­gogine, 1987, p. 291) Esta visión obliga a ten­er en cuen­ta las rela­ciones: parte-todo, unidad-diver­si­dad y sis­tema-orga­ni­zación-inter­ac­ciones. Todo ello pen­sa­do como con­cur­ren­cia, com­ple­men­tariedad y antag­o­nis­mo, par­tien­do de la con­cep­ción Morini­ana de enten­der ‚la com­ple­ji­dad sistémi­ca como un macro­con­cep­to com­ple­jo. (Ciu­rana, 2007, p.123)

En las rela­ciones de pare­ja, la com­ple­ji­dad está pre­sente en el cumplim­ien­to de los prin­ci­p­ios que dic­tan que: “una relación es más que la suma de sus miem­bros, el todo es menos que las partes, las partes son even­tual­mente menos, el todo es menos que el todo, el todo es insu­fi­ciente, incier­to y con­flic­ti­vo.” (Ciu­rana, 2007, p.124)

El enfoque de la com­ple­ji­dad hace vis­i­ble la emer­gen­cia como la irrup­ción de lo nue­vo, en cuyo orden y solo en él, habi­tan las car­ac­terís­ti­cas que pertenecen a este nue­vo nacimien­to. E. Morin expli­ca: “en el sen­ti­do ascensional/arquitectural, las cual­i­dades emer­gentes glob­ales de las orga­ni­za­ciones de lo “bajo” se con­vierten en cual­i­dades ele­men­tales de base para la edi­fi­cación de las unidades com­ple­jas del niv­el supe­ri­or, las cuales pro­ducirán nuevas emer­gen­cias que a su vez se con­ver­tirán en “ele­men­tos” para el nue­vo niv­el supe­ri­or y así suce­si­va­mente.” (Morin, 1980, pp.110–111)

El modo de sosten­imien­to de la relación de pare­ja impli­ca por tan­to, la mod­i­fi­cación de los con­sti­tuyentes rela­cionales, com­portán­dose como dinamizador de la indi­vid­u­al­i­dad. La cual se man­i­fi­es­ta como superación respec­to al esta­tus o niv­el indi­vid­ual. En el niv­el con­sti­tu­ti­vo se pro­duce un empalme, con expre­siones en el macro uni­ver­so vin­cu­lar, medi­ante pro­ce­sos com­bi­na­to­rios que son expre­sión de una sin­gu­lar­i­dad. Solo des­de la par­tic­u­lar­i­dad de la relación se puede deter­mi­nar lo que es rel­e­vante o indifer­ente para su manu­ten­ción como enti­dad cre­ati­va, en el inte­ri­or se define la con­no­tación del entorno o su modo par­tic­u­lar de oper­a­tivi­dad, así como cuáles aspec­tos de la indi­vid­u­al­i­dad serán poten­ci­a­dos y cuáles no. Según Hernán­dez (2001, p. 46) “La pare­ja es un sis­tema inter­ac­cional, abier­to y autopoiéti­co que se orga­ni­za en vir­tud de códi­gos y se dinamiza en fun­ción de la comu­ni­cación” y toman­do como ref­er­ente la teoría sobre sis­temas sociales y comu­ni­cación de Luh­mann (1991), podemos afir­mar que la pare­ja es un sis­tema abier­to estruc­tural­mente y cer­ra­do oper­a­ti­va­mente y por tan­to la invis­i­bil­i­dad de los pro­ce­sos obliga a for­mu­lar prop­ues­tas aprox­i­madas del fenó­meno inter­conec­ti­vo de la relación.

El estu­dio de la relación de pare­ja por tan­to deman­da de una con­cep­tu­al­ización que abar­que el poten­cial real de esta sin­gu­lar for­ma de inter­ac­ción humana, la cual puede ser enten­di­da como:“…una unidad fun­cional e inter­ac­ti­va de gran com­ple­ji­dad, que poten­cia lo sub­je­ti­vo de man­era par­tic­u­lar, dinamizán­dose por medio de la comu­ni­cación. Los com­po­nentes per­son­ológi­cos, rela­cionales y soci­ológi­cos jue­gan un impor­tante papel en su for­ma de estruc­turación, man­ten­imien­to y equi­lib­rio. Cuen­ta con mecan­is­mos especí­fi­cos de clausura y difer­en­ciación, como pueden ser la selec­tivi­dad, rec­i­pro­ci­dad, intim­i­dad e inten­sa emo­tivi­dad, la sat­is­fac­ción com­par­ti­da, su carác­ter sex­u­al y psi­cológi­co, entre otros. La relación de pare­ja a su vez se auto-orga­ni­za a par­tir de su dis­tin­ción, lo cual le hace man­ten­er una orga­ni­zación inter­na por medio de un pro­ce­so evo­lu­ti­vo inin­ter­rumpi­do de acoplamien­to estruc­tur­al. La dinámi­ca rela­cional, se com­pone de una modal­i­dad ajus­ta­da, por un con­glom­er­a­do de coin­ci­dentes car­ac­terís­ti­cas vin­cu­lares y un cam­biante pro­ce­so de ajuste y apren­diza­je deter­mi­na­do por lo diver­gente. Puede ser el sub­sis­tema base de la famil­ia y su dinámi­ca es rel­e­vante como con­sti­tuyente social”. (Rodríguez, 2016, pp. 45–47)

Conclusiones

La posi­bil­i­dad de entre­laza­mien­to de saberes, que es una expre­sión más del poten­cial de enlace de la inter­dis­ci­pli­nar­iedad, ha per­mi­ti­do una con­cep­tu­al­ización de la relación de pare­ja, al vin­cu­lar aspec­tos del enfoque de la com­ple­ji­dad con conocimien­tos adquiri­dos des­de la psi­cología, la cual hered­era de su pro­pio desar­rol­lo, puede ser enrique­ci­da tam­bién por des­cubrim­ien­tos e inves­ti­ga­ciones de otras dis­ci­plinas, como es el caso de la filosofía, la cibernéti­ca, la soci­ología, la biología y tam­bién el enfoque de la complejidad.

Este engrana­je se tornó premisa al pre­tender vis­i­bi­lizar una relación de pare­ja como even­tu­al­i­dad social­mente inclu­si­va, con­sideran­do para ello indi­cadores emer­gentes, los cuales pueden rep­re­sen­tar un aporte en el estu­dio de la relación de pareja.

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Notas

  1. Por ejem­p­lo, en la noción “onto-sociológica” de com­ple­ji­dad que pro­pu­so Niklas Luh­man, véase Igna­cio Izuzquiza, La sociedad sin hom­bres. Niklas Luh­man o la teoría como escán­da­lo, Anthro­pos, Barcelona, 1990, pp. 60-67.
  2. En este con­cep­to se encuen­tran el Althuss­er de la sobre­de­ter­mi­nación (La rev­olu­ción teóri­ca de Marx,Siglo XXI, Méx­i­co D. F., 1999), el Deleuze lec­tor de Niet­zsche (Gilles Deleuze, Niet­zsche y la filosofía, Ana­gra­ma, Barcelona, 1986, pp. 14-16) y el Der­ri­da de la dif­férance (Jacques Der­ri­da, “La dif­férance”, en Már­genes de la filosofía, Cát­e­dra, Madrid, 1989, pp. 52-3).

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