María M. Febles Elejalde
Universidad de La Habana
Odalys Roche Chávez
Corporación CIMEX. La Habana
Resumen
En el artículo las autoras sistematizan un grupo de consideraciones sobre Orientación y Psicoterapia, como campos de la Psicología Clínica, tomando como fundamento teórico las principales categorías y principios del Enfoque Histórico Cultural en Psicología. Para ello se eligen tres ejes de análisis que permiten explicar las particularidades comunes de ambas prácticas de la Psicología Clínica, utilizando las categorías y principios de este novedoso enfoque teórico. Desde este enfoque se concluye que la relación de comunicación y colaboración potencia el carácter activo del paciente, se comparten signos y diferentes niveles de ayuda que facilitan el cambio subjetivo y la capacidad autorreguladora del sujeto, o sea su autonomía y dominio de la conducta propia.
Palabras claves: Orientación, Psicoterapia, Enfoque Histórico Cultural.
Abstract
In the article the authors systematize a group of considerations concerning Guidance and Psychotherapy, as fields of Clinical Psychology, taking as theoretical basis the main contributions of the Historical Cultural Approach in Psychology. There are 3 axis of analysis that permit to explain the common characteristic of both practice of fiels of Clinical Psychology, utilizing principles and categories of this novel approach. From this approach conclude that the relation of communication and collaboration is enhanced subject activeness, signs are shared and different aide degrees are offered to promote subjective change process and the recovery the self-regulating function of the subject, and recover self-autonomy and management.
Keywords: Guidance, Psychotherapy, Historical Cultural Approach.
Introducción
Los diferentes eventos del panorama mundial y local actual colocan al Hombre en una situación de peligro para su salud, alejándolo cada vez más de las interacciones armónicas con su entorno, que son las que le permitirán preservar su equilibrio psicológico y somático. Vivimos un nuevo siglo que amenaza el desarrollo humano con acontecimientos tales como la apatía, inestabilidad emocional, trastornos psicosomáticos que se asocian a los efectos nocivos del estrés, en tanto por otra parte, se constata un gran desarrollo científico, con gran cúmulo de información, competencia, desastres por cambio climático, epidemias, guerras, crisis económico- sociales, aumento de la violencia, y el consumismo exagerado que desestabilizan la vida moderna.
Para su equilibrio psíquico, el individuo se ve precisado a adoptar nuevos estilos de vida y afrontamiento que sustituyan las viejas costumbres y hábitos de vida, y para ello el sistema de salud debe brindar la ayuda necesaria, a la vez que los individuos deben buscar la ayuda psicológica que se brindan en centros comunitarios de salud. Por otra parte, desde el punto de vista de la atención a los problemas de salud, en general, se hace necesaria una perspectiva de análisis más integral que tenga en cuenta el papel de los factores psicológicos en la determinación de las diferentes enfermedades, así como en el tratamiento y la evolución de estas. Y desde el punto de vista de la atención a los problemas propiamente psicológicos, se hace necesario el desarrollo de modelos más integradores que tengan en cuenta el papel de los factores histórico-culturales para comprender no solo la compleja determinación de la personalidad, sino también el proceso salud-enfermedad, de manera que sirva de guía en la relación de ayuda al ser humano.
El Enfoque Histórico Cultural en Psicología no aparece entre los modelos o teorías actuales de la Psicología Clínica a nivel mundial sin embargo, sus aportes a este campo se conocen desde sus inicios, habiéndose sentado las bases desde hace casi un siglo. Lo cierto es que es justo que ocupe un lugar y se preste mayor atención al sistema de conocimientos científicos que este enfoque propone. Las principales ideas de L. S. Vygotsky, impulsor de este enfoque, no se circunscriben al ámbito clínico, y pueden concebirse en una perspectiva más amplia, vinculada a la Psicología General y del Desarrollo, en donde se destacan sus trabajos sobre la concepción de lo psicológico, la dinámica de sus determinantes, y se privilegia el carácter activo del sujeto y el papel de los otros en el proceso del desarrollo (concepción que supera, desde nuestro punto de vista, la explicación de los sistemas precedentes). Este enfoque también realiza importantes contribuciones al proceso de producción del conocimiento en nuestra ciencia, ya que incorpora del Marxismo el método dialéctico, que le permite comprender que el conocimiento es histórico, y responde al nivel de conocimientos acumulado por el hombre en cada época histórica, por lo que las bases para la construcción de una Psicología General deben encontrarse en todo el saber acumulado por el hombre, tanto en las hipótesis probadas y verificadas por la ciencia, como en aquellas que aún no han sido lo suficientemente demostradas.
En la investigación de Roche (2012) se analizan las leyes y principios generales de la formación y la dinámica de lo psicológico que se sistematizan a partir de la obra de Vygotsky, y a partir del Método del Estudio de Casos se analizan los contenidos de tres procesos terapéuticos conducidos desde una perspectiva integrativa la cual es posible fundamentarla en el Enfoque Histórico-Cultural. De los resultados de esta investigación se dedujo que este enfoque puede aportar un fundamento epistemológico, teórico y metodológico para comprender la relación de ayuda terapéutica porque ella, reproduce las pautas de toda relación de socialización (Roche, 2012, 2018). La terapia fundamentada en este enfoque, permite trabajar para promover cambios positivos en el desarrollo de los sujetos y avanzar en la comprensión de la relación de ayuda terapéutica. Todas las terapias que alcanzan su efectividad, logran su propósito porque tras la dinámica instrumental de las investigaciones empíricas reconocen factores comunes, responsables del cambio en los individuos que reciben terapia, (Krause, 2005). Identificadas con este enfoque este artículo es fruto de las sistematizaciones desarrolladas por las autoras a partir de la labor de orientación y psicoterapia en los servicios de atención psicológica del Centro “Alfonso Bernal del Riesgo” (COAP) de la Facultad de Psicología, centro que desde su fundación en 1998, declaró sus bases teóricas histórico-culturales. De ahí que el objetivo de este trabajo es proponer a los profesionales de la Psicología, una perspectiva teórico-metodológica para la orientación y la psicoterapia, como modalidades de intervención psicológica, fundamentada en la comprensión de lo psicológico y del desarrollo humano que defiende el Enfoque Histórico-Cultural. Sin ser la única perspectiva posible, desde el enfoque, esta propuesta pudiera constituir un referente para los psicólogos que trabajan en este campo y que adolecen y claman respecto a la necesidad de encontrar enfoques teóricos de referencia que orienten metodológicamente sus prácticas.
Desarrollo
La Psicología Clínica tiene en el paradigma histórico cultural un nuevo camino a desbrozar. Se hace imperativo para esta disciplina participar en el desarrollo de la Psicología General que incorpora, desde este arquetipo, los aportes de todo el conocimiento que le antecedió, a partir del método dialectico. Este paradigma constituye según Mescheriakov (1998), una de las concepciones más valiosas y complejas de la ciencia psicológica. Ella permite como ninguna otra teoría, penetrar en la complejidad de lo psicológico, su desarrollo normal y patológico.
El Enfoque Histórico–Cultural impulsado por L. S. Vygotsky (189‑1934), en la década de los años 24 al 34 del siglo xx, y enriquecido por los aportes de autores posteriores, incluyendo los cubanos, deja planteados los fundamentos de una nueva psicología, sobre la base de una concepción diferente del hombre y de lo psicológico, a partir del análisis histórico-crítico de todo el conocimiento que le antecedió (Vygotsky, 1990).
Vygotsky aporta a la Psicología no solo una concepción acerca de lo psicológico, de la dinámica de sus determinantes, de la dialéctica de su desarrollo, sino además del papel de los objetos y los otros, diferente a la de los sistemas precedentes. El enfoque permite comprender la complejidad de lo psicológico y demuestra que las leyes que explican el desarrollo normal, explican también las desviaciones de este desarrollo.
La orientación y la psicoterapia como acciones prácticas de la Psicología Clínica deben partir, desde el punto de vista teórico, de la estructura sistémica y de sentido de la conciencia; la cual se caracteriza por la variabilidad de sus conexiones y uniones interfuncionales, por la formación de sistemas dinámicos complejos y por el reflejo generalizado de la realidad en ella (Vygotsky, 1990).
También desde el punto de vista metodológico, Vygotsky apuntó a que el psicólogo clínico debía acopiar una gran cantidad de material de primera mano, tanto de investigaciones promedios como excepcionales, que le permitan elaborar ideas propias que manipulará en cada caso. Destacaba así el papel creativo del psicólogo, que exigía no solo información psicométrica para el diagnóstico, sino también un plan para la comprensión de la problemática del sujeto de la ayuda. “Los métodos clínicos o de diagnóstico –escribió– requieren no solo la medición exacta, sino también la interpretación creadora” (Vygotsky, 1989: 280). La estructura dinámica y de sentido de la conciencia se fundamenta en la unidad de las funciones psíquicas superiores que forman los sistemas psicológicos y que constituyen el núcleo de la personalidad, que es una estructura de sentidos.
La orientación y la psicoterapia constituyen procesos de investigación de la personalidad y esta desde el enfoque histórico-cultural es sometida al “análisis etiológico que debe mostrarnos el mecanismo de la conexión dinámica de los síndromes en los que se pone de manifiesto esta compleja dinámica y estructura de la personalidad” (Vygotsky, 1989: 286) Dinámica que es compleja por la variabilidad de uniones entre funciones psicológicas. La personalidad es un sistema psicológico que resulta de dicha variabilidad y para su comprensión psicológica científica es necesaria la investigación de su génesis y transformación, la que apunta hacia el estudio de los mecanismos psicológicos del funcionamiento de las estructuras o formaciones de sentido que se forman y en el adulto ya están presentes.
Vygotsky comenzó sus estudios con la investigación clínica de la localización de funciones, la que le permitió la formulación de hipótesis para explicar hechos clínicos conocidos. Es decir: que sin estar dirigidas estas ideas a sentar una plataforma para el trabajo en la Psicología Clínica, pudo deducir de ella puntos de partida para este tipo de trabajo. De ahí que supongamos posible concretar algunas consideraciones o tesis relativas a la orientación y psicoterapia, que sirvan de hilo conductor a los psicólogos noveles en la tarea de explicar desde estos presupuestos las problemáticas que presentan estas prácticas.
- Las funciones psíquicas según A. R. Luria (1978) son procesos autorreguladores, complejos, sociales por su naturaleza, mediados por constitución u origen, conscientes y voluntarios por su modo de funcionar que se pueden presentar desestructurados, alterados o inmaduros en el sujeto que pide la ayuda. Ellos no están desvinculados de la conciencia, sino que la caracterizan por sus uniones y conexiones que varían con su desarrollo o deterioro. Tampoco están ligados directamente a la actividad fisiológica de un centro cortical determinado, sino que “representan el producto de una actividad integrada de diversos centros, rigurosamente diferenciados y relacionados jerárquicamente entre sí” (Vygotsky, 1990: 135). Las funciones psíquicas no son simples, homogéneas, indivisas; sino complejas, integradoras, diferenciadas; y a cada una corresponde una estructura y organización jerárquica diferente y esto se debe al “nuevo modus operandi de la conciencia” (Vygotsky, 1990: 137) que se nutre del mundo de los objetos y personas con el que el Hombre constantemente interactúa en cada etapa de la vida.
Los sujetos que sufren contradicciones de su comportamiento, y no encuentran salidas por sí mismos, piden ayuda psicológica en centros, clínicas o consultorios que brindan orientación psicológica o psicoterapia, para solucionar sus problemáticas. Estas se estructuran en diferentes niveles de organización de la personalidad, y en función de ellos requieren de uno u otro tipo de intervención (orientación y/o psicoterapia), disyuntiva que ha sido abordada ampliamente en nuestra ciencia, atendiendo a diferentes criterios: los orígenes históricos de ambas modalidades de intervención, el grado de afectación, o patología del sujeto que sufre, la comprensión acerca de la personalidad, entre otros criterios que quizás no alcanzamos ahora a mencionar.
Considerando entonces estas modalidades de intervención desde la perspectiva histórico-cultural, estamos obligados a plantear que ambas prácticas se encuentran en una interrelación dialéctica, con sus propios alcances y límites. Al concebir desde esta perspectiva a la subjetividad como una funcionalidad donde los sentidos subjetivos se interrelacionan en sistemas jerárquicos complejos de motivos y diferentes formaciones psicológicas de la personalidad, confirmamos que, siempre que intervenimos a partir de la relación de comunicación que penetra en los complejos procesos de sentido, estamos produciendo cambios en la personalidad. Obsérvese que hablamos de penetrar en la compleja esfera de los sentidos, que determinan o no las relaciones entre funciones. Esta comprensión histórico-cultural de la subjetividad acerca los límites entre ambas modalidades de intervención, haciéndolos permeables, permitiendo que la una y la otra se interpenetren en el trabajo con sujetos de diferentes niveles de regulación psicológica.
En este sentido la orientación psicológica es un proceso comunicativo de ayuda, colaboración o actividad conjunta, entre un sujeto que solicita ayuda y un orientador que se la brinda; en esta relación el último potencia el desarrollo y el activismo del primero, una vez que en la personalidad del primero, se ha detenido o desviado el curso normal de su crecimiento, siendo un sujeto que ha perdido su capacidad reguladora (parcial o total) al afectarse la esfera de los sentidos, su integración o jerarquía funcional. Esta relación interpsicológica se torna intercorporal, en tanto encuentro entre cuerpos que se comunican y actúan en diferentes dimensiones.
Por otra parte, la psicoterapia es aquel proceso en el cual, a través de una relación asimétrica de comunicación participan el psicoterapeuta y el sujeto de la ayuda, donde el primero potencia el avance gradual en la superación de los problemas y síntomas que movilizan la búsqueda de ayuda por parte del sujeto, facilitando la revivenciación y reparación de momentos de su experiencia individual, y la apropiación de determinados recursos psicológicos para la recuperación de la función auto reguladora de su personalidad.
Según González (2009) la orientación y psicoterapia son vías para que la persona se torne sujeto de una experiencia o sistema de relación sobre la cual ella ha perdido la capacidad de producir sentidos subjetivos alternativos a aquellos comprometidos con su sufrimiento.
El sujeto de la ayuda se presenta ante el psicólogo con un sistema dinámico en desequilibrio, inestable, con contradicciones que quiere resolver y no puede por sí solo; se ha perdido la función auto reguladora de lo psicológico y se hace necesaria la formación de nuevos sentidos que permitan la integridad de la personalidad y el restablecimiento de su equilibrio adaptativo.
El comportamiento del sujeto expresa diferentes niveles de regulación psicológica (normalidad, neurosis, psicosis) que dependen de la organización histórica de la personalidad.
En dependencia de la profundidad en la estructuración del problema se requieren herramientas de diferente complejidad, que se encuentran en los campos de saber de ambas modalidades de intervención (orientación y psicoterapia), a los cuales los profesionales deben recurrir de manera permanente para enfrentar los retos de la relación de ayuda.
Las configuraciones de sentidos subjetivos que conforman la trama compleja de lo psicológico se implican en el proceso complejo relacionado con el “sufrimiento o malestar emocional” que vivencia el sujeto ante la dificultad para producir sentidos subjetivos
El contexto, la organización subjetiva individual, la organización del modo de vida, los sistemas actuales de actividad y de comunicación, participan en la aparición de desbalances en el equilibrio adaptativo individual en determinadas condiciones de desarrollo, a partir de la trama compleja de sentidos subjetivos que produce el individuo[1]. La problemática que produce malestar emocional se manifiesta de forma particular en función de la organización subjetiva singular, esta se expresa a través de determinada sintomatología.
Para comprender la sintomatología en el presente de la vida del sujeto que solicita ayuda, es necesario comprender su carácter de emergente de una historia de desarrollo; lo que solo es posible develar en el marco de un proceso terapéutico desde este enfoque.
El síntoma que emerge puede ocultar el conflicto subyacente, puede ser un signo a interpretar; la emocionalidad se disfraza con falsos recursos o representaciones, a partir de complejos mecanismos, en los que la inmadurez o falta de información pueden ser determinantes. Se debe profundizar en la comprensión de los sentidos subjetivos que manifiesta el sujeto, descubrir la esencia, ya que ellos expresan una relación entre lo consciente y lo inconsciente, lo histórico y lo actual. Los motivos pueden estar ocultos, por lo que se deben formular hipótesis sobre los sentidos, promoviendo la elaboración posible por parte del sujeto.
El síntoma es un mecanismo adaptativo que expresa una dinámica motivacional compleja. Es una expresión simbólica de conflictos, que se han originado en el contexto cultural, en la red de relaciones y acciones sociales en las que el individuo ha participado a lo largo de su historia de vida, que impactan esa organización subjetiva singular, que tiene una génesis histórico-cultural y está sujeta a procesos de producción de sentidos en el curso de la experiencia individual, en los espacios sociales en los que el sujeto participa.
El sujeto en la orientación y la psicoterapia es activo, con capacidad de producir opciones de subjetivación, implicado en sistemas complejos de actividad y de comunicación, que se relacionan con la tensión “salud-malestar emocional-enfermedad”, cuyos límites son permeables.
Respecto al carácter activo del sujeto, importante característica que se pone de manifiesto en la relación de ayuda, escribía Vygotsky que en la ontogénesis el sistema de activación del niño se determina por el nivel de su desarrollo orgánico y por el nivel de utilización de los instrumentos. Ambos sistemas se fusionan formando un proceso completamente particular, como un todo único que aparece como un momento decisivo en el desarrollo del niño. Es decir que la asimilación de la experiencia histórico-social que tiene lugar a través de signos, desde los primeros años de la vida, mediante el mecanismo de la apropiación, es un proceso activo que permite la estructuración de la conciencia como un todo y nos muestra la fuente de los cambios que pueden ocurrir en las relaciones interfuncionales y en la formación de sistemas dinámicos complejos a los que se integran las funciones elementales. La apropiación de la cultura y la vivencia que de ella posee el sujeto, constituyen puertas abiertas a la formación y al cambio de sentidos en la conciencia individual. Una vez más vemos el aprendizaje como fuente que cambia lo psicológico como cualidad abierta, que al revivenciar, produce nuevas relaciones interfuncionales para el cambio.
El sujeto, en su carácter activo, puede potenciar su desarrollo a partir del aprendizaje, en las relaciones con otros con diferentes dominios de determinados sistemas simbólicos. Visto así, el desarrollo puede concebirse en tanto posibilidad de nuevos repertorios de expresión subjetiva. Es viable la idea de un sujeto activo, capaz de participar en el propio proceso de sanación desde las edades más tempranas. Este activismo hemos visto que tiene diferentes características en dependencia de la etapa, ya que en un inicio el peso de los sistemas de activación orgánico es mayor para después ir cediendo a los de carácter social e histórico, siempre en interrelación dialéctica, hasta alcanzar en etapas más avanzadas un carácter propiamente psicológico. Este hecho le permite al sujeto integrar con armonía los sistemas anteriores y erigirse como un factor igualmente determinante de su futuro comportamiento. El desarrollo puede concebirse en tanto posibilidad de nuevos repertorios de expresión subjetiva de aquello que antes no existía en el sujeto. En el proceso terapéutico este encuentra un espacio de materialización en el marco de un proceso de ayuda.
El proceso de la ayuda es un espacio de relación, de comunicación intersubjetiva, que funciona como un todo (donde la comunicación verbal y el diálogo de los cuerpos se interrelacionan permanentemente), a lo largo del cual se despliega la organización subjetiva del sujeto que sufre, pudiendo el orientador/terapeuta trazar estrategias o metas de cambio, cuyo alcance harán disminuir o terminar las contradicciones de este.
La relación de ayuda (que se establece) constituye un tipo de vínculo de “socialización”, que impacta la organización subjetiva individual y permite la producción de alternativas de sentidos, a partir de los “signos” que se comparten. El orientador/terapeuta “normaliza” la experiencia del sujeto que sufre, a partir de un referente de lo humano, anclado en el saber sistematizado por la ciencia. Esta relación sigue un curso singular con cada individuo que se basa en el principio de la colaboración y su propósito fundamental es determinar la estructura y dinámica de la personalidad, cuyo análisis etiológico muestra la conexión dinámica en que se manifiesta, lo que permite potenciar el auto-desarrollo del sujeto y facilitar procesos de reaprendizaje, revivenciación, resignificación y la producción de nuevos sentidos subjetivos (Vygotsky, 1989)
El orientador/terapeuta ofrece diferentes niveles de ayuda que van en diversas direcciones, desde facilitar procesos de toma de conciencia, facilitar la revivenciación de sucesos y experiencias de la historia individual, promover los recursos individuales que posee el sujeto, hasta ofrecer nuevos recursos para facilitar procesos de cambio subjetivo. Esto se logra en el espacio intersubjetivo que es la zona de desarrollo próximo.
El cambio no es más que la desaparición de los viejos vínculos entre las funciones asociadas y la aparición de nuevas conexiones, cuando en la conciencia se asimilan nuevos mediadores, signos, que el especialista porta a partir de los niveles de ayuda que ofrece. Los nuevos signos o niveles de ayuda median entre lo externo y la esfera de los sentidos del sujeto de la ayuda, adoptando forma de vivencias, reflexiones o representaciones, que renuevan los viejos nexos entre funciones. Este proceso de ayuda transcurre de forma consciente, en dependencia del autoconocimiento del sujeto, el cual permite la concientización de necesidades, emociones y otras características que antes no asociaba al objeto de la solicitud de ayuda.
Las nuevas conexiones se producen por la acción activa del sujeto en este proceso.
El proceder histórico-cultural sugiere como primer paso la representación del hombre como sujeto de la ayuda y el análisis de su esfera de sentido, a partir de la palabra.
Sobre el sentido subjetivo implícito tras las palabras, que constituye la unidad de pensamiento y lenguaje, Vygotsky (1968) expresa:
Llegamos ahora al último escalón de nuestro análisis del pensamiento verbal. El pensamiento en sí se origina a partir de las motivaciones, es decir, de nuestros deseos y necesidades, nuestros intereses y emociones. Detrás de cada pensamiento hay una tendencia afectiva-volitiva que implica la respuesta al último por qué del análisis del pensamiento. Una comprensión verdadera y completa del pensamiento del otro es posible solo cuando comprendemos su base afectiva-volitiva. … “Para comprender el lenguaje de los otros, no es suficiente comprender las palabras; es necesario entender su pensamiento. Pero incluso esto no es suficiente, también debemos conocer las motivaciones. El análisis psicológico de una expresión no está completo hasta que no se alcanza ese plano. (Vygotsky, 1968: 162–163).
Y esto responde a que la formación de los sentidos permanece y funciona de forma inconsciente, mientras más alto el nivel de formación de los sentidos, en su jerarquía, más difícil el trabajo de su concientización (Zeigarnik. B. y Bratus, R; 1987).
El orientador-terapeuta debe trabajar en función de comprender la dinámica compleja que subyace tras la palabra y la comunicación no verbal del sujeto, produciendo acercamientos paulatinos a ese conocimiento, mediante la interpretación de los diferentes signos que emergen durante el proceso, a partir de hipótesis explicativas que se “afirman” o rechazan en el escenario de la relación de comunicación que establece con el sujeto de la ayuda, en un proceso permanente de producción de nuevas hipótesis explicativas, donde conocimiento y cambio (diagnóstico e intervención) se encuentran en una interrelación dialéctica (en un interjuego permanente). La problemática que emerge de este análisis, puede no coincidir con la configuración subjetiva actual, tras la manifestación patológica o disfuncional subyace la compleja configuración de la subjetividad.
En la compleja síntesis que constituye la subjetividad individual coexisten niveles de configuración que se contienen y superan dialécticamente, lo cual tiene implicaciones desde el punto de vista metodológico y práctico, constituyendo “puertas de entrada” al trabajo de orientación y psicoterapia.
Los diferentes niveles en la organización de lo psicológico se constituyeron como los objetos de investigación y producción de conocimientos de los diferentes modelos o sistemas explicativos de lo psicológico, de su desarrollo normal y las desviaciones de este, por lo que todo el saber sistematizado por la ciencia anterior puede utilizarse como herramienta de la orientación y la psicoterapia.
La relación de ayuda desde este enfoque transcurre como proceso en dos niveles: en el alivio del malestar y en la búsqueda de la dinámica compleja, que subyace a la expresión de los síntomas y el sufrimiento del sujeto de la ayuda; estos niveles se interconectan en un juego dialéctico permanente y en el que subyacen las conexiones entre funciones. Este movimiento ocurre a través de la acción, entre el desarrollo real y el desarrollo potencial. En lo psicológico se expresa la interrelación dialéctica entre organización y procesualidad (identidad y cambio).
El fin de la orientación y la psicoterapia desde el EHC persigue que el sujeto de la ayuda recupere su autorregulación del comportamiento, dominando la conducta propia. Este proceso puede demorar en dependencia del carácter activo del sujeto de la ayuda, del grado de afectación de la función reguladora, de la historia de sus SSD, y de sus sistemas dinámicos complejos. Desde la perspectiva de este enfoque se concibe al sujeto de la ayuda, en su carácter activo, como sujeto de su propia personalidad.
En la ontogénesis, el carácter activo del sujeto, alcanza su plena expresión con el desarrollo de la autoconciencia de la personalidad como una etapa determinada del desarrollo de ella. El proceso de autoconciencia transcurre en forma de vivencia de sentidos conflictivos en el curso de los cuales para la personalidad queda claro, qué de ella se puede superar, qué la obliga a actuar y qué barreras ella debe rebasar incluso bajo la presión de circunstancias externas. Acudimos al concepto de autoconocimiento para la explicación de estos sentidos conflictivos, que se producen precisamente por el desconocimiento que tiene el sujeto de sus propias características. Descubrir o concientizar un viejo o nuevo rasgo, característica o comportamiento propio deja expresar un conflicto o contradicción dentro del sujeto, que puede llevarlo a un movimiento interno especial en la conciencia. Este movimiento descubre la correlación de motivos entre sí, sus subordinaciones y las uniones de sus sentidos personales. Esto constituye un proceso activo y creativo, de transformación de las antiguas uniones que llevan al desarrollo de la autoconciencia.
Es en la etapa de la adultez media en la que el individuo se auto determina, con la participación importante de distintas formas de actividad intelectual como son su capacidad reflexiva, imaginativa, de atención y autodeterminación. Es decir, se concibe el activismo del sujeto a partir de su capacidad de reflexionar y elaborar su punto de vista, lo que le permite imprimir un profundo sentido personal al comportamiento. Este carácter activo le permite orientarse por objetivos que trascienden su situación presente y enfrentar las contradicciones y dificultades que cotidianamente se presentan, para lo cual dispone todo su potencial consciente intelectual. (González, 2009)
El hecho de que la personalidad se desarrolla y se auto determina, no elimina la acción de determinantes biológicos y sociales que se integran a un nuevo sistema de activación al que nos referíamos en un inicio, en que funciona dialécticamente lo orgánico con lo cultural a un nivel psicológico.
La conciencia humana no asimila cualquier experiencia de su entorno histórico-social, sino aquellas que le dan sentido a su realidad. La interiorización, la apropiación o reflejo no es copia idéntica de la realidad, ni el traspaso mecánico y pasivo a la mente humana de lo externo, sino que es la expresión personalizada del carácter activo del sujeto, en función de las transformaciones que en él se deben dar.
En la medida en que el sujeto recupera su posición crítica, activa, responsable y consciente ante la realidad; con el reconocimiento de sus recursos y el dominio de aquellos que le ofrece el especialista (orientador/terapeuta) en la colaboración, y con la reconstrucción paulatina de su autonomía, la relación de apoyo se retira. La libertad gnoseológica, en tanto, libertad para ser, actuar, que implica la recuperación de la capacidad de regulación del comportamiento y el dominio de la conducta propia, es en última instancia el fin de toda relación de ayuda. Las investigaciones empíricas sobre los resultados de las terapias “exitosas” avalan este conocimiento (Krause, 2005).
Conclusiones
En el trabajo se sistematizaron un grupo de consideraciones sobre orientación y psicoterapia, que tomaron como fundamento teórico las principales categorías y principios del Enfoque Histórico Cultural en la rama de la Psicología Clínica. Las que se resumen en los siguientes presupuestos:
1. El EHC parte de una concepción acerca de lo psicológico que considera la estructura dinámica y de sentido de la conciencia, la dialéctica de su desarrollo, así como el papel de los otros y los objetos, se concibe diferente a la de los sistemas precedentes.
2. El enfoque legitima también el papel de la historia individual y de la vivencia en la determinación de lo psicológico; así como el de la colaboración de los otros, portadores como sus principios fundacionales.
3. Cuando una persona asiste en busca de ayuda lo hace movilizada por la vivencia de malestar emocional ante una situación respecto a la cual siente que no cuenta con los recursos necesarios y suficientes para afrontar las demandas que esta implica. Desde una perspectiva dialéctica: solo la agudización de las contradicciones a nivel vivencial, y la emergencia de la crisis, que amenazan el equilibrio adaptativo del sujeto, movilizan a la búsqueda de ayuda.
4. La sintomatología emerge de una historia de desarrollo como un mecanismo adaptativo que expresa una dinámica motivacional jerárquicamente compleja en la que los sentidos subjetivos se encuentran en una relación contradictoria y donde lo histórico y lo actual, lo consciente y lo inconsciente expresan una dialéctica singular en cada sujeto.
5. El desarrollo en tanto posibilidad de nuevos repertorios de expresión subjetiva encuentra un espacio de materialización en el marco del proceso de ayuda. El sujeto en su carácter activo expresa la capacidad de producir opciones de subjetivación, implicado en los sistemas complejos de actividad y comunicación en los que participa.
6. La relación de ayuda basada en el principio de la colaboración sigue un curso singular en cada individuo facilitando procesos de reaprendizaje, revivenciación, resignificación, producción de nuevos sentidos subjetivos, lo que impacta la organización subjetiva individual.
7. El objetivo de la relación de ayuda desde este enfoque consiste en la recuperación de la autorregulación comportamiento del sujeto, lo que implica el dominio de la conducta propia. Este proceso depende de la compleja organización subjetiva individual, de la manera en que se organiza la ayuda y del carácter activo del sujeto.
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