¿CUÁL ES LA RELACIÓN ENTRE LAS EMOCIONES, LA ALIMENTACIÓN Y LA SALUD?

Samantha Josefina Bernal-Gómez
Antonio López-Espinoza
Virginia Gabriela Aguilera-Cervantes
Fatima Ezzahra Housn
Tania Yadira Martínez-Rodríguez
Ana Paola Mora Vergara

Instituto de Investigaciones en Comportamiento Alimentario y Nutrición, Universidad de Guadalajara, Zapotlán el Grande, Jalisco, México 

Resumen

Los seres humanos se encuen­tran expuestos a estí­mu­los que tienen con­se­cuen­cias con­duc­tuales y psi­cológ­i­cas. La per­cep­ción de emo­ciones es un ejem­p­lo de lo ante­ri­or. A su vez, el cómo actúen los organ­is­mos ante la per­cep­ción de las emo­ciones depen­derá en primera instan­cia de la con­no­tación que reciban estas. Es decir, si son con­sid­er­adas pos­i­ti­vas o neg­a­ti­vas. Pos­te­ri­or­mente, sobre las respues­tas que gen­er­an las emo­ciones ten­drán injeren­cia la his­to­ria de apren­diza­je y las car­ac­terís­ti­cas socioantropológ­i­cas y biológ­i­cas del organ­is­mo. Un tema de interés es cono­cer ¿cuál es el papel de las emo­ciones en la ali­mentación? Debido a que ambos fenó­menos guardan una estrecha relación con la salud. Así pues, el pre­sente artícu­lo pre­sen­ta una respues­ta a dicho cues­tion­amien­to, describe des­de la per­spec­ti­va del com­por­tamien­to ali­men­ta­rio cómo influyen las emo­ciones y la moti­vación en los pro­ce­sos de la ali­mentación, además de señalar cuáles son las impli­ca­ciones que se obser­van sobre la salud.

Pal­abras clave: Emo­ciones, moti­vación, com­por­tamien­to, ali­mentación y salud.

Abstract

Human beings are exposed to stim­uli that have behav­ioral and psy­cho­log­i­cal con­se­quences. Emo­tion per­cep­tion is an exam­ple of the above. In turn, the way organ­isms act before the per­cep­tion of emo­tions will depend in the first instance on the con­no­ta­tion that they receive. That is, if they are con­sid­ered pos­i­tive or neg­a­tive. Sub­se­quent­ly, on the respons­es gen­er­at­ed by emo­tions, the learn­ing his­to­ry and the socio-anthro­po­log­i­cal and bio­log­i­cal char­ac­ter­is­tics of the organ­ism will inter­fere. An inter­est­ing top­ic is know­ing what is the role of emo­tions in food? Because both phe­nom­e­na have a close rela­tion­ship with health. Thus, this arti­cle presents an answer to this ques­tion, describes from the per­spec­tive of eat­ing behav­ior how emo­tions and moti­va­tion influ­ence eat­ing process­es, in addi­tion to point­ing out what are the impli­ca­tions observed for health.

Key words: Emo­tions, moti­va­tion, eat­ing, behav­ior and health.

Planteamiento del problema

Las emo­ciones son fac­tores psi­cológi­cos que mod­i­f­i­can algunos aspec­tos de la ali­mentación, como el apeti­to; lo que se refle­ja tan­to en incre­men­tos como en dis­min­u­ciones de la inges­ta de ali­men­tos y bebidas. La relación exis­tente entre las emo­ciones percibidas y los efec­tos sobre el con­sumo de ali­men­tos y bebidas se obser­va prin­ci­pal­mente en la inges­ta de los ali­men­tos gra­sos y dul­ces, denom­i­na­dos palat­a­bles. El con­sumo de este tipo de ali­men­tos tiene como con­se­cuen­cia la mod­i­fi­cación de la com­posi­ción cor­po­ral y el esta­do de salud. Por ejem­p­lo, en aque­l­los indi­vid­u­os que las emo­ciones incre­men­tan la inges­ta ali­men­ta­ria, exi­s­tirá un aumen­to de peso cor­po­ral, con alta prob­a­bil­i­dad de desar­rol­lar sobrepe­so u obesi­dad; mien­tras que en aque­l­los que la respues­ta es una dis­min­u­ción en la inges­ta, se iden­ti­fi­ca reduc­ción del peso cor­po­ral, inclu­so generan­do exce­si­va del­gadez y el posi­ble desar­rol­lo de anorex­ia. En ambos casos, es decir, en el aumen­to o dis­min­u­ción del peso cor­po­ral, existe el ries­go de desar­rol­lar enfer­medades cróni­co-degen­er­a­ti­vas, además de acre­cen­tar la prob­a­bil­i­dad de desar­rol­lar trastornos de la con­duc­ta ali­men­ta­ria. De man­era que, es común iden­ti­ficar infor­ma­ción que aso­cie las emo­ciones con las condi­ciones de salud-enfer­medad. Auna­do a ello, los efec­tos son difer­en­ciales con respec­to al género, los esti­los de afrontamien­to apren­di­dos, es decir, la for­ma de reac­cionar ante deter­mi­na­da emo­ción percibi­da y las propiedades de los ali­men­tos, tan­to las car­ac­terís­ti­cas organolép­ti­cas como el val­or psi­coemo­cional que reciben (Crock­ett, Myhre, y Rokke, 2015; López-Espinoza et al., 2011; Pas­cual, Etxe­bar­ria, y Echeburúa, 2011; Peña Fer­nán­dez y Rei­dl Martínez, 2015; Pontes Tor­ra­do, Gar­cía-Vil­lara­co Velas­co, y Hernán­dez Galiot, 2015; Rojas Ramírez y Gar­cía-Mén­dez, 2017; Roosen, Safer, Adler, Cebol­la, y Van Strien, 2012; Sánchez Ben­i­to y Pontes Tor­ra­do, 2012; Sil­va, 2008, 2009; Wert­mann et al., 2014).

Des­de la per­spec­ti­va del com­por­tamien­to ali­men­ta­rio, con­cep­tu­al­iza­do como “todo lo que hacen los organ­is­mos para ali­men­ta­rse” (López-Espinoza y Martínez Moreno, 2012, p. 55), en el pro­ce­so de la ali­mentación par­tic­i­pan com­po­nentes fisi­ológi­cos, psi­cológi­cos y sociales, los cuales inter­ac­túan en dicho pro­ce­so. Como resul­ta­do de esta inter­ac­ción, los ali­men­tos adquieren diver­sos sig­nifi­ca­dos. Por ejem­p­lo, la creación de dichos pop­u­lares como “somos lo que comem­os”; “las penas con pan son menos” demues­tra que los ali­men­tos son fun­da­men­tales en la iden­ti­dad cul­tur­al y son un medio para realizar inter­cam­bios afec­tivos. De man­era que no solo cumplen la fun­ción de nutrir y saciar una necesi­dad fisi­ológ­i­ca, como lo es el ham­bre, sino que tam­bién son con­sid­er­a­dos como ele­men­tos con val­or emo­cional que moti­van, mod­u­lan y reg­u­lan el com­por­tamien­to ali­men­ta­rio (Aranc­eta Bar­t­ri­na, Ser­ra Majem, y Rodríguez-San­tos, 2008; Car­ras­co Hen­ríquez, 2007; Castel­lanos, 2013; Con­tr­eras Hernán­dez y Gar­cía Arnaiz, 2005; Couni­han, 1999; Couni­han y Kaplan, 2004; Con­se­jo Europeo de Infor­ma­ción sobre la Ali­mentación [EUFIC], 2015; Pilch­er, 2001; Saave­dra & Dat­ti­lo, 2012).

En fun­ción de las con­se­cuen­cias emo­cionales y las condi­ciones ambi­en­tales que se pre­sen­tan antes, durante y después del con­sumo de un ali­men­to o bebi­da, se estable­cerán aso­cia­ciones que deter­mi­nan el cómo se ali­men­ta un organ­is­mo en futuras oca­siones. Por ejem­p­lo, cuan­do el con­sumo de un ali­men­to o bebi­da gen­era emo­ciones pos­i­ti­vas, es prob­a­ble que se incre­mente su con­sumo y se pro­longue el tiem­po del episo­dio de inges­ta; no obstante, cuan­do estos (i.e., ali­men­to o bebi­da) gen­er­an emo­ciones neg­a­ti­vas, es esper­a­ble el efec­to con­trario (Finkel­stein y Fish­bach, 2010). Con­sideran­do lo ante­ri­or, des­de la per­spec­ti­va del com­por­tamien­to ali­men­ta­rio, el pre­sente doc­u­men­to tiene como obje­ti­vo analizar el efec­to que las emo­ciones y la moti­vación que tienen sobre la ali­mentación y cómo ello reper­cute en el esta­do de salud.

Motivación y emoción: Los motores del organismo

A través de la his­to­ria, el ser humano ha inten­ta­do gener­ar respues­tas a las con­stantes inter­ro­gantes que sur­gen respec­to a la man­era en que los organ­is­mos sien­ten, perciben y se rela­cio­nan con su medio. El porqué de respon­der ante cier­tos estí­mu­los, como si se tratara de una fuerza extraña que los mueve o impul­sa a hac­er­lo, es de interés para las cien­cias de la con­duc­ta. Con­duc­tual­mente, esa fuerza recibe el nom­bre de moti­vación. Deriva­da del latín motivus, que sig­nifi­ca causa del movimien­to, moti­vación indi­ca acti­vación moto­ra y ha sido con­cep­tu­al­iza­da como “algo” que causa la con­duc­ta, un “fenó­meno men­tal” o como un con­jun­to de impul­sos inter­nos, necesi­dades y deseos que cau­san y mantienen con­duc­tas especí­fi­cas (Bolles, 2006; Esco­bar Briones y Aguilar Rob­lero, 2002; Martín y Pear, 2008; Mora de la, 1977).

Para que un organ­is­mo se com­porte, es decir, emi­ta algu­na con­duc­ta, es nece­sario esté moti­va­do para cubrir algu­na necesi­dad (p. ej., cubrirse del frío o escapar del calor), de man­era que este movimien­to va dirigi­do al cumpli­men­to de una meta, es decir, la sat­is­fac­ción de esa caren­cia percibi­da. Una vez que se ha cumpli­do el obje­ti­vo, se pre­sen­ta la emo­ción, la cual, en fun­ción de la inter­pretación de las con­se­cuen­cias, puede ser pos­i­ti­va o neg­a­ti­va. Si es pla­cen­tera se con­sid­era pos­i­ti­va, pero si es dis­pla­cen­tera /aversiva recibirá la con­no­tación de neg­a­ti­va. Adi­cional­mente, la conex­ión entre la moti­vación y la emo­ción se establece en un sen­ti­do un tan­to metafóri­co como “el motor del organ­is­mo” (May­or Martínez, 1998).

Las emo­ciones son descritas como pro­ce­sos afec­tivos o fac­tores psi­cológi­cos aso­ci­a­dos con cam­bios en el com­por­tamien­to de los organ­is­mos, respues­tas ante estí­mu­los inter­nos y exter­nos que impli­can a su vez con­se­cuen­cias a niv­el con­duc­tu­al (p. ej., respues­ta moto­ra), fisi­ológi­co (p. ej., aso­cia­ciones cere­brales, acti­vación de las neu­ronas) y cog­ni­ti­vo (p. ej., evo­cación de recuer­dos y gen­eración de fan­tasías). La inten­si­dad en la que se pre­sen­ten depen­derá a su vez de fac­tores cog­ni­tivos, genéti­cos, tem­pera­men­tales, hábitos, condi­cionamien­tos, edad, género, cul­tura, entre otros. Des­de esta per­spec­ti­va, las emo­ciones son el resul­tante de la moti­vación; si la moti­vación es lo que gen­era la con­duc­ta, entonces la emo­ción es lo que la dirige (López-Espinoza et al., 2011; Bre­va Ascen­cio y Pena Gar­i­jo, 1998; Car­rera y Fer­nán­dez-Dols, 1998; Esco­bar Briones y Aguilar Rob­le­do, 2002; May­or Martínez, 1998; Navar­ro Arias, 1999).

Al ser percibidas, las emo­ciones gen­er­an diver­sos cam­bios en el organ­is­mo; de man­era inter­na, se pro­ducen mod­i­fi­ca­ciones en los neu­ro­trans­misores, la secre­ción de adren­a­li­na, la cir­cu­lación san­guínea, la res­piración, la ten­sión mus­cu­lar, la activi­dad gas­troin­testi­nal y la tem­per­atu­ra; mien­tras que a niv­el con­duc­tu­al se iden­ti­fi­ca el movimien­to (activi­dad en gen­er­al), secre­ciones (p. ej., sudor y lágri­mas), ruborización y diver­sas expre­siones faciales (depen­di­entes de la emo­ción exper­i­men­ta­da); a niv­el cog­ni­ti­vo se iden­ti­fi­ca la inter­pretación del hecho y una posi­ble evo­cación de recuer­dos (Ben-Zeev, 1987; Dama­sio et al., 2000).

Exis­ten per­spec­ti­vas en las que se establece que las emo­ciones son apren­di­das, debido a que la per­cep­ción de una emo­ción gen­era dis­rup­ciones home­ostáti­cas ante las cuales los recur­sos energéti­cos se mov­i­lizan. En fun­ción de las con­se­cuen­cias se emiten difer­entes respues­tas: si es gra­ta se pre­tende que per­dure, pero si es desagrad­able la con­duc­ta se dirige a evi­tar o escapar de la situación gen­er­ado­ra. La cat­e­go­rización de esa emo­ción depen­derá pre­cisa­mente de la his­to­ria de apren­diza­je del indi­vid­uo, de la expe­ri­en­cia, en la que el suje­to es capaz de iden­ti­ficar esta­dos de bien­es­tar y de malestar ante deter­mi­nadas situa­ciones y atribuir­les una con­no­tación pos­i­ti­va o neg­a­ti­va a las emo­ciones percibidas (Ben-Zeev, 1987; Cofer, 2000; Young, 1961). En este sen­ti­do, la relación entre las emo­ciones y el com­por­tamien­to ali­men­ta­rio responde a una aso­ciación estim­u­lo-repues­ta, influ­i­da a su vez por ele­men­tos biop­si­coso­ciales, en el que ele­men­tos como las estrate­gias de afrontamien­to son fun­da­men­tales en ello.

Estrategias de afrontamiento emocional

Las estrate­gias de afrontamien­to, tam­bién iden­ti­fi­cadas en la lit­er­atu­ra como esti­los de afrontamien­to, han sido prop­ues­tas como respues­tas cog­ni­ti­vas o con­duc­tuales que for­man parte de un pro­ce­so dinámi­co que tiene el organ­is­mo con el obje­ti­vo de reducir o elim­i­nar las con­se­cuen­cias fisi­ológ­i­cas y con­duc­tuales de situa­ciones gen­er­ado­ras de malestar, denom­i­nadas estre­sores (Castel­lanos, Guarni­zo, y Camar­go, 2011; Lazarus y Folk­man, 1984). Los estre­sores son estí­mu­los o situa­ciones pre­sentes en la vida cotid­i­ana del organ­is­mo que gen­er­an malestar emo­cional y psi­cológi­co, en este sen­ti­do, las estrate­gias de afrontamien­to tienen como papel afrontar­las y bus­car alter­na­ti­vas para reducir la gen­eración de estas.

Exis­ten difer­entes tipos de estrate­gias de afrontamien­to, en fun­ción de su efec­tivi­dad para reducir el estrés, la ansiedad y en gen­er­al las emo­ciones neg­a­ti­vas, pueden clasi­fi­carse en: adap­ti­vas y desadap­ta­ti­vas y, a su vez, en: (a) estrate­gias de com­pro­miso de con­trol pri­mario; (b) de con­trol secun­dario; y © afrontamien­to de la sep­a­ración (Con­nor-Smith y Com­pas, 2002). Las estrate­gias de afrontamien­to adap­ta­ti­vo son las respues­tas com­pat­i­bles con la vida que brin­dan un efec­to de “amor­tiguación”, mien­tras que las desadap­ta­ti­vas gen­eral­mente son respues­tas inefi­caces que ponen en ries­go al organ­is­mo (Morales, 2018). Autores como Calderón (2012), señalaron que el afrontamien­to se puede cat­e­go­rizar en: (1) cen­tra­do en el prob­le­ma; (2) rela­ciona­do con los demás y el medio; e (3) impro­duc­ti­vo. En el primero de ellos se iden­ti­f­i­can prin­ci­pal­mente las con­duc­tas dirigi­das a solu­cionar el prob­le­ma; las segun­das a la búsque­da de apoyo en las redes sociales (i.e., famil­ia, ami­gos, entre otros); y las ter­ceras son respues­tas de evitación (p.ej., no res­olu­ción, igno­rar la situación). El cómo reac­cio­nen los organ­is­mos ante las situa­ciones en las que se pre­sen­ten emo­ciones neg­a­ti­vas depen­derá de su his­to­ria de exposi­ción ante ello (i.e., los antecedentes que tiene de respues­tas cuan­do percibe un malestar), a los recur­sos ambi­en­tales y a sus pro­pios recur­sos psi­cológi­cos y fisi­ológi­cos (Morales, 2018).

Par­tic­u­lar­mente, con relación a la ali­mentación, se pre­sen­tan con may­or fre­cuen­cia las estrate­gias de afrontamien­to impro­duc­ti­vas, es decir, aque­l­las en las que no se afronta el prob­le­ma, cen­tradas en la emo­ción, en las que se bus­can dis­trac­tores (p.ej., comi­da) para igno­rar el malestar emo­cional percibido. Por lo que, ante estas respues­tas poco adap­ta­ti­vas, es nece­sario lle­var a cabo un pro­ce­so de edu­cación emo­cional para mod­i­fi­car­lo y con ello con­tribuir a la preser­vación de la salud. Tema que será abor­da­do más ade­lante en el pre­sente manuscrito.

Las emociones y su relación con el comportamiento alimentario y la salud

Las respues­tas con­duc­tuales desadap­ta­ti­vas pueden ten­er como con­se­cuen­cia el desar­rol­lo de enfer­medades psi­cológ­i­cas y fisi­ológ­i­cas. A ini­cios del siglo pasa­do se con­sid­eró que los trastornos psi­co­somáti­cos podían ser expli­ca­dos a par­tir de la com­pren­sión del rol de las emo­ciones en los pro­ce­sos diges­tivos (Can­non, 1909). Recien­te­mente, ha sido posi­ble aso­ciar patologías del sis­tema diges­ti­vo con la exper­i­mentación de emo­ciones neg­a­ti­vas gen­er­adas por estí­mu­los estre­sores y las estrate­gias de afrontamien­to desadap­ta­ti­vas. En este sen­ti­do, las respues­tas con­duc­tuales que son poco adap­ta­ti­vas ante la per­cep­ción de emo­ciones desagrad­ables, se con­sid­er­an un fac­tor de ries­go para la salud (Buzzi, 2013; Fer­nán­dez Lucas, 2018).

Si bien, la ali­mentación obe­dece a una relación ham­bre-saciedad o necesi­dad-sat­is­fac­ción, exis­ten otros aspec­tos involu­cra­dos en este pro­ce­so. La ali­mentación es un con­struc­to mul­ti­fac­to­r­i­al en el que las emo­ciones rep­re­sen­tan uno de los fac­tores socio­cul­tur­ales que en may­or medi­da moti­van la con­duc­ta ali­men­ta­ria (Aranc­eta Bar­t­ri­na et al., 2008; Peña Fer­nán­dez y Rei­dl Martínez, 2015). En este sen­ti­do, la ali­mentación es un aspec­to impor­tante en el sis­tema emo­cional y a su vez este sis­tema emo­cional es con­sid­er­a­do un mod­u­lador en el pro­ce­so de la ali­mentación, especí­fi­ca­mente en la con­duc­ta de con­sumo. Por lo que, la ali­mentación y el sis­tema emo­cional se rigen por una relación de influ­en­cia bidi­rec­cional (Rojas Ramírez y Gar­cía-Mén­dez, 2017).

El con­sumo ali­men­ta­rio funge como mecan­is­mo reg­u­la­to­rio ante inten­si­dad o duración de las expe­ri­en­cias emo­cionales, en los que desta­can com­er y beber ante prob­le­mas y situa­ciones ago­b­iantes (p. ej., para evi­tar decir lo que se siente, al percibir eno­jo, tris­teza). De esta man­era, cuan­do se mod­i­fi­ca el con­sumo ali­men­ta­rio, tam­bién lo hace el esta­do de áni­mo, ya sea antes, durante o después del episo­dio de ali­mentación. Así pues, el vín­cu­lo entre la ali­mentación y las emo­ciones tiene con­se­cuen­cias diver­sas y vari­adas. Las emo­ciones agrad­ables percibidas durante la ali­mentación, son reforzadores que inci­tan y pro­lon­gan el con­sumo de cier­tos ali­men­tos, de man­era que así se podrán exper­i­men­tar sen­sa­ciones pla­cen­teras. En esta aso­ciación entre ali­mentación y emo­ción, el con­tex­to es deter­mi­nante. Se ha com­pro­ba­do que la ali­mentación sim­bóli­ca­mente rep­re­sen­ta una demostración de afec­to y car­iño, por ejem­p­lo, en algu­nas cul­turas la comi­da es fun­da­men­tal en las cel­e­bra­ciones o situa­ciones en las que se pre­tende externar algún afec­to, por lo que la ali­mentación recibe la con­no­tación de bien­es­tar y armonía. Tam­bién, los ali­men­tos y bebidas pueden uti­lizarse para con­so­lar a las per­sonas, llenar algún vacío emo­cional, com­pen­sar abur­rim­ien­to y dis­minuir el malestar emo­cional o sim­ple­mente fun­gir como un dis­trac­tor (Devon­port et al., 2017; Peña Fer­nán­dez y Rei­dl Martínez, 2015; Rojas Ramírez y Gar­cía-Mén­dez, 2017).

Otro fac­tor deter­mi­nante en las con­se­cuen­cias obser­vadas de la relación entre emo­ción-moti­vación-ali­mentación, es el rol de género. En las mujeres, el estrés y la cul­pa son los prin­ci­pales esta­dos emo­cionales respon­s­ables de la mod­i­fi­cación de la con­duc­ta ali­men­ta­ria; mien­tras que en los hom­bres, lo son el abur­rim­ien­to y la ansiedad (Devon­port et al., 2017). Adi­cional­mente, las mujeres son más sus­cep­ti­bles a mod­i­ficar la inges­ta ali­men­ta­ria como afrontamien­to a las emo­ciones neg­a­ti­vas, atribuyen­do esto a la pres­en­cia de may­ores nive­les de estrés como con­se­cuen­cia de la exper­i­mentación de una may­or sen­sación de com­pro­miso, lo que las vuelve una población más vul­ner­a­ble en la que se han estable­ci­do las sigu­ientes aso­cia­ciones: A may­or niv­el de estrés, may­ores emo­ciones neg­a­ti­vas; a may­ores emo­ciones neg­a­ti­vas, may­or dis­rup­ción ali­men­ta­ria; a may­or dis­rup­ción ali­men­ta­ria, may­or prob­a­bil­i­dad de pre­sen­tar ali­mentación emo­cional. Con­sideran­do que la ali­mentación emo­cional incre­men­ta el ries­go de sobrepe­so, obesi­dad y trastornos de la con­duc­ta ali­men­ta­ria, entonces tam­bién en las mujeres es may­or el ries­go de pre­sen­tar alguno de estos padec­imien­tos (Carmil­leri et al., 2014; Cin Cin y Man Chow, 2014; Péneau, Ménard, Méjean, Bel­lisle, y Her­cberg, 2013; Sánchez Ben­i­to y Pontes Tor­ra­do, 2012).

De man­era gen­er­al, el incre­men­to en el con­sumo de ali­men­tos y bebidas palat­a­bles, es decir, aque­l­los que son gra­sos y/o dul­ces, además de alta­mente calóri­cos (p. ej., hela­do, choco­late, gal­letas, papas fritas), son preferi­dos en la exper­i­mentación de malestar emo­cional. Quizás, esto se deba a que evo­lu­ti­va­mente los organ­is­mos respon­den pos­i­ti­va­mente ante estos sabores, mien­tras que los sabores amar­gos favore­cen a la exper­i­mentación de emo­ciones neg­a­ti­vas, por lo que sue­len evi­tarse. Al pre­sen­tarse estas respues­tas con­duc­tuales con reg­u­lar­i­dad, las per­sonas pueden desar­rol­lar un com­er emo­cional, esto es, la habit­uación en la uti­lización del ali­men­to y la bebi­da ante la per­cep­ción de emo­ciones desagrad­ables (Aranc­eta Bar­t­ri­na et al., 2008; Carmil­leri et al., 2014; Crock­ett et al., 2015; Devon­port et al., 2017).

Por otra parte, una con­se­cuen­cia alar­mante para el sec­tor salud de la relación entre las emo­ciones, la ali­mentación y la salud es que al pre­sen­tarse patrones de restric­ción, pri­vación o sobre­al­i­mentación, existe afectación al con­trol del peso cor­po­ral y ello se aso­cia con el desar­rol­lo de enfer­medades cróni­co degen­er­a­ti­vas no trasmis­i­bles, además de incre­men­tar la prob­a­bil­i­dad de desar­rol­lar trastornos de la con­duc­ta ali­men­ta­ria. Por ejem­p­lo, las per­sonas que sue­len pre­sen­tar con­duc­tas de sobreinges­ta ali­men­ta­ria y atra­cones ante la per­cep­ción de emo­ciones neg­a­ti­vas como la tris­teza, el eno­jo y la ansiedad tienen may­or prob­a­bil­i­dad de desar­rol­lar bulim­ia nerviosa, mien­tras que aque­l­los que se restrin­gen o pri­van de con­sumir ali­men­tos ante estas emo­ciones, sue­len desar­rol­lar anorex­ia nerviosa (Bersh et al., 2017; Crock­ett et al., 2015; Cruzat Mandich y Cortez Car­bonell, 2008; Dohle, Hart­mann, y Keller, 2014; Fer­nán­dez Lucas, 2018; Jiménez-Cruz y Sil­va-Gutiér­rez, 2010; Peña Fer­nán­dez y Rei­dl Martínez, 2015; Pel­leti­er, Dion, Slovinec‑D’Angelo, y Reid, 2004; Pontes Tor­ra­do et al., 2015; Rojas Ramírez y Gar­cía-Mén­dez, 2017; Roosen et al., 2012; Sil­va, 2008, 2009). A las per­sonas que sue­len ten­er este tipo de respues­tas ali­men­ta­rias en las que las emo­ciones son el fac­tor deter­mi­nante, sue­len denom­i­narse come­dores emocionales.

Comedores emocionales

Defini­da por Rojas Ramírez y Gar­cía-Mén­dez (2017), la ali­mentación emo­cional es “com­er por ape­ten­cia pero sin ham­bre fisi­ológ­i­ca, en respues­ta a acon­tec­imien­tos tan­to pos­i­tivos como neg­a­tivos, con la final­i­dad de evi­tar, reg­u­lar, enfrentar o mejo­rar la expe­ri­en­cia emo­cional” (p. 90), lo cual expli­ca un tipo de respues­ta entre comi­da, emo­ciones y esti­los de afrontamien­to. Sin embar­go, exis­ten otras respues­tas con­duc­tuales como la pri­vación y restric­ción ali­men­ta­ria, en los que se obser­va que a pen­sar de que un organ­is­mo perci­ba la necesi­dad fisi­ológ­i­ca del ham­bre, por la fal­ta de ape­ten­cia se pro­duz­ca un pro­ce­so de inani­ción. Entonces, auna­do a la sobreinges­ta, este tipo de respues­tas tienen como resul­ta­do el surgimien­to de los denom­i­na­dos come­dores emo­cionales (Bersh et al., 2017; Fer­nán­dez Lucas, 2018; Sánchez Ben­i­to y Pontes Tor­ra­do, 2012).

Así pues, los come­dores emo­cionales son per­sonas que con­sumen ali­men­tos y bebidas en can­ti­dades exce­si­vas como con­se­cuen­cia de las emo­ciones exper­i­men­tadas en deter­mi­na­do momen­to, máxime cuan­do estas son percibidas como neg­a­ti­vas, debido a que otor­gan atrib­u­tos a los ali­men­tos y a las bebidas, estos rep­re­sen­tan un escape al displacer/malestar e inclu­so una búsque­da de placer/bienestar sue­len respon­der incre­men­tan­do la inges­ta ali­men­ta­ria con el obje­ti­vo de dis­minuir el niv­el del malestar emo­cional percibido, a pesar de no pre­sen­tar ningu­na señal fisi­ológ­i­ca de ham­bre, debido a ello tien­den por últi­mo a con­fundir las señales fisi­ológ­i­cas car­ac­terís­ti­cas del ham­bre y las señales fisi­ológ­i­cas pro­duci­das en las situa­ciones gen­er­ado­ras de malestar. De man­era que, ante situa­ciones per­tur­bado­ras tienen difi­cul­tad para dis­crim­i­nar entre las emo­ciones percibidas y la sen­sación de ham­bre. Es decir, podrían sim­ple­mente estar exper­i­men­tan­do ham­bre o estar estre­sa­dos, pero debido al apren­diza­je gen­er­a­do se pro­duce una gen­er­al­ización (Cin Cin y Man Chow, 2014; Rojas Ramírez y Gar­cía-Mén­dez, 2017).

Educación emocional, una propuesta para la salud

Calderón en 2012 (p. 6) señaló que es nece­sario “for­t­ale­cer las com­pe­ten­cias emo­cionales de la con­cien­cia y reg­u­lación emo­cional”. El pro­ce­so medi­ante el cual se obtiene lo ante­ri­or, ha sido denom­i­na­do como edu­cación emo­cional, la cual tiene como obje­ti­vo el prop­i­ciar con­duc­tas salud­ables y mejo­rar la cal­i­dad de vida. La edu­cación emo­cional impli­ca, de acuer­do a Bis­quer­ra (2007, p. 243): (a) adquirir conocimien­to sobre las propias emo­ciones; (b) iden­ti­ficar las de los demás; © desar­rol­lar habil­i­dad de con­tro­lar las emo­ciones propias; (d) pre­venir los efec­tos per­ju­di­ciales con­se­cuen­cia de las emo­ciones neg­a­ti­vas; (e) desar­rol­lar com­pe­ten­cias emo­cionales; y (f) desar­rol­lar la habil­i­dad de automotivarse.

En este pro­ce­so de edu­cación emo­cional, se pre­tende proveer al organ­is­mo de los recur­sos nece­sar­ios para iden­ti­ficar, cono­cer, mane­jar, reg­u­lar y expre­sar las emo­ciones propias, fomen­tan­do esti­los de afrontamien­to adap­ta­tivos. En este sen­ti­do, a par­tir de ello podría dis­minuirse el ries­go de desar­rol­lar padec­imien­tos como el com­er emo­cional, es decir, que la comi­da no fuese vista como un escape para no enfrentar las situa­ciones gen­er­ado­ras de malestar, pero que tam­bién pri­varse de ella no sea opción. Lo cual, auna­do a la edu­cación en ali­mentación y nutri­ción, sería una estrate­gia para mejo­rar las condi­ciones de salud y cal­i­dad de vida.

Conclusiones

Históri­ca­mente, el estu­dio del binomio moti­vación-emo­ción ha sido fun­da­men­tal para la com­pren­sión de diver­sos fenó­menos con­duc­tuales; inclu­so para la con­cep­tu­al­ización de la psi­cología en sí mis­ma. Deter­mi­nar por qué un organ­is­mo actúa de cier­ta man­era ante condi­ciones especí­fi­cas se ha vuel­to la insa­cia­ble búsque­da de diver­sos cien­tí­fi­cos. Así, com­pren­der qué moti­va a un organ­is­mo a ali­men­ta­rse como lo hace, comien­do o no comien­do cier­tos ali­men­tos y bebidas en dis­tin­tas situa­ciones frente estí­mu­los par­tic­u­lares, ha sido una de las tar­eas del estu­dio del com­por­tamien­to ali­men­ta­rio. Por lo que en el pre­sente doc­u­men­to se pre­tendió gener­ar una aprox­i­mación teóri­ca-con­cep­tu­al sobre la relación que existe entre los pro­ce­sos psi­cológi­cos inter­nos (i.e., moti­vación y emo­ción) y la con­duc­ta ali­men­ta­ria observable.

La moti­vación y la emo­ción son com­po­nentes dinamógenos de la con­duc­ta, de man­era que, más allá de las necesi­dades fisi­ológ­i­cas como el ham­bre, la sed o la ter­mor­reg­u­lación, diver­sos ele­men­tos ambi­en­tales moti­van a un organ­is­mo para emi­tir con­duc­tas ali­men­ta­rias. Es nece­sario con­sid­er­ar que con base en los recur­sos psi­cológi­cos con los que cuente y la eval­u­ación que se real­ice sobre la situación, el organ­is­mo bus­cará en su ambi­ente lo nece­sario para la sat­is­fac­ción de las necesi­dades percibidas, estas necesi­dades pueden ser fisi­ológ­i­cas, pero tam­bién psi­cológ­i­cas y sociales. A par­tir de la caren­cia iden­ti­fi­ca­da, se gen­er­an impul­sos, los cuales diri­gen la emisión de con­duc­tas especi­fi­cas; así pues, el organ­is­mo decidirá cómo sat­is­fac­er­las y las condi­ciones ambi­en­tales prop­i­cia­rán la per­cep­ción de difer­entes emo­ciones, las cuales influyen en el cómo se elici­ta la conducta.

Las emo­ciones son el resul­tante de la eval­u­ación de sen­sa­ciones inter­nas ante la inter­pretación de expe­ri­en­cias exter­nas. Se expre­san por medio de cam­bios con­duc­tuales y fisi­ológi­cos. Se espera que un organ­is­mo con estrate­gias de afrontamien­to adap­ta­ti­vas no pre­sente afecta­ciones en su ali­mentación pro­duc­to de la per­cep­ción de emo­ciones neg­a­ti­vas o de la exper­i­mentación de emo­ciones pos­i­ti­vas; con­trario a aquel organ­is­mo con esti­los desadap­ta­tivos, cuya prob­a­bil­i­dad de emi­tir con­duc­tas ali­men­ta­rias poco salud­ables es may­or. Así pues, la per­cep­ción de emo­ciones neg­a­ti­vas prop­i­cia mod­i­fi­ca­ciones en la con­duc­ta de con­sumo, puede afec­tar a la población en gen­er­al pero se pre­sen­ta con may­or fre­cuen­cia en las per­sonas con sobrepe­so y obesi­dad –inclu­sive, es prob­a­ble encon­trar más come­dores emo­cionales con estas car­ac­terís­ti­cas–. Tam­bién, se ha demostra­do que las mujeres son más sus­cep­ti­bles que los hom­bres a pre­sen­tar cam­bios en su ali­mentación ante el malestar emo­cional. Debido a ello, es posi­ble con­cluir que existe influ­en­cia bidi­rec­cional entre diver­sos esta­dos emo­cionales y la ali­mentación, lo cual a su vez tiene efec­to en la salud. En este sen­ti­do, toman­do como ref­er­en­cia que los organ­is­mos son seres biop­si­coso­ciales, los pro­gra­mas de edu­cación en ali­mentación deberían con­sid­er­ar que la vul­ner­a­bil­i­dad emo­cional pro­duce fal­los en la reg­u­lación, lo que gen­era sus­cep­ti­bil­i­dad para desar­rol­lar patrones ali­men­ta­r­ios inade­cua­dos y por tan­to poco salud­ables; por lo que es nece­sario y recomend­able que las estrate­gias del sec­tor salud para con­tro­lar los patrones ali­men­ta­r­ios inade­cua­dos involu­cren la edu­cación emo­cional, entre­namien­to para con­tro­lar impul­sos y pro­mue­van esti­los de afrontamien­to saludables.

Por otro lado, es impor­tante con­sid­er­ar que el ser humano, al ten­er car­ac­terís­ti­cas biop­si­coso­ciales, se ve influ­i­do diari­a­mente por diver­sos estí­mu­los biológi­cos, psi­cológi­cos y sociales; situa­ciones en las que el con­tex­to gen­era cier­tos efec­tos, pero solo en cier­to tipo de población. Por ejem­p­lo, la per­cep­ción de emo­ciones neg­a­ti­vas afec­ta dis­tin­to a niños, ado­les­centes, adul­tos y adul­tos may­ores, ya que cada grupo cuen­ta con recur­sos pro­pios de la eta­pa en la que se encuen­tra. Por ello, val­dría la pena cues­tionarnos y respon­der­nos en futuras aprox­i­ma­ciones teóri­c­as y exper­i­men­tales, ¿cuál es el papel de las difer­entes estrate­gias de afrontamien­to, en cada grupo de edad, sobre el mane­jo de emo­ciones y cómo esto reper­cute en las con­duc­tas de con­sumo? Con­sideran­do que se ha demostra­do un efec­to difer­en­cial de las emo­ciones sobre la ali­mentación en hom­bres y mujeres, tam­bién val­dría la pena car­ac­teri­zar las varia­ciones en las respues­tas ali­men­ta­rias en fun­ción del grupo de edad, así como eval­u­ar el efec­to que estos tiene sobre la com­posi­ción cor­po­ral y algunos indi­cadores de la salud. Tam­bién, podrían eval­u­arse los difer­entes con­tex­tos lab­o­rales, cómo se pre­sen­ta esta relación emo­ción-estrate­gias de afrontamien­to-ali­mentación-salud, en fun­ción del puesto y labor que se desem­peña. Por ejem­p­lo, analizar el con­sumo de ali­men­tos poco salud­ables en la ofic­i­na y su relación con la comi­da ráp­i­da, el tiem­po y dinero; asimis­mo, eval­u­ar propiedades que ali­men­tos adquieren, no solo sus car­ac­terís­ti­cas organolép­ti­cas, sino el efec­to con­fort que inci­ta su con­sumo debido a que ofre­cen un momen­to pla­cen­tero en medio de caóti­co y estre­sante día laboral.

Final­mente, es impor­tante men­cionar que el estu­dio de las emo­ciones, los esti­los de afrontamien­to, las respues­tas ali­men­ta­rias y cómo todo esto impacta en los indi­cadores de salud, per­mite no solo cat­e­go­rizar y car­ac­teri­zar las rela­ciones causales de los esta­dos de enfer­medad, sino tam­bién, la com­pren­sión de que el com­por­tamien­to ali­men­ta­rio es todo lo que hacen los organ­is­mos para ali­men­ta­rse, por lo que cada con­duc­ta, cada fenó­meno, cada emo­ción, afec­ta al organ­is­mo en sí mis­mo, a su con­tex­to y a las respues­tas de los otros; por lo que gener­ar cam­bios medi­ante la edu­cación en ali­mentación y la edu­cación emo­cional, así sea ini­cian­do con pequeños gru­pos, podría ser la clave para la trans­for­ma­ción social y la mejo­ra en los indi­cadores de salud.

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