Jesús Silva Bautista
Venazir Herrera Escobar
Litzy Zamora Montero
Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Estudios Superiores Zaragoza. México
Resumen
La investigación empírica respecto al tema de las creencias de supremacía absoluta hacia la muerte y la vida y que involucran directamente las concepciones de la ciencia y la religión como explicaciones a estos fenómenos, no suele ser muy común; no obstante, el interés científico en las bases cognitivas de la creencia religiosa y secular ha crecido en los últimos años. De este contexto, surgió la necesidad de un estudio que indagara sobre las creencias de supremacía absoluta que mantiene la población en general sobre la muerte y la vida y aunado a ello, asociarlas con las creencias que se tienen sobre la situación actual por la que atraviesa el mundo en general, la pandemia por Covid-19. La investigación es de tipo correlacional de campo, transversal, con un diseño ex post facto. Se consideró una muestra de 1200 personas de la población en general. Para medir las creencias de la muestra se utilizó un instrumento que se sometió a pruebas de confiabilidad y validez, constituido por 37 reactivos con escala de respuesta tipo Likert de 5 puntos. Los resultados obtenidos a través de la correlación de Pearson indican que las personas mantienen una relación de coexistencia entre creencias de supremacía absoluta de tipo científico, religioso y secular respecto a la muerte, la vida y el Covid-19. A su vez, los resultados de las pruebas t de Student y análisis de varianza (ANOVA) indican que estas creencias van a estar sujetas tanto a condiciones socioculturales como a las particularidades de los sujetos tales como la edad, escolaridad, estado civil, nivel de ingresos y pérdidas por Covid-19.
Palabras clave: creencia, supremacía, ciencia, religión, secular.
Abstract
Empirical research on the issue of beliefs of absolute supremacy towards death and life and that directly involve the conceptions of science and religion as explanations of these phenomena, is not very common; however, scientific interest in the cognitive bases of religious and secular belief has grown in recent years. From this context, the need arose for a study that would inquire about the beliefs of absolute supremacy that the general population maintains about death and life and, in addition, to associate them with the beliefs that are held about the current situation that it is going through. the world in general, the COVID-19 pandemic. The research is of a cross-sectional, correlational field type, with an ex post facto design. A sample of 1200 people from the general population was considered. To measure the beliefs of the sample, an instrument that was subjected to reliability and validity tests was used, consisting of 37 items with a 5‑point Likert-type response scale. The results obtained through Pearson’s correlation indicate that people maintain a coexistence relationship between absolute supremacy beliefs of a scientific, religious and secular nature regarding death, life and COVID-19. In turn, the results of the Student’s t tests and analysis of variance (ANOVA) indicate that these beliefs will be subject to both socio-cultural conditions and the particularities of the subjects such as age, education, marital status, level of income and losses from COVID-19.
Keywords: belief, supremacy, science, religion, secular.
Introducción
Las creencias a lo largo de la historia han proporcionado una base para el estudio del comportamiento humano, convirtiéndose hoy en día, en un concepto muy estudiado (Pajares, 1992) principalmente dentro del campo de la psicología social. En algunas ocasiones, la necesidad de encontrar una explicación lo más objetiva posible sobre determinados fenómenos y problemáticas psicosociales ha llevado a varios autores a plantear una definición concreta de las creencias y cómo estas influyen en la estructura cognitiva de las personas, así como en la manera en la que estas se desarrollan y se mantienen en determinados grupos sociales.
Fishbein y Ajzen (1975) plantean que las creencias son aquellos juicios de probabilidad subjetiva que realiza una persona sobre algún aspecto discriminable de su mundo; las mismas que se ocupan para la comprensión de uno mismo y del entorno en el que los seres humanos se desarrollan. Esta definición sostiene la idea de que las creencias van más allá de las relaciones observables, es decir, una persona puede formar una creencia a partir de la interacción con otras personas, y a partir de características o disposiciones no observables. De esta manera las creencias son estructuras relativamente estables que representan lo que existe para un individuo más allá de la percepción directa; en pocas palabras, se habla de aquellos conceptos relacionados con la naturaleza, con eventos y procesos cuya existencia es asumida. Por lo tanto, todos estos conceptos hacia estos fénomenos, son propios de los humanos, lo cual, a un determinado nivel de abstracción, da como resultado que las creencias se consideren culturalmente universales (Pepitone, 1991).
Por otra parte, la creencia es conceptualizada como un estado mental. Un estado mental dotado de un contenido representacional, en su caso, semántico o proposicional y, por lo tanto, quiere decir que es susceptible a ser verdadero o falso que, además, dada su conexión con otros estados mentales y de otros contenidos proposicionales, es causalmente relevante o eficaz respecto a los deseos, las acciones y otras creencias del sujeto (Defez, 2005).
Al aparecer como supuestos del entendimiento del mundo, Villoro (1996) plantea dos concepciones de creencia. La primera se refiere a la creencia como ocurrencia mental, es decir, “… no versa sobre algo presente en la percepción o en el recuerdo, sino sobre lo representado en el juicio …” (p. 26). A diferencia de Pepitone (1991), quien considera que lo importante de la creencia es su contenido; Villoro (1996) expone que al poder distinguirse el contenido del acto intencional (lo percibido) del acto mismo que se dirige a él (el percibir) –el cual tiene una cualidad propia–, “… la creencia corresponde a la cualidad del acto, no a su contenido” (p. 27). La segunda concepción corresponde a la creencia como disposición. En este sentido:
… una disposición no es una ocurrencia. Las ocurrencias son directamente observables, aunque puedan ser privadas o públicas. Se expresan en enunciados que narran situaciones, datos o hechos, en oraciones que describen algo que acontece … . Las disposiciones, no son propiedades observables de los objetos, sino características que tengo que atribuirles para explicar ciertas ocurrencias (p.31).
Las creencias bajo este contexto, operan como guías de la acción que disponen al sujeto a responder de una determinada manera y no de otra. No obstante, para este autor, las creencias no necesariamente se expresan en acciones, sino que, solo si se presenta una determinada circunstancia, la persona se comportará de un modo tal que supone la existencia de un estado disposicional a actuar.
Las creencias tienen la función de representar la realidad del individuo, esto mediante los intercambios sociales que establece en su vida desde el momento que adquiere conciencia de sus actos; sirven como referentes para dar explicación a cada una de las circunstancias presentes en el mundo; son aquellas que dotan de sentido a la vida humana; dan explicación acerca de lo que es real para uno y lo que es real para otras personas, es por eso que también en muchas ocasiones se encuentran inconsistencias entre ellas (Lasaga, 1994).
Algunas inconsistencias entre las creencias a veces dependen no solo de cómo se adquieren o cómo se forman, sino de su contenido en sí. Ante ello, Pepitone (1991) sostiene que las clasificaciones de las creencias no siempre son puras; los observadores objetivos no siempre pueden determinar si los referentes de una determinada creencia son o no materiales. Sin embargo, es útil hacer la diferenciación entre categorías naturales y sobrenaturales. Dentro de la clasificación que este autor propone se encuentran aquellas de orden natural-material, las cuales “… se refieren a aquello que existe en el mundo material o aquello que puede ser definido como material en algún nivel de análisis. La categoría incluye creencias científicas y creencias sobre la historia y la sociedad” (p.64).
Por otra parte, el ser humano vive a diario diferentes sucesos personales, ambientales y socio-culturales, procesos que, la mayor parte de las veces involucran reflexiones existenciales. Y aun cuando la ciencia y la tecnología son uno de los conocimientos más certeros hoy en día, este muchas veces no responde a preguntas que son de orden más espiritual; por ello, dentro del sistema de creencias de las que dispone el ser humano para entenderse a sí mismo, al mundo y a los otros, se encuentran aquel conjunto de creencias que se basan en la experiencia emocional y a las cuales se adhiere fuertemente, hasta el punto de que las mantiene incluso ante evidencias en contra (Páez et al., 2007; Gastélum, 2010). Estas creencias son de corte religioso y secular (Pepitone, 1991).
Cabe señalar que, independientemente del tipo de creencias que posea el ser humano, estas no solo le dan un sentido y significado a su comportamiento, sino que le brindan los elementos de justificación necesarios para realizarlo, mantenerlo, modificarlo, suspenderlo o finalizarlo (Fernández, 2006).
Las creencias juegan un papel fundamental en los roles adaptativos de los seres humanos, ya que, funcionan como una guía del pensamiento y de la conducta; no obstante en muchas ocasiones se suelen confundir las creencias con los sistemas de conocimiento; conviene subrayar que las creencias individuales no requieren coherencia interna dentro del sistema de creencias, lo cual implica que son por su propia naturaleza, en algunas ocasiones indiscutibles, inflexibles y menos dinámicas que los sistemas de conocimiento; lo cual hace a la creencia algo inmutable y, cuando cambian no es el argumento o la razón lo que las altera, sino más bien un estado disposicional de carácter emocional o afectivo (Pajares, 1992).
Las creencias se producen como resultado de varios mecanismos y estructuras cognitivas, muchos de ellos le permiten al ser humano adquirir un determinado grado de compromiso con la creencia, es por eso que dentro de la psicología existen infinidades de ellos, sin embargo, la justificación es la más representativa al momento de querer conocer el por qué se mantienen determinadas creencias. Una creencia está justificada cuando existen razones genuinas que la apoyan, lo cual le va a permitir al ser humano de cierta manera tener una certeza de que lo que está diciendo es un indicio de credibilidad y, por lo tanto, el comportamiento será congruente con dichas creencias, dando paso a la satisfacción de deseos tanto personales como sociales (Nilsson, 2014).
Pero ¿Qué sucede cuando una creencia no está justificada ni se fundamenta en un argumento sólido?
Al querer comprender cada fenómeno del mundo, el ser humano utiliza sus creencias, creencias que le proporcionan una explicación contundente a las situaciones de su entorno, y las cuales a su vez, a menudo no están justificadas ni fundamentadas en argumentos sólidos, es decir, se fundamentan en actos de fe, sobre bases mágico-religiosas, o bien, a través de la constante desinformación que los medios masivos de comunicación proporcionan, en otras palabras, en repetidas ocasiones solo basta la validación y la consistencia de determinada información otorgada ya sea por estos medios o por la misma sociedad para hacerla válida, sin siquiera tomar en cuenta cuan irracional sea; es así como se le da permanencia a creencias que incluso no tienen un sustento empírico que las validen (Shermer, 2008).
La razón de que las personas crean en cosas o situaciones sin algún fundamento empírico se debe a que, es mucho más fácil validar algo socialmente aceptado que cuestionar la realidad y tener que atravesar por un proceso de reestructuración cognitiva, pues eso implica salir de la zona de confort que mantiene a los humanos en una postura reconfortante y que con frecuencia tiene que ver con la búsqueda de la felicidad y la satisfacción personal, por ello, las personas suelen aferrarse a cuestiones poco realistas e idealizadas (Nilsson, 2014).
Este aparente control que tiene el ser humano sobre sus creencias y que a su vez justifican determinados comportamientos a nivel individual o social, está definido a menudo por un carácter de supremacía del ser humano sobre sus propias condiciones de vida. Trayendo consigo que el tema de supremacía humana se torne bastante complejo, debido a que, trae consigo una constante disonancia entre la evaluación o jucio sobre un objeto, persona o fenómeno, la estructura del comportamiento y las formas de relacionarse con el mundo. Esta disonancia suele ser producto de las constantes interrogantes que el ser humano realiza sobre su propia existencia y, que a su vez reflejan su incesante necesidad por describir no solo el mundo material sino también explicar lo intangible y con ello, dar una respuesta “verdadera” para sí mismo y para los demás acerca de la realidad y así poder continuar admitiéndose como el supremo gobernante de la Tierra (Frandsen, 2013).
Con base a lo anterior, García (2009) plantea que el ser humano al ver que la racionalidad es una característica propiamente humana, empieza no solo a comprender una serie de atributos, sino también de cualidades, capacidades y virtudes, convirtiéndose en un ser social que busca la transformación de su entorno a toda costa, teniendo como consecuencia una serie de pensamientos y creencias de supremacía, dominación y egoísmo; creando así una doctrina irracional que busca la satisfacción personal por encima de los demás.
Al respecto, decir que los seres humanos solo son parte de la evolución biológica sería algo reduccionista, dado que este proceso va más allá de la selección natural; se trata de lo que plantea Dawkins en su libro El gen egoísta en el cual expresa que los genes son la representación de los humanos y por consecuente de las relaciones sociales que se establecen; donde el altruismo como el egoísmo juegan un papel muy importante en el comportamiento de las personas; ya que no existe una acción que sea realmente altruista, puesto que desde los primeros hombres siempre ha imperado esta lucha por la supremacía, la existencia y la supervivencia, lo cual ha llevado a cuestionarse de manera continua la idea de que el altruismo es solo un medio para actuar de manera egoísta y así conseguir los mejores beneficios posibles, es decir se costea el sacrificio por los beneficios; donde solo se refleja que de manera inconsciente siempre se espera algo a cambio (Dawkins, 2016, Hernández, 2016).
En este sentido, Dawkins (2016) señala que esta lucha por la supremacía, la existencia y la supervivencia, afecta todos los aspectos de la vida social que van desde el amor y el odio, la lucha y la cooperación, al hecho de dar y robar, hasta la codicia y generosidad. Ahora bien, si se considera en especifíco el impacto de esta lucha por la supremacía, la existencia y la supervivencia sobre otros fenómenos tan fundamentales para el ser humano como lo son la vida y la muerte, está más que claro que las creencias y concepciones contundentes que se tengan al respecto modificarán de manera decisiva el proceder individual y social de cada persona.
Bajo este contexto, la supremacía de la humanidad está incorporada en tres creencias universalmente invisibles: la primera, hace alusión a la idea de que la Tierra le pertenece a la humanidad; la segunda, versa sobre la concepción de que el ser humano es superior a todas las especies; y por último, que el planeta tiene los recursos para el mejoramiento de las personas; se dice que son invisibles porque no se expresan explícitamente pero que implícitamente están reflejadas en el comportamiento de las personas (Crist, 2017). Así, las creencias de supremacía absoluta se refieren a aquellas cualidades jerárquicas que ponen de manera concluyente a una persona, objeto o atributo por encima de otros. La creencia de supremacía es casi universal y forma parte de la configuración cultural de una sociedad.
Las creencias de supremacía absoluta han llevado al ser humano a crear una visión del mundo más dominante, en donde solo sobreviven los más fuertes o en su defecto aquellas personas que comparten características similares, en este caso las mismas creencias, es por eso, que las formas de vida y de interacción se mueven por el poder y la consistencia (Pearse & Pruss, 2012).
Ahora bien, si se consideran las creencias de supremacía absoltuta de acuerdo a la clasificación que establece Pepitone (1991) con respecto a las creencias de tipo natural-material y religioso-secular sobre los fenómenos antes mencionados de la vida y la muerte, el ser humano puede a través de estas no solo explicarlos y manipularlos, sino que ocasionalmente puede hacer algunas predicciones exitosas (Olivé, 2011).
Creencias de supremacía hacia la muerte y vida después de la muerte
En la antigüedad, el término de la muerte resultaba ambivalente, ya que por una parte implicaba el momento en la que el alma se deshacía de las ataduras terrenales y tenía la posibilidad de llegar a la gloria, mientras que la otra parte era la que generaba miedo e incertidumbre, debido a que, al llevar una vida llena de pecado implicaba castigo e infierno; es por eso que los misioneros y los clérigos introdujeron en la Nueva España representaciones simbólicas con el fin de resarcir los pecados en caso de tener una muerte repentina que no le permita a las personas arrepentirse por su cuenta y enmendar el camino (Von Wobeser, 2015).
De acuerdo con Von Wobeser (2015), la primera representación de la muerte es un esqueleto que portaba un arma para cortar la vida de las personas, en la actualidad todavía se suelen encontrar este tipo de imágenes, sobre todo en murales; otro emblema es la tradicional calavera, misma que es expuesta en los altares en noviembre como un símbolo de reflejo, en el que tarde o temprano todos los seres humanos se convertirán. Asimismo, sostiene que la muerte siempre ha sido un tema muy controversial para el ser humano, ya que, a pesar de sus habilidades y capacidades para dominar y controlar su entorno, hasta el momento no ha podido dar explicación “totalmente convincente” ante el misterio que rodea a la muerte en sí.
Entender el proceso de muerte, hace al ser humano cuestionarse qué es lo que hace en vida, dado que, desde un inicio la relación que este tiene con los dioses y espíritus fue entendida desde creencias religiosas-seculares sobre un plano sobrenatural, lo cual polariza la existencia de lo que se conoce en el mundo y lo que se encuentra en lo que llaman “más allá” (Duche, 2012).
La muerte es un hecho trascendente que va más allá de una mera explicación médica-biológica, ya que implica otro tipo de repercusiones que van desde el punto de vista antropológico, filosófico, psicológico, médico hasta el religioso. Desde la época prehistórica los seres humanos hacen un especial énfasis al procedimiento que se debe llevar a cabo después de que una persona ha fallecido, dando paso a una infinidad de creencias naturales-materiales o religiosas-seculares respecto a este fenómeno; una de ellas es la creencia de que la muerte es algo malo, algo que debe evitarse, algo a lo que hay que tenerle miedo, es incertidumbre, dolor, tristeza, etc. (Pacheco, 2003; Machado,1994).
Diversos autores han conceptualizado el fenómeno de la muerte de la manera más clara y concreta posible, sin embargo, la complejidad de este término implica un abordaje teórico que incluya distintas perspectivas que le permitan al ser humano hacer una interpretación de este concepto de la mejor manera y que se ajuste a cada una de las normas e interpretaciones vigentes en la sociedad en la que se encuentra; por ejemplo, Lynch y Oddone (2016) sostienen que la percepción de la muerte en el occidente ha atravesado dos grandes etapas: la primera tiene que ver con el dominio de la muerte domesticada, en donde los individuos solo toman conciencia de su muerte hasta la aparición de señales divinas, esta etapa se caracteriza por la aceptación de la muerte de una manera natural y serena; mientras que la segunda etapa, se caracteriza por un profundo rechazo e invisibilización de la muerte, y se le denomina muerte invertida porque los duelos y las ceremonias son mucho más discretos e íntimos.
Por otra parte, Machado (1994) ofrece una definición de la muerte basada en los dos componentes de la conciencia, es decir, como capacidad y como contenido, ya que para él esta definición de muerte humana es la más concreta de acuerdo a su teoría del funcionamiento del organismo como un todo, cuyas bases neurales pueden establecerse y proveer atributos que son esenciales y únicos del ser humano, así establece que la muerte alude a la pérdida irreversible de la capacidad y del contenido de conciencia.
De las concepciones sobre la muerte, Aguirre, Ponton y Roa (2010) definen diferentes perspectivas como la médica, la religiosa, la psicológica y la budista, y ponen en tela de juicio la creencia de que la muerte es solo un suceso trágico en la vida de las personas.
Desde la perspectiva de estos autores, la concepción médica- biológica de la muerte alude al deceso de todos los signos vitales del cuerpo humano, convirtiéndose en un proceso de muerte total sin retorno alguno. En tal sentido, la ciencia y la tecnología han contribuido a mantener la creencia de que la muerte es algo muchas veces indeseable, al no tomar en cuenta los sentimientos o el sufrimiento que pueden padecer aquellos enfermos y sus familiares, convirtiéndose en un proceso demasiado mecanicista que deshumaniza el sufrimiento ajeno, pretendiendo el total control y dominio de las circunstancias.
Siguiendo este contexto científico, Tamayo (2008) sostiene que la muerte es un proceso que ocurre en distintos niveles de organización y requiere inversión de energía:
“La muerte es un proceso que ocurre en seres vivos, se inicia cuando los cambios son irreversibles, se caracteriza por la pérdida de la complejidad de su organización y por la disminución en el contenido de energía, y termina cuando la diferencia de este contenido energético con el medio ambiente es cero (p.33)”.
Para este autor, la muerte permite la renovación de las poblaciones que participan en la selección natural frente a las condiciones siempre cambiantes del medio ambiente; de tal forma que la muerte es el mecanismo de eliminación de los individuos que ya han cumplido con su única función biológicamente significativa, es decir, la de dar origen a otros individuos. “La desaparición de los individuos es una parte esencial del proceso evolutivo, el final de todos los experimentos de la naturaleza” (p.36).
La muerte del cuerpo se ve entonces como el fin absoluto de cualquier forma de actividad consciente. Ante ello, la inevitabilidad, la irreversibilidad y la permanencia de la muerte crean ansiedad en todos los individuos en algún momento de la vida (Niemiec & Schulenberg, 2011).
Ahora bien, continuando con Aguirre, Pontón y Roa (2010) desde la perspectiva religiosa, la muerte funciona como un modelo orientador y facilitador en la búsqueda de un nuevo camino y de una respuesta reconfortante a todas aquellas interrogantes que el ser humano se plantea respecto a la vida, la muerte y la vida después de la muerte, contrario a la perspectiva médica-biológica, la religión busca dar las herramientas necesarias para el afrontamiento de este fenómeno, basados en la idea de la fe, los milagros y la bondad de Dios, lo cual genera actitudes de esperanza y cambios espiritualmente significativos para el ser humano.
En cuanto a la muerte desde la perspectiva psicológica, para estos autores esta se explica a través de la tanatología, la cual es una disciplina que se encarga del estudio de la vida, la muerte y el proceso de morir, es por ello que se busca encontrar herramientas que brinden distintas habilidades para el afrontamiento y el control emocional concibiendo a la muerte como la pérdida más dolorosa a la que se enfrenta el ser humano en todos sus aspectos, tanto físico, psíquico, social y espiritual.
Finalmente, desde una visión budista, la muerte es un hecho imprevisible, es decir, que a pesar de que el ser humano este consciente de que algún día llegará ese momento, no sabe ni cómo ni cuándo llegará, por lo que debe aprender a vivir de una manera pacífica cultivando paz en su interior y en su forma de vivir, y esto solo lo conseguirá por medio de la meditación. Cabe señalar que, desde esta perspectiva los seres humanos le temen a la muerte porque tienen un desconocimiento de sí mismos (Aguirre, Pontón y Roa, 2010).
Ahora bien, de todas las interrogantes que tiene el ser humano respecto a la vida y el sentido que tiene esta, existe otra incógnita que ha generado aún más polémica, no solo para el ser humano en sí mismo, sino también para las diferentes perspectivas que han tratado de abordarla; en tal caso se trata de la existencia o no de una vida después de la muerte.
Al respecto, una de las perspectivas que más ha abordado este tema ha sido la religiosa, siendo uno de los medios por los cual el ser humano orienta su forma de conducirse por la vida (Cano y Herrera, 2019).
Si hay algo certero en este mundo, es la muerte, debido a que, el ser humano no tiene control sobre cuándo y cómo va a morir, es un hecho que todos en algún momento tendrán que asumir, lo cual genera un gran temor en la vida de cada persona, la sola idea de la finitud ocasiona un gran dolor y sufrimiento, encontrando una estabilidad en la fe religiosa, ya que esta perspectiva más que llenar un vacío biológico se basa en la enseñanza y mantenimiento de una vida eterna, es decir, de preservar esa esperanza de continuar haciendo lo que no se hizo en vida, incluso hasta de poder enmedar aquellos errores cometidos en la vida y asi alcanzar la “salvación eterna” ante los pecados inmersos en la vida cotidiana; los principales motivos para alcanzar la salvación de la vida material se basan en la estructura indivisible del ser humano y de la unidad de destino del hombre y de la humanidad como tal, dando paso al credo cristiano que se conoce actualmente, es decir, aquel que promete la resurrección de los muertos y la vida eterna (Gil, 1984).
Las enseñanzas cristianas han dejado una serie de premisas importantes que dan seguimiento a la idea que se tiene de la vida después de la muerte; entre ellas está la creencia de que Dios todopoderoso mandó a su hijo para profesar su palabra y así liberar a la humanidad de la decadencia y del pecado, siendo su muerte un acto voluntario, un sacrificio por la humanidad, siendo su muerte una victoria más que una derrota, al preservar la idea de la vida eterna, ya que su resurrección dejó una gran huella para la humanidad, sosteniendo que no hay razón alguna para temerle a la muerte, al contrario es la oportunidad de alcanzar la “bondad divina”, en donde las almas están destinadas a una larga y eterna vida, tomando como referencia “lo bueno y lo malo”, en otras palabras, esta vida solo se consigue si se ha logrado establecer una paz y comunión con Dios, renunciando a todas aquellas cosas terrenales de la vida (Pearse & Pruss, 2012).
Con base a lo anterior, Goméz (2011) sostiene que las creencias y las tradiciones religiosas desde hace siglos se han caracterizado por mantener el control de la sociedad por medio de sus ideologías, siendo la muerte una cuestión relacionada con la moralidad, proclamando la “salvación” en las buenas acciones, el arrepentimiento de los pecados, el encuentro espiritual con Dios, y la ayuda hacia el prójimo; opuesto, de aquellas personas que deciden no buscar la sanación para su alma, quienes seguramente no tendrán un lugar en el cielo y serán desterrados de la oportunidad de gozar de cada uno de los beneficios que promete la salvación del alma; aun cuando los familiares se esfuercen por rezar para que esta encuentre la luz y la paz que necesita.
Las creencias religiosas hacia la muerte o la vida después de la muerte poseen un fuerte componente emocional que le permite a la humanidad no solo sentir, actuar y relacionarse con los demás; sino también, dar un sentido al mundo al atribuir causas a los efectos, al procurar la eficacia de las acciones, o bien, el sentir el control de su propia vida. Así lo señala Darwin (1987, p.47):
“El sentimiento de la devoción religiosa es muy complejo: compónese de amor, de una sumisión completa a un superior misterioso y elevado, de un gran sentimiento de dependencia, de miedo, de reverencia, de gratitud, de esperanza para el porvenir, y quizás también de otros sentimientos. Emoción tan compleja no la podrá sentir ningún ser que no hubiese llegado a alguna superioridad de facultades morales e intelectuales”.
Estas creencias, la mayor parte de las veces se encuentran incorporadas en las ideologías y existen dentro de organizaciones más o menos estructuradas. Se forman a través de un proceso de internalización individual; sin embargo, no pueden individualizarse por completo, dado que todo sistema religioso se origina a partir de la continua actividad social de interpretar la realidad. Constituyen el fundamento justificativo de la acción humana, a pesar de que en ocasiones es difícil dar cuenta de aquello que se cree (Fernández, 2006; Pepitone, 1991; Scharf, 1974).
Desde la ciencia psicológica, se establece que el ser humano tanto puede ser portador de creencias, como un receptor de ellas, tomando en cuenta la influencia del contexto en el que se desenvuelve (Remolina, 2008). Así las creencias religiosas sobre la vida después de la muerte pueden ser solo una expresión de la influencia social.
Como se observa, a pesar de la certeza y de la universalidad fáctica de la muerte, han sido muchos los modos, y a veces casi opuestas entre sí, las formas en que ha sido descrita, comprendida y explicada. No obstante, la muerte y la vida después de la muerte no son los únicos fenómenos que causan incertidumbre en el ser humano, tal es el caso del fenoméno de la vida en sí mismo.
Conceptualización de vida
Anteriormente se ha hecho énfasis en la necesidad del ser humano por entender todos aquellos fenómenos inherentes a su existencia, siendo asi la “vida” uno de los conceptos primordiales. Existen muchas teórias que ofrecen una definición acerca de lo que es la vida y su origen.
La Real Academia Española (2021) define a la vida como:
1) Fuerza o actividad interna sustancial, mediante la que obra el ser que la posee, 2) Unión del alma y del cuerpo, 3) Ser humano, 4) Relación o historia de las acciones notables ejecutadas por una persona durante su vida, y 5) Estado del alma después de la muerte.
Las primeras definiciones acerca de la vida vienen de la filosofía con las ideas de Tales de Mileto, quien establecía que la vida estaba en el agua; mientras que Aristóteles sostenía la idea de que los objetos se diferenciaban de las cosas vivas, por esta capacidad que tienen de organizarse pese a las condiciones externas e internas del medio ambiente; cada una de estas aproximaciones nacieron a partir del sentido común y de esta curiosidad por encontrar una explicación racional acerca de cuál es el origen de la vida, recurriendo a una serie de instrumentos, concepciones y teorías que le ayudarán al ser humano en ese momento a responder las interrogantes de su existencia (Álvarez, Gamboa, García, Cedeño y Bolaños, 2017).
Desde la visión religiosa, el origen de la vida se puede explicar a través del “Génesis” el cual contextualiza la presencia hacia la naturaleza de un verdadero Dios como un solo ser, omnipotente, bueno y omnisciente; dentro de la Biblia, el Génesis narra como Dios en tan solo siete días fue creando paso a paso desde la naturaleza hasta el ser humano (Adán y Eva); esta concepción de vida estaba basada en la “perfección”, dicho de otra manera, hace referencia a una vida libre del pecado, donde los primeros hombres estaban destinados a vivir en armonía y seguir los preceptos de su creador, no obstante, tal cual lo expresa la Biblia, al comer el fruto prohibido, estas personas se dotaron de conciencia, la misma que les ha permitido hasta la actualidad transformar su modo de vida (Álvarez, Gamboa, García, Cedeño y Bolaños, 2017).
Siguiendo esta idea, el concepto de la vida se vuelve un concepto idealista, y a pesar de que hoy en día hay un sin fín de organizaciones religiosas, todas concuerdan en la idea de que existe un ser superior o ente divino que brindó un alma viva a una carne inanimada y con ello, diseñó la vida con un propósito determinado, imposibilitando así, la oportunidad de que el hombre conozca cuál es el sentido y esencia de su propia vida, perdiendo absolutamente el control de ella (Oparin, 2003).
Por otra parte desde la perspectiva biológica Oparin (2003) sostiene la idea de que la vida es de naturaleza material y que gracias a ello los seres humanos pueden estudiar cada una de las leyes que le permiten modificar y transformar el ambiente en el que se encuentra; aunque dentro de su conocimiento existen circunstancias que resultan intangibles, encontrando así una limitante para comprender cada uno de los fenómenos existentes; ante ello, en algunas ocasiones recurre a plantear una serie de explicaciones sobrenaturales para dotar de sentido a cada uno de esos fenómenos.
Por lo anterior, para este autor la primera etapa del origen de la vida se remonta a la formación de sustancias organicas básicas, las mismas que al combinarse con otros elementos como el carbono, el azufre, el nitrógeno, etc., dan paso a la formación de sustancias más complejas, que conforme se iban mezclando iban creando compuestos como carbohidratos, proteínas y aminoácidos, las cuales se almacenaban en el agua.
Del mismo modo, otra de las teorías más populares respecto al origen de la vida es la hipótesis del Big Bang, la cual establece que hace miles de millones de años, había una concentración de materia sumamente pequeña, la cual un día explotó en gran espacio en blanco, lo cual dio lugar a que toda esta materia se empezara a esparcir, y a agrupar para dar paso a las primeras estrellas y galaxias, responsables de formar el universo tal cual se conoce en la actualidad (Torres, 2017).
Continuando con las concepciones científicas, desde el punto de vista de la biología contemporánea, una comprensión adecuada de las propiedades mínimas requeridas para que un sistema pueda ser considerado vivo requiere el reconocimiento de la evolución y de los procesos implicados en ello. En este sentido, la condición de vida es marcada por la transición de reacciones puramente químicas a entidades autónomas y reproductoras capaces de evolucionar por selección (Tirard, Morange & Lazcano, 2010).
En téminos generales, cabe señalar que, de acuerdo con Oliver y Perry (2006) los intentos de abordar la definición de sistemas vivos a menudo conducen nada más que a caracterizaciones fenomenológicas de la vida, que a su vez a menudo se reducen a una mera lista de propiedades observadas (o inferidas). Estos inventarios son no solo insatisfactorios desde un punto de vista epistemológico, sino que también pueden volverse obsoletos fácilmente y no proporcionar criterios suficientes por los cuales se pueda definir el tema de la vida.
Hoy en día, el tema de la vida se ha vuelto muy controversial, no solo por lo que se plantea en función de su concepción y origen, sino más bien, por la parte bioética que ha generado un sin fín de debates por cuestiones de carácter moral, y que al final del día están determinados por el sistema de creencias radicales o de supremacía que tiene un individuo. A modo de ejemplo, el tema del aborto, la clonación de animales, la fecundación in-vitro, la eutanasia, etc., son formas de alterar la naturaleza de la vida humana, y por lo tanto su curso, perdiendo el “sentido” no solo de la vida misma, ya que también se ponen en tela de juicio los valores que una persona debe tener para poder aceptar la transición natural de este fenómeno (Boladeras, 2007).
La muerte y la vida como fenómenos que forman parte de la naturaleza y condición humana, trascienden más allá de un mero hecho biológico, pues traen consigo importantes repercusiones desde los puntos de vista antropológicos, psicológicos, morales, sociales, filosóficos, religiosos, etc. El carácter misterioso de cada uno y los sufrimientos que normalmente los preceden, han impresionado al ser humano de todas las épocas.
Cabe señalar que, si se considera el impacto que tienen las creencias de supremacía absoluta sobre estos eventos tan fundamentales para el ser humano, conducen a plantear la idea de su valor como guías orientadoras del comportamiento humano, cuyo fundamento científico, religioso y secular refuerza tanto la idea de tener el control absoluto sobre ellos como la pertenencia del ser humano a un grupo, elementos que han sido necesarios a nivel evolutivo para el desarrollo de la humanidad (Castrillón, 2019). Ahora bien, si se establece la relación de estos fenómenos, vía las creencias, con problemáticas sociales que aquejan a la sociedad hoy en día tales como el contexto actual ocasionado por la pandemia por Covid-19, se puede llegar a comprender las conductas adoptadas por la población en general durante el confinamiento.
Esta relación entre creencias de supremacía y el comportamiento emitido por las personas ante esta pandemia es muy alta, por ello, Ramakrishnan (2020, citado en, la Redacción, 2020) menciona que tenemos que emerger de la pandemia menos arrogantes, esto al considerar que como seres humanos sentimos que hemos dominado la naturaleza, que hemos dominado la tecnología, que somos los amos del universo, es decir, debemos tener menos esa sensación de que podemos controlar todo para construir una sociedad más resiliente.
Pandemia por Covid-19
Actualmente la sociedad se encuentra en una crisis que ha hecho que el ser humano se cuestione aún más las interrogantes respecto a la vida, la muerte y la vida después de la muerte, ya que la pandemia por Covid-19 ha sido el reflejo de cómo las personas manifiestan sus creencias a través de sus conductas, y de cómo una situación de esta índole puede llevar a cuestionar tanto pensamientos e ideologías como la toma de decisiones irracionales a consecuencia de la influencia y la cooperación social (Gómez, 2020).
A finales del 2019 en la ciudad de Wuhan China se empezaban a reportar los primeros 27 casos de neumonía, donde 7 de ellos se encontraban sumamente graves, hasta ese momento se desconocían las causas; para el 7 de enero del 2020 el ministerio de sanidad de China logra identificar un nuevo coronavirus, el cual se propagaba de manera inmediata con el simple contacto con las personas (a través de las vías respiratorias, mediante la tos, la saliva, los estornudos, etc.); para mediados de enero ya se había reportado un aumento creciente en los contagios, además de que ya no solo se trataba de China, sino que empezaba el contagio en otros países, por lo que ante dicha situación en marzo del 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) se vio en la necesidad de alertar a todo el mundo sobre la llegada de una pandemia (Maguiña, Gastelo y Tequen, 2020; Cortés y Ponciano, 2021).
La actual pandemia de Covid-19, producida por una cepa mutante de coronavirus el SARS-CoV‑2, ha generado en todo el mundo, en el siglo xxi, una severa crisis económica, social y de salud, nunca antes vista (Maguiña, Gastelo y Tequen, 2020). En México, por ejemplo, hasta el 18 de noviembre del 2021 los casos positivos estimados eran 4,076,789, las defunciones estimadas 305,518 y los activos estimados de 20,115 (Gobierno de México, 2021).
De acuerdo a las investigaciones realizadas a lo largo de este tiempo se ha logrado tener cada vez más, información clara y concisa respecto al SARS-CoV‑2, deduciendo que su rápida multiplicación se debe a que su material genético se repite en un 80%; este virus tiene como fórmula glucoproteínas transmembrana, lo cual permite que se adhiera a la célula objetivo, en donde ocurre la replicación viral del ARN.
De acuerdo con Maguiña, Gastelo y Tequen (2020) los datos relacionados con la mortalidad de esta enfermedad se basan en tres criterios principalmente: el primero, establece de manera general que los informes de Chi de los CDC sugieren una tasa de letalidad de 0,25–3% ; en segundo lugar, también se encuentra una relación con la ubicación geográfica en donde se desarrolla el virus, lo cual va a tener como consecuencia una variación en cuanto a los valores estadísticos; por último, las aproximaciones de mortalidad también pueden estar influenciadas por datos demográficos y determinantes sociales.
Los determinantes sociales según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2021) se definen como:
“Las circunstancias en que las personas nacen crecen, trabajan, viven y envejecen, incluido el conjunto más amplio de fuerzas y sistemas que influyen sobre las condiciones de la vida cotidiana”.
Las cuestiones de las que se habla están determinadas por las políticas públicas, la distribución económica, los sistemas políticos, etc., los cuales van a depender de cada país; por ejemplo, México es conocido por la gran diversidad social, económica, cultural y ecológica; no obstante, esta diversidad es solo un camuflaje que esconde el trasfondo que tiene el país, ya que tiene una gran brecha en cuanto a la inclusión, la pobreza y el acceso a los servicios de salud; de este modo las principales determinantes sociales que ponen en desventaja a la población mexicana son: los grupos vulnerables, la edad, el sexo, los índices de mortalidad y morbilidad, la escolaridad, el nivel socioeconómico y el ámbito laboral (Cortés y Ponciano, 2021).
Toda esta situación ha tenido como consecuencia inmediata, a nivel psicológico, una serie de malestares, como el miedo, las percepciones distorsionadas y una incertidumbre excesiva; lo cual ha llevado al ser humano a comportarse de una manera negativa repercutiendo no solo sobre su salud, sino también sobre la salud de la sociedad en general. Ante situaciones como esta, el ser humano pone a prueba su capacidad para hacer frente a la adversidad, dando paso al desarrollo de actitudes negativas hacia la pandemia, o bien, concepciones, ideas y creencias a veces irracionales (Urzua, Vera, Caqueo y Polanco, 2020; Nuñez, Castro, Tapia, Bruno y De Leon, 2020).
Bajo estos términos, se debe reconocer que cuando el ser humano se ve amenzado suele conducirse de manera “irracional” poniendo en tela de juicio esa capacidad para afrontar una situación de tal magnitud, buscando de primera instancia satisfacer sus necesidades básicas, cayendo en el egoismo y la supremacía de la que se hablaba con anterioridad, puesto que la sensación de pérdida de control ante las situaciones adversas cambia por completo las expectativas respecto al futuro y el sentido de la vida, buscando encontrar esas respuestas a toda costa; sin embargo, es sumamente contradictorio que al mismo tiempo las situaciones de crisis generen una gran empatía, transformando tanto las creencias de supremacía como las actitudes negativas en otras formas de cooperación y de supervivencia, en donde salgan beneficiados la mayor parte de la sociedad, o al menos eso es lo que se busca (Jaimes, 2020).
La pandemia por Covid-19 está llena de paradojas, revela el orden oculto de las cosas. Pero no en sentido místico: revela que el ser humano es un sistema complejo y está hecho de interrelaciones (Behncke, 2020, como se citó en, Pais, 2020). Esta interrelación está constituida no solo por la parte ambiental, biológica y social del ser humano, sino también por la parte psicológica, la cual alude a la forma en cómo el ser humano está entendiendo, comprendiendo y tratando de explicar esta pandemia en general. Al respecto, Grace (2020, como se citó en, Martins, 2020) sostiene que el mundo se enfocó correctamente en la respuesta médica y en reiniciar la economía de cada país, sin embargo, a menos que se vean cuáles son las fuentes de esta crisis, la pandemia estará lejos de culminar, o bien, se van a tener más iguales o peores que ella. Después de todo, uno de los propulsores principales de esta emergencia sanitaria, es el comportamiento humano y aunado a él, las actitudes que los seres humanos tienen sobre las medidas sanitarias que se están implementando a nivel mundial así como las creencias que se tienen sobre el origen del propio virus.
Materiales y Métodos
Participantes
Se seleccionó una muestra no probabilística de 1200 habitantes de la población en general de los cuales el 48.9% son hombres y el 51.1% mujeres. El 5.6% tiene escolaridad básica, 23.2% media superior, 63.6% escolaridad superior y, finalmente, el 7.7% cuenta con un posgrado. En cuanto a religión, el 58.5% es católico, 8.3% cristiano, un 7.7% práctica una religión diferente a las anteriores y, el 25.6% declaró no practicar alguna religión. En cuanto al estado civil, el 58% son solteros, mientras que el 42% son casados. Del total de la muestra, el 54.5% percibe de 1 a 3 salarios mínimos, 24.9% de 4 a 6 salarios mínimos, un 13.6% de 7 a 9 salarios mínimos y, el 7% percibe más de 10 salarios mínimos. Con respecto a la edad, el 37.8% se encuentra en un rango entre 18 y 29 años, 15.8% entre 30 y 39 años, 19.3% de 40 a 49 años, 13.3% entre 50 y 59 años y, 13.7% de 60 años en adelante. Finalmente, de la muestra en su conjunto el 43.8% perdió algun familiar a causa de la pandemia por Covid-19, mientras que el 56.2% no padeció de ello.
Instrumento
El instrumento que se utilizó para medir las creencias de supremacía absoluta hacia la muerte, la vida y el Covid-19 se encuentra constituido por 37 reactivos distribuidos en seis factores que representan las creencias científicas, religiosas y seculares de la población en general sobre estos temas. La confiabilidad del instrumento presenta un valor del coeficiente alpha de Cronbach de .867 y una varianza total explicada de 54.411%.
Procedimiento
La escala fue aplicada a la muestra seleccionada a través de medios digitales haciendo uso de redes sociales como vía de distribución, entre ellas se utilizó Facebook, Formularios Google, correo electrónico y WhatsApp. Al no tener un contacto directo con los participantes, cada una de las escalas contó con la información necesaria para su llenado. Esta información aludia a los objetivos, características, condiciones del estudio y la confidencialidad de la información brindada en caso de aceptar contestarla. Asimismo, se especificó las instrucciones de llenado del instrumento asegurando que los participantes comprendieran por completo lo solicitado. La aplicación total de las escalas se llevó a cabo en un período aproximado de mes y medio. Una vez recolectada la información, se procedió al análisis estadístico de los datos obtenidos.
Resultados
Propiedades psicométricas del instrumento
La capacidad discriminativa del instrumento se refleja en el índice de discriminación, este índice de correlación reactivo-total refleja el grado de homogeneidad de los reactivos que lo componen. En tal caso, los valores del índice están comprendidos entre .075 (reactivo 36) y .596 (reactivo 22). A través de este análisis no se eliminó algún reactivo, debido a que, el valor del “Alfa si se elimina el elemento” no afectó el valor del coeficiente obtenido previamente de α = .867 (Ver, Tabla 1).
Tabla 1. Media, desviación estándar y estadística de relación reactivo – total en el instrumento de creencias de supremacía absoluta sobre muerte, vida y COVID-19 |
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Reactivo | Media | D.E | Correlación elemento-total corregida | Alfa de Cronbach si se elimina el elemento |
1 | 2.72 | 1.352 | .548 | .859 |
2 | 3.83 | 1.232 | .090 | .869 |
3 | 2.65 | 1.326 | .537 | .859 |
4 | 3.80 | 1.136 | .276 | .865 |
5 | 3.34 | 1.282 | .151 | .868 |
6 | 2.58 | 1.108 | .214 | .866 |
7 | 2.76 | 1.243 | .522 | .860 |
8 | 1.63 | .901 | .335 | .864 |
9 | 3.10 | 1.180 | .498 | .860 |
10 | 3.26 | 1.214 | .238 | .866 |
11 | 1.78 | .937 | .354 | .864 |
12 | 3.17 | 1.184 | .317 | .864 |
13 | 3.15 | 1.120 | .187 | .867 |
14 | 2.68 | 1.355 | .580 | .858 |
15 | 1.81 | 1.015 | .471 | .861 |
16 | 2.92 | 1.215 | .517 | .860 |
17 | 2.89 | 1.417 | .592 | .857 |
18 | 2.96 | 1.067 | .378 | .863 |
19 | 2.61 | 1.241 | .408 | .862 |
20 | 3.35 | 1.254 | .127 | .869 |
21 | 3.14 | 1.184 | .377 | .863 |
22 | 2.46 | 1.317 | .596 | .858 |
23 | 1.98 | 1.025 | .350 | .864 |
24 | 2.34 | 1.299 | .540 | .859 |
25 | 2.43 | 1.046 | .365 | .863 |
26 | 2.96 | 1.371 | .553 | .859 |
27 | 3.54 | 1.165 | .175 | .867 |
28 | 2.21 | 1.186 | .564 | .859 |
29 | 2.55 | 1.186 | .195 | .867 |
30 | 3.32 | 1.185 | .185 | .867 |
31 | 2.27 | 1.199 | .546 | .859 |
32 | 3.41 | 1.123 | .119 | .868 |
33 | 3.26 | 1.136 | .087 | .869 |
34 | 3.01 | 1.203 | .486 | .861 |
35 | 2.07 | .957 | .401 | .863 |
36 | 2.84 | 1.106 | .075 | .869 |
37 | 3.18 | 1.146 | .263 | .865 |
Los estadísticos descriptivos de los resultados de la puntuación en cada reactivo, considerando la distribución de las respuestas a través de las medias, las varianzas y las desviaciones estándar muestran los siguientes valores. Para las estadísticas de escala, la media indica un valor de 103.95, la varianza se sitúa en un 331.158 y un valor de 18.198 para la desviación estándar con 37 elementos analizados.
Después del proceso de análisis de confiabilidad, se llevó a cabo el test de Kaiser-Meyer-Olkin (KMO) y el Test de Esfericidad de Bartlett. Los resultados para estas pruebas indican que la medida de adecuación muestral KMO obtuvo un valor igual a 0.941 y la prueba de Esfericidad de Bartlett muestra un valor aproximado de c2= 32902.087 para 666 gl con una p=.000.
Ahora bien, con el fin de encontrar el número mínimo de factores homogéneos capaces de explicar el máximo de información de los datos obtenidos, a la escala conformada por 37 reactivos se le aplicó el análisis factorial exploratorio.
A través del método de extracción de análisis de componentes principales y el método de rotación Varimax con normalización Káiser que convergió en 9 iteraciones se obtuvieron un total de seis factores. Aunado a ello, a través del valor de la comunalidad de cada reactivo se eliminaron aquellos que se encontraron por debajo de 0.35 por lo que se extrajó solo el reactivo número 35.
En cuanto a la gráfica de sedimentación, esta indica que los seis primeros componentes principales tienen valores propios mayores que 1. Estos seis componentes explican 54.411% de la variación en los datos. La gráfica de sedimentación muestra que los valores propios comienzan a formar una línea recta después del sexto componente principal (Ver, Gráfico 1).
Grafico 1. Gráfico de sedimentación
Los seis factores en su conjunto explican el 54.411% de la varianza total de la escala. Los valores de la varianza total explicada para cada factor se muestran a continuación (Ver, Tabla 2).
Tabla 2. Varianza explicada, varianza acumulada, medias y desviaciones estándar de cada factor |
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Factores | % varianza explicada | %
varianza acumulada |
M | DE |
FACTOR 1. Creencia religiosa: Vida, muerte y COVID-19 como productos de Dios. | 25.436 | 25.436 | 2.66 | 1.007 |
FACTOR 2. Creencia religiosa y secular: Dios y las terapias alternativas ante el COVID-19. | 13.500 | 38.936 | 1.95 | .665 |
FACTOR 3. Creencia científica. La ciencia ante la vida, la muerte y el COVID-19. | 5.455 | 44.391 | 3.22 | .818 |
FACTOR 4. Creencia científica: Conceptualización de muerte. | 4.075 | 48.466 | 3.50 | .802 |
FACTOR 5. Creencia científica: Conceptualización de vida. | 3.001 | 51.467 | 3.07 | .673 |
FACTOR 6. Creencia científica: Origen de la pandemia por coronavirus. | 2.944 | 54.411 | 2.97 | .906 |
La solución factorial obtenida para la escala de creencias de supremacía absoluta hacia la muerte, la vida y el Covid-19 se muestra en la tabla 3.
FACTOR 1. Creencia religiosa: Vida, muerte y Covid-19 como productos de Dios. El contenido de este factor alude a la diversidad de creencias religiosas de supremacía absoluta que enfatizan en que la vida es un don, un regalo sagrado que ha sido dado por Dios, donde únicamente él tiene derecho a decidir cuándo la infunde a un cuerpo y cuándo su tiempo de estancia en la tierra ha terminado. Versa sobre creencias sobrenaturales tales como la inmortalidad, resurrección y trascendencia; así como en la obediencia en leyes divinas y el destino del alma en vidas posteriores; aunado a ello, este factor representa las creencias sobre la salvación, recibir el perdón de los pecados y la vida eterna, lo cual está determinado por la relación que cada ser humano tenga con Dios. En consecuencia y con motivo de la pandemia por coronavirus, también se considera que Dios es el único que puede salvar a la humanidad de la enfermedad por Covid-19. El valor de alpha de Cronbach para este factor es de .942 con una varianza total explicada de 25.436%.
FACTOR 2. Creencia religiosa y secular: Dios y las terapias alternativas ante el Covid-19. Con un valor de alpha de Cronbach igual a .764 y una varianza total explicada de 13.500%, este factor está compuesto por una serie de creencias religiosas de supremacía absoluta sobre los poderes de Dios sobre la humanidad, esto al ocasionar la pandemia por coronavirus como castigo a sus pecados cometidos, así como creencias seculares de supremacía absoluta sobre la eficacia de diferentes terapias alternativas para sanar dolores físicos y emocionales que aquejan al ser humano, específicamente los síntomas causados por el Covid-19.
Con un valor de alpha de Cronbach igual a .722 y una varianza total explicada de 5.455%, el FACTOR 3. Creencia científica. La ciencia ante la vida, la muerte y el Covid-19, representa a las creencias de supremacía absoluta cuyo fundamento se basa en la ciencia para determinar lo que es estar vivo y lo que es estar muerto. Se considera que la ciencia es la única que puede a través de sus avances en la clonación molecular, terapia celular regenerativa o la criogenia prolongar la vida del ser humano de manera indefinida. Asimismo, sobre este contexto se presentan creencias que aluden a que los avances de la ciencia tales como el desarrollo de vacunas y los protocolos de salud son los únicos que pueden hacer frente a la pandemia por Covid-19.
El FACTOR 4. Creencia científica: Conceptualización de muerte, muestra creencias científicas de supremacía absoluta cuyo fundamento se basa en lo médico-biológico para determinar la muerte. Morir significa la pérdida irreversible de las funciones vitales; muerte encefálica o paro cardíaco irreversible; muerte celular; el fin total de la existencia del ser humano, de la existencia de todo ser vivo sobre la Tierra. Con ello, se presentan creencias que hacen referencia al hecho de que el ser humano es el único que crea sus propias condiciones de vida y muerte. Este factor tiene un valor de alpha de Cronbach de .573 con una varianza total explicada de 4.075%.
El FACTOR 5. Creencia científica: Conceptualización de vida, presenta un alpha de Cronbach igual a .636 y un valor de varianza total explicada de 3.001%. Este factor, como el anterior, involucra creencias de supremacía absoluta de índole científico sobre lo qué es la vida, asumiéndola únicamente como el producto de las relaciones interpersonales del ser humano, el resultado histórico de una combinación de elementos físico-químicos y el fruto de la evolución biológica sin necesidad de una intervención divina.
Por último, el FACTOR 6. Creencia científica: Origen de la pandemia por coronavirus, enfatiza en la fuente de origen del virus que ocasionó la pandemia por Covid-19. En tal caso, resalta creencias científicas de supremacía absoluta sobre el papel de la ciencia y del ser humano como únicos agentes creadores de dicho virus. Después de todo la ciencia es la fuente más importante de adquisición de conocimiento sobre la realidad y desarrollo humano. Este último factor tiene un valor de alpha de 617 con una varianza total explicada de 2.944%.
Correlación de Pearson por factores
Tabla 4. Correlación de Pearson por factores |
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FACTOR 1. Creencia religiosa: Vida, muerte y COVID-19 como productos de Dios. | FACTOR 2. Creencia religiosa y secular: Dios y las terapias alternativas ante el COVID-19. | FACTOR 3. Creencia científica. La ciencia ante la vida, la muerte y el COVID-19. | FACTOR 4. Creencia científica: Conceptualización de muerte. | FACTOR 5. Creencia científica: Conceptualización de vida. | FACTOR 6. Creencia científica: Origen de la pandemia por coronavirus. | |
FACTOR 1. Creencia religiosa: Vida, muerte y COVID-19 como productos de Dios. | 1 | .545** | -.184** | -.101** | .292** | |
FACTOR 2. Creencia religiosa y secular: Dios y las terapias alternativas ante el COVID-19. | 1 | -.081** | .124** | .334** | ||
FACTOR 3. Creencia científica. La ciencia ante la vida, la muerte y el COVID-19. | 1 | .525** | .539** | .224** | ||
FACTOR 4. Creencia científica: Conceptualización de muerte. | 1 | .490** | .243** | |||
FACTOR 5. Creencia científica: Conceptualización de vida. | 1 | .281** | ||||
FACTOR 6. Creencia científica: Origen de la pandemia por coronavirus. | 1 | |||||
** La correlación es significativa al nivel 0.01 (bilateral) |
Mediante el análisis de correlación de Pearson se puede apreciar la presencia de correlaciones estadísticamente significativas entre los 6 factores de estudio (Ver, Tabla 4).
Este análisis muestra que el Factor 1. Creencia religiosa: Vida, muerte y Covid-19 como productos de Dios, tiene una correlación moderada positiva con el Factor 2. Creencia religiosa y secular: Dios y las terapias alternativas ante el Covid-19 (r = .545**); con el Factor 3. Creencia científica: La ciencia ante la vida, la muerte y el Covid-19 mantiene una correlación muy baja negativa (r = -.184**); asimismo, presenta una correlación negativa muy baja con el Factor 4. Creencia científica: Conceptualización de la muerte (r= -.101**); y finalmente, mantiene una correlación positiva baja, con el Factor 6. Ciencia científica: Origen de la pandemia por coronavirus (r = .292**).
En cuanto al Factor 2. Creencia religiosa y secular: Dios y las terapias alternativas ante el Covid-19, este muestra una correlación baja negativa con el Factor 4. Creencia científica: Conceptualización de muerte (r =-.081**); también tiene una correlación positiva muy baja con el Factor 5. Creencia científica: Conceptualización de vida (r = .124**) y; por último, con el Factor 6. Creencia científica: Origen de la pandemia por coronavirus, muestra una correlación positiva baja (r =.334**).
El Factor 3. Creencia científica: La ciencia ante la vida, la muerte y el Covid-19, tiene una correlación positiva moderada con el Factor 4. Creencia científica: Conceptualización de muerte (r = .525**); asimismo, tiene correlación positiva moderada con el Factor 5. Creencia científica: Conceptualización de vida (r = .539**); po último, con el Factor 6. Creencia científica: Origen de la pandemia por coronavirus, presenta una correlación positiva baja (r = .224**).
Por su parte, el Factor 4. Creencia científica: Conceptualización de muerte, mantiene una correlación positiva moderada con el Factor 5. Creencia científica: Conceptualización de vida (r = .490**); y con el Factor 6. Creencia científica: Origen de la pandemia por coronavirus, presenta una correlación positiva baja (r = .243**).
Finalmente, el Factor 5. Creencia científica: Conceptualización de vida, presenta una correlación positiva baja con el Factor 6. Creencia científica: Origen de la pandemia por coronavirus (r = .281**).
t de Student para muestras independientes
El análisis estadístico de t de Student para muestras independientes por factores, muestra que existen diferencias estadísticamente significativas entre las creencias hacia la vida, la muerte y el covid-19 de acuerdo al estado civil y pérdidas por Covid-19 de la población en general.
Tabla 5. t de Student para la variable sociodemográfica ESTADO CIVIL |
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Factor | VS | Media | t | gl | Sig. |
FACTOR 1. Creencia religiosa: Vida, muerte y COVID-19 como productos de Dios. | Soltero (a) | 2.56 | -4.146 | 1198 | .000 |
Casado (a) | 2.81 | ||||
FACTOR 2. Creencia religiosa y secular: Dios y las terapias alternativas ante el COVID-19. | Soltero (a) | 1.91 | -2.101 | 1198 | .036 |
Casado (a) | 2.00 | ||||
FACTOR 3. Creencia científica. La ciencia ante la vida, la muerte y el COVID-19. | Soltero (a) | 3.32 | 3.218 | 1198 | .000 |
Casado (a) | 3.08 | ||||
FACTOR 5. Creencia científica: Conceptualización de vida. | Soltero (a) | 3.12 | 5.032 | 1198 | .001 |
Casado (a) | 2.99 |
Conceptualización de vida (t= 5.032, gl= 1198, p< .001) (Ver, Tabla 5).
En cuanto a la variable sociodemográfica Estado civil, las diferencias se encuentran entre los valores de las medias correspondientes a los Factores 1, 2, 3 y 5. Factor 1. Creencia religiosa: Vida, muerte y Covid-19 como productos de Dios (t= ‑4.146, gl= 1198. p< -.000); Factor 2. Creencia religiosa y secular: Dios y las terapias alternativas ante el Covid-19 (t= ‑2.101, gl= 1198, p< -.036); Factor 3. Creencia científica: La ciencia ante la vida, la muerte y el Covid-19 (t = 3.218, gl= 1198, p<.000) y Factor 5. Creencia científica:
Para el Factor 1. Creencia religiosa: Vida, muerte y Covid-19 como productos de Dios y el Factor 2. Creencia religiosa y secular: Dios y las terapias alternativas ante el Covid-19, son las personas casadas quienes están de acuerdo con las creencias que conforman estos factores, a diferencia de las personas solteras quienes no creen en ello.
Contrariamente, para el Factor 3. Creencia científica: La ciencia ante la vida, la muerte y el Covid-19 y el Factor 5. Creencia científica: Conceptualización de vida, son las personas solteras quienes consideran como ciertas solo a las posturas científicas en la explicación de los fenómenos de la vida, la muerte y el Covid-19, a diferencia de las personas casadas, quienes no lo creen así.
En cuanto a la variable Pérdidas por Covid-19, las diferencias estadísticamente significativas se dieron entre las medias correspondientes a los Factores 1 y 6. Factor 1. Creencia religiosa: Vida, muerte y Covid-19 como productos de Dios (t= 2.386, gl= 1198, p< .017) y Factor 6. Creencia científica: Origen de la pandemia por coronavirus (t= 3.002, gl= 1198, p< .003) (Ver, Tabla 6).
Tabla 6. t de Student para la variable sociodemográfica PERDIDAS POR COVID-19 |
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Factor | VS | Media | t | gl | Sig. |
FACTOR 1. Creencia religiosa: Vida, muerte y COVID-19 como productos de Dios. | Si | 2.74 | 2.386 | 1198 | .017 |
No | 2.60 | ||||
FACTOR 6. Creencia científica: Origen de la pandemia por coronavirus. | Si | 3.06 | 3.002 | 1198 | .003 |
No | 2.91 |
Los resultados para esta variable indican que son las personas que han perdido a algún familiar por Covid-19 quienes consideran como ciertas las creencias de supremacía que conforman al Factor 1. Creencia religiosa: Vida, muerte y Covid-19 como productos de Dios. Para ellas todas las muertes ocasionadas por la pandemia han sido voluntad únicamente de Dios, ya que al tener él la facultad de otorgar la vida, también tiene el poder de quitarla cuando considere que así debe ser; sosteniendo con ello, la creencia de la vida eterna, despúes de todo, no se trata de un adiós, sino de un hasta luego, para cuando llegue el momento de volverse a reunir con sus seres queridos en el cielo, junto a Dios. Lo anterior a diferencia de quienes no han perdido a algún familiar ante esta situación de salud pública.
Con respecto al Factor 6. Creencia científica: Origen de la pandemia por coronavirus, son nuevamente las personas que han perdido a algún familiar por el Covid-19, quienes a diferencia de las que no han sufrido dicha perdida, creen que el origen de la pandemia se debió a cuestiones de la ciencia y de las necesidades del ser humano por controlar cada vez más la naturaleza.
Análisis de varianza (ANOVA)
El análisis de varianza (ANOVA) por factores indica la existencia de diferencias estadísticamente significativas entre las creencias hacia la vida, la muerte y el Covid-19 de acuerdo a la edad, la escolaridad y el nivel de ingresos de la población en general.
Los resultados obtenidos para la variable Edad muestran que existen diferencias estadísticamente significativas entre los valores de las medias de los Factores 1, 3 y 5. Factor 1. Creencia religiosa: Dios sanador de la humanidad (f= 8.495, gl= 4, p< .000); Factor 3. Creencia científica: La ciencia ante la vida, la muerte y el COVID-19 (f= 6.578, gl= 4, p< .000) y; finalmente, el Factor 5. Creencia científica: Conceptualización de vida (f= 2.490, gl= 4, p< .042) (Ver, Tabla 7).
En el Factor 1. Creencia religiosa: Vida, muerte y Covid-19 como productos de Dios, las personas con un rango de edad de 50–59 años son quienes creen que Dios es un ser bondadoso, amoroso y omnipotente, creador de la vida y la muerte y; ante ello, consideran que si obedecen todos sus preceptos, Dios no solo les brindará el sumo bien sino también todo el conocimiento necesario para lidiar con los problemas ocasionados por la pandemia por Covid-19; contrariamente a las personas con un rango de edad de 18–29 años, quienes creen solo en la importancia de la ciencia para la creación de nuevos conocimientos científicos que den respuesta a todas las interrogantes de la vida humana.
Mientras tanto, para el Factor 3. Creencia científica: La ciencia ante la vida, la muerte y el Covid-19, son las personas con un rango de edad de 60 años en adelante, quienes consideran que la ciencia es la principal herramienta de la que dispone el ser humano para explicar los fenómenos de la vida y la muerte; por ende, ante la pandemia por coronavirus es la única que puede generar soluciones y crear tratamientos eficaces para la prolongación de la vida y la disminución de muertes por Covid-19. Esto a diferencia de quienes se encuentran en un rango de edad entre los 30 a 39 años, quienes no creen en lo anterior.
Por último, los resultados del Factor 5. Creencia científica: Conceptualización de vida, indican que las personas con un rango de edad de 30–39 años niegan la creencia de que la vida sea producto de cuestiones biológicas y evolutivas; de forma contraria, las personas con un rango de edad de 18–29 años, consideran que la vida es únicamente el resultado histórico de una combinación de elementos físico-químicos y selección natural.
En cuanto a la variable Escolaridad, los resultados indican diferencias estadísticamente significativas entre las medias de los Factores 1, 2, 3 y 6. Factor 1. Creencia religiosa: Vida, muerte y Covid-19 como productos de Dios (f= 6.018, gl= 3, p< .000); Factor 2. Creencia religiosa y secular: Dios y las terapias alternativas ante el Covid-19 (f= 2.769, gl= 3, p<.041); Factor 3. Creencia científica: La ciencia ante la vida, la muerte y el Covid-19 (f= 6.126, gl= 3, p< .000) y; por último, el Factor 6. Creencia científica: Origen de la pandemia por coronavirus (f= 3.243, gl= 3, p< .021) (Ver, Tabla 8).
Para el Factor 1. Creencia religiosa: Vida, muerte y Covid-19 como productos de Dios, el Factor 2. Creencia religiosa y secular: Dios y las terapias alternativas ante el Covid-19 y el Factor 3. Creencia científica.
La ciencia ante la vida, la muerte y el Covid-19, son las personas con escolaridad básica quienes creen que la vida, la muerte y el Covid-19 son eventos y fenómenos ocasionados solo por la mano de Dios, donde su poder sobre la humanidad ocasionó la pandemia por coronavirus como castigo a sus pecados cometidos; por otra parte, también consideran la eficacia de diferentes terapias alternativas como la acupuntura, el reiki, la meditación o la homeopatía para sanar dolores físicos y emocionales que aquejan al ser humano, específicamente los síntomas causados por el Covid-19; a diferencia de las personas con escolaridad superior o que cuentan con un posgrado, quienes definitivamente no creen en ello. Estas personas se apegan más a creencias de supremacía de tipo natural-material en la explicación de los fenómenos de la vida, la muerte y el Covid-19.
Por su parte, los resultados del Factor 6. Creencia científica: Origen de la pandemia por coronavirus indican que son las personas con un posgrado quienes no creen que la pandemia por coronavirus hay sido creada por la ciencia con el fin de controlar la sobrepoblación mundial o con algún fin de índole político. Esto a diferencia de las personas con escolaridad básica, quienes sí creen en lo anterior.
Finalmente, para la variable Nivel de ingresos, los resultados del análisis de varianza (ANOVA) muestra diferencias estadísticamente significativas entre las medias de los Factores 1 y 2. Factor 1. Creencia religiosa: Vida, muerte y Covid-19 como productos de Dios (f= 4.147, gl= 3, p< .006) y Factor 2. Creencia religiosa y secular: Dios y las terapias alternativas ante el Covid-19 (f= 5.278, gl= 3, p<.021) (Ver, Tabla 9).
Tabla 9. Análisis de varianza (ANOVA) para la variable sociodemográfica NIVEL DE INGRESOS |
||||||
Factor | VS | Media | F | gl | Sig. | |
FACTOR 1. Creencia religiosa: Dios sanador de la humanidad. | 1 a 3 salarios mínimos | 2.72 | 4.147 | 3 | .006 | |
4 a 6 salarios mínimos | 2.58 | |||||
7 a 9 salarios mínimos | 2.74 | |||||
+ de 10 salarios mínimos | 2.37 | |||||
FACTOR 2. Creencia religiosa y secular: Dios y las terapias alternativas ante el COVID-19. | 1 a 3 salarios mínimos | 2.01 | 5.278 | 3 | .021 | |
4 a 6 salarios mínimos | 1.89 | |||||
7 a 9 salarios mínimos | 1.91 | |||||
+ de 10 salarios mínimos | 1.75 |
En el Factor 1. Creencia religiosa: Vida, muerte y Covid-19 como productos de Dios y el Factor 2. Creencia religiosa y secular: Dios y las terapias alternativas ante el Covid-19, las personas que perciben + de 10 salarios mínimos son quienes no creen que la vida sea un regalo sagrado que ha sido dado por Dios, donde únicamente él tiene derecho a decidir cuándo la infunde a un cuerpo y cuándo su tiempo de estancia en la tierra ha terminado. En consecuencia y con motivo de la pandemia por coronavirus, tampoco consideran que Dios es el único que puede salvar a la humanidad de la enfermedad por Covid-19 y mucho menos, que las terapias alternativas sean eficaces para sanar los dolores físicos y psicológicos que aquejan al ser humano a consecuencia de dicha enfermedad. En contraparte, las personas que perciben de 1 a 3 y de 7 a 9 salarios mínimos, si mantienen la creencia de supremaía religiosa-secular sobre todo lo anterior.
Con base a los resultados obtenidos se puede establecer que las creencias de supremacía absoluta hacia la vida, la muerte y el Covid-19 son verdades personales muchas veces indiscutibles, derivadas de la experiencia o fantasía, con un fuerte componente evaluativo y afectivo.
Discusión
Actualmente el estudio de las creencias es de suma importancia para el desarrollo de varios campos de la investigación empírica (Martínez y Silva, 2010). En psicología social, las creencias además de ser un estado interno del sujeto que junto con otras propiedades pueden explicar comportamientos diversos frente a estímulos variados, determinan una estructura general de conducta, actúan como guías y orientan la acción de las personas (Villoro, 1996); por ello, Nespor (1987) señaló que, para entender la conducta del ser humano, se tiene que entender las creencias con las que define su vida. Cabe señalar que, en muchas ocasiones la relación de la creencia con la actividad se expresa al decir que el ser humano actúa con base a aquello en lo que se cree, sin embargo, no siempre es así.
A menudo el ser humano presenta una serie de creencias de supremacía absoluta de tipo natural-material (científicas, sociales, históricas), o bien, sobrenaturales (religiosas, seculares) (Pepitone, 1991) ante determinados fenómenos, y aun así no actúa con base en ellas; es decir, las personas pueden tener la fuerte convicción de que la vida y la muerte son eventos únicamente consagrados por Dios, y aun así llegan a cometer pecados en la vida terrenal, los mismos que los alejan de conseguir una vida eterna. Por otro lado, se puede tener la creencia de que la ciencia es la única capaz de explicar y dar una solución a los problemas que se presentan hoy en día como, por ejemplo, la pandemia ocasionada por el Covid-19 y; no obstante, continuar sin acatar las medidas sanitarias necesarias para erradicarla. A través de estas inconsistencias en las creencias, se puede observar que existen muchos paralelos en la conducta de los seres humanos.
En el caso de las correlaciones positivas encontradas entre factores cuyo contenido son creencias de supremacía absoluta de tipo científicas y creencias de supremacía absoluta de tipo religioso-secular hacia la vida, la muerte y el Covid-19, estas plantean la existencia de una relación de coexistencia de dos tipos de creencias cuyo contenido genera disonancia por sus respectivas formas de explicar dichos fenómenos, la misma que para Falade (2019) puede tener un doble filo. Ante ello, Moscovici (2008) señaló que una pluralidad de modos de pensamiento puede coexistir dentro de un mismo individuo, y que este dinamismo puede describirse como un estado de polifasia cognitiva. En el caso de la coexistencia entre las creencias de supremacía absoluta de tipo científico con creencias de supremacía absoluta de tipo religioso, Falade y Bauer (2018) han demostrado que esta relación implica no solo la coexistencia de formas paralelas, sino también la complementariedad, en la que una forma de creer refuerza a otra.
Para Evans y Evans (2008), Scheitle (2011) y Payir et al., (2018) la narrativa dominante que rodea la relación entre concepciones y creencias que aluden a la religión y la ciencia ha sido impulsada por el supuesto de que estas instituciones se encuentran en un conflicto inevitable consecuencia de sus afirmaciones contradictorias sobre la realidad. Curiosamente, los datos empíricos ponen en duda el supuesto conflicto entre las creencias científicas y religiosas y, en cambio, apoyan una hipótesis de coexistencia que propone que el pensamiento natural y sobrenatural coexisten dentro del mismo individuo y que las explicaciones sobrenaturales son un aspecto omnipresente de la cognición humana (Legare, Evans, Rosengren & Harris, 2012).
En el caso de los resultados de la presente investigación, indican que la mayoría de las personas, independientemente de ciertas variables como escolaridad, pérdidas por Covid-19, edad, estado civil o ingresos económicos, no tienen una perspectiva de conflicto entre este tipo de creencias.
Los temas de la vida y la muerte, o bien, aquellos que se derivan de las causas de alguna enfermedad, como lo es el caso del Covid-19, son dominios fructíferos para estudiar la coexistencia de creencias naturales-materiales y sobrenaturales por varias razones. En primer lugar, las creencias tanto naturales-materiales como sobrenaturales de los fenómenos en estos dominios prevalecen en todas las culturas y sociedades; como consecuencia, es común que las personas tengan acceso a ambos tipos de creencias ya sea por influencia social, o bien, por experiencia. En segundo lugar, estos temas están asociados con emociones fuertes, ansiedades e incertidumbres existenciales; en este sentido, las preguntas sobre la vida se refieren a cómo el ser humano se entiende a sí mismo y a su relación con el resto del mundo; en cuanto a la muerte y la enfermedad por Covid-19 se refieren a sentimientos de pérdida, mortalidad o finitud, o bien, la búsqueda y existencia de la vida eterna. Finalmente, la coexistencia de estas creencias de supremacía sobre estos temas resulta ser informativa, debido a que requiere analizar causas que están fuera de la experiencia cotidiana de las personas. Ya sea la influencia sobrenatural de una bruja o el trabajo de un microorganismo como un virus, el funcionamiento de estos factores ocultos es invisible para las personas involucradas (Legare & Gelman, 2008, Legare & Visala, 2011).
En tal caso, los datos obtenidos en dichas correlaciones positivas no indican el hecho de que, cuando están disponibles las explicaciones científicas estas reemplacen a las sobrenaturales; ya que, los resultados muestran que las personas mantienen creencias de supremacía absoluta de tipo religioso-secular aun cuando estas tienen conocimiento de los procesos biológicos involucrados en los fenómenos de la vida y la muerte, así como, del origen y propagación del virus SARS-COV‑2 explicado desde la visión médico-biológica.
En otras palabras, así como las personas creen que la enfermedad de Covid-19 es sin duda un castigo de Dios ante los pecados cometidos por la humanidad (creencia de supremacía de tipo religioso), y a su vez, que los síntomas causados por esta enfermedad pueden eliminarse a través de curaciones espirituales, infusiones de tés, limpias tradicionales, meditación, Reiki o alguna otra terapia alternativa, porque estas actuán de forma integral a nivel físico, mental, emocional y espiritual (creencias de supremacía de tipo secular), también consideran que la vida representa solo un conjunto de actividades que establecen la conexión del organismo vivo con el ambiente, es decir, solo una integración entre un sistema de moléculas individuales, interacciones subcelulares y el entorno; creyendo así, que la vida es únicamente el resultado histórico de una combinación de limitaciones físico-químicas y selección natural, por ende, es el ser humano quien crea sus propias condiciones de vida, y al crear su propio contexto vital, considera que el coronavirus es definitivamente un arma biológica creada por el ser humano y que el virus que ocasiona el Covid-19 fue creado en un laboratorio de la industria farmacéutica para hacer dinero con la venta de una vacuna (creencias de supremacía de tipo natural-material).
En este sentido, se puede decir que las creencias de supremacía que se tengan sobre la muerte y la vida permearán también a las creencias que se tengan sobre la pandemia por Covid-19; de tal modo que, las creencias naturales-materiales y las religiosas-seculares sobre estos fenómenos aportan a corto plazo al ser humano una sensación de dominio de los hechos, seguridad y autonomía sobre el propio bienestar y sensación de control sobre dicha enfermedad.
Por lo anterior, para Falade (2019) y Legare & Visala (2011) en lugar de abandonar las explicaciones religiosas-seculares en situaciones de conflicto con explicaciones científicas, o vicerversa, las personas encuentran formas de acomodar ambas explicaciones a veces integrándolas y a veces separándolas, lo que parece ser una característica general de la cognición humana; no obstante, esta diferencia entre el contenido de dichas creencias de supremacía ha traído consecuencias en las decisiones y acciones del ser humano, donde muchas veces este se ha visto obligado a elegir una versión de la realidad. Tal es el caso, de los resultados que indican correlaciones negativas entre este tipo de creencias.
Las correlaciones negativas indican que las personas que mantienen creencias de supremacía absoluta sobre la muerte donde indican que por encima de todo, Dios es el único que tiene el poder de quitar la vida a la humanidad, que el alma y el cuerpo de los muertos serán reunidos otra vez en su perfecta forma al final de los tiempos, donde la existencia plena del ser humano comienza después de la muerte, también tienen creencias de supremacía absoluta sobre la vida que aluden al hecho de que esta no solo es un don divino sino que es el producto de una fuente divina que se creó con un propósito determinado; ante estas creencias, consideran que la ausencia de Dios en la vida de las personas causó la pandemia mundial por coronavirus. En contraparte, no creen que la muerte se reduzca solo a la pérdida irreversible de las funciones vitales del ser humano, y con ello, que lo único que quede de las personas al morir sea materia inerte; tampoco consideran que la vida sea solo el producto de la evolución biológica, el resultado de las relaciones sociales que establece cada ser humano, o bien, que el ser humano es el único creador de su contexto vital; y ante la pandemia por Covid-19, no creen que el ser humano posea los conocimientos suficientes para crear el virus que genera dicha enfermedad.
En términos generales, las creencias de supremacía absoluta son un motivo o un móvil para actuar, pero pueden ser sobrepasadas por motivos más fuertes, tales como un placer, una emoción, influencia social, conocimientos, variables sociodemográficas o contextos culturales específicos.
En el caso de las diferencias encontradas entre las creencias de supremacía absoluta hacia la vida, la muerte y el Covid-19 con respecto a la edad, la escolaridad, el estado civil, las pérdidas por Covid-19 y nivel de ingresos da una clara muestra de que las personas usan explicaciones tanto naturales como sobrenaturales que resultan ser bastante flexibles y sensibles al contexto. Al respecto, Legare & Visala (2011), señalan que la información contextual, el aporte cultural, las particularidades de cada sujeto y la dificultad de conciliar ambos tipos de creencias, influyen en la interpretación de un fenómeno o evento en particular, así como en los intentos posteriores de lograr una coherencia explicativa al respecto.
Cabe señalar que, el acceso a múltiples marcos explicativos vía las creencias, es una experiencia psicológica universal, y la resolución de conflictos entre múltiples explicaciones hacia estos temas es un desafío cognitivo general; debido a que, variables como las mencionadas, la experiencia, el lenguaje y las influencias contextuales, operan a un nivel relativamente global para influir en los patrones de razonamiento normativo dentro de grupos o culturas particulares (Falade, 2019; Legare & Gelman, 2008, Legare & Visala, 2011). Las personas en todas las sociedades se enfrentan a la tarea de conceptualizar sistemas de creencias de supremacía potencialmente contradictorias sobre los fenómenos de la vida y la muerte.
Por lo anterior, es importante señalar que, sean cuales sean las creencias de supremacía hacia la vida, la muerte y el Covid-19 que condicionan el comportamiento de las personas, estas deben estar relativamente estables, de no ser así, al encontrarse ante un dominio confuso, pueden llegar a enfrentar incertidumbre al no poder reconocer la información relevante y la conducta apropiada (Nespor, 1987) ante esta problemática de salud pública y en presencia de estos fenómenos de la realidad.
Conclusión
Como ya se mencionó, las creencias de supremacía se refieren a aquellas cualidades jerárquicas que ponen de manera concluyente a una persona, objeto o atributo por encima de otros. En este sentido, el colocar a través de dichas creencias a Dios, al ser humano o a la ciencia como agentes creadores de un virus o una enfermedad, o bien, el hacerlos responsables absolutos de fenómenos como la vida y la muerte, han llevado a la humanidad a crear una visión del mundo más dominante (Pearse & Pruss, 2012), donde sus creencias de supremacía le va a permitir de cierta manera tener una certeza de que lo que está diciendo es un indicio de credibilidad sobre estos fenómenos de la realidad y, por lo tanto, el comportamiento tratará de ser lo más congruente con dichas creencias, dando paso a la satisfacción de deseos tanto personales como sociales (Nilsson, 2014).
Finalmente, para Pnevmatikos y Georgiadou (2019), la coexistencia de creencias de supremacía absoluta de tipo natural-material y de tipo religioso-secular en una misma mente desafía las teorías de adquisición de conocimiento más influyentes en psicología. Asimismo, estos autores señalan que, aunque variables como el impacto de la edad, la religiosidad, la experiencia científica, los antecedentes culturales y los factores contextuales tienen un gran efecto en los conceptos del origen de la vida, la muerte, el más allá y la enfermedad, la magnitud del efecto promedio depende del concepto. De tal modo que, en lugar de colocar al ser humano en una especie de crisis existencial respecto a sus concepciones hacia estos fenómenos, la iniciativa es incorporar estos conceptos en un marco explicativo híbrido que incluya creencias científicas y religiosas (Rosengren & Gutiérrez, 2011).
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Agradecimiento
Esta investigación fue realizada gracias al Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT) de la DGAPA- UNAM con clave IN 300521.