MUJERES INDÍGENAS DE ATLIACA: CONDICIONES DE VIDA Y SU REPRESENTACIÓN SOCIAL DE LA EDUCACIÓN

Norma Yadira Memije Alarcón
Perla Elizabeth Ventura Ramos
Jesús Zaratoga Martínez

Universidad Autónoma del Estado de Guerrero, México.

Resumen

Se real­iza un estu­dio des­de un enfoque mix­to secuen­cial cuan­ti-cual­i­ta­ti­vo, trans­ver­sal, descrip­ti­vo y cor­rela­cional en lo que respec­ta a las condi­ciones de vida y fac­tores étni­cos y cul­tur­ales. Se tra­ba­jó Encues­ta, Difer­en­cial semán­ti­co, Análi­sis de doc­u­men­tos y la Obser­vación sis­temáti­ca. Se trazaron como obje­tivos describir las condi­ciones sociales de vida de las mujeres de Atli­a­ca, explicar la rep­re­sentación social de la edu­cación que tienen y car­ac­teri­zar el rol de la mujer en la sociedad atli­aque­nse. El obje­ti­vo rec­tor: definir el papel que jue­gan las tradi­ciones étni­cas en la cal­i­dad de vida de las mujeres indí­ge­nas de Atli­a­ca y cómo influye la rep­re­sentación social que tienen de la edu­cación para sus vidas. Para estas mujeres, según los pares de adje­tivos del espa­cio semán­ti­co uti­liza­do, la edu­cación es Bas­tante inútil (31,9%), Bas­tante mala (30,1%), No ayu­da mucho (24,8%) y Atrasa mucho (58%). Como resul­ta­do se obtiene que estas con­ciben su iden­ti­dad femeni­na como madres ado­les­centes, no perciben la edu­cación como una condi­ción para mejo­rar su vida, ellas pien­san que lo mejor es casarse a tem­prana edad y pro­cre­ar hijos, repli­can­do las cos­tum­bres y cul­tura de sus prog­en­i­toras, lo que imposi­bili­ta conc­re­tar cam­bios en su for­ma de vida.

Pal­abras clave: mujeres indí­ge­nas, condi­ciones de vida, edu­cación, rep­re­sentación social.

Abstract

A study is car­ried out from a mixed sequen­tial quan­ti­ta­tive-qual­i­ta­tive, cross-sec­tion­al, descrip­tive and cor­re­la­tion­al approach with regard to liv­ing con­di­tions and eth­nic and cul­tur­al fac­tors. Sur­vey, Seman­tic Dif­fer­en­tial, Doc­u­ment Analy­sis and Sys­tem­at­ic Obser­va­tion were worked on. The objec­tives were set to describe the social liv­ing con­di­tions of the women of Atli­a­ca, explain the social rep­re­sen­ta­tion of the edu­ca­tion they have and char­ac­ter­ize the role of women in Atli­a­ca soci­ety. The objec­tive rec­tor: to define the role that eth­nic tra­di­tions play in the qual­i­ty of life of the indige­nous women of Atli­a­ca and how it influ­ences the social rep­re­sen­ta­tion they have of edu­ca­tion for their lives. For these women, accord­ing to the pairs of adjec­tives in the seman­tic space used, edu­ca­tion is Quite use­less (31.9%), Quite bad (30.1%), Does not help much (24.8%) and Delays a lot (58%). As a result, we obtain that they con­ceive their fem­i­nine iden­ti­ty as ado­les­cent moth­ers, they do not per­ceive edu­ca­tion as a con­di­tion to improve their life, they think that the best thing is to get mar­ried at an ear­ly age and have chil­dren, repli­cat­ing the cus­toms and cul­ture of their par­ents, which that makes it impos­si­ble to make changes in your way of life.

Key­words: indige­nous women, liv­ing con­di­tions, edu­ca­tion, social representation.

Introducción

Solo en un Esta­do en el que la par­tic­i­pación ciu­dadana sea posi­ble, se pueden afrontar cues­tiones tan urgentes como el reconocimien­to de la diver­si­dad cul­tur­al y la equidad de género para pro­fun­dizar la democ­ra­cia y garan­ti­zar la igual­dad y jus­ti­cia social.

Es nece­sario lla­mar la aten­ción sobre la equidad de género en la democ­ra­ti­zación de las sociedades con­tem­poráneas. Las sociedades con­sti­tu­idas a par­tir de la mul­ti­cul­tur­al­i­dad evi­den­cian la fal­ta de clar­i­dad de sus políti­cas sobre igual­dad y equidad de género, en las que los pueb­los indí­ge­nas inci­den históri­ca­mente en el debate sobre las políti­cas públi­cas y las insti­tu­ciones (Bel­lo Domínguez, 2019).

Es de impre­scindible val­or inves­tiga­ti­vo pre­sen­tar el debate en torno a los ref­er­entes con­cep­tuales, condi­ciones socioe­conómi­cas y cul­tur­ales de los hom­bres y mujeres de los pueb­los indí­ge­nas y su per­ma­nente deman­da de igual­dad y equidad en el mar­co de la sociedad mundi­al y nacional.

Después de más de veinte años de lucha per­ma­nente en el con­tex­to inter­na­cional y en el seno de la Orga­ni­zación de la Naciones Unidas, sería aproba­da la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Dere­chos de los Pueb­los Indí­ge­nas. Se recono­cen los dere­chos humanos bási­cos y las lib­er­tades fun­da­men­tales de las pobla­ciones indí­ge­nas y se pide a los Esta­dos que respe­ten y acat­en cualquier instru­men­to jurídi­co con­venido entre ambas partes.

El cre­ciente interés de la opinión públi­ca en las pobla­ciones indí­ge­nas y un largo pro­ce­so de nego­cia­ciones inter­na­cionales, en el que par­tic­i­paron las orga­ni­za­ciones indí­ge­nas, indu­jeron a la comu­nidad inter­na­cional a procla­mar el año de 1993, el Año Inter­na­cional de las Pobla­ciones Indí­ge­nas del Mun­do, y, pos­te­ri­or­mente, al perío­do 1994–2003, Dece­nio Inter­na­cional de las Pobla­ciones Indí­ge­nas del Mundo.

Adi­cional­mente, se debe enfa­ti­zar que los dere­chos indí­ge­nas, no pueden ser inter­pre­ta­dos solo a la luz del dere­cho común. En diver­sos país­es, se apli­ca una inter­pretación dis­tin­ta a la visión de estos pueb­los. En reit­er­adas oca­siones den­tro del pro­ce­so de for­ma­ción de las leyes, no se toma en cuen­ta su pun­to de vista.

Todo acto de vio­len­cia es un gesto dis­cur­si­vo, el agre­sor enun­cia su posi­ción y sus intere­ses en las pal­abras o los actos. La agre­sión a la inte­gri­dad de las mujeres está aso­ci­a­da al sis­tema patri­ar­cal que prevalece en la sociedad, donde la mas­culin­idad es un esta­tus que es condi­ciona­do para su obten­ción, medi­ante un pro­ce­so de aprobación y con­quista, a difer­en­cia de la pro­duc­ción de la femineidad.

Juárez-Moreno et al. (2021a) ase­gu­ran que Améri­ca Lati­na es una de las regiones más desiguales del mun­do, donde la raza, la etnia, el género y la clase social son fac­tores rel­e­vantes al momen­to de deter­mi­nar los nive­les de pobreza y desigualdad.

Y es que los pueb­los indí­ge­nas en esta zona se con­sid­er­an una población vul­ner­a­ble, debido a su alta preva­len­cia de enfer­medades, sus caren­cias de ser­vi­cios de salud y las altas tasas de mor­bil­i­dad y mortalidad.

Con­sid­er­an Figueroa y Fran­co Novoa (2020) que pertenecer a un pueblo indí­ge­na es estar expuesto a una situación con­tin­ua de vul­ner­a­bil­i­dad man­i­fi­es­ta, deriva­da de la dis­crim­i­nación, la igno­ran­cia y la desinformación.

Recien­te­mente Durán González y Men­doza Men­doza (2022) afir­man que el estu­dio de la vio­len­cia en con­tra de las mujeres indí­ge­nas está con­cen­tra­do en la vida y expe­ri­en­cias de las per­sonas adul­tas. Sin embar­go, la vio­len­cia como una relación social que agrede o las­ti­ma a las mujeres es un pro­ce­so que ini­cia en la infan­cia; es decir, en la for­ma como las sociedades tratan y con­struyen a las niñas como per­sonas. La agre­sión a la inte­gri­dad femeni­na está aso­ci­a­da al sis­tema patri­ar­cal que prevalece, donde la población femeni­na, espe­cial­mente la indí­ge­na, es con­ce­bi­da como propiedad y dere­cho masculino.

Expli­can Gaffney Glea­son, et al. (2021) que las mujeres indí­ge­nas, en par­tic­u­lar, enfrentan entre otras, bar­reras úni­cas para uti­lizar y acced­er a la aten­ción de salud mater­na, porque son un grupo espe­cial­mente vul­ner­a­ble: tienen más prob­a­bil­i­dades de ten­er un esta­tus socioe­conómi­co bajo, cor­ren un may­or ries­go de sufrir trau­ma psi­cológi­co después de su desplaza­mien­to (debido al apego históri­co a sus tier­ras) y enfrentan obstácu­los cul­tur­ales úni­cos en la búsque­da y recep­ción de atención.

Para inves­ti­gadores como Juárez-Moreno et al. (2021b) en las comu­nidades indí­ge­nas, las mujeres se encuen­tran en may­or vul­ner­a­bil­i­dad, porque históri­ca­mente han pade­ci­do some­timien­to, sub­or­di­nación, dis­crim­i­nación y desigual­dad sis­temáti­ca en los ámbitos social, cul­tur­al, económi­co y políti­co. La vio­len­cia como lengua­je se agra­va si se con­sid­era la condi­ción históri­ca y étni­ca, donde las primeras víc­ti­mas son las mujeres, los disidentes y los pueb­los orig­i­nar­ios. Se han dado algunos avances en las políti­cas públi­cas en el tema de mujeres, pero aún fal­ta por tra­ba­jar y vis­i­bi­lizar las necesi­dades de las mujeres indígenas.

Juárez Moreno et al. (2021b) refieren que var­ios doc­u­men­tos inter­na­cionales señalan la necesi­dad de aten­der el prob­le­ma de la vio­len­cia hacia las mujeres en Méx­i­co, estos doc­u­men­tos con­for­man el mar­co nor­ma­ti­vo que el Esta­do mex­i­cano está oblig­a­do a aten­der: Con­ven­ción sobre Elim­i­nación de todas las For­mas de Dis­crim­i­nación con­tra la Mujer (CEDAW), la Res­olu­ción Gen­er­al no. 19, la Res­olu­ción Gen­er­al 48/104 de la Asam­blea de las Naciones Unidas, la Con­ven­ción Inter­amer­i­cana para la Elim­i­nación de la Vio­len­cia con­tra las Mujeres (Con­ven­ción Belem do Pará), la IV Con­fer­en­cia Mundi­al de la Mujer y las Res­olu­ciones de la Asam­blea Gen­er­al de las Naciones Unidas, entre otros.

Par­tic­u­lar­mente en Méx­i­co, Juárez-Moreno et al. (2021a) declar­an que el 79,3% de la población indí­ge­na vive en condi­ciones de pobreza y pobreza extrema. Los munici­p­ios con los más altos nive­les de anal­fa­betismo en el país están con­for­ma­dos por el 40% o más de población indí­ge­na, y las tasas de mor­tal­i­dad por enfer­medades trans­mis­i­bles entre población indí­ge­na dupli­can el prome­dio nacional.

Juárez-Moreno et al. (2021b) en otra inves­ti­gación reciente, plantean que las mujeres indí­ge­nas mex­i­canas viv­en una triple explotación, una por ser indí­ge­nas, al no hablar español y ten­er una tonal­i­dad de piel más oscu­ra, son des­pre­ci­adas; dos, por ser mujeres, y no ten­er las mis­mas opor­tu­nidades que los hom­bres y tres, por ser pobres. La cul­tura mex­i­cana es muy machista y las mujeres sopor­tan la humil­lación con dig­nidad, los hom­bres procla­man que su habil­i­dad de servir es su may­or virtud.

Tenien­do en cuen­ta la ante­ri­or afir­ma­ción y los sig­nifi­ca­dos y sig­nif­i­cantes que de ella se pueden obten­er es de impre­scindible val­or académi­co para la Psi­cología; en espe­cial para el área que inves­ti­ga y prob­lema­ti­za el con­tex­to social; y para este tra­ba­jo en par­tic­u­lar, el análi­sis de la sub­je­tivi­dad humana que se entiende, no como fenó­meno exclu­si­va­mente indi­vid­ual, sino como un aspec­to impor­tante de cualquier fenó­meno social.

Para González Rey (2008) la sub­je­tivi­dad social se dis­cute en sus con­se­cuen­cias para el desar­rol­lo de la rep­re­sentación social. Esta dis­cusión envuelve a la sub­je­tivi­dad social, al suje­to y a la rep­re­sentación social en un sis­tema com­ple­jo y dinámico:

Por lo que la sep­a­ración de lo indi­vid­ual y lo social no per­mite ver que la orga­ni­zación psíquica indi­vid­ual se desar­rol­la en la expe­ri­en­cia social e históri­ca de los indi­vid­u­os, y tam­poco per­mite con­sid­er­ar cómo las acciones de los indi­vid­u­os, las que son insep­a­ra­bles de su pro­duc­ción sub­je­ti­va, tienen un impacto que, de hecho, se aso­cia a nuevos pro­ce­sos de trans­for­ma­ción de las for­mas de vida y orga­ni­zación social. (p. 229)

Sub­je­tivi­dad es aque­l­la tra­ma de per­cep­ciones, aspira­ciones, memo­rias, saberes y sen­timien­tos que impul­sa y da una ori­entación para actu­ar en el mun­do. Sub­je­tivi­dad social es esa mis­ma tra­ma cuan­do es com­par­ti­da por un colec­ti­vo. Ella le per­mite con­stru­ir sus rela­ciones, percibirse como un “nosotros” y actu­ar colectivamente.

La sub­je­tivi­dad es parte de la cul­tura, pero es aque­l­la parte que es insep­a­ra­ble de las per­sonas conc­re­tas. Por lo mis­mo, es la parte más cam­biante y frágil de ella. Hoy, cuan­do las cul­turas se frag­men­tan y diver­si­f­i­can, la sub­je­tivi­dad indi­vid­ual y colec­ti­va sale como nun­ca antes a la super­fi­cie de la vida social y que­da por lo mis­mo más expuesta.

Según Linch (2020) para cono­cer e iden­ti­ficar des­de las inves­ti­ga­ciones cien­tí­fi­cas el sig­nifi­ca­do de aque­l­las per­cep­ciones, aspira­ciones, memo­rias, saberes que se lla­man sub­je­tivi­dad, se debe inves­ti­gar la man­era en que los suje­tos com­pren­den los acon­tec­imien­tos de la vida cotid­i­ana, en relación con su con­tex­to situa­cional, históri­co y cul­tur­al. Es nece­sario decod­i­ficar imá­genes que con­cen­tran sig­nifi­ca­dos, sis­temas de ref­er­en­cia que per­miten inter­pre­tar lo que sucede e inclu­so dan un sen­ti­do a lo ines­per­a­do, cat­e­gorías que sir­ven para clasi­ficar las cir­cun­stan­cias, los fenó­menos y a los indi­vid­u­os y sus rela­ciones sociales: estas son las rep­re­senta­ciones sociales.

Afir­ma Gutiér­rez Vidrio (2020) que según los estu­dios de Moscovi­ci, la rep­re­sentación social (RS) es “una modal­i­dad par­tic­u­lar del conocimien­to cuya fun­ción es la elab­o­ración de los com­por­tamien­tos y la comu­ni­cación entre los indi­vid­u­os” (1979, 17) y esa rep­re­sentación del conocimien­to com­par­tido, está deter­mi­na­da por los indi­vid­u­os que uti­lizan esque­mas de pen­samien­to social; estos se inte­gran en sus sis­temas de val­ores depen­di­en­do de su his­to­ria, expe­ri­en­cias pre­vias, perte­nen­cia y con­tex­to social.

No se puede perder de vista que las rep­re­senta­ciones sociales son estruc­turas cog­ni­ti­vo- afec­ti­vas (no pueden ser reduci­das a su puro con­tenido cog­ni­ti­vo); por el con­trario, nece­si­tan ser enten­di­das a par­tir del con­tex­to que las engen­dra y de su fun­cional­i­dad en las inter­ac­ciones cotidianas.

Para la pre­sente inves­ti­gación es impre­scindible recono­cer que los com­po­nentes sim­bóli­cos, axi­ológi­cos e ide­ológi­cos emer­gentes en la rep­re­sentación deben estu­di­arse con­jun­ta­mente con sus expre­siones en las prác­ti­cas y con­duc­tas y sus man­i­festa­ciones solid­i­fi­cadas en los mecan­is­mos insti­tu­cionales de reg­u­lación social.

La per­cep­ción humana no es –al menos, no solo– direc­ta, este con­jun­to de imá­genes, rep­re­senta­ciones del mun­do, ya que no son el mun­do, con­sti­tuyen las creen­cias del suje­to sobre el mun­do. La con­struc­ción de rep­re­senta­ciones no depende solo de la inter­ac­ción (den­tro de la mente) entre los estí­mu­los exter­nos y los mecan­is­mos cog­ni­tivos sal­vo en un momen­to ini­cial e ide­al; las imá­genes ya exis­tentes tam­bién inter­vienen en el pro­ce­so, condi­cio­nan­do la que será la ima­gen resul­tante para un estí­mu­lo par­tic­u­lar. El papel de las creen­cias pre­vias en la con­struc­ción de las nuevas rep­re­senta­ciones es fundamental.

Estu­di­ar las rep­re­senta­ciones sociales que las mujeres indí­ge­nas tienen sobre sus mod­os de vida cobra espe­cial impor­tan­cia porque la vio­len­cia hacia las mujeres indí­ge­nas pre­sen­ta par­tic­u­lar­i­dades que la dis­tinguen de la for­ma en que se pre­sen­ta en otros gru­pos de mujeres ya que su condi­ción étni­ca y de clase las sitúa en un lugar de sub­al­ternidad (Álvarez-Díaz y Paine­mal Morales, 2021).

Al pro­pio tiem­po resul­ta de interés inves­tiga­ti­vo estu­di­ar los indi­cadores de caren­cia social (reza­go educa­ti­vo, fal­ta de acce­so a los ser­vi­cios de salud, acce­so a méto­dos de plan­i­fi­cación famil­iar, vivien­da de cal­i­dad inade­cua­da o de espa­cios insu­fi­cientes (agua potable, drena­je), acce­so a la ali­mentación nutri­ti­va y de cal­i­dad, acce­so al tra­ba­jo y a un salario dig­no) que inci­den direc­ta­mente en la deter­mi­nación de los nive­les y la cal­i­dad de vida que viv­en los pobladores de Atliaca.

Planteamien­to del problema

En todas las sociedades y prin­ci­pal­mente en la indí­ge­na, existe una mar­ca­da división del tra­ba­jo, con base en la cual se da una val­o­ración dis­tin­ta a las tar­eas y activi­dades real­izadas por hom­bres y mujeres. Tradi­cional­mente, las mujeres indí­ge­nas son las encar­gadas del tra­ba­jo domés­ti­co, cuida­do y cri­an­za de los hijos, y el hom­bre es el encar­ga­do de la activi­dad agrí­co­la, es decir, que cada uno cumple con sus roles de género, los cuales se apren­den a través del tiempo.

Las mujeres indí­ge­nas de Atli­a­ca, Esta­do de Guer­rero, Méx­i­co, acos­tum­bradas a sac­ri­ficar sus necesi­dades y vivir en segun­do plano, en la may­oría de los casos al casarse, tienen que realizar muchas activi­dades propias del hog­ar, como, aten­der a su esposo, lev­an­tarse muy tem­pra­no, antes de que sal­ga el sol, para poder ini­ciar el día preparan­do la comi­da y hac­er tor­tillas para que su esposo lleve su ali­men­to a donde tra­ba­ja, que por lo reg­u­lar es al cam­po, o las tabi­querías, ellos de la mis­ma edad de ellas, tam­bién tienen que ten­er respon­s­abil­i­dades, porque sus padres les dicen que ellos ya tienen mujer y deben man­ten­er­la, ellas se quedan en casa para ayu­dar a sus sue­gras con las tar­eas del hogar.

Esta es la vida de las niñas hechas mujeres, con respon­s­abil­i­dades, mien­tras sus esposos se van a tra­ba­jar ellas se quedan, hacen el tra­ba­jo que les asigna su sue­gra, como acar­rear agua del tanque, coser balón, hac­er servil­letas bor­dadas, ayu­dar a las labores agrí­co­las, o la cri­an­za de los animales.

Así tam­bién, se ponen a des­gra­nar el maíz y por eso las mujeres tienen que lev­an­tarse tem­pra­no para que les dé tiem­po de hac­er todos estos deberes como esposa, más si ya son madres.

A todas las niñas a la edad de 9 o 10 años, sus madres les van enseñan­do las labores domés­ti­cas, porque ellas, saben que deben estar preparadas para poder aten­der a sus esposos y los deberes del hog­ar, estas niñas, así como sus madres no tienen, otras aspira­ciones, más que las de poder jun­tarse como común­mente lo dicen: ese es el máx­i­mo sueño de estas niñas hechas mujeres, es ahí cuan­do se le cor­tan las pocas opor­tu­nidades a la educación.

Es decir, las mujeres de Atli­a­ca, a muy tem­prana edad se desem­peñan en las activi­dades pro­duc­ti­vas y repro­duc­ti­vas den­tro del entorno famil­iar, las cuales tienen que ver con su iden­ti­dad de género.

Las mujeres hacen todas estas activi­dades sin recibir ningún pago ni estí­mu­lo y a pesar de la inmen­sa car­ga del tra­ba­jo que tienen no son val­o­radas por sus mari­dos ni famil­iares, algu­nas mujeres pien­san que esto es nor­mal, otras sus mari­dos y sue­gras les dicen que es su obligación y su deber como mujer.

Las condi­ciones de vida son pre­carias, existe una pobreza extrema y desigual­dad social. Esta población se encuen­tra invis­i­bi­liza­da y no bus­can opor­tu­nidad de mejores alter­na­ti­vas de desar­rol­lo, tenien­do a 25 km la cap­i­tal del Esta­do de Guer­rero, donde existe la opor­tu­nidad de pro­gre­so y edu­cación que son aprovechadas por mujeres de otras comu­nidades más lejanas.

La pre­sente inves­ti­gación parte de las sigu­ientes interrogantes:

¿Qué vari­ables del con­tex­to social de las mujeres de Atli­a­ca inci­den en su bajo niv­el de vida? ¿Por qué no perciben la superación educa­ti­va como proyec­to de vida? ¿Qué rep­re­sentación social tienen de la educación?

El obje­ti­vo gen­er­al de este estu­dio es: Definir el papel que jue­gan las tradi­ciones étni­cas en la cal­i­dad de vida de las mujeres indí­ge­nas de Atliaca.

Como obje­tivos especí­fi­cos se plantean:

  • Describir las condi­ciones sociales de vida de las mujeres de Atliaca.
  • Explicar la rep­re­sentación social de la edu­cación que tienen las mujeres de Atliaca.
  • Car­ac­teri­zar el rol de la mujer en la sociedad atliaquense.

Método

La real­ización de la inves­ti­gación fue des­de un enfoque mix­to secuen­cial cuan­ti-cual­i­ta­ti­vo, pues se abor­daron téc­ni­cas y análi­sis cor­re­spon­di­entes al enfoque cuan­ti­ta­ti­vo en una primera aprox­i­mación, para pos­te­ri­or­mente entrar en may­or pro­fun­di­dad com­ple­men­tan­do la infor­ma­ción cuan­ti­ta­ti­va a par­tir de un abor­da­je cual­i­ta­ti­vo, así como los cor­re­spon­di­entes análi­sis de la infor­ma­ción recolec­ta­da, los que se tri­an­gu­lan metodológi­ca­mente en los resul­ta­dos presentados.

En la inves­ti­gación se sigue el par­a­dig­ma mix­to porque en ella se rep­re­sen­ta un con­jun­to de pro­ce­sos sis­temáti­cos, empíri­cos y críti­cos que impli­can la recolec­ción y el análi­sis de datos cuan­ti­ta­tivos y cual­i­ta­tivos, para lograr un may­or entendimien­to del fenó­meno bajo estu­dio (Hernán­dez Sampieri et al., 2014).

Se tomó de man­era com­ple­men­taria y heurís­ti­ca el enfoque epis­te­mológi­co de estu­dio de las RS que dialo­ga coher­ente­mente con los estu­dios sobre RS, dado que per­mite com­pren­der a la per­sona como creado­ra de sen­ti­dos y sig­nifi­ca­dos (Pérez, Nieto y San­ta­maría, 2019).

En cuan­to al méto­do de inves­ti­gación la exposi­ción real­iza­da mues­tra la necesi­dad de un abor­da­je plurimetodológi­co de las RS, fun­da­men­ta­do en la artic­u­lación de las dis­tin­tas per­spec­ti­vas teóri­c­as y epis­te­mológ­i­cas y en fun­ción de la com­ple­ji­dad con­sti­tu­ti­va del obje­to a inves­ti­gar, toda vez que has­ta aho­ra no existe una sola téc­ni­ca que per­mi­ta recolec­tar de modo con­jun­to los com­po­nentes de la representación.

Se uti­lizaron como téc­ni­cas de recolec­ción de infor­ma­ción: Encues­ta, Difer­en­cial semán­ti­co y la Obser­vación sistemática.

Para ello se fue real­izan­do un acer­camien­to al cam­po de acción, desar­rol­lan­do vis­i­tas casa por casa, como parte de la inves­ti­gación doc­u­men­tal, per­mi­tien­do así, obten­er un panora­ma doc­u­men­ta­do y actu­al­iza­do sobre el análi­sis de las condi­ciones de estu­dio y de tra­ba­jo de las mujeres.

En un abor­da­je deduc­ti­vo-induc­ti­vo del prob­le­ma, se tuvieron en cuen­ta a pri­ori cat­e­gorías como: número de per­sonas que habi­tan en casa, ser­vi­cios bási­cos con que cuen­tan, edad de las per­sonas, número de mujeres que habi­tan por casa, esta­do civ­il, niv­el de esco­lar­i­dad, esta­tus económi­co y social, número de hijos, condi­ciones de la vivien­da, activi­dades recre­ati­vas, entre otras.

Esta inves­ti­gación es un estu­dio de corte trans­ver­sal, de tipo descrip­ti­vo y cor­rela­cional en lo que respec­ta a las condi­ciones de vida y fac­tores étni­cos y cul­tur­ales. La mues­tra no prob­a­bilís­ti­ca, con­sti­tuyó en selec­cionar de la comu­nidad de mujeres de Atli­a­ca aque­l­las cuyas edades oscilan entre los 12 años y 50 tenien­do en cuen­ta vari­ables como edad para casarse, ten­er hijos, estu­di­ar, tra­ba­jar, admin­is­trar pro­ce­sos domés­ti­cos, entre otros fac­tores de val­or para el estudio.

El pro­ce­so de selec­ción mues­tral fue no prob­a­bilís­ti­co, con una selec­ción inten­cional, por con­ve­nien­cia, aten­di­en­do a la com­ple­ji­dad de la incur­sión en el cam­po de acción por parte de los inves­ti­gadores, por tratarse de una comu­nidad de difí­cil acce­so, con códi­gos tan­to cul­tur­ales como lingüís­ti­cos particulares.

Se tomaron 30 mujeres, que accedieron vol­un­tari­a­mente a par­tic­i­par en el estu­dio, a las que se pudo lle­gar a través de suje­tos claves de la comu­nidad, iden­ti­fi­ca­dos con la necesi­dad y val­or de la inves­ti­gación. Los nom­bres de las mujeres que ofrecieron infor­ma­ción nun­ca se conocieron con el fin de pro­te­ger el anon­i­ma­to de ellas, sigu­ien­do un prin­ci­pio éti­co fundamental.

Para detec­tar las lim­ita­ciones y prob­le­mas de la vida de estas mujeres aso­ci­adas a aspec­tos pura­mente socioe­d­uca­tivos, así como a sus expe­ri­en­cias de vida, que con­du­jeron al análi­sis real­iza­do, se hace esta primera apropiación de la real­i­dad a través de doc­u­men­tos académi­cos y autori­dades munic­i­pales; la inda­gación con­for­mó una aprox­i­mación com­ple­men­taria par­tien­do de una prop­ues­ta her­menéu­ti­ca, de los pro­ce­sos de inter­pretación de la real­i­dad a la for­ma de analizarla, toman­do como base el tra­ba­jo de los doc­u­men­tos, reg­istros, escritos y con­sul­ta de tex­to de las cien­cias sociales y antropológ­i­cas, para cono­cer, apropi­arse, prob­lema­ti­zar y difundir la real­i­dad socioe­d­uca­ti­va que viv­en las mujeres indí­ge­nas en dicha comunidad.

El desar­rol­lo de este análi­sis con­for­mó una prop­ues­ta adi­cional doc­u­men­tal, en un esfuer­zo por cono­cer los límites de lo ya sabido y atre­verse a pre­gun­tar lo descono­ci­do. Lo que llevó a inda­gar la prob­lemáti­ca que viv­en las mujeres de esta comu­nidad, por lo tan­to, se plantea entre muchas otras, la inter­ro­gante de por qué no ven la superación académi­ca como proyec­to de vida, para poder super­ar las condi­ciones pre­carias, pobreza y desigual­dad social en que viven.

Se uti­lizó el pro­gra­ma SPSS (Sta­tis­ti­cal Pack­age­forthe Social Sci­ences) ver­sión 18 para Win­dows (Pal­lant, 2020) para el dis­eño de la base de datos y el análi­sis de estos. Se real­izó un análi­sis estadís­ti­co descrip­ti­vo, fre­cuen­cias abso­lu­tas y rel­a­ti­vas para las vari­ables categóri­c­as y para las vari­ables numéri­c­as. Se realizaron tablas de Chi-cuadra­da para exam­i­nar las aso­cia­ciones entre condi­ciones de vida y tradi­ciones étnicas.

Las rela­ciones de las vari­ables fueron con­sid­er­adas estadís­ti­ca­mente sig­ni­fica­ti­vas a un p<0.05. Sig­nif­i­can­cia estadís­ti­ca. Un niv­el de sig­nif­i­can­cia de 0,05 es acept­able. El niv­el de sig­nif­i­can­cia (tam­bién lla­ma­do alfa) es el umbral que se establece para deter­mi­nar la sig­nif­i­can­cia. Si el val­or p es menor o igual al niv­el de sig­nif­i­can­cia estable­ci­do, los datos se con­sid­er­an estadís­ti­ca­mente significativos.

Para el dis­eño ini­cial de las Encues­tas se iden­ti­fi­caron los ítems más acordes con el obje­to de inves­ti­gación. El instru­men­to en su ver­sión final con­tó ini­cial­mente con una breve descrip­ción del obje­ti­vo de la inves­ti­gación dirigi­da a los suje­tos par­tic­i­pantes, además de definir cues­tiones éti­cas para el mane­jo de la información.

En el pre­sente estu­dio se uti­liza el Difer­en­cial Semán­ti­co, este tipo de instru­men­to fue crea­do por Osgood (1957), es un pro­ced­imien­to des­ti­na­do a medir la sig­nifi­cación que tienen cier­tos obje­tos, hechos, situa­ciones o per­sonas para los encues­ta­dos. Conc­re­ta­mente se mide esa sig­nifi­cación a par­tir de la situación del con­cep­to del obje­to anal­iza­do en un espa­cio semán­ti­co de dimen­siones val­o­rati­vas. Los difer­en­ciales semán­ti­cos ponen de relieve los estereoti­pos que el indi­vid­uo mane­ja y que deter­mi­nan sus opin­iones sobre un tema en con­cre­to. Su estruc­tura es sen­cil­la, con­s­ta de una serie de adje­tivos bipo­lares rela­ciona­dos con el tema a estudiar.

Se val­o­raron 4 pares de adje­tivos rela­ciona­dos con la educación:

  • Ùtil- Inútil
  • Bue­na-Mala
  • Ayu­da- No ayuda
  • Ade­lan­ta- Atrasa

A con­tin­uación se mues­tra un ejem­p­lo de cómo quedó refle­ja­do un par de adje­tivos en el cuestionario.

Muy Bas­tante Poco Nada Poco Bas­tante Muy
Útil Inútil

Resultados

Una vez imple­men­tadas las Encues­tas, se reco­gen los sigu­ientes resul­ta­dos que per­miten dar respues­ta a los obje­tivos de la inves­ti­gación en fun­ción de describir las condi­ciones sociales de vida de las mujeres de Atli­a­ca, explicar la pre­cep­ción social de la edu­cación de estas y car­ac­teri­zar su rol de género en la sociedad atliaquense.

La Figu­ra 1 rep­re­sen­ta los ran­gos de edades de las mujeres que quisieron ser encues­tadas, se esti­ma de 14–20 años un 44.9% que cor­re­sponde a ado­les­centes y jovenci­tas, un 18.4% a edades de 21–27, el 14.3% a edades de 28–35, y de 36–42 años cor­re­sponde a un 22.4%.

Figura 1. Edad de las mujeres encuestadas de la localidad de Atliaca

Fuente: Elaboración propia

A par­tir de las respues­tas obtenidas en la encues­ta real­iza­da se pudo con­statar una serie de car­ac­terís­ti­cas de estas mujeres indí­ge­nas que ofre­cen el panora­ma social de esta comu­nidad y que describen las condi­ciones sociales de vida de las mujeres de Atliaca:

Figura 2. Personas con las que conviven las mujeres de la localidad de Atliaca.

Fuente: Elaboración propia

Las mujeres que viv­en con sus padres fue un por­centa­je de 10.0%, las que viv­en con el esposo fue el 76.0%, 4.0% las mujeres que viv­en solas y un 10.0% viv­en con sus sue­gros. (Figu­ra 2).

Cuan­do se les pre­gun­tó a qué edades se casaron, las respues­tas se plantearon des­de: muy jovenci­tas: 66.0% de ellas a los 13 a 15 años, 34.0% de las mujeres a los 16 a 19 años, mien­tras que en las edades de 20 años en ade­lante ninguna.

Un ele­men­to a ten­er en cuen­ta en la descrip­ción sociode­mográ­fi­ca de esta población es la can­ti­dad de hijos: las mujeres que tienen 1 a 2 hijos fueron el 60.0%, 3 a 4 hijos 28.0% de las mujeres, 5 hijos 8.0% mujeres y 6 solo 4.0%.

Solo el 26.0% respondió que sí uti­lizan algún méto­do de plan­i­fi­cación famil­iar y el 74.0% de las mujeres no cuen­tan con ninguno.

De las mujeres que lab­o­ran con remu­neración (58%), el 20.6% tra­ba­jan cosien­do balones, 37.9% tra­ba­ja en tra­ba­jos domés­ti­cos fuera de Atli­a­ca, 20.6% de las mujeres se encuen­tran tra­ba­jan­do en el cam­po, y el 20.6% de las mujeres que se ded­i­can al com­er­cio, cómo vender chiles, jit­o­mate, cebol­la y ajos.

El salario que perciben por estos tra­ba­jos: el 44.8% de ellas gana $50 a $100 pesos a la sem­ana, 44.8% ganan de $200 a $400 pesos y solo el 10.3% de las mujeres gana $500 a $800 pesos.

Se pudo cono­cer que las mujeres encues­tadas de la local­i­dad de Atli­a­ca, en su may­oría el 44.4% solo han ido al munici­pio de Tixt­la, 40.0% han vis­i­ta­do Chilpancin­go de los Bravos, 8.8% de las mujeres cono­cen Chi­la­pa, y solo 6.6% han podi­do ir a cono­cer difer­entes for­mas de vivir, como es la Ciu­dad de México.

El 100% de las encues­tadas expresó que no cuen­tan con agua potable en sus vivien­das, ellas van a acar­rear a los pozos que se encuen­tran ubi­ca­dos en dis­tin­tos pun­tos de la local­i­dad. Tam­poco se encon­tró quien dijera con­tar con drena­je al inte­ri­or de las casas (0%), solo con letri­nas de pozo.

El 58% de ellas respondieron que viv­en en un solo cuar­to, ahí está la cama, la coci­na, la mesa para com­er, y unos ban­cos, 24.0% tienen 2 cuar­tos (uno donde solo es para dormir, y el otro para coci­nar y com­er), 16.0% tienen 3 cuar­tos, y solo 2.0% cuen­ta con 4 cuartos.

Para poder explicar la per­cep­ción social de la edu­cación de las mujeres de Atli­a­ca, es nece­sario prestar aten­ción a los sigu­ientes resultados:

Figura 3. Porcentaje de mujeres que se encuentran estudiando

Gráfico

Fuente: Elaboración propia
Figura 4. Motivos del abandono de estudios

Fuente: Elaboración propia

Resul­ta muy intere­sante obser­var cómo los patrones de vida y apren­diza­je se repli­can de gen­eración en gen­eración, obstruyen­do, en el área de la edu­cación, la posi­bil­i­dad de abrirse a nuevas for­mas de desar­rol­lo per­son­al y social:

Figura 5. Nivel educativo de las mujeres de Atliaca

Figura 6. Nivel educativo de los hijos de las mujeres de Atliaca

Fuente: Elaboración propia

En la Figu­ra 7 se puede obser­var cómo las mujeres indí­ge­nas son dis­crim­i­nadas y a ellas se les asig­nan los roles de cuidado­ras exclusivamente.

Figura 7. Distribución de trabajos no remunerados por género

Fuente: Elaboración propia

Las mujeres inves­ti­gadas de la comu­nidad de Atli­a­ca, son obje­to de vio­len­cia, el 52% sufren vio­len­cia físi­ca, ver­bal y emo­cional, el 27% sufren de vio­len­cia económi­ca, el 16% sufre vio­len­cia sex­u­al, que incluye todo tipo de activi­dad o con­tac­to sex­u­al que ocurre sin su con­sen­timien­to incluyen­do vio­lación y toque­teo sex­u­al no desea­do y esto puede ser oca­sion­a­do por los her­manos, padres, padras­tros, algún famil­iar o un descono­ci­do, es lo que viv­en algu­nas mujeres en la comu­nidad de Atli­a­ca, por lo reg­u­lar esta vio­len­cia es eje­cu­ta­da por los hom­bres, como for­mas de con­trol y castigo.

En la sigu­iente tabla apare­cen los dis­tin­tos por­centa­jes obtenidos en cada uno de los 7 espa­cios que sep­a­ran para cada par de adje­tivos opuestos, mostran­do las cua­tro pare­jas de adje­tivos opuestos uti­liza­dos en el difer­en­cial semántico.

Tabla1. Diferencial Semántico de la muestra total
VÁLIDOS Útil Bue­na Ayu­da Ade­lan­ta
Inútil Mala No ayu­da Atrasa
Muy (Mucho) 1,8 % 0% 0,9% 4,9%
Bas­tante 7,5% 6,2% 8,4% 1,3%
Poco 27,4 % 23% 20,4% 1,8%
Nada 7,2 % 5,3% 19,0% 8%
Poco 5,3 % 10,6% 7,5% 6,6%
Bas­tante 31,9% 30,1% 18,1% 18,6%
Muy (Mucho) 22,6 % 23,9% 24,8% 58%
Total 0,9% 0,9% 0,9% 0,9%
PERDIDOS Sis­tema 0,9% 0,9% 0,9% 0,9%
100% 100% 100% 100%
Fuente: Elaboración propia

Según los resul­ta­dos de la Tabla, para las mujeres de Atli­a­ca la edu­cación es Bas­tante inútil (31,9%), Bas­tante mala (30,1%), No ayu­da mucho (24,8%) y Atrasa mucho (58%).

Discusión

Múlti­ples inves­ti­ga­ciones en la actu­al­i­dad han abor­da­do el tema de las condi­ciones de vida y las cul­turas indí­ge­nas para dejar una bue­na can­ti­dad de inter­ro­gantes en cuan­to a cómo con­tin­uar la lucha por las lib­er­tades y en con­tra de la vio­len­cia y sobre todo un entre­si­jo de defini­ciones, con­cep­tos, con­cep­ciones teóri­c­as sobre la vio­len­cia a la mujer indí­ge­na que facil­i­tan el análi­sis inter­sec­cional que bus­ca abor­dar las for­mas en las que el racis­mo, el patri­ar­ca­do, la opre­sión de clase y otros sis­temas de dis­crim­i­nación cre­an desigual­dades que estruc­turan las posi­ciones rel­a­ti­vas de las mujeres indígenas:

Juárez-Moreno et al. (2021) real­izan un estu­dio sobre tipos y modal­i­dades de vio­len­cia en mujeres indí­ge­nas de dos esta­dos mex­i­canos, en otro momen­to inves­tiga­ti­vo inda­gan sobre las prác­ti­cas en torno a la sex­u­al­i­dad y el género de las mujeres indí­ge­nas, sus conocimien­tos y per­cep­ción de ries­go a la infec­ción por VIH. Álvarez-Díaz y Paine­mal Morales (2021) estu­di­an la prob­lemáti­ca socio­cul­tur­al de la mujer mapuche, Figueroa y Fran­co Novoa (2020) se refieren a la vio­len­cia en con­tra de las mujeres víc­ti­mas del con­flic­to arma­do en Colombia.

Recien­te­mente Durán González y Men­doza Men­doza (2022) se han ocu­pa­do de la vio­len­cia de género des­de la mira­da de las niñas indí­ge­nas; Bel­lo Domínguez (2019) inves­ti­ga la estruc­tura y deman­da de las condi­ciones históri­c­as de hom­bres y mujeres de pueb­los indí­ge­nas; Martínez Olvera et al. (2020) estu­di­an a las mujeres indí­ge­nas con edu­cación supe­ri­or ante las nor­mas hegemóni­cas de género; Gaffney Glea­son et al. (2021) inda­gan en el fenó­meno cien­tí­fi­co que con­sti­tuye la vio­len­cia obstétri­ca de mujeres indí­ge­nas; Galar Martínez (2021) anal­iza la rep­re­sentación políti­ca descrip­ti­va y sim­bóli­ca de las mujeres que ocu­pan car­gos en los cabil­dos de munici­p­ios con Sis­temas Nor­ma­tivos Indí­ge­nas (SNI), en el esta­do de Oax­a­ca, México.

Todas inda­gan sobre difer­entes aris­tas de las condi­ciones de vida de las mujeres indí­ge­nas, pero todas tienen en común el dejar claro que estas pobla­ciones han sido y son mar­gin­adas e invis­i­bi­lizadas a lo largo de la his­to­ria. Que sus ances­trales cul­turas han mar­ca­do sus com­por­tamien­tos y sus per­cep­ciones sociales de gen­eración en generación.

La pre­sente inves­ti­gación, nació como una inqui­etud por cono­cer y dar a cono­cer cómo se dan las condi­ciones de vida de las mujeres y niñas en la comu­nidad de Atli­a­ca del munici­pio de Tixt­la, Guer­rero, fue nece­sario for­mu­lar un esque­ma para bus­car las primeras aprox­i­ma­ciones teóri­c­as sobre el tema de interés, así como la estruc­turación ade­cua­da de las her­ramien­tas de tra­ba­jo para el apropi­a­do acer­camien­to y recu­peración de la infor­ma­ción con los suje­tos de estudio.

Ya se conoce que uno de los prob­le­mas sociales de may­or trascen­den­cia en los pueb­los orig­i­nar­ios es la pobreza y las mujeres es uno de los sec­tores con may­or vul­ner­a­bil­i­dad, no solo por las lim­ita­ciones económi­cas, sociales, políti­cas que pade­cen, así como de los con­tex­tos cul­tur­ales y étni­cos a los que pertenecen, sien­do víc­ti­mas de la dom­i­nación mas­culi­na y prác­ti­cas machis­tas que for­man parte del vivir y sen­tir diario de estas comunidades.

Los prob­le­mas económi­cos que se pre­sen­tan den­tro de la economía famil­iar en la comu­nidad de Atli­a­ca se deben en parte, a la baja pro­duc­ción agrí­co­la, al desem­pleo de los hom­bres y a otros fac­tores que influyen para que la mujer se vea en la necesi­dad de gener­ar ingre­sos al inte­ri­or del seno familiar.

El 50% de las casas están con­stru­idas con bar­das de tabique, con pisos de cemen­to y tier­ra, el 60% con techos de lámi­nas gal­va­nizadas, de cartón y teja, puer­tas y ven­tanas de madera elab­o­radas por sus mis­mos habi­tantes, el 20% de las vivien­das no cuen­tan con el ser­vi­cio de agua entuba­da, las mujeres y los hijos son los encar­ga­dos de acar­rear en cube­tas el vital líqui­do para su uso domés­ti­co y per­son­al que se encuen­tra alma­ce­na­da en tan­ques que están en deter­mi­nadas esquinas de la comunidad.

Por otro lado, la may­oría de sus calles no están pavi­men­tadas esto hace difí­cil el acce­so para sus pobladores, enfrentan­do inequidades para acced­er a ser­vi­cios bási­cos y reducien­do su expec­ta­ti­va de vida y a las posi­bil­i­dades de mejo­ras. Otro aspec­to sobre­saliente el 82% siguen con­ser­van­do la tradi­cional coci­na de leña y muy pocas casas usan est­u­fa de gas.

El 60% de la población espe­cial­mente el jefe famil­ia atli­aque­nse se ded­i­ca espe­cial­mente a la pro­duc­ción y dis­tribu­ción del tabique y tabi­cones, de igual for­ma se ded­i­can a la elab­o­ración de arte­sanías hechas de pal­ma y madera, tam­bién, se ded­i­can a la des­ti­lación del maguey, donde se obtiene el tradi­cional mez­cal, plan­ta sil­vestre que se encuen­tra en las lla­nuras de la localidad.

El uso de alco­hol con­tribuye a una amplia gama de prob­le­mas de salud como: la depre­sión, sui­cidio, cir­ro­sis, cáncer y depen­den­cia de alco­hol, en esta comu­nidad, la influ­en­cia de las bebidas alco­hóli­cas arro­jó datos sig­ni­fica­tivos, ya que el 52% de las mujeres lo con­sumen, ellas lo ven como una man­era de con­vivir con sus famil­iares y amis­tades en las fies­tas que se hacen fre­cuente­mente en la comu­nidad, un 73% con­sumen mez­cal por ser una bebi­da económi­ca y que se pro­duce en la mis­ma comu­nidad, el resto se dis­tribuye entre cerveza y otras bebidas.

Las mujeres no perciben la edu­cación como una condi­ción para mejo­rar sus vidas, ellas pien­san que lo mejor es casarse a tem­prana edad y pro­cre­ar hijos, repli­can­do las cos­tum­bres y cul­tura de sus prog­en­i­toras, ocupán­dose de los que­hac­eres de la casa y el cuida­do de los her­manos, así tam­bién ayu­dan a sus padres en las labores del cam­po, de man­era que pasa a segun­do o ter­cer plano la for­ma­ción esco­lar para ellas, sin con­tem­plar ningu­na meta a cor­to o medi­ano plazo.

En cuan­to a la esco­lar­i­dad se detec­tó que el 50% de las mujeres han cur­sa­do el niv­el pri­mario, el 39,2% el medio supe­ri­or, así mis­mo las mujeres de Atli­a­ca man­i­fes­taron que, aban­do­nan o deser­tan en el niv­el bási­ca par­tic­u­lar­mente en la secun­daria, para realizar activi­dades lab­o­rales por la situación económi­ca tan pre­caria que han vivi­do durante toda su vida.

La fecun­di­dad en la población indí­ge­na tiene una estrecha relación inver­sa con la esco­lar­i­dad, al obser­var que el prome­dio de hijos dis­min­uye con­forme aumen­ta el niv­el de esco­lar­i­dad, cuan­do las mujeres indí­ge­nas no tienen ningún gra­do aproba­do en el niv­el bási­co, tienen en prome­dio de hijos may­or que cuan­do tienen un niv­el más avanzado.

Conclusiones

Las mujeres indí­ge­nas de la comu­nidad de Atli­a­ca, sue­len vivir una infan­cia muy dis­tin­ta a la que sue­len exper­i­men­tar las mujeres de las zonas urbanas, ya que des­de muy pequeñas tienen a su car­go una serie de respon­s­abil­i­dades domés­ti­cas, atraviesan una eta­pa de répli­ca de patrones, al iden­ti­fi­carse con las demás niñas y mujeres de su entorno, con­ciben su iden­ti­dad femeni­na como madres ado­les­centes, atrav­es­an­do por difi­cul­tades difí­ciles que afectan de man­era direc­ta en su esta­do socioe­mo­cional, con cos­tum­bres añe­jas sobre mat­ri­mo­nios infan­tiles, oblig­adas a cumplir por la mis­ma cul­tura familiar.

En esta comu­nidad, par­tic­u­lar­mente a través de las voces de un grupo de mujeres par­tic­i­pantes, se rev­e­laron prob­lemáti­cas como las impli­ca­ciones socioe­conómi­cas que impactan en sus famil­ias, rela­cionadas la baja pro­duc­ción agrí­co­la, al desem­pleo de los hom­bres y otros fac­tores que influyen para que la mujer se vea en la necesi­dad de gener­ar ingre­sos al inte­ri­or del seno familiar.

Las mujeres de esta comu­nidad no perciben la edu­cación como una condi­ción para mejo­rar su vida, ellas pien­san que lo mejor es casarse a tem­prana edad y pro­cre­ar hijos, repli­can­do las cos­tum­bres y cul­tura de sus prog­en­i­toras, ocupán­dose de los que­hac­eres de la casa y el cuida­do de los her­manos, así tam­bién ayu­dan a sus padres en las labores del cam­po, de man­era que pasa a segun­do o ter­cer plano la for­ma­ción esco­lar para ellas, sin con­tem­plar ningu­na meta a cor­to o largo plazo.

Un aspec­to ele­men­tal que car­ac­ter­i­za a la local­i­dad de Atli­a­ca, son las cos­tum­bres con que se rige, lo que imposi­bili­ta conc­re­tar en for­ma ráp­i­da cam­bios en su for­ma de vida.

Como lim­ita­ciones iden­ti­fi­cadas, desta­ca la necesi­dad de trascen­der el aspec­to explica­ti­vo del prob­le­ma, para arrib­ar a prop­ues­tas conc­re­tas y trans­for­mado­ras y ajus­tadas a las car­ac­terís­ti­cas socio­cul­tur­ales y necesi­dades sen­ti­das de las mujeres de la comunidad.

Por eso, se hace indis­pens­able y urgente realizar un análi­sis min­u­cioso y pro­fun­do, que con­tribuya a pro­por­cionar a las niñas y mujeres indí­ge­nas que habi­tan en las comu­nidades rurales del Esta­do de Guer­rero su inte­gración al desar­rol­lo políti­co, económi­co, social y cul­tur­al de sus munici­p­ios y del Esta­do de Guer­rero, rompi­en­do con los estereoti­pos a los que se encuen­tran someti­das, lo que traerá apare­ja­do el ejer­ci­cio y pleno goce de sus dere­chos humanos.

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