RESILIENCIA EVIDENTE: FUNCIONAMIENTO PSICOLÓGICO POSITIVO ANTES Y DURANTE LA PANDEMIA EN UNA MUESTRA DE JÓVENES CUBANOS

EVIDENT RESILIENCE: POSITIVE PSYCHOLOGICAL FUNCTIONING BEFORE AND DURING THE PANDEMIC IN A SAMPLE OF CUBAN YOUNG PEOPLE

Annia Esther Vives Iglesias

Departamento de Teología, Investigaciones y Publicaciones, Seminario Teológico Adventista de Cuba, Cuba

Carlos Marcelo Moroni

Facultad de Psicología, Universidad de Montemorelos, México

Raúl Rodríguez Antonio

Facultad de Educación, Universidad de Montemorelos, México

Resumen

Mar­co teóri­co: El estrés gen­er­a­do por la pan­demia por Covid-19 afec­tó en difer­entes medi­das el fun­cionamien­to psi­cológi­co de todos los habi­tantes del plan­e­ta. El propósi­to del artícu­lo es com­parar como se com­portó ese fun­cionamien­to psi­cológi­co antes de la pan­demia y durante esta en un grupo de jóvenes cubanos. Méto­do: Para tal fin se aplicó la escala de Fun­cionamien­to psi­cológi­co pos­i­ti­vo en una mues­tra de 38 estu­di­antes de Teología antes y durante el peri­o­do pandémi­co. Resul­ta­dos: Los resul­ta­dos de la prue­ba t parea­da sug­ieren que no exis­ten difer­en­cias sig­ni­fica­ti­vas en el niv­el glob­al de FPP exper­i­men­ta­do por los par­tic­i­pantes pre­vio a la pan­demia y durante la pan­demia (t=1.305, gl= 36, p= .20). Con­clu­siones: Se con­cluye que el pertenecer a una orga­ni­zación reli­giosa, ten­er un sis­tema coher­ente de creen­cias y de apoyo social se con­virtieron en fac­tores pro­tec­tores del estrés y poten­ci­adores de la resilien­cia en la mues­tra estu­di­a­da, a pesar de las condi­ciones adver­sas compartidas.

Pal­abras clave: fun­cionamien­to psi­cológi­co pos­i­ti­vo, relisilien­cia, estrés, apoyo social

Abstract

Back­ground: The stress gen­er­at­ed by the Covid-19 pan­dem­ic affect­ed the psy­cho­log­i­cal func­tion­ing of all inhab­i­tants of the plan­et to dif­fer­ent extents. Objec­tive: The pur­pose of the arti­cle is to com­pare how this psy­cho­log­i­cal func­tion­ing behaved before the pan­dem­ic and dur­ing it in a group of young Cubans. Method: For this pur­pose, the Pos­i­tive Psy­cho­log­i­cal Func­tion­ing (PPF) scale was applied to a sam­ple of 38 The­ol­o­gy stu­dents before and dur­ing the pan­dem­ic peri­od. Results: The results of the paired t test sug­gest that there are no sig­nif­i­cant dif­fer­ences in the glob­al lev­el of PPF expe­ri­enced by the par­tic­i­pants before the pan­dem­ic and dur­ing the pan­dem­ic (t=1.305, df= 36, p= .20). Con­clu­sions: It is con­clud­ed that belong­ing to a reli­gious orga­ni­za­tion, hav­ing a coher­ent sys­tem of beliefs and social sup­port became pro­tec­tive fac­tors against stress and enhancers of resilience in the sam­ple stud­ied, despite the shared adverse conditions.

Key­words: pos­i­tive psy­cho­log­i­cal func­tion­ing, resilience, stress, social support

Antecedentes

El ser humano en difer­entes momen­tos de la exis­ten­cia, atraviesa situa­ciones de cri­sis. Algu­nas de estas, son inher­entes al ciclo vital, per­son­al o famil­iar. O son pro­duc­to de las cir­cun­stan­cias indi­vid­uales, sociales o de otro tipo, que sur­gen por los pro­pios y con­tin­u­os cam­bios que la vida impone.

Las deman­das exi­gen una respues­ta. Esta respues­ta, denom­i­na­da estrés, puede ten­er efec­tos neg­a­tivos sobre la salud inte­gral del indi­vid­uo. En oca­siones la per­sona se mantiene enfo­ca­da en las adapta­ciones que nece­si­ta hac­er para enfrentar el desafío o el cam­bio, pero en muchas, cuan­do sobrepasa la capaci­dad adap­ta­ti­va, gen­era con­se­cuen­cias que afectan la salud físi­ca, la salud psi­cológ­i­ca y emo­cional (Birk­holm, 2019).

El estrés puede ser provo­ca­do por numerosas causas y cada indi­vid­uo lo exper­i­men­ta en un gra­do may­or o menor, depen­di­en­do de las propias capaci­dades per­son­ales. Pueden causar estrés las cri­sis que se gen­er­an por las obliga­ciones financieras, el tra­ba­jo, los prob­le­mas famil­iares, el trá­fi­co, la conex­ión, a veces inin­ter­rump­i­da y desme­di­da, a las redes sociales y noti­cias, así como por muchas otras deman­das de la vida diaria.

A su vez, esas cri­sis pueden ser agu­das cuan­do un cam­bio no esper­a­do ocurre en el medio en que se desar­rol­la la per­sona y debe ser asum­i­do o resuel­to en un cor­to peri­o­do de tiem­po. Puede con­ver­tirse en cróni­ca cuan­do la deman­da provo­ca una sen­sación con­stante de pre­sión y/o pre­ocu­pación, que per­sis­ten en el tiem­po y provo­can un debili­ta­mien­to de las fuerzas físi­cas y psi­cológ­i­cas (Birk­holm, 2019).

Aun cono­cien­do esto, las per­sonas quieren exper­i­men­tar bien­es­tar y es entonces nece­sario que poten­cien aque­l­las emo­ciones, acti­tudes y con­duc­tas que favore­cen un ade­cua­do bien­es­tar sub­je­ti­vo, lo que tiene que ver con la eval­u­ación que hace la per­sona de sus posi­bil­i­dades y capaci­dades. Para ello inter­vienen juicios cog­ni­tivos y val­o­raciones en el plano afec­ti­vo, lo que per­mite que ten­gan una idea de su sat­is­fac­ción con la vida (San­juán, P., Guil­lén, D. y Pérez-Gar­cía, A. M., 2018). Ryff, par­tien­do de algunos estu­dios real­iza­dos, con­cluye que las prin­ci­pales dimen­siones del bien­es­tar sub­je­ti­vo son la autoa­ceptación, las rela­ciones pos­i­ti­vas con otros, la autonomía, el dominio del entorno, propósi­to en la vida, y el crec­imien­to per­son­al (Ryff, 1989), entre otras. Algunos autores vin­cu­lan el bien­es­tar con emo­ciones pos­i­ti­vas como plac­er, ale­gría o júbi­lo, gus­to, calidez; el com­pro­miso o involu­cramien­to en activi­dades absorbentes que hacen sen­tir bien. Tam­bién con el sig­nifi­ca­do o propósi­to de la vida que con­siste en pertenecer y par­tic­i­par en algo que está por enci­ma de la per­sona y sus intere­ses per­son­ales. Todos estos trib­uta­ban a la sat­is­fac­ción con la vida (Selig­man, 2011).

Pandemia por COVID 19 y sus efectos en el funcionamiento psicológico

A finales del año 2019, se detec­ta en Chi­na el COVID-19 (SARS-CoV­‑2). En pocos meses, el virus, afec­taría al mun­do entero y, dada la situación, sería declar­a­da como pan­demia por la OMS, lo que gen­eró una alar­ma mundi­al. De algu­nas muertes declar­adas a ini­cios del 2020 (Urzúa et al., 2020), enero del 2021 sor­prendió al mun­do con casi dos mil­lones de per­sonas fal­l­e­ci­das (Tsoukalis-Chaikalis et al., 2021).

La prin­ci­pal medi­da para evi­tar la propa­gación de la enfer­medad, provo­ca­da por el Covid-19, fue el ais­lamien­to social. Y a pesar de la efec­tivi­dad de esta, en la dis­min­u­ción de los con­ta­gios, tam­bién es cier­to que se con­sti­tuyó en un fac­tor de ries­go para muchos prob­le­mas de salud (Broche-Pérez et al., 2020).

El ais­lamien­to social, y sus efec­tos sobre la salud, se ha estu­di­a­do en numerosos con­tex­tos. Esto ha dado ori­gen a un tér­mi­no japonés para definir­lo: Hikiko­mori, que alude a cuan­do un ais­lamien­to es pro­lon­ga­do de seis meses o más y el indi­vid­uo debe per­manecer reclu­i­do en su casa o en su habitación. Se ha con­ver­tido en un grave prob­le­ma de salud en Japón donde existía una preva­len­cia de 1%, y se ha exten­di­do, a causa de la pan­demia por Covid 19, al resto del mun­do (Álvarez de Mon, M. A. et al., 2019).

Las per­sonas que per­manecen ais­ladas social­mente por tiem­pos pro­lon­ga­dos pueden gener­ar, además de prob­le­mas de salud, afecta­ciones en su fun­cionamien­to social, lab­o­ral, famil­iar y sobre todo en su fun­cionamien­to psi­cológi­co. Estos, han referi­do sín­tomas más inten­sos que los pacientes diag­nos­ti­ca­dos con depre­sión may­or, por la soledad en la que se encuen­tran y la fal­ta de redes de apoyo cer­canas en las que con­fi­ar, además de expon­erse a rela­ciones inter­per­son­ales com­pli­cadas. Esta situación es con­sid­er­a­da un fac­tor de ries­go impor­tante para las con­duc­tas sui­ci­das (Álvarez de Mon, M. A. et al., 2019).

En adul­tos may­ores la desconex­ión social aumen­tó los ries­gos de depre­sión y ansiedad, así como la descom­pen­sación de sus patologías cróni­cas. En per­sonas adul­tas, el ais­lamien­to por el coro­n­avirus, pro­du­jo un incre­men­to de emo­ciones neg­a­ti­vas, además de letar­go por la ausen­cia de aportes inter­per­son­ales pos­i­tivos. Gen­eral­mente, muchos exper­i­men­ta­ron incer­tidum­bre por lo pro­lon­ga­do del ais­lamien­to que, suma­do a la imposi­bil­i­dad de tomar deci­siones y de su lib­er­tad restringi­da, los llevó a exper­i­men­tar más ansiedad y depre­sión, miedos, reac­ciones de angus­tia que se tradu­jeron en insom­nio e ira o com­por­tamien­tos de ries­go como el uso indis­crim­i­na­do de bebidas alco­hóli­cas, taba­co, etc. (Richaud et al., 2020; Urzúa et al., 2020). Otros sín­tomas referi­dos fueron la tris­teza mar­ca­da, los sen­timien­tos de impo­ten­cia, la descon­fi­an­za y la exclusión. La ansiedad ante la situación económi­ca pre­caria, el dolor y el due­lo ante la pér­di­da de famil­iares, la cul­pa, el abur­rim­ien­to y el sen­ti­do de desval­orización pro­fe­sion­al y social, fueron repor­ta­dos por muchas per­sonas. Tam­bién, aso­ci­a­do a esos sín­tomas, aparecieron cam­bios com­por­ta­men­tales como en la for­ma de ali­men­ta­rse, la higiene per­son­al, los inten­tos sui­ci­das, las rela­ciones inter­per­son­ales con­flic­ti­vas, entre otros (Chacón-Fuertes et al., 2020; Luo et al., 2020; Orga­ni­zación Panamer­i­cana de la Salud, 2002; Sánchez Car­lessi y Mejía Sáenz, 2020).

Un estu­dio en la población infan­to juve­nil cubana arro­jó que, a causa del con­fi­namien­to, se detec­taron man­i­festa­ciones de sobreapego en edades de tran­si­ción como a los tres y doce años. Además, los niños man­i­fes­taron con­duc­tas de rebeldía, vol­un­tar­iosas y desafi­antes a la autori­dad pater­na y mar­ca­dos trastornos en los horar­ios de sueño. Fue muy difí­cil para los padres la reestruc­turación de horar­ios y ruti­nas para los niños a causa del ais­lamien­to y condi­ciones de tra­ba­jo en casa, así como de proveer activi­dades que les agradaran y ayu­daran a su desar­rol­lo psi­cológi­co. Las labores con­jun­tas de tra­ba­jo, aten­ción a los hijos, necesi­dades domés­ti­cas y facil­i­tar el estu­dio en la casa, rep­re­sen­tó un desajuste en los roles famil­iares y una sobre­car­ga físi­ca y emo­cional que afec­tó las rela­ciones inter­per­son­ales de los miem­bros de las famil­ias (Gar­cía Morey et al., 2020).

La pan­demia fue con­sid­er­a­da como una situación glob­al de estrés pos­traumáti­co por todas las impli­ca­ciones que tuvo en la salud men­tal (Ban­yard et al., 2009). En la India, en una encues­ta online, que respondieron 1395 par­tic­i­pantes, de los cuales el 82,8% eran menores de 30 años, se encon­tró que una pro­por­ción sig­ni­fica­ti­va­mente alta de jóvenes tenían un niv­el medio o severo de depre­sión. Según este estu­dio, una cuar­ente­na impues­ta, puede resul­tar que en las per­sonas se inten­si­fique y se exac­erbe el sen­ti­do de pér­di­da de con­trol y sen­tirse atra­pa­do. Además, se diag­nos­ticó un incre­men­to de la preva­len­cia de depre­sión y ansiedad en la población estu­di­a­da (Pandey et al., 2000).

En situa­ciones de cri­sis por ais­lamien­to, como en el caso de la pan­demia, los fac­tores que mod­i­f­i­can la inten­si­dad de los sín­tomas psi­cológi­cos gen­eral­mente fueron el tipo de ais­lamien­to y su duración, la pri­vación de estí­mu­los sen­so­ri­ales y el tipo de per­son­al­i­dad (Sánchez Car­lessi y Mejía Sáenz, 2020).

Estas situa­ciones de ais­lamien­to, con restric­ción mar­ca­da de la movil­i­dad y el con­tac­to social que se pro­longó en el tiem­po, acre­cen­taron afecta­ciones pre­vias y gener­aron otras, tan­to físi­cas, como emo­cionales. Las más evi­dentes fueron en el área psi­cológ­i­ca, provo­can­do un detri­men­to en los recur­sos per­son­ales para hac­er frente a la adver­si­dad. Indi­cadores de bien­es­tar psi­cológi­co como la autoa­ceptación, las rela­ciones pos­i­ti­vas, la autonomía, el dominio del entorno, el propósi­to de la vida y el crec­imien­to per­son­al (Arro­gante et al., 2016) se vieron muy afec­ta­dos por la situación experimentada.

El fun­cionamien­to psi­cológi­co pos­i­ti­vo (FPP), según la escala desar­rol­la­da por Meri­no (Meri­no, M. D. y Pri­va­do, J., 2015; Meri­no, M. D., Pri­va­do, J. y Gra­cia, Z., 2015) abor­da difer­entes dimen­siones que a su vez con­sti­tuyen recur­sos psi­cológi­cos que per­miten un desar­rol­lo armo­nioso al suje­to en su con­tex­to social. Ellos son autonomía, resilien­cia, autoes­ti­ma, propósi­to de vida, dis­frute, opti­mis­mo, curiosi­dad, cre­ativi­dad, humor, dominio del entorno y vital­i­dad. La pres­en­cia y con­sol­i­dación de estos fac­tores, con­sid­er­a­dos pro­tec­tores de la salud men­tal, ayu­daría en gran medi­da a sobrell­e­var las cri­sis sin may­ores afecta­ciones psi­cológ­i­cas y a vivir la vida con dis­frute a pesar de las cir­cun­stan­cias adver­sas (González et al., 2019).

Objetivo

El mun­do, y la población cubana, estu­vieron afec­ta­dos por la cri­sis gen­er­al­iza­da orig­i­na­da por la COVID-19. Las per­sonas involu­cradas en situa­ciones sim­i­lares nece­si­tan poten­ciar los recur­sos psi­cológi­cos que les per­mi­tan enfrentar­las y man­ten­erse psi­cológ­i­ca y físi­ca­mente funcionales.

En situa­ciones de severo dis­trés psi­cológi­co, es prob­a­ble que esos ele­men­tos se vean afec­ta­dos. Por esa razón, este tra­ba­jo se pro­pu­so com­parar el FPP en un grupo de estu­di­antes cubanos, antes y durante la pan­demia, para iden­ti­ficar el com­por­tamien­to de los difer­entes recur­sos que com­po­nen la escala.

Métodos

Para realizar el estu­dio se uti­lizó una mues­tra de 38 estu­di­antes de la licen­ciatu­ra en Teología, del Sem­i­nario Teológi­co Adven­tista de Cuba, a los cuales se les había apli­ca­do la escala de Fun­cionamien­to Psi­cológi­co Pos­i­ti­vo (FPP) en octubre del 2019, pre­vio al surgimien­to de la pan­demia. La selec­ción fue no prob­a­bilís­ti­ca, por con­ve­nien­cia, ya que par­tic­i­paron todos los inte­grantes del grupo de primer año de la licen­ciatu­ra. En ese momen­to la apli­cación de esta escala, fue de for­ma pres­en­cial, admin­istra­da por per­son­al entrenado.

En abril del 2022, en pleno auge de la enfer­medad, y donde todos habían exper­i­men­ta­do situa­ciones de con­fi­namien­to pro­lon­ga­do, se les apli­ca a esos mis­mos estu­di­antes la escala de FPP. Se pre­tendía iden­ti­ficar los posi­bles cam­bios que la situación de estrés gen­er­a­da por la pan­demia pudiera haber provo­ca­do en los com­po­nentes de la escala. En esta ocasión, la encues­ta fue apli­ca­da de for­ma vir­tu­al por el mis­mo encuestador.

Análisis estadístico

Se uti­lizó la infor­ma­ción de la mues­tra (n=38), tal cual fue recibi­da. Se cal­culó el pun­ta­je de fun­cionamien­to psi­cológi­co pos­i­ti­vo para cada par­tic­i­pante, para el antes de la pan­demia y durante la pan­demia, medi­ante la suma de los pun­ta­jes prome­dio de las 11 dimen­siones del FPP, así como el com­por­tamien­to de las dimen­siones en los dos momen­tos del estu­dio. El análi­sis estadís­ti­co se real­izó uti­lizan­do el soft­ware libre JASP ver­sión 0.14.1. El niv­el de sig­nif­i­can­cia se estable­ció en .05.

Resultados

Por medio de dia­gra­mas de caja y big­ote (Fig. 1) se iden­ti­ficó un dato atípi­co, (par­tic­i­pante número 34), que fue removi­do de la mues­tra. (Este dato era un pun­ta­je de FPP=19.333 tan­to durante como antes de pan­demia, que difer­ía por mucho del resto de los suje­tos, lo que puede supon­er un prob­le­ma de respues­ta deshon­es­ta o no reflex­ion­a­da). De este modo la mues­tra quedó con­for­ma­da por n=37 par­tic­i­pantes, de los cuales 34 eran hom­bres y 7 mujeres, con una edad prome­dio de 28.62 años (DE= 7.92), con un ran­go de 19 a 47 años. Tam­bién evi­den­cia el dia­gra­ma que las difer­en­cias del FPP en los dos momen­tos de la medición no tuvieron difer­en­cias estadís­ti­ca­mente significativas.

Respec­to a la esco­lar­i­dad, cabe men­cionar que todos los par­tic­i­pantes eran estu­di­antes de licen­ciatu­ra. Además, en lo rel­a­ti­vo al esta­do civ­il, 23 man­i­fes­taron ser solteros y 14 casa­dos. El 75.68% de los par­tic­i­pantes indicó no ten­er hijos, en tan­to que el restante 24.32% tiene al menos un hijo.

Se efec­tuó una prue­ba de com­para­ción del FPP prome­dio del par­tic­i­pante, medi­do durante la pan­demia con respec­to a la medición antes de la pan­demia. El FPP se obtu­vo medi­ante la suma de los pun­ta­jes de las 11 dimen­siones de la escala. Para la com­para­ción se uti­lizó la prue­ba t parea­da. No se encon­tró una vio­lación del supuesto de nor­mal­i­dad de la difer­en­cia de pun­ta­jes requeri­da para esta prueba.

Los resul­ta­dos de la prue­ba t parea­da sug­ieren que no exis­ten difer­en­cias sig­ni­fica­ti­vas en el niv­el glob­al de FPP exper­i­men­ta­do por los par­tic­i­pantes pre­vio a la pan­demia y durante la pan­demia (t=1.305, gl= 36, p= .20)

Fig. 1 Comportamiento del FPP antes y durante la pandemia en la muestra seleccionada.

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Pos­te­ri­or­mente se com­para­ron las dimen­siones del FPP en los dos momen­tos del estu­dio, antes de la pan­demia y durante la pan­demia, uti­lizan­do las prue­bas t de Stu­dent parea­da, en los casos donde se cumplió el supuesto de nor­mal­i­dad de la difer­en­cia de pun­ta­jes, y la prue­ba no paramétri­ca de Wilcox­on en los casos donde se vio­ló el supuesto de nor­mal­i­dad. Los resul­ta­dos de la Tabla 1 mues­tran que, al emplear el niv­el de sig­nifi­cación .05, no se encon­tró evi­den­cia de difer­en­cia sig­ni­fica­ti­va en el pun­ta­je prome­dio de FPP entre las mediciones antes y durante la pan­demia. Sin embar­go, al estable­cer el niv­el de sig­nifi­cación .10 (Calderón Sal­daña y Alzamo­ra de los Godos Urcia, L., 2011) se obser­va una difer­en­cia sig­ni­fica­ti­va en el FPP en las dimen­siones Resilien­cia y Dis­frute, sien­do más alto el pun­ta­je del FPP durante la pan­demia que antes de esta. El tamaño del efec­to, medi­dos por la d de Cohen, en ambos casos se con­sid­era bajo (0.269 y 0.291, respectivamente).

Se hizo además el análi­sis para deter­mi­nar si el sexo, el esta­do civ­il, la esco­lar­i­dad, la pro­fe­sión y si ejerce o no, tienen un efec­to en el cam­bio del pun­ta­je del FPP antes y después de la pan­demia, y no se encon­tró efec­to sig­ni­fica­ti­vo en ningún caso.

Tabla 1. Comportamiento de las dimensiones del FPP durante y antes de la pandemia

Dimen­sión Media del FPP Desviación están­dar Student‑t Wilcox­on Shapiro-Wilk

Durante Antes Durante Antes Estadís­ti­co gl p Estadís­ti­co p p

Autoes­ti­ma 4.099 4.027 0.603 0.734 0.476 36 .637 149.5 .738 .012

Resilien­cia* 4.477 4.306 0.381 0.616 1.636 36 .111 150.5 .092 < .001

Opti­mis­mo 4.279 4.063 0.536 0.728 1.716 36 .095 181.5 .189 .004

Cre­ativi­dad 4.207 4.108 0.546 0.561 0.905 36 .371 165 .419 .004

Autonomía 4.18 4.09 0.559 0.554 0.741 36 .464 181 .382 .143

Dominio del Entorno 3.541 3.613 0.535 0.494 ‑0.569 36 .573 129 .372 .016

Vital­i­dad 4.315 4.27 0.55 0.652 0.439 36 .663 127 .702 .016

Propósi­to Vital 4.586 4.459 0.355 0.541 1.483 36 .147 145.5 .132 < .001

Humor 4.243 4.252 0.688 0.595 ‑0.078 36 .938 164 .978 .131

Dis­frute* 4.306 4.099 0.625 0.661 1.768 36 .086 236.5 .124 .242

Curiosi­dad 4.36 4.216 0.511 0.516 1.389 36 .173 178.5 .222 .047

*Sig­nif­i­can­cia en .10

Discusión y conclusiones

La may­oría de los estu­dios pub­li­ca­dos sobre temas rela­ciona­dos a la pan­demia hacen énfa­sis en las afecta­ciones neg­a­ti­vas que esta provocó en el com­por­tamien­to psi­cológi­co de los indi­vid­u­os y gru­pos sociales (Andreu Cabr­era, 2020, Ban­yard et al., 2009, Pandey et al., 2000).

Sin embar­go, en el pre­sente estu­dio se reportó que el fun­cionamien­to psi­cológi­co pos­i­ti­vo, con­sti­tu­i­do por difer­entes recur­sos que trib­u­tan al bien­es­tar y feli­ci­dad, con­trario a lo esper­a­do, se man­tu­vo sin difer­en­cias sig­ni­fica­ti­vas en la medición real­iza­da durante la pan­demia con respec­to a la real­iza­da con ante­ri­or­i­dad a esta.

Los resul­ta­dos obtenidos pueden deberse a var­ios fac­tores que las inves­ti­ga­ciones sus­ten­tan. Es cier­to que las situa­ciones de cri­sis provo­can impactos neg­a­tivos en el fun­cionamien­to psi­cológi­co de los indi­vid­u­os, pero tam­bién son momen­tos en que se pueden poten­ciar los recur­sos psi­cológi­cos per­son­ales para hac­er­le frente. Muchas per­sonas min­i­mizan los daños del estrés “cen­tran­do su aten­ción en el desar­rol­lo de las capaci­dades y el crec­imien­to per­son­al, con­ce­bidas ambas como los prin­ci­pales indi­cadores del fun­cionamien­to pos­i­ti­vo” (Arro­gante et al., 2016, p. 23). En estu­dios real­iza­dos entre per­sonas que enfrenta­ban situa­ciones de desem­pleo se encon­tró que la resilien­cia y la autoefi­ca­cia fueron con­sid­er­a­dos dos recur­sos psi­cológi­cos vitales para sobre­pon­erse a la expe­ri­en­cia neg­a­ti­va (Fer­nán­dez-Valera et al., 2019).

La psi­cología pos­i­ti­va durante las últi­mas décadas ha esta­do enfa­ti­zan­do la impor­tan­cia de temas como las for­t­alezas del carác­ter, la grat­i­tud y el opti­mis­mo, la resilien­cia, el sig­nifi­ca­do y el propósi­to, el com­pro­miso y las bue­nas rela­ciones (Park et al., 2013) como ele­men­tos pro­tec­tores de la salud men­tal del indi­vid­uo, y esas for­t­alezas se encuen­tran rela­cionadas con las dimen­siones del fun­cionamien­to psi­cológi­co pos­i­ti­vo medi­do en el pre­sente estu­dio. Las inves­ti­ga­ciones actuales usan de man­era sim­i­lar tér­mi­nos como feli­ci­dad y bien­es­tar sub­je­ti­vo para referirse al fun­cionamien­to psi­cológi­co pos­i­ti­vo, basa­do en la gen­eración de emo­ciones pos­i­ti­vas y otros fac­tores con­tribuyentes al bien­es­tar, como las ade­cuadas rela­ciones inter­per­son­ales (Ramírez y Fuentes, 2013).

En con­tex­tos uni­ver­si­tar­ios se ha incre­men­ta­do el estu­dio del fun­cionamien­to psi­cológi­co ade­cua­do que pro­mueve feli­ci­dad, por las rela­ciones impor­tantes que se han doc­u­men­ta­do entre esta y el rendimien­to académi­co de los estu­di­antes y su per­ma­nen­cia en la escuela, así como la pro­duc­tivi­dad del pro­fe­so­ra­do. Además, apoya la idea de que la per­cep­ción indi­vid­ual de ser feliz y psi­cológi­ca­mente estable, jun­to con las capaci­dades cog­ni­ti­vas y habil­i­dades pro­ced­i­men­tales son vitales para el desem­peño y éxi­to académi­cos (Ramírez y Fuentes, 2013).

El establec­imien­to y dis­frute de rela­ciones sociales es un eslabón muy impor­tante en el desar­rol­lo de las per­sonas. Un estu­dio real­iza­do en Pen­sil­va­nia en la local­i­dad de Rose­to, con­cluyó que el fac­tor que más con­tribuía a la mar­ca­da longev­i­dad de sus habi­tantes era su ele­va­da unión social y famil­iar, así como la can­ti­dad y cal­i­dad de sus rela­ciones inter­per­son­ales (Álvarez de Mon, M. A. et al., 2019). Sin embar­go, en medio de la situación mar­ca­da por la pan­demia, es intere­sante notar como este grupo de estu­di­antes fueron capaces de man­ten­er su fun­cionamien­to psi­cológi­co a pesar del ais­lamien­to oblig­a­to­rio. Es de supon­er que encon­traron for­mas nove­dosas para man­ten­er esas rela­ciones en fun­cionamien­to y aumen­tó la cal­i­dad de las rela­ciones con el núcleo más ínti­mo del indi­vid­uo, la famil­ia, como red fun­da­men­tal de apoyo social.

Evi­den­cia de ello se observó tam­bién en una mues­tra de 251 niños y ado­les­centes cubanos donde se estu­di­aron las afecta­ciones del ais­lamien­to pro­lon­ga­do. Los inves­ti­gadores con­cluyeron que, a pesar de los efec­tos neg­a­tivos, tam­bién se iden­ti­f­i­can otros pos­i­tivos. El tiem­po com­par­tido en famil­ia, sin ten­er que estar con prisas, es una ganan­cia para todos, que les ha per­mi­ti­do inter­ac­tu­ar, y dis­fru­tar expe­ri­en­cias com­par­tidas. Esto ha for­t­ale­ci­do los vín­cu­los de muchas famil­ias, lo que gen­era dis­frute. Otras famil­ias han logra­do “orga­ni­zar mejor la vida en casa, estim­u­lar el desar­rol­lo de los niños y lograr ver los pro­gre­sos, incidir sobre la for­ma­ción de hábitos, cono­cer mejor el rendimien­to docente e imple­men­tar estrate­gias de apoyo en ese sen­ti­do” (Gar­cía Morey et al., 2020, p. 19). De man­era gen­er­al la inves­ti­gación con­cluye que los niños y jóvenes que reciben una aten­ción famil­iar ade­cua­da desar­rol­lan con­duc­tas resilientes.

Es intere­sante notar que cuan­do se analizaron los com­po­nentes de la escala en un primer momen­to no surgieron difer­en­cias sig­ni­fica­ti­vas. Al estable­cer el niv­el de sig­nif­i­can­cia en .10 surgieron difer­en­cias sig­ni­fica­ti­vas en las dimen­siones de resilien­cia y dis­frute, lla­man­do la aten­ción que fueron lig­era­mente may­ores en la medición durante la pan­demia que antes de ella, con­trario a lo que pudiera esper­arse por los resul­ta­dos de estu­dios que enfa­ti­zan los efec­tos neg­a­tivos del aislamiento.

La resilien­cia, como con­struc­to, surge cuan­do las per­sonas se enfrentan a la adver­si­dad y son más exi­tosas en el inten­to de sobre­pon­erse a esas emo­ciones neg­a­ti­vas, además de for­mar y ser capaces de for­t­ale­cer su per­son­al­i­dad. Uno de los pun­tos de vista más acep­ta­dos sobre la resilien­cia es la capaci­dad de adap­tarse y recu­per­arse a pesar de expe­ri­en­cias adver­sas sig­ni­fica­ti­vas. Se han iden­ti­fi­ca­do a la famil­ia, la comu­nidad y las car­ac­terís­ti­cas per­son­ales como fac­tores pro­tec­tores en indi­vid­u­os resilientes (López-Valle et al., 2018). La resilien­cia es uno de los recur­sos más poderosos para desar­rol­lar el bien­es­tar sub­je­ti­vo. Es lo que per­mite al indi­vid­uo respon­der hábil­mente ante aque­l­las situa­ciones que ame­nazan ese bien­es­tar. Le capaci­ta para ser más com­pe­tente en el mane­jo de las frus­tra­ciones y difi­cul­tades de la vida diaria, salien­do de ellas for­t­ale­ci­do (Gra­ham, 2019), y en situa­ciones adver­sas este recur­so psi­cológi­co se man­i­fi­es­ta y se poten­cia como se apre­cia en la mues­tra estudiada.

En un estu­dio entre ado­les­centes y jóvenes se encon­tró que la resilien­cia es afec­ta­da por el tipo de estrate­gias de afrontamien­to preferi­do. La resilien­cia de los ado­les­centes aumenta­ba a may­or uso de autor­reg­u­lación emo­cional pos­i­ti­va y estrate­gias de afrontamien­to basadas en los prob­le­mas y no en las emo­ciones (López-Valle et al., 2018). Pre­cisa­mente otras inves­ti­ga­ciones apun­tan al papel que jue­gan las emo­ciones en el desar­rol­lo de esas estrate­gias. Las emo­ciones y con­duc­tas pos­i­ti­vas como el dis­frute, el gozo, con­tentamien­to, sat­is­fac­ción, las rela­ciones sól­i­das de amis­tad y, el amor tiene la capaci­dad de con­stru­ir y for­t­ale­cer la resilien­cia. El exper­i­men­tar emo­ciones pos­i­ti­vas de man­era inten­cional facili­ta el desar­rol­lo de difer­entes estrate­gias de enfrentamien­to a los prob­le­mas e inclu­so reen­fo­car even­tos neg­a­tivos con un nue­vo sig­nifi­ca­do (Boni­well, 2012).

Todos los par­tic­i­pantes de la mues­tra tenían como ele­men­to común su afil­iación reli­giosa al ser miem­bros de la Igle­sia Adven­tista del Sép­ti­mo Día. Se con­sid­era este aspec­to rel­e­vante en los resul­ta­dos obtenidos porque el pertenecer a una orga­ni­zación reli­giosa se rela­ciona con cier­tos tipos de creen­cias y con­duc­tas reli­giosas que tienen como fun­da­men­to la espir­i­tu­al­i­dad indi­vid­ual. La espir­i­tu­al­i­dad abar­ca des­de la no con­sid­eración de lo trascen­dente, la decisión de no creer y estar angus­ti­a­do por los cues­tion­amien­tos exis­ten­ciales has­ta la decisión de creer, a con­for­mar la vida de acuer­do con esas creen­cias, a la devo­ción y ado­ración de lo trascen­dente y some­ter la vol­un­tad per­son­al a la vol­un­tad de lo que tra­sciende. La espir­i­tu­al­i­dad trae al indi­vid­uo val­ores humanos, sig­nifi­ca­do, propósi­to, paz, conex­ión con otros, sen­timien­tos de poder, todos ellos vin­cu­la­dos al ser trascen­dente en el que se cree, que está fuera de la per­sona y a la vez den­tro de ella (Koenig, 1998).

Se ha estu­di­a­do cómo la reli­giosi­dad y por ende en muchos casos la espir­i­tu­al­i­dad, pueden con­ver­tirse en fac­tores pro­tec­tores de la salud. Bara­jas cita a Papazi­sis, Nico­laou, Tsi­ga, Christo­forou y Sapountzi-Krepia (2014) que realizaron un estu­dio en Chipre y repor­taron que el 98.2% de los estu­di­antes encues­ta­dos man­i­festó ser fuerte­mente reli­gioso y/o ten­er creen­cias espir­i­tuales, lo que cor­rela­cionó de man­era fuerte y pos­i­ti­va con la autoes­ti­ma y de man­era neg­a­ti­va con la depre­sión, el estrés y el estrés como ras­go de per­son­al­i­dad (Rey­na Bara­jas, 2018), por lo que la expe­ri­en­cia espir­i­tu­al, y sus prác­ti­cas a través de la religión, pueden con­ducir al indi­vid­uo a un crec­imien­to per­son­al con mar­ca­da moti­vación intrínse­ca, favore­cien­do que se for­t­alez­ca la resilien­cia y la capaci­dad de dis­frute aún en medio de las condi­ciones más adversas.

Es evi­dente que la mues­tra del estu­dio es pequeña, pero sien­ta pau­tas para seguir inves­ti­gan­do y estable­cer com­para­ciones entre difer­entes gru­pos de per­sonas, con o sin afil­iación reli­giosa, para poten­ciar aque­l­los recur­sos psi­cológi­cos que mejoren la salud mental.

Tam­bién se recomien­da que las orga­ni­za­ciones de salud y los gob­ier­nos aúnen vol­un­tades para for­t­ale­cer esas dimen­siones o recur­sos y facil­i­tar un enfrentamien­to salud­able a las situa­ciones estre­santes e inevita­bles de la vida diaria, para salir más resilientes de la experiencia.

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