DESPUÉS DE LA TEMPESTAD

Manuel Calviño

Facultad de Psicología, Universidad de La Habana.

Resumen

La fun­ción social y éti­ca de una dis­ci­plina como la Psi­cología, de los que cul­ti­va­mos dicha dis­ci­plina, exige una mira­da a los fenó­menos sociales en los que son pro­tag­o­nistas los seres humanos. El análi­sis de situa­ciones sociales emer­gentes des­de el apara­to con­cep­tu­al de la cien­cia psi­cológ­i­ca, con­tribuye a su esclarec­imien­to y a ori­en­tar con­duc­tas a seguir.

Pal­abras clave: Psi­cología, vul­ner­a­bil­i­dad, ten­siones sociales, violencia

Abstract

The social and eth­i­cal func­tion of a dis­ci­pline like Psy­chol­o­gy, of those of us who cul­ti­vate this dis­ci­pline, requires a look at the social phe­nom­e­na in which human beings are pro­tag­o­nists. The analy­sis of emerg­ing social sit­u­a­tions from the con­cep­tu­al appa­ra­tus of psy­cho­log­i­cal sci­ence con­tributes to its clar­i­fi­ca­tion and to guide behav­iors to follow.

Key­words: Psy­chol­o­gy, vul­ner­a­bil­i­ty, social ten­sions, violence

El ejer­ci­cio éti­co de una pro­fe­sión es un com­pro­miso-deber de quienes asumen la mem­brecía gremi­al de una u otra dis­ci­plina. Y ello supone que, inclu­so en situa­ciones extremas en las que pue­da resul­tar incom­pren­di­da, vitu­per­a­da y cues­tion­a­da, la elab­o­ración analíti­ca com­pren­si­va, sus­ten­ta­da en datos empíri­cos direc­tos o en los datos que son las propias elab­o­ra­ciones de la dis­ci­plina, resul­ta un deber ine­ludi­ble. El que dichas elab­o­ra­ciones sean o no cues­tion­adas no ha de for­mar parte de la toma de decisión. En todo caso, el cues­tion­amien­to, si propende a la búsque­da de la racional­i­dad argu­men­ta­da, de las ver­dades posi­bles, es un exce­lente instru­men­to de la con­struc­ción colectiva.

Tiem­pos muy difí­ciles hemos esta­do vivien­do las cubanas y los cubanos. Podemos decir que los fáciles no han sido fre­cuentes. Las razones exter­nas e inter­nas son cono­ci­das y no es el obje­ti­vo del pre­sente escrito escu­d­riñar más en el asun­to. Ape­nas decir que en cualquier sis­tema social (lo que incluye todos los com­po­nentes de una sociedad) ningu­na causa actúa por sí mis­ma en la gen­eración de una inesta­bil­i­dad o fisura en el sis­tema. La causa siem­pre son causas, en plur­al. La causal­i­dad es siem­pre pluri­causal. Aunque algu­nas fuerzas puedan lle­var un may­or o menor peso en la situación que se genera.

Par­tic­u­lar­mente en los últi­mos años hemos sen­ti­do el peso de las rispi­de­ces de la vida. Condi­ciones adver­sas para lle­var ade­lante los pro­ce­sos más ele­men­tales de la vida cotid­i­ana han ido in crescen­do y han pro­duci­do una pro­fun­da e inten­sa acu­mu­lación de ten­siones en todas y todos nosotros. Nadie se sal­va del pie forza­do. Claro que unos más y otros menos, pero todos impacta­dos por las caren­cias, las insu­fi­cientes condi­ciones de los ser­vi­cios bási­cos, por la dis­capaci­dad de los ingre­sos salar­i­ales de hac­er frente a una deval­u­ación mul­ti­pli­ca­da por el egoís­mo y la ausen­cia de sol­i­dari­dad ciu­dadana de algunos, y por la insu­fi­cien­cia de una acción a muy cor­to pla­zo (para ya) que por sus efec­tos sen­si­bles, viven­ciales, pro­fundice la con­fi­an­za en las deci­siones estratég­i­cas y robustez­ca la esper­an­za de quienes no la encuen­tran. La fal­ta con­vo­can­do a la deman­da, a la exi­gen­cia. La sen­sación de vul­ner­a­bil­i­dad por momen­tos se adueña de las certezas y con­vo­ca a incertidumbres. 

Es este un pro­ce­so arraiga­do en el fun­cionamien­to psi­cológi­co de los seres humanos. La vul­neración de la zona de sat­is­fac­ción de las necesi­dades bási­cas, gen­era acciones dis­rup­ti­vas, por momen­tos de alta inten­si­dad, aunque por lo gen­er­al de efec­tivi­dad lim­i­ta­da sobre todo al apla­camien­to de las viven­cias de insat­is­fac­ción, lo que no es poco, pero es insu­fi­ciente. Pro­ce­sos que muchos rela­cio­nan con las catar­sis. Aunque no son solo pro­ce­sos catár­ti­cos. Son tam­bién unidades expre­si­vas de con­tenido, men­sajes, for­mas no ver­bales de hablar. En la dico­tomía metodológ­i­ca mente-cuer­po, como en la emo­ción-razón, el des­bal­ance pro­nun­ci­a­do tiende a pro­ducir erup­ciones reac­ti­vas, lóg­i­cas y com­pren­si­bles, inclu­so nece­sarias para los pro­ce­sos de home­osta­sis tan recur­rentes en el mun­do físi­co como en el men­tal, que tien­den a la búsque­da de la restau­ración o la recon­struc­ción del equilibrio.

La sen­si­bil­i­dad humana tiene dos ros­tros y un solo nom­bre: un ros­tro sen­so­r­i­al, intu­iti­vo (lím­bi­co, si nos refe­r­i­mos al sis­tema nervioso cen­tral), de reac­ción ráp­i­da, mar­ca­da por la inmedi­atez. Es el ros­tro de la sen­so­ri­al­i­dad, del dato sen­si­ble pri­mario, la base de todo el sis­tema com­por­ta­men­tal humano que anda por el camino de la intu­ición; el otro, racional, reflex­i­vo (cor­tex, sigu­ien­do la mis­ma analíti­ca), de reac­ción un poco más lenta, más medi­a­ta, en bus­ca de argu­mentación. Es el ros­tro de la reflexión.

La viven­cia apropi­a­da por la sen­so­ri­al­i­dad (por lo que se siente, se sufre o se dis­fru­ta, duele o delei­ta) puede ten­er una fuerza que supera a la de la razón, y se tra­duce en un accionar en el momen­to, en esa dimen­sión de tiem­po de cor­ta duración a la que lla­mamos aquí y aho­ra. Son elab­o­ra­ciones reac­ti­vas, por acu­mu­lación. Cuan­do el apropi­ante es la racional­i­dad, ya sabe­mos: exce­sos racional­izantes, nor­ma­tivi­dades extremas, rigidez.

Pero la respues­ta lím­bi­ca es tan legí­ti­ma, des­de el pun­to de vista del fun­cionamien­to del sis­tema men­tal, como la racional reflex­i­va. Ambas son fun­ciones adap­ta­ti­vas. La primera, propende a una adaptación reac­ti­va y desaprovecha todo el poten­cial críti­co de la segun­da. La segun­da a veces se pierde en una racional­ización exe­cra­da que de tan racional pierde la real­i­dad de la vida. Por eso, para bien del diál­o­go suje­to-real­i­dad/­su­je­to-suje­to, las per­sonas no solo pen­samos racional­mente, sino tam­bién y de con­jun­to emo­cional­mente. Las per­sonas sen­ti­mos des­de lo argu­men­tal, pen­samos des­de lo emo­cional. El sen­tipen­samien­to, del que habla­ba Galeano.

Alguien, des­de un saber cien­tí­fi­co, afir­mó que no se con­vence al corazón con razones, como tam­poco al pen­samien­to con emo­ciones. Las emo­ciones dis­tin­tas y dis­tantes tienen que apren­der a dialog­ar des­de la difer­en­cia, a per­suadirse. Los pen­samien­tos, del mis­mo modo, tienen que abrirse al diál­o­go des­de la mul­ti­pli­ci­dad, tienen que abrirse al entendimien­to. Y esto no se logra con emo­ciones reac­ti­vas en fre­nesí, ni con razones obcecadas con ide­al­iza­ciones de mira­da única.

¿Hay algún modo posi­ble de hac­er­lo? Sin duda. Por lo pron­to, bajar los nive­les de ten­sión y flex­i­bi­lizar los mod­os argu­men­tales. La medi­a­ti­zación de las reac­ciones emo­cionales y tam­bién de las elab­o­ra­ciones argu­men­tales pri­marias. En el espa­cio de las rela­ciones inter­per­son­ales hablam­os de con­tener, acom­pañar, com­par­tir, des­fo­calizar, canalizar las reac­ciones emo­cionales. Y jun­to a esto, aho­ra a niv­el reflex­i­vo, inter­cam­biar argu­men­tos, infor­ma­ciones, recon­stru­ir la racional­i­dad. Lo que no se debe hac­er nun­ca es con­trapon­er, vio­len­tar el pro­ce­so, toda vez que esto mul­ti­pli­ca la reac­ción. El medi­a­ti­zador fun­da­men­tal: el respeto.

El asun­to es que más allá de las reac­ciones inmedi­atas en una situación en extremo intran­quil­izado­ra, estre­sante, se yer­gue una for­ma­ción sub­je­ti­va, dis­posi­cional­mente incon­sciente pero ges­tion­able des­de la acción voli­ti­va, que cono­ce­mos como acti­tud. Parafrase­an­do a un exce­lente comu­ni­cador de radio y tele­visión, ella (la acti­tud) no nos sal­va de la cara que ten­emos, pero sí de la que ponemos. La acti­tud no nos sal­va de la emo­ción reac­ti­va, pero si nos guía en el pro­ce­so de decidir qué podemos hac­er con ella. Que­da con nosotros el exten­so e impor­tante cam­po de la responsabilidad.

No somos in situ respon­s­ables de nues­tras viven­cias emo­cionales pri­marias, de nues­tras emo­ciones reac­ti­vas. Pero sí del qué hace­mos con ellas, del acto de defini­ción y asun­ción de nues­tra acti­tud. Por supuesto que este acto de con­trol y decisión se hace más difí­cil (por momen­tos has­ta poco prob­a­ble) en depen­den­cia de varias vari­ables: el niv­el de acu­mu­lación de las ten­siones, la pro­lon­gación en el tiem­po de los estí­mu­los des­en­ca­denantes, el sig­nifi­ca­do per­son­al de la situación, la matriz inter­pre­ta­ti­va de soporte y otras. Pero defin­i­ti­va­mente la acti­tud puede ser sanado­ra, puede dar un mejor cur­so a las viven­cias de desagra­do que con­vo­can a una reac­ción emo­cional desme­di­da, esa que sien­do legí­ti­ma se tor­na facil­i­ta­do­ra de más daño y malestar has­ta negar, con sus com­por­tamien­tos aso­ci­a­dos, su legit­im­i­dad de origen.

Las man­i­festa­ciones acae­ci­das en var­ios pun­tos de la cap­i­tal habanera, con y tras el doloroso paso de Ian, fueron una clara expre­sión de este pro­ced­er del sis­tema psíquico. No ten­go duda algu­na. Y no lo digo con áni­mo de deval­u­ar la explosión ten­sion­al de quienes se lan­zaron en acciones de deman­da. ¿Puede alguien no enten­der que algu­nas per­sonas reac­cio­nen así tras largas horas, días, sin flu­i­do eléc­tri­co, sin agua, con ali­men­tos echán­dose a perder, que se suman a meses con serias difi­cul­tades en las presta­ciones de elec­t­ri­ci­dad, apagones, difi­cul­tades en los abastec­imien­tos, un ser­vi­cio de trans­portación defici­tario y otras insu­fi­cien­cias? Por supuesto que no.

El asun­to es que, así cómo enten­der que el geno­ci­da blo­queo ocu­pa un lugar cen­tral en la matriz gen­er­ado­ra de tales prob­le­mas no logra evi­tar las reac­ciones emo­cionales lle­ga­do un pun­to de acu­mu­lación (ebul­li­ción, podemos decir metafóri­ca­mente), así como com­pren­der que la comu­ni­cación no es magia (la mejor acción de per­suasión guar­da una relación de depen­den­cia con el suje­to de dicha acción, es decir hay que per­suadir y per­suadirse), así como ten­er la razón no es sufi­ciente, sabe­mos que la medi­a­ti­zación de nues­tras acti­tudes pueden lle­var las más difí­ciles situa­ciones por rum­bos menos escabrosos, por rum­bos más encam­i­na­dos al fin últi­mo de los pro­ce­sos humanos: favore­cer el bien­es­tar y desar­tic­u­lar el malestar.

Es con­tra­dic­to­rio y equívo­co pen­sar que suman­do malestar lle­gare­mos al bien­es­tar. Lo he dicho en múlti­ples oca­siones: las prác­ti­cas (educa­ti­vas, comu­nica­ti­vas, políti­cas, cul­tur­ales) que hacen sen­tir mal para lograr que se hagan las cosas bien, no son bue­nas prác­ti­cas. Echarle leña al fuego no acabará por extin­guir­lo. En todo caso, cuan­do se extin­ga, habrá cau­sa­do más daño. Y esto lo vali­do para cualquier grupo de los con­ten­di­entes en un difer­en­do. Los que ejerci­tan inade­cuada­mente un dere­cho, y los que ejerci­tan inade­cuada­mente un deber.

Yo como ciu­dadano cubano, como habanero, me declaro en con­tra de las acciones reac­ti­vas, de esas que dan paso irrestric­to y descon­tro­la­do a las emo­ciones de in situ, entre otras cosas porque ningún acto de vio­len­tar traerá con­si­go un acto de crear. Vio­len­cia es destruc­ción ven­ga de donde ven­ga y la ampare la seu­do razón que la ampare. Declaro mi incon­formi­dad con actos que por demás están reg­istra­dos en nue­stro códi­go penal como punibles (por cier­to, como exis­ten con denom­i­na­ciones sim­i­lares me atre­vo a decir en el mun­do entero). Y lo hago des­de el con­vencimien­to de que hay muchas otras for­mas de man­i­fes­tar desacuer­do, moles­tia, desaprobación, con­tradic­ción, que propen­den con mucha may­or efi­cien­cia a la solu­ción ade­cua­da de los prob­le­mas. Sí al dere­cho del ejer­ci­cio de las difer­en­cias, de la críti­ca, de la deman­da. No al ejer­ci­cio agre­si­vo, vio­len­to. Ni provo­car, ni dejarse provo­car. Y hay una guía inequívo­ca, como dije antes: el respeto.

Por el con­trario, me sumo a los que pade­cien­do los mis­mos rig­ores asum­i­mos una acti­tud más con­struc­ti­va. Me recon­for­to y sien­to orgul­lo con la sol­i­dari­dad de los más, con la visión (sen­so­r­i­al y reflex­i­va) de asi­s­tir a una reac­ción medi­a­da por la acti­tud colab­o­ra­ti­va. No dejo de pen­sar que se pudo haber hecho una poda de árboles antes de la tem­pes­tad y tal vez amino­rar sus efec­tos. Pero tam­poco dejo de pen­sar en la dev­astación de exten­sas zonas de Pinar del Río que nada tuvo que ver con la poda pre­vi­so­ra. Entien­do per­fec­ta y empáti­ca­mente a los que han esta­do más cas­ti­ga­dos por la fal­ta de elec­t­ri­ci­dad (con todos los prob­le­mas que esto trae con­si­go), a los que se deses­per­an y arreme­ten con­tra lo que perciben como obstácu­lo, pero esto no me cie­ga la visión del esfuer­zo tremen­do que se hace, de la colab­o­ración sol­i­daria que se siente en casi todas partes.

Entonces me sumo a las prác­ti­cas de recu­peración, en las que he vis­to a mis estu­di­antes uni­ver­si­tar­ios, a sol­da­dos y ofi­ciales de las insti­tu­ciones mil­itares, a veci­nos de bar­rio, a diri­gentes, a jubi­la­dos, inclu­so a per­sonas con miradas políti­cas no con­ver­gentes con las del proyec­to que seguimos lla­man­do Rev­olu­ción. Porque en momen­tos de cri­sis, en situa­ciones de sufrim­ien­to y dolor, en cir­cun­stan­cias en las que lo que está en juego es la vida humana, nues­tra acti­tud con­struye la capaci­dad de difer­en­ciar entre el dolor indi­vid­ual y el sufrim­ien­to colec­ti­vo, entre las prob­a­ble­mente vál­i­das opin­iones difer­entes y la necesi­dad de un actu­ar con­jun­to, entre lo que ten­emos el dere­cho a hac­er, y lo que es humana­mente cor­rec­to hacer.

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