PARA QUE TODO LO SÓLIDO NO SE DESVANEZCA EN EL AIRE

Manuel Calviño

Facultad de Psicología, Universidad de La Habana

Resumen

En el pro­ce­so de desar­rol­lo la sociedad ha lle­ga­do a crear un sis­tema tec­nológi­co alta­mente avan­za­do, que impacta pos­i­ti­va­mente sobre los pro­ce­sos económi­cos, políti­cos y sociales. Sin embar­go, parece ten­er un incon­ve­niente con­tun­dente: la dis­olu­ción pau­lati­na de los vín­cu­los sociales inter­per­son­ales. El crec­imien­to humano parece estar quedan­do atra­pa­do en dos ejes fun­da­men­tales: dig­i­tal­ización e infor­ma­ción. El suje­to que­da alien­ado de sus vín­cu­los sociales. Se abre una parado­ja de la hiper­conex­ión dig­i­tal: esta­mos solos jun­tos. Se hace nece­sario “abor­dar el lado oscuro de la tec­nología, bus­can­do equi­lib­rios que per­mi­tan aprovechar sus ben­efi­cios mien­tras se min­i­mizan sus riesgos”.

Pal­abras clave: sociedad dig­i­tal, tec­nologías, enajenación.

Abstract

In the devel­op­ment process, soci­ety has cre­at­ed a high­ly advanced tech­no­log­i­cal sys­tem, which pos­i­tive­ly impacts eco­nom­ic, polit­i­cal and social process­es. How­ev­er, it seems to have a com­pelling draw­back: the grad­ual dis­so­lu­tion of inter­per­son­al social ties. Human growth seems to be get­ting trapped in two fun­da­men­tal axes: dig­i­tal­iza­tion and infor­ma­tion. The sub­ject is alien­at­ed from his social ties. A para­dox of dig­i­tal hyper­con­nec­tion opens up: we are alone togeth­er. It is nec­es­sary to “address the dark side of tech­nol­o­gy, seek­ing bal­ances that allow us to take advan­tage of its ben­e­fits while min­i­miz­ing its risks.”

Key­words: dig­i­tal soci­ety, tech­nolo­gies, alienation.

La situación

No es este el primer tex­to (y ojalá que tam­poco el últi­mo) que toma la cono­ci­da expre­sión que encon­tramos en el Man­i­fiesto Comu­nista (pub­li­ca­do por primera vez en febrero de 1848) para dialog­ar sobre el tema de las impli­ca­ciones del desar­rol­lo y sus efec­tos colat­erales en las dimen­siones sociales y a niv­el del indi­vid­uo (de los indi­vid­u­os), de la sub­je­tivi­dad (de las subjetividades).

Muchas reflex­iones clási­cas pasan aho­ra mis­mo por mi recuer­do y son fuente de recu­peración. Ape­nas por nom­brar algunos: Freud — “El malestar en la cul­tura” (1930); Fromm — “Miedo a la lib­er­tad” (1941); Mar­cuse — “El hom­bre uni­di­men­sion­al” (1954); Bau­man — “Mod­ernidad líqui­da” (2000); Lypovet­sky – “Los tiem­pos hiper­mod­er­nos” (2004) y muchos otros. Y es que la respon­s­abil­i­dad cien­tí­fi­ca y éti­ca, sumadas con la mis­ión de las cien­cias sociales, hace impre­scindible la reflex­ión sobre el des­ti­no de lo humano (del ser humano) bajo la acción de los con­tex­tos crea­d­os por los avances “civ­i­liza­to­rios”, tec­nológi­cos en lo que aquí nos ocu­pa, en el paso a la mod­ernidad, la pos­mod­ernidad, el ultra­mod­ernismo y el metamodernismo.

Esta dis­olu­ción, que ha ido in crescen­do y que, como señalé antes, ya fue apun­ta­da por Marx en el Man­i­fiesto Comu­nista, se aso­cia a lo que Schum­peter (1976) acuñó con el tér­mi­no de “creación destruc­ti­va”, lla­man­do la aten­ción sobre el pro­ce­so medi­ante el cual la fuente del desar­rol­lo se aso­cia a la fuerza de destruc­ción inno­vado­ra. Con­cep­tual­mente, esta idea nos lle­va has­ta la noción de “tec­nologías dis­rup­ti­vas”, tér­mi­no que aparece en la obra de Chris­tensen (Bow­er, Chris­tensen, 1995).

Des­de una per­spec­ti­va psi­cológ­i­ca, el eje que atraviesa todas estas reflex­iones, podemos aso­cia­r­lo a la idea de la alien­ación, esa tes­ti­mo­ni­a­da defor­ma­ción de con­cien­cia que exper­i­men­tan los seres humanos al introyec­tar que sus rela­ciones sociales son man­tenidas por cosas. El yo puesto en algo que es ajeno, una suerte de traspa­so de las capaci­dades del suje­to a los obje­tos de su vida. El mun­do parece per­di­do, el indi­vid­uo no se siente involu­cra­do, con­cernido o impli­ca­do y su con­duc­ta es induci­da por fuerzas exter­nas, aje­nas a él.

En Psi­cología una clási­ca aprox­i­mación a la noción, la encon­tramos en Psi­coanáli­sis de la Sociedad con­tem­poránea de Erich Fromm (1956), obra en la que se reconoce que el pro­ce­so de ena­je­nación se ha inten­si­fi­ca­do en la sociedad con­tem­poránea jun­to al desar­rol­lo tec­nológi­co sien­do que el ser humano, ena­je­na­do de sí mis­mo, se enfrenta a sus propias fuerzas obje­ti­vadas (cosi­fi­cadas) en cosas creadas por él mis­mo. Ya Dor­fles, en la déca­da de los sesen­ta, alerta­ba: “El peli­gro se pro­duce cuan­do los instru­men­tos téc­ni­cos se escinden del ego humano, o sea, cuan­do la téc­ni­ca se tor­na auto­su­fi­ciente o se adueña del hom­bre en lugar de dejarse adueñar por él” (Dor­fles, 1969:34). No, esto no es un frag­men­to del guion de The Matrix, es una mira­da agu­da sobre la real­i­dad con­tem­poránea y el des­ti­no que en ella se está labrando.

La suce­sión de las lla­madas rev­olu­ciones indus­tri­ales, ha traí­do con­si­go un replanteo del prob­le­ma de la ena­je­nación. Así como fue fuente de con­flic­tos antagóni­cos en la primera (siglo xvi­ii), pare­cería que a par­tir de la ter­cera (siglo xx) el dis­imu­lo primero y luego el fre­nesí, logran una ver­sión más “light” del choque, pero no menos peli­grosa (quizás más). La his­to­ria da tes­ti­mo­nio de lo sucedido.

En el pro­ce­so de desar­rol­lo la sociedad ha lle­ga­do a crear un sis­tema tec­nológi­co alta­mente avan­za­do, pero que tiene un incon­ve­niente con­tun­dente: el ries­go de dis­olu­ción pau­lati­na de los vín­cu­los sociales, como señala Rodríguez (2024) “esta­mos pro­fun­dizan­do en un tipo de ciu­dadano soli­tario, indi­vid­u­al­ista, al que no le impor­ta el otro”. Sería osa­do e impru­dente hablar de una relación lin­eal de causa efec­to. Pero no dudo en afir­mar que son pro­ce­sos cor­rela­ciona­dos (me refiero al desar­rol­lo del sis­tema tec­nológi­co y el dete­ri­oro de los vín­cu­los sociales).

El crec­imien­to humano parece estar quedan­do atra­pa­do en dos ejes fun­da­men­tales: dig­i­tal­ización e infor­ma­ción. La iden­ti­dad, esa parábo­la que unifi­ca en la mis­mi­dad y armo­niza en la otredad, es pues­ta a andar por una autopista en la que no hay yo y otros. Solo cada uno de todos los yo. El otro es el yo vir­tu­al. Yo mis­mo que me des­doblo ante lo mío. Cír­cu­lo poten­cial­mente esquizode­struc­ti­vo. En la inter­conec­tivi­dad me hablo a mí mis­mo cual si hablara al y con otro. Sien­do que para ser yo-otro ten­go que dejar de ser yo-yo. Mi otro es quien está en el lugar de mi yo. Yo estoy en el lugar del otro.

Entonces ¿dónde está el suje­to?, no el suje­to dig­i­tal, sino el suje­to de la relación, de la inter­conec­tivi­dad. Si donde digo no soy, y donde soy no digo, ¿dónde ten­drá lugar el con­tac­to, el vín­cu­lo? “El Rey ha muer­to. Larga vida al Rey”. Lo sóli­do se desvanece en el aire. Se for­ma un nue­vo sóli­do… más bien líqui­do (dicho con Bauman).

Has­ta aquí puede con­stru­irse la impre­sión de que hay que parar el desar­rol­lo. Nada más absur­do. No nos deje­mos atra­par por la ideo­matop­sia. Defi­no la ideo­matop­sia como una condi­ción men­tal que supone que las cosas “se ven” en blan­co y negro, los suce­sos de la vida no son percibidos (pen­sa­dos, rep­re­sen­ta­dos) en su diver­si­dad. Así las cosas, en mate­ria de TICs, para algunos hay solo dos pos­turas posi­bles: “…hay que destacar dos per­son­al­i­dades, la de los tec­nó­fi­los que dicen que la tec­nología nos va a solu­cionar la vida, la economía los prob­le­mas… Gen­er­an un exce­so de con­fi­an­za, y los tec­nó­fo­bos, que pien­san en los ries­gos, pér­di­das cul­tur­ales o de empleos” (Gómez, 2021).

Para poder avan­zar en la con­sid­eración de una pos­tu­ra, es nece­sario hac­er al menos un breve bal­ance de los sus­ten­tos de ambas pos­turas, una suerte de “los pro y los contra”.

Las concomitancias

Al hac­er ref­er­en­cias a las con­comi­tan­cias asumo delib­er­ada­mente la certeza de que no hay causal­i­dades lin­eales en el análi­sis de los impactos de la era dig­i­tal, de la informa­ti­zación, sobre las sub­je­tivi­dades. El cam­bio de época es sistémi­co y has­ta lo que no cam­bia tiene respon­s­abil­i­dad en los nuevos efec­tos. No podemos respon­s­abi­lizar al desar­rol­lo tec­nológi­co de todo lo malé­fi­co de los tiem­pos que vivi­mos. Tam­poco de todo lo divi­no. El bulling, por ejem­p­lo, existe des­de tiem­pos remo­tos. Aho­ra tiene un agrego: es Cyber­bulling. El des­pre­cia­ble acoso sex­u­al a menores, siem­pre exis­tió. Aho­ra es Groom­ing. La nue­va condi­ción (invis­i­bil­i­dad, anon­i­ma­to, etc.) puede favore­cer la inten­si­fi­cación, pero el prob­le­ma existe con o sin dig­itación, con o sin redes sociales, que por cier­to tam­bién siem­pre han exis­ti­do, solo que con otras características.

La lit­er­atu­ra espe­cial­iza­da (y la no tan espe­cial­iza­da) nos da tes­ti­mo­nios de los aspec­tos pos­i­tivos de la expan­sión de la tec­nología, por solo citar un ejem­p­lo rel­e­vante al ejer­ci­cio pro­fe­sion­al de la Psi­cología, en el ámbito de la salud men­tal de las per­sonas, inclu­so para las prác­ti­cas espe­cial­izadas aso­ci­adas a la salud men­tal. Así podemos encon­trar la apari­ción de algunos tér­mi­nos: Salud dig­i­tal (e‑salud, ciber­salud, salud elec­tróni­ca) y, en el cam­po que nos ocu­pa, la e‑salud men­tal; Telep­siquia­tría (teleter­apia, telemed­i­c­i­na, psi­coter­apia on-line); Salud-móvil o M‑Salud y otros. Todos remar­can los aspec­tos “pos­i­tivos” del uso de las tec­nologías en las prác­ti­cas de salud men­tal. Se aso­cian máxime a la acce­si­bil­i­dad, la como­di­dad, la con­tem­po­ranei­dad (una inter­fase más ami­ga­ble y recono­ci­ble por los nuevos públi­cos), la como­di­dad, y la capaci­dad de reg­istro y análi­sis. Parece que avan­zamos en el paraí­so de la salud 3.0: el uso de tec­nologías que per­miten la inter­conex­ión entre dis­pos­i­tivos que alma­ce­nan, cat­e­go­rizan y com­parten “inteligen­te­mente” la infor­ma­ción, tec­nologías que facil­i­tan las actua­ciones pro­fe­sion­ales, tec­nologías que abren las puer­tas al empoderamien­to de las per­sonas en la con­struc­ción de su salud psi­cológ­i­ca, de su bien­es­tar. En este sen­ti­do, es difí­cil no recono­cer, la capaci­dad de las tec­nologías dig­i­tales para favore­cer el bien­es­tar de las sociedades y de sus miembros.

Sin embar­go, con­comi­tan­te­mente, se obser­van ries­gos, y no solo ries­gos, sino tam­bién nuevas emer­gen­cias que lla­man a la preocupación.

En para­le­lo a los ben­efi­cios de la exten­sión de la tec­nología, se obser­va el dete­ri­oro de la salud men­tal, de la salud psi­cológ­i­ca de las per­sonas, la decon­struc­ción no reg­u­la­da de los parámet­ros pri­mar­ios de for­ma­ción de la vida humana, a saber, la susti­tu­ción pau­lati­na de las rela­ciones sociales reales, por rela­ciones ena­je­nadas. De hecho, se señalan un con­jun­to de trastornos (de alien­ación) deriva­dos del uso de la TICs, entre ellos, el Sín­drome FOMO (Fear Of Miss­ing Out), la Nomo­fo­bia (No-mobile-phone pho­bia) y la Hipocon­dría dig­i­tal. Todavía pudiéramos adi­cionar las apari­ciones dig­i­tales del sex­ting, el Ciber­bul­ly­ing, el Groom­ing, el dox­ing, en fin. Es cier­to que casi todas tienen ver­sión no dig­i­tal. Pero esta últi­ma las multiplica.

En la sec­ción 6C51 del CIE-11 (Clasi­fi­cación Inter­na­cional de enfer­medades para las estadís­ti­cas de mor­tal­i­dad y mor­bil­i­dad 11.a revisión) se habla del Trastorno por uso de video­jue­gos. Por su parte la Orga­ni­zación Mundi­al de la Salud (OMS) advierte sobre la adic­ción a inter­net, un “uso com­pul­si­vo, repet­i­ti­vo y pro­lon­ga­do con inca­paci­dad para con­tro­lar o inter­rum­pir su con­sumo y con­se­cuen­cias sobre la salud, la vida social, famil­iar, esco­lar o laboral”.

Baste recor­dar la Nomofobia:

“La Nomo­fo­bia (No-mobile-phone pho­bia) es el miedo a estar inco­mu­ni­ca­do sin telé­fono móvil. En sen­ti­do estric­to es el miedo incon­tro­lable a quedarse sin acce­so a la comu­ni­cación vía telé­fono celu­lar, por ejem­p­lo, sin batería, sin señal, sin cober­tu­ra de datos.

El tér­mi­no ya se ha exten­di­do para denom­i­nar la adic­ción a los equipos tec­nológi­cos en gen­er­al: com­puta­do­ras, table­tas, y claro, el telé­fono celu­lar inclu­i­do. El alto niv­el de ansiedad, angus­tia, inclu­so deses­peración que gen­era en una per­sona, por ejem­p­lo, el blo­queo de la señal de wi-fi en casa u ofic­i­na” (Kcam. 2018. p‑43).

A lo largo de “las rev­olu­ciones” indus­tri­ales, un desafío común ha sido encon­trar el equi­lib­rio entre la con­ve­nien­cia de la tec­nología y la riqueza de las rela­ciones humanas. El tiem­po ded­i­ca­do a las pan­tallas, la sobre depen­den­cia de las redes sociales y la autom­a­ti­zación extrema, pre­sen­tan ries­gos tan­gi­bles para el teji­do mis­mo de nues­tras conex­iones per­son­ales. En par­tic­u­lar, la ter­cera rev­olu­ción tec­nológ­i­ca intro­du­jo la conec­tivi­dad glob­al y las redes sociales, cre­an­do puentes dig­i­tales entre indi­vid­u­os en todo el mun­do. Sin embar­go, el desafío que avi­zora­ba un prob­le­ma, no parece hac­er encon­tra­do cómo solu­cionarlo. El par­a­dig­ma de la conex­ión con­stante tam­bién ha lle­va­do a una parado­ja: a menudo, mien­tras esta­mos más conec­ta­dos vir­tual­mente, nos sen­ti­mos más ais­la­dos emo­cional­mente. La cal­i­dad de las rela­ciones cara a cara ha sido desafi­a­da por la omnipres­en­cia de las inter­ac­ciones en línea.

Como ha señal­a­do Sher­ry Turkle (2012) en “esta­mos solos jun­tos”, refir­ién­dose a la parado­ja de la hiper­conex­ión digital:

“Nos esta­mos acos­tum­bran­do a estar Jun­tos pero Solos. Quer­e­mos estar con los demás, pero tam­bién quer­e­mos estar en otros lugares conec­ta­dos a difer­entes sitios en los que no esta­mos. Quer­e­mos per­son­alizar nues­tras vidas. Quer­e­mos entrar y salir de todos los lugares en los que esta­mos al mis­mo tiem­po porque lo que más nos intere­sa es con­tro­lar dónde ponemos nues­tra aten­ción y no perder­nos nada”

La obsesión por las redes sociales y la con­stante búsque­da de val­i­dación online pueden ale­jarnos de las rela­ciones humanas gen­uinas. Un ries­go grande, toda vez que “nue­stro mae­stro no es el mun­do, las cosas, los suce­sos nat­u­rales, ni siquiera ese con­jun­to de téc­ni­cas y rit­uales que lla­mamos ‘cul­tura’ sino la vin­cu­lación inter­sub­je­ti­va con otras con­cien­cias” (Savater, 1997. p.35).

La lit­er­atu­ra es tan pro­li­ja en evi­den­ciar los ben­efi­cios como en tes­ti­mo­ni­ar los ries­gos. De modo que aparece una situación que, parafrase­an­do a Bleger (1984), lla­maría de sim­bio­sis y ambigüedad. Muchos lo tes­ti­mon­ian: Vuel­vo con Bau­man: “la tec­nología es un sirviente obe­di­ente pero un amo voraz”. Antes lo había sen­ten­ci­a­do Ein­stein: “la tec­nología es como un cuchil­lo. Puede ser útil o peli­groso, según la inten­ción y la habil­i­dad de quien lo maneje”.

Y aquí aparece “el eter­no cul­pa­ble”: el ser humano, el que hace uso de la tec­nología, para bien o para mal. Una suerte de Sín­drome de Oppen­heimer: “Mi deber es con­stru­ir la bom­ba. El de los líderes mundi­ales, uti­lizarla sabi­a­mente” y para cualquier detalle, pre­gun­ten a Pon­cio Pilatos. Él sabe cómo deshac­erse de las responsabilidades.

El asun­to del uso con­struc­ti­vo o destruc­ti­vo, que se da a uno u otro instru­men­to, a cualquier pro­duc­ción humana, siem­pre ha plantea­do la mis­ma ecuación. Sea el arco y la flecha, la lan­za, la piedra como instru­men­to que per­mite la pro­visión de ali­men­tos para la super­viven­cia o los mis­mos medios pero uti­liza­dos para matar a otros con­géneres. Siem­pre la mis­ma his­to­ria, a niv­el oper­a­ti­vo el par ben­efi­cio-daño gozan de una “sinon­imia ejec­u­ti­va” asom­brosa. El obje­to (instru­men­to) se pre­sen­ta como vaci­a­do de ide­ología. Él es solo en sí. El para qué es (su uso) ya no depende de él, sino de su usuario.

No parece per­ti­nente plantear el dile­ma como ser humano vs. máquina. Como dice Elizalde:

“La pujante tec­nología del apren­diza­je de las máquinas pro­duce for­mas de conocimien­to inédi­tas en la his­to­ria humana, pero no se basa en arti­fi­cios ni en la inteligen­cia de los robots, sino en el tra­ba­jo de seres humanos con­cre­tos: artis­tas, músi­cos, pro­gra­madores, escritores, dis­eñadores, pro­duc­tores audio­vi­suales…, de cuya obra cre­ati­va y pro­fe­sion­al se apropia un puña­do de empre­sas. Los arte­fac­tos no tienen moti­va­ciones propias, sólo siguen las de aque­l­los que los pro­gra­man” (Elizalde, 2024).

El que hace uso de la tec­nología (el aparente cul­pa­ble), hace uso de una tec­nología que ha crea­do alguien, otro(s) ser(es) humano(s). Entonces podríamos dar vuelta atrás y rep­re­sen­tar el dile­ma como estable­ci­do entre tec­nó­fo­bos y tec­nó­fi­los (ya que entre ser humano y máquina no sería legí­ti­mo). Y obvi­a­mente nos empan­ta­naríamos en una suce­sión de ses­gos cog­ni­tivos del tipo lla­ma­do “ses­gos de con­fir­ma­ción”: cada uno ve lo que da sus­ten­to a su rep­re­sentación. Unos cul­parán a las tec­nologías (vaya modo de decir), a los desar­rol­ladores de las tec­nologías, mien­tras que los otros cul­parán a los usuar­ios de las tec­nologías por no lim­i­tarse a lo que está pre­vis­to para su uso.

Comen­tan­do el libro de Rory Cel­lan-Jones, Siem­pre ON, Navar­ro nos dice:

“La rev­olu­ción dig­i­tal ha traí­do con­si­go una dual­i­dad de con­se­cuen­cias, tan­to pos­i­ti­vas como neg­a­ti­vas, que han alter­ado pro­fun­da­mente la sociedad. Por un lado, las redes sociales han democ­ra­ti­za­do la infor­ma­ción, per­mi­tien­do una comu­ni­cación glob­al instan­tánea y cre­an­do comu­nidades sin prece­dentes. Sin embar­go, esta omnipres­en­cia tam­bién ha facil­i­ta­do la dis­em­i­nación de desin­for­ma­ción, con­tribuyen­do a la polar­ización y al auge de teorías con­spir­a­ti­vas. La depen­den­cia tec­nológ­i­ca se ha con­ver­tido en otra fac­eta pre­ocu­pante, con muchas per­sonas que mues­tran difi­cul­tades para desconec­tarse, afectan­do la salud men­tal y las rela­ciones inter­per­son­ales. Estos desar­rol­los resaltan la impor­tan­cia de abor­dar el lado oscuro de la tec­nología, bus­can­do equi­lib­rios que per­mi­tan aprovechar sus ben­efi­cios mien­tras se min­i­mizan sus ries­gos” (Navar­ro, 2024).

Lo cier­to es que, cuan­do nos aden­tramos en los retos humanos de la dig­i­tal­ización de la sociedad, nos llen­amos de dudas. Sim­bio­sis y ambigüedad. Nece­si­ta­mos encon­trar una respues­ta, no des­de la metá­fo­ra de la ena­je­nación, sino des­de la con­struc­ción del desar­rol­lo sostenible y sus­tentable. No des­de la renun­cia, sino des­de el human­is­mo críti­co que sus­ten­ta las utopías y las prác­ti­cas eman­ci­pado­ras. “Abor­dar el lado oscuro de la tec­nología, bus­can­do equi­lib­rios que per­mi­tan aprovechar sus ben­efi­cios mien­tras se min­i­mizan sus ries­gos”. ¿Es esto posible?

Espacios de actuación

En prin­ci­pio, ten­emos dos espa­cios de actuación posi­bles. De una parte, la actuación con y para el usuario de las tec­nologías. De otra, la actuación sobre desar­rol­ladores, los dis­eñadores y pro­duc­tores de las tecnologías.

El espa­cio pro­pio para la actuación con y para el usuario, no hay dudas que tiene que ver con la edu­cación, con los pro­ce­sos de influ­en­cia pos­i­ti­va que propen­dan a gener­ar las mejores rela­ciones, el mejor uso de las tec­nologías. La edu­cación es, en el sen­ti­do estric­to, el espa­cio de co-con­struc­ción de val­ores, de sen­ti­dos. Es por medio de la edu­cación que se logran estable­cer los encuadres éti­cos, salu­to­géni­cos y nor­ma­tivos rela­cionales de los pro­ce­sos de la vida, inclu­i­dos los con­sumos (que es lo que nos ocu­pa respec­to a las nuevas tecnologías).

La gestión educa­ti­va, así como la de los pro­ce­sos a ella aso­ci­a­dos –la enseñan­za, el apren­diza­je, el entre­namien­to, etc.– tiene una larga his­to­ria con no poco éxi­to. Sabe­mos edu­car, no ilim­i­tada­mente, pero sí razon­able­mente bien.

Sin embar­go, los pro­ce­sos de apren­diza­je y entre­namien­to, sue­len tran­scur­rir a rit­mos dis­tin­tos que los educa­tivos. Apren­demos a realizar opera­ciones con las tec­nologías antes, mucho antes, de saber recono­cer los encuadres educa­tivos que deberían sus­ten­tar dichas opera­ciones. No es esto una ley, pero si una ten­den­cia recono­ci­ble. Comen­zamos a usar las tec­nologías, antes de saber y asim­i­lar los requer­im­ien­tos que dicho con­sumo supon­dría. No es un asun­to solo domés­ti­co, que se pro­duce en el seno famil­iar, sino tam­bién del ámbito de las insti­tu­ciones educa­ti­vas. Los niños hoy apren­den a oper­ar las Tablets, los Smart­phones, etc. antes de poder ten­er con­cien­cia críti­ca y respon­s­able de su con­sumo. Lo nor­ma­ti­vo se mantiene fuera del suje­to con­sum­i­dor (los adul­tos que impo­nen límites de tiem­po, límites de con­tenido, etc.) Pero la inte­ri­or­ización de esa nor­ma es baja, bási­ca­mente por dos razones: de una parte, es una nor­ma por imposi­ción, no por com­pren­sión (no hay mucha posi­bil­i­dad de com­pren­der­la en la infan­cia) y en segun­do lugar, es muy difí­cil ten­er con­trol sobre un con­sumo cuya úni­ca necesi­dad es el instru­men­to (se puede con­sumir en cualquier lugar, a cualquier hora, en la casa o fuera de ella).

Algo sim­i­lar ocurre en las insti­tu­ciones educa­ti­vas, agrava­do porque en estas sí existe un pro­ce­so de instruc­ción y adies­tramien­to del uso de algu­nas tec­nologías, como recur­sos téc­ni­cos para la esco­lar­ización, pero no exis­ten pro­ce­sos de for­ma­ción de sen­ti­dos guia­dos por la fun­ción educa­ti­va. Se enseña a usar, pero no se edu­ca su uso. No se entiende el alcance de los medios téc­ni­cos, de las TICs, en la vida cotid­i­ana de los edu­can­dos. En el mejor de los casos, solo su val­or instru­men­tal para el logro de los obje­tivos académi­cos. Puede que enseñe el uso de los pro­gra­mas de proce­samien­to de tex­to, de pre­senta­ciones, de hojas de cál­cu­los. Pero la fun­ción educa­ti­va ni habla de las redes sociales, de Face­book, de Insta­gram, de Tik tok, de What­sApp, aunque en el rece­so (y no solo en el rece­so) los edu­can­dos estén pega­dos a estos instru­men­tos del apren­diza­je social.

Hoy, la edu­cación para el con­sumo de las redes sociales es tan impor­tante como el apren­diza­je de la lec­tura, de la escrit­u­ra, de las opera­ciones matemáti­cas bási­cas. La vida tran­scurre en los espa­cios dig­i­tales, allí donde se puede acced­er a intere­santes tex­tos de edu­cación sex­u­al o a la más estri­dente pornografía, donde se puede acced­er a la banal­i­dad o a la cul­tura espir­i­tu­al enrique­ce­do­ra. La elec­ción, nos dicen una y otra vez, depende del suje­to, de la per­sona. No es tan así. La elec­ción depende de la edu­cación, de la for­ma­ción, de los pro­ce­sos formativos.

Es impre­scindible un cam­bio que, des­de las insti­tu­ciones, tien­da a gener­ar cam­bios en los patrones de con­sumo por la vía del reforza­mien­to de los val­ores, los sen­ti­dos de dichos con­sumos. La for­ma­ción pre­cede al cam­bio. Cuan­do no es así, el cam­bio gen­era ten­siones, con­flic­tos y resisten­cias mucho mayores.

Algu­nas pis­tas o senderos de tra­ba­jo ya fueron expuestos en el tra­ba­jo “Cómo ser ‘menos absorbidos’ en un mun­do ‘mass mediáti­co’” (Calviño, 2008). Entre los más impac­tantes, deberían ser considerados:

  1. El desen­mas­caramien­to de los pro­ce­sos impli­ca­dos en el con­sumo (los explíc­i­tos, los tác­i­tos, los induci­dos), la críti­ca eficiente.
  2. La con­struc­ción de una “con­viven­cia tác­ti­ca” que no busque la pro­hibi­ción, sino la pen­e­tración. Parafrase­an­do a Berman, solo con­vivien­do (críti­ca­mente) con el dia­blo, podrá el hom­bre lle­gar a Dios.
  3. La con­struc­ción de prop­ues­tas alter­na­ti­vas que respon­dan cre­ati­va­mente a las necesi­dades de los con­sum­i­dores, que induz­can a un con­sumo alternativo.
  4. La for­ma­ción e instruc­ción en comunicación.
  5. El reforza­mien­to del papel de los medi­adores potenciales.
  6. La “con­struc­ción” de un suje­to críti­co con un con­sumo críti­co de las tec­nologías. Un suje­to que se dis­tan­cia para incluirse como suje­to acti­vo y no como obje­to de los procesos.

Sique en pie la prop­ues­ta fou­caultiana: “el prob­le­ma políti­co, éti­co, social y filosó­fi­co de nue­stros días … (es) pro­mover nuevas for­mas de sub­je­tivi­dad medi­ante el rec­ha­zo del tipo de indi­vid­u­al­i­dad que se nos ha impuesto durante var­ios sig­los” (Fou­cault: 2001, p. 249). La reden­ción del afec­to es el espa­cio vin­cu­lar posi­ble de una cul­tura de la lib­eración sub­je­ti­va, del enriquec­imien­to de lo humano. El malestar de la cul­tura sobre­viene con el olvi­do (¿la traición?) del afec­to. La sub­l­e­vación de las emo­ciones humanas, de los sen­timien­tos vin­cu­lares, no puede esper­ar. La sociedad del afec­to debería ser la de este siglo.

Aho­ra bien, los efec­tos de los pro­ce­sos educa­tivos son de largo andar (gen­eral­mente a medi­ano y largo pla­zo), sobre todo cuan­do no se tra­ta solo de andar por un nue­vo camino, sino tam­bién y pri­mari­a­mente, de desan­dar el largo tre­cho ya anda­do y en el cual se han gen­er­a­do los prob­le­mas que cono­ce­mos, los que hemos apun­ta­do y los que no.

Es nece­sario entonces definir actua­ciones que sean capaces de impedir los pro­ce­sos de desin­te­gración social, la susti­tu­ción de los lengua­jes y rela­ciones nat­u­rales, por lengua­jes arbi­trar­ios, fic­ti­cios y rela­ciones asen­tadas en la ausen­cia de vín­cu­lo humano, rela­ciones inter-tec­nol­o­gizadas car­entes de per­son­al­i­dad humana des­de los pro­ce­sos mis­mos de creación y dis­eño de las tec­nologías, mirar no solo a la edu­cación de los suje­tos con­sum­i­dores de las TICs, sino tam­bién a los suje­tos de su dis­eño, su pro­duc­ción y su desarrollo.

Para que el ser humano real no se diluya en los avatares de la impetu­osi­dad tec­nológ­i­ca, es nece­sario con­stru­ir no solo acti­tudes de con­sumo críti­co, sino tam­bién y sobre todo escu­d­os. Como antes se señaló, no podemos con­for­marnos con una suerte de respues­ta al esti­lo de Oppen­heimer. Los pro­ce­sos cre­ativos tec­nológi­cos de desar­rol­lo y con­struc­ción de TICs, tienen que impli­carse en la gen­eración de con­troles de pro­ce­sos, a la larga con­troles de con­sumo, que per­mi­tan ale­jar, pon­er a raya, evi­tar en un ran­go mucho may­or los con­sumos ena­jenantes y que propen­dan a la desar­tic­u­lación social, a los trastornos men­tales y posi­bles desen­laces aún ape­nas previsibles.

¿Es posi­ble la gen­eración de tec­nologías de la infor­ma­ción y de la comu­ni­cación más ami­ga­bles con los pro­ce­sos social­izadores? ¿Es posi­ble dis­eñar un desar­rol­lo de una rev­olu­ción indus­tri­al más ape­ga­da a la gen­eración de acti­tudes de vocación y ejer­ci­cio human­istas? ¿Será real­iz­able la idea de una sociedad de la infor­ma­ción en una sociedad de los afectos?

Una primera ten­ta­ti­va de respues­ta a la pre­gun­ta la encon­tramos en el hecho de dispon­er de recur­sos reg­u­la­to­rios. No podemos recono­cer­los. Estos pueden favore­cer que las TICs se util­i­cen de man­era éti­ca, de for­ma tal que ben­e­fi­cien a la sociedad y al mis­mo tiem­po se pro­te­jan los dere­chos e intere­ses de las per­sonas y la sociedad en sus sis­temas de interrelaciones.

En este sen­ti­do, se ha avan­za­do en el establec­imien­to de códi­gos de éti­ca, códi­gos de con­duc­ta pro­fe­sion­al, que de cumplir sus propósi­tos, traerían con­si­go no pocos ben­efi­cios, ente ellos, según Sil­va y Espina (2006): “La exi­gen­cia de respon­s­abil­i­dad al pro­fe­sion­al sobre aspec­tos téc­ni­cos y sobre las con­se­cuen­cias económi­cas, soci­ológ­i­cas y cul­tur­ales del mis­mo; favore­cer la con­scien­cia del usuario sobre los prob­le­mas del uso inade­cua­do; per­mi­tir el armo­nizar leg­is­la­ciones o cri­te­rios diver­gentes existentes”.

Pero, parten de un hecho cono­ci­do: “El usuario de los recur­sos com­puta­cionales o de comu­ni­cación tiene la respon­s­abil­i­dad de usar­los de man­era éti­ca, pro­fe­sion­al y con apego a la ley” (ídem.p.571).

Sin descar­tar el val­or de las reg­u­la­ciones, a esta altura de los acon­tec­imien­tos no es difí­cil recono­cer que las reg­u­la­ciones no logran altos nive­les de efec­tivi­dad en la real­ización de sus empeños. Resul­tan insu­fi­cientes. Igual, no hay que desechar­las. Hay que per­fec­cionarlas y encon­trar mecan­is­mos de con­trol sobre su observancia.

Tam­bién son recur­sos para el establec­imien­to de mecan­is­mos de con­trol sobre el uso de las TICs, sus diver­sos soft­ware y las redes sociales. Tal es el caso del lla­ma­do “con­trol parental”, una for­ma útil y de fácil eje­cu­to­ria que sirve para con­tro­lar el uso que le da a inter­net, mon­i­tore­ar la nave­gación, lim­i­tar el acce­so a con­tenidos y blo­quear pági­nas que puedan ser éti­ca y educa­ti­va­mente inade­cuadas. El con­trol parental puede inclu­so estable­cer límites de tiem­po de con­sumo o evi­tar que se opere con deter­mi­na­dos programas.

Sin embar­go, se señalan tam­bién algunos incon­ve­nientes. En el web­site “Pan­tallas ami­gas” (2022), podemos encontrar:

No es infal­i­ble. Los menores pueden encon­trar for­mas de saltarse los con­troles o acced­er a con­tenidos no fil­tra­dos. (Como, por ejem­p­lo, saltarse el Con­trol Parental uti­lizan­do apli­ca­ciones bóveda).

Puede gener­ar con­flic­tos o resen­timien­tos entre madres, padres e hijos e hijas, si se apli­ca de for­ma exce­si­va, arbi­traria o sin consenso.

Puede afec­tar al desar­rol­lo de la autonomía y la capaci­dad críti­ca de los menores, si se les impi­de explo­rar y apren­der por sí mismos.

Puede vul­ner­ar el dere­cho a la intim­i­dad y la pri­vaci­dad de los menores, si se les espía o se les con­tro­la sin su conocimien­to o consentimiento.

Tam­bién, si estás en redes sociales como Face­book, Twit­ter o Insta­gram y ves que algu­na pub­li­cación no es apta para que un menor de edad la vea, puedes repor­tar­la y el con­tenido desa­pare­cerá de la línea de tiempo.

Pero existe otra posi­bil­i­dad, quizás cer­cana, quizás a la idea que ani­ma a los cono­ci­dos Kasper­sky Safe Kids, Qus­to­dio y otros soft­ware de este tipo que avan­zan la posi­bil­i­dad de que en la mis­ma pro­duc­ción de los instru­men­tales cibernéti­cos esté con­teni­da la exi­gen­cia de su con­sumo ético.

Se tra­ta de que los desar­rol­ladores de las TICs, de las redes sociales, hagan con­tener en sus pro­duc­ciones los escu­d­os inhibidores de su uso mal­sano, den­tro de los límites no tan­to de lo prob­a­ble, que siem­pre es super­a­ble, como de lo éti­co. Un instru­men­to que lleve en sí solo su uso pos­i­ti­vo y la imposi­bil­i­dad de su uso neg­a­ti­vo (insis­to den­tro de los límites tem­po­rales de la posi­bil­i­dad y los atem­po­rales de la éti­ca humanista).

¿Es eso aca­so una utopía human­ista, casi deli­rante? Para nada. El desar­rol­lo de las TICs es una evi­den­cia de que si no se puede, se podrá. Todo depen­den de ten­er­lo en el foco de las con­struc­ciones teóri­c­as y prác­ti­cas, ten­er­lo en modo vig­i­lan­cia cre­ati­va, con toda la car­ga del carác­ter de ser nece­sario, impre­scindible, que tiene.

Ejem­p­los como el Cen­tro de Tec­nología humana (The Cen­ter of Humane Tech­nol­o­gy (CTH) o el Human­is­mo tec­nológi­co e Inteligen­cia Arti­fi­cial (Tech­no­log­i­cal Human­ism and Arti­fi­cial Intel­li­gence) estim­u­lan una visión de futuro posi­ble de que se logre un cam­bio tec­nológi­co más humano. Como se declara en el Man­i­fiesto de Viena (2019) sobre el human­is­mo dig­i­tal, “Esta­mos en una encru­ci­ja­da hacia el futuro; ¡Debe­mos entrar en acción y tomar la direc­ción cor­rec­ta!” (p.2) La cri­sis civ­i­liza­to­ria no es solo cri­sis de mod­e­los económi­cos o tec­nológi­cos. Es, sobre todos, cri­sis de subjetividades.

Para que el alma humana no padez­ca tré­mu­la en su soledad, para que el ser humano siga sien­do “el nace­dor” de los pro­ce­sos sociales (políti­cos, económi­cos, tec­nológi­cos, cul­tur­ales) el reto reside no solo en el enriquec­imien­to de la esen­cia de lo humano, sino tam­bién de sus pro­duc­ciones, inclu­idas las tecnológicas.

Referencias bibliográficas

Bleger, J. (1984). Sim­bio­sis y ambigüedad: Estu­dio psi­coanalíti­co. Buenos Aires: Paidós.

Bow­er, J. L., Chris­tensen, C.M. (1995), “Dis­rup­tive Tech­nolo­gies: Catch­ing the wave”. Har­vard Busi­ness Review, 1995.

Calviño, M. (2008). “Cómo ser ‘menos absorbidos’ en un mun­do “mass mediáti­co”. Revista Alter­na­ti­vas en Psi­cología.Edi­ción espe­cial, año XIII, número 18. Agos­to. pp. 4–12.

Dor­fles, G. (1969), Nuevos ritos. Nuevos mitos. Barcelona: Lumen.

Elizalde, R.M. (2024). “Patria es humanidad”. Disponible en: http://www.cubadebate.cu/opinion/2024/03/30/patria-es-humanidad/

Fou­cault, M. (2001). “El suje­to y el poder”, en: Michel Fou­cault: más allá del estruc­tural­is­mo y la her­menéu­ti­ca. Drey­fus, H. y Rabi­now, P. Buenos Aires:Nueva Visión.

Fromm, E. Psi­coanáli­sis de la sociedad con­tem­poránea. Fon­do de cul­tura económi­ca (FCE).

Gómez, J. (2021). “Una sociedad entre tec­nó­fi­los y tec­nó­fo­bos”. Pod­cast. Radio Peñalver. Disponible en: https://cadenaser.com/emisora/ 2021/06/03/radio_penafiel/1622725135_610253.html

Kcam, J.Y. (2018). “Con­trol Parental: Del tec­ni­cis­mo a la vir­tud”. Uni­ver­si­dad de Navar­ra. Tesis de Maestría. Disponible en: https://dadun.unav.edu/bitstream/10171/55266/1/2017 _2018%20%20K CAM%20CUBAS%2C%20Jessica%20Y.pdf

López-San­tín, J.M., Álvaro P. (2018). “La salud men­tal dig­i­tal. Una aprox­i­mación críti­ca des­de la éti­ca”. En: Revista de la Aso­ciación españo­la de Neu­rop­siquia­tría. 38(134): 359–379.

Man­i­fiesto de Viena (2019) Disponible en: https://dighum.ec.tuwien.ac.at/wp-content/uploads/ 2019/07/Vienna_Manifesto_on_Digital_Humanism_ES.pdf

Navar­ro, F. (2024). “Hiper­conec­ta­dos: cómo ha remod­e­la­do nues­tra vida y futuro la rev­olu­ción tec­nológ­i­ca”. Muy intere­sante. Disponible en: https://www.muyinteresante. com/historia/63882.html

Pan­tallas ami­gas (2022), Con­trol parental ¿para qué sirve? Ven­ta­jas e incon­ve­nientes. Mayo 5, 2022. Disponible en: https://www.pantallasamigas.net/control-parental-para-que-sirve-ventajas-invonvenientes-pros-contras/

Rodríguez, R. (2024). “Ni inteligente, ni arti­fi­cial: Del Face­book al face to face en tiem­pos de dic­taduras democráti­cas”. Entre­vista real­iza­da por Mari­bel Acos­ta a René Ramírez. Ppub­li­ca­da en CubaIn­for­ma­ción 09/04/2024. Disponible en:. https://www.cubainformacion.tv/cuba/20240409/ 108537/108537-ni-inteligente-ni-arti­fi­cial-del-face­book-al-face-to-face-en-tiem­pos-de-dic­taduras-demo­c­ra­t­i­cas

Savater, F. (1997). El val­or de edu­car, IEESA-CEA, Méx­i­co. p. 35.

Sil­va, N., Espina, J. (2006). “Éti­ca Infor­máti­ca en la Sociedad de la Infor­ma­ción”. En: Revista vene­zolana de Geren­cia, vol.11, Nº.36. 559–579. Uni­ver­si­dad de Zulia. Disponible en: https://produccioncientificaluz.org/index.php/rvg/article/view/10441/10429

Schum­peter, J. (1976). Cap­i­tal­ism, Social­ism and Democ­ra­cy. Rout­ledge.

Turkle (2012). “Con­nect­ed, but alone?” En: https://www.ted.com/talks/sherry_turkle_ connected_but_alone?language=es. Tran­scrip­ción de la con­fer­en­cia hom­in­ma en: Aso­ciación de usuar­ios de los medios. En: https://www.usuariosdelosmedios.es/una-vez-ms-alone-together-sherry-turkle-y-ii/

Deja un comentario