LINEAMIENTOS GENERALES DEL PAPEL DEL PSICÓLOGO EN LOS CUIDADOS PALIATIVOS

Maricela Osorio Guzmán
Perla Gutiérrez Frausto
Carlos Prado Romero

UNAM Facultad de Estudios Superiores Iztacala. Ciudad de México, México

Resumen

Los cuida­dos palia­tivos (CP) están enfo­ca­dos a la aten­ción inte­gral del paciente con enfer­medades poten­cial­mente mor­tales, para gener­ar una mejor cal­i­dad de vida y aliviar el sufrim­ien­to, físi­co, psi­coso­cial y espir­i­tu­al, donde además la aten­ción a famil­iares y al equipo san­i­tario, es impor­tante. Ideal­mente los equipos de CP son mul­ti­dis­ci­pli­nar­ios con­for­ma­dos por médi­cos, enfer­meras, tra­ba­jadores sociales, psicól­o­gos, vol­un­tar­ios, entre otros. El obje­ti­vo del pre­sente tra­ba­jo fue describir de man­era gen­er­al los cuida­dos palia­tivos, su desar­rol­lo, téc­ni­cas de eval­u­ación e inter­ven­ción y destacar la labor del psicól­o­go en esta área, para lo cual se real­iza una descrip­ción de las activi­dades que lle­va a cabo con los pacientes, famil­iares y per­son­al de salud, así como algu­nas lim­ita­ciones a las que se enfrenta este pro­fe­sion­ista. A par­tir de lo ante­ri­or se dis­cute la impor­tan­cia que tiene la par­tic­i­pación del psicól­o­go den­tro de este ámbito, remar­can­do los ben­efi­cios de una aten­ción integral.

Pal­abras clave: Prác­ti­ca psi­cológ­i­ca, Cuida­dos palia­tivos, Equipo de cuida­do a la salud.

Abstract

Pal­lia­tive care (PC) is focused on the com­pre­hen­sive care of patients with life-threat­en­ing ill­ness­es, to gen­er­ate a bet­ter qual­i­ty of life and alle­vi­ate phys­i­cal, psy­choso­cial, and spir­i­tu­al suf­fer­ing, where atten­tion to fam­i­ly mem­bers and the health­care team is also impor­tant. Ide­al­ly, PC teams are mul­ti­dis­ci­pli­nary and include doc­tors, nurs­es, social work­ers, psy­chol­o­gists, vol­un­teers, among oth­ers. The aim of this research was to describe pal­lia­tive care in gen­er­al, its devel­op­ment, assess­ment, and inter­ven­tion tech­niques, and to high­light the work of the psy­chol­o­gist in this area, describ­ing some of the lim­i­ta­tions faced by this pro­fes­sion­al and the activ­i­ties car­ried out with patients, fam­i­ly mem­bers and health per­son­nel. Based on the fore­go­ing, the impor­tance of the psy­chol­o­gist’s par­tic­i­pa­tion in this field is dis­cussed, high­light­ing the ben­e­fits of com­pre­hen­sive care.

Key words: Psy­cho­log­i­cal prac­tice, Pal­lia­tive care, Health care team

Introducción

En la actu­al­i­dad se ha obser­va­do un aumen­to en la apari­ción de enfer­medades cróni­co-degen­er­a­ti­vas, definidas como un prob­le­ma de salud públi­ca que inter­fieren con las activi­dades cotid­i­anas, que se mantienen por un perío­do supe­ri­or a los seis meses y que requieren recur­sos especí­fi­cos y com­ple­jos. Estas enfer­medades, se car­ac­ter­i­zan por su pro­lon­ga­da duración, porque tienen un desen­lace incier­to, y oca­sio­n­an efec­tos adver­sos a niv­el per­son­al, famil­iar, económi­co y social (Var­gas, Gar­cía & Ibáñez, 2011); este aumen­to en la inci­den­cia, con fre­cuen­cia, es con­se­cuen­cia de los cam­bios en el com­por­tamien­to humano y los esti­los de vida.

En Méx­i­co el Insti­tu­to Nacional de Estadís­ti­ca y Geografía (INEGI, 2018), men­ciona que entre las primeras diez causas de muerte se encuen­tran las enfer­medades cróni­co-degen­er­a­ti­vas, lo cual gen­era un impacto económi­co impor­tante, en primera instan­cia debido a que su tratamien­to tiene un cos­to ele­va­do, y pos­te­ri­or­mente por las posi­bles com­pli­ca­ciones de la enfer­medad puesto que se requerirán tratamien­tos y med­icación espe­cial­izadas (Hernán­dez, Elnecavé, Huer­ta & Reynoso, 2010).

A par­tir del aumen­to de padec­imien­tos de este tipo, se planteó la necesi­dad de brindar aten­ción a los pacientes en fase ter­mi­nal, que no solo estu­viera enfo­ca­da al con­trol del dolor, sino que además involu­crara aspec­tos emo­cionales tan­to del paciente como de los famil­iares; como respues­ta a esta necesi­dad se comien­zan a aplicar los Cuida­dos Palia­tivos (CP) en estas enfer­medades y no solo en los padec­imien­tos oncológi­cos. Par­tien­do de lo ante­ri­or, es impor­tante la inter­ven­ción del psicól­o­go para el mane­jo emo­cional en el tratamien­to de las enfer­medades cróni­co degen­er­a­ti­vas en gen­er­al y de la fase ter­mi­nal en par­tic­u­lar, ya que se ha encon­tra­do que un mane­jo mul­ti­dis­ci­pli­nario tiene impacto bené­fi­co en el paciente (Insti­tu­to Mex­i­cano del Seguro Social, IMSS, 2017; Ascen­cio, Rangel & Allende, 2013; Orga­ni­zación Mundi­al de la Salud, OMS, 2004)

Por lo ante­ri­or, el pre­sente tra­ba­jo tuvo como obje­ti­vo describir de man­era gen­er­al los cuida­dos palia­tivos, su desar­rol­lo, téc­ni­cas de eval­u­ación e inter­ven­ción y destacar la labor del psicól­o­go en esta área.

Para ini­ciar, es nece­sario hac­er una dis­tin­ción entre los cuida­dos palia­tivos y tér­mi­nos que de for­ma errónea se pueden lle­gar a usar como sinón­i­mos; el sui­cidio asis­ti­do, definido como cualquier ayu­da para que un indi­vid­uo ter­mine con su vida por elec­ción propia, donde el médi­co es quien pro­por­ciona los medios para realizar­lo; y eutana­sia, que es la inter­ven­ción acep­ta­da vol­un­tari­a­mente por el paciente y real­iza­da por un pro­fe­sion­al médi­co, que acel­era la muerte de un paciente desahu­ci­a­do, con la inten­ción de evi­tar sufrim­ien­to y dolor innece­sario. En ambos casos, se men­ciona que se ayu­da al paciente a ter­mi­nar con su vida, pre­cep­to que no se apli­ca en CP, además de que esos dos pro­ced­imien­tos están pro­hibidos en el país (Pérez, 2019; López, 2014).

Otro tér­mi­no que lle­ga a causar con­fusión es el de vol­un­tad antic­i­pa­da, defini­da como la decisión de una per­sona a ser someti­da o no a medios, tratamien­tos o pro­ced­imien­tos médi­cos que pre­ten­dan pro­lon­gar la vida cuan­do se encuen­tre en eta­pa ter­mi­nal, este se con­sid­era un dere­cho de la per­sona y el trámite puede ser real­iza­do por el paciente o por su famil­ia con el con­sen­timien­to o por indi­ca­ciones del primero (Car­ras­co-Gómez, Oli­vares-Luna & González-Pedraza-Avilés, 2019; Pérez, 2019).

Los cuidados paliativos

Los cuida­dos palia­tivos, se definen como los cuida­dos activos totales y con­tin­u­os a los pacientes y sus famil­ias, los cuales son pro­por­ciona­dos por un equipo mul­ti­dis­ci­pli­nario, cuan­do la expec­ta­ti­va médi­ca no es la curación (OMS, 2004; San­tacruz & Martínez Gil, 2020). Actual­mente los cuida­dos palia­tivos se refieren al pro­ce­so de aten­ción inte­gral del paciente, inclu­idas las esferas físi­cas, psi­cológ­i­cas y espir­i­tuales, donde la inclusión del ambi­ente que lo rodea (la famil­ia) tam­bién desem­peña un papel impor­tante. Aunque fueron dis­eña­dos al ini­cio para pacientes en fase ter­mi­nal de una enfer­medad, se ha recono­ci­do que deben apli­carse lo antes posi­ble en el cur­so de cualquier enfer­medad cróni­ca y en últi­ma instan­cia mor­tal (Cas­tañe­da et al., 2015).

Si bien, hay evi­den­cia de que esta aten­ción ha exis­ti­do des­de el siglo iv en Europa, es has­ta 1961, que Cice­ly Saun­ders, enfer­mera y tra­ba­jado­ra social, decide ini­ciar el “movimien­to hos­pice”, con el que demues­tra que un con­trol de sín­tomas ade­cua­do, una bue­na comu­ni­cación y el acom­pañamien­to emo­cional, social y espir­i­tu­al per­mitían mejo­rar la cal­i­dad de vida de los enfer­mos ter­mi­nales y de sus famil­ias (Domínguez, 2016; Cor­rêa, Mazuko & Clark, 2019; San­tacruz & Martínez Gil, 2020; Tru­jil­lo et al., 2013). Como resul­ta­do de lo ante­ri­or, para finales de la déca­da de los 80’s la OMS pro­pu­so que los cuida­dos palia­tivos con­sti­tuy­er­an un ele­men­to impor­tante en todas las políti­cas san­i­tarias de los país­es y no solo con pacientes oncológi­cos (Are­ces, Blan­co & Vitón, 2021; Arias-Rojas, Car­reño-Moreno & Posa­da-López, 2019; Arranz, Bar­bero, Bar­reto & Bayes, 2003; Orga­ni­zación Mundi­al de la Salud, 1990; Pas­trana, et al., 2021; Fer­nán­dez, Orte­ga, Pérez, Gar­cía & Cruz, 2014).

Uno de los fac­tores impor­tantes, como ya se men­cionó, den­tro de los cuida­dos palia­tivos es el tra­ba­jo mul­ti­dis­ci­pli­nario, esta for­ma de tra­ba­jo es un pro­ce­so que se debe con­stru­ir y man­ten­er den­tro del área, ya que las necesi­dades que deben aten­der­se son mul­ti­di­men­sion­ales, inte­grales y per­son­al­izadas; el equipo mul­ti­dis­ci­pli­nario ha sido definido como: un grupo de pro­fe­sion­ales con com­pe­ten­cias difer­en­ci­adas que tienen obje­tivos en común (Pacheco & Goldim, 2019; González et al.2012); este equipo gen­eral­mente se encuen­tra inte­gra­do por médi­cos, nutriól­o­gos, tra­ba­jadores sociales, per­son­al de enfer­mería, psicól­o­gos, además de los espe­cial­is­tas en el padec­imien­to (Dio­n­is, Schrôder & Villalba,2003).

Den­tro de las fun­ciones comunes de los miem­bros del equipo desta­can la impar­ti­ción de edu­cación a pacientes y famil­iares, analizar las vis­i­tas que se han real­iza­do pre­vi­a­mente por otros exper­tos para desar­rol­lar el plan de tra­ba­jo, asimis­mo cada uno de los pro­fe­sion­ales debe con­tar con un cam­po especí­fi­co de inter­ven­ción con el paciente (Lacas­ta et al., 2014; Pérez-Bel­monte, Galiana, Fer­nán­dez, Vidal-Blan­co & San­só, 2021; Orte­ga & López, 2005). A con­tin­uación, se describe de man­era gen­er­al la fun­ción de cada miem­bro del equipo multidisciplinario.

El per­son­al médi­co es quien más tiem­po pasa con el enfer­mo y sus famil­ias, por lo que es preferi­ble que sea un espe­cial­ista (geri­atría, med­i­c­i­na inter­na, med­i­c­i­na famil­iar o comu­ni­taria, oncología, etc.) con for­ma­ción avan­za­da en cuida­dos palia­tivos, ya que además de elab­o­rar la his­to­ria clíni­ca del paciente y gener­ar las ref­er­en­cias a los ser­vi­cios nece­sar­ios, será quien con­sidere el momen­to para diag­nos­ticar al paciente en fase terminal.

El per­son­al de enfer­mería es quien admin­is­tra los tratamien­tos pre­scritos y comu­ni­ca los cam­bios en el esta­do del paciente; brin­da a la famil­ia soporte, infor­ma­ción y entre­namien­to sobre los cuida­dos del paciente.

Por otro lado, el per­son­al de tra­ba­jo social como cono­ce­dor de los recur­sos sociales y las cues­tiones prác­ti­cas y/o legales, podrá realizar una eval­u­ación de la situación y necesi­dades famil­iares; val­o­rar la capaci­dad para el cuida­do del paciente; plan­i­ficar el alta; eval­u­ación del ries­go social; aseso­ramien­to y gestión de recur­sos sociales. De igual for­ma, un nutriól­o­go puede mejo­rar notable­mente la cal­i­dad de vida de los pacientes pro­gra­man­do una ali­mentación atrac­ti­va den­tro de las restric­ciones impues­tas por la condi­ción del paciente.

Suma­do a lo ante­ri­or, el fisioter­apeu­ta puede man­ten­er y pro­mover la fun­cional­i­dad y movil­i­dad del paciente, esto medi­ante la val­o­ración y el tra­ba­jo de la fuerza, equi­lib­rio, coor­di­nación, etc., lo cual se verá refle­ja­do en la capaci­dad que ten­ga el paciente para realizar activi­dades de la vida diaria.

Se habla tam­bién de la asis­ten­cia espir­i­tu­al por lo que se sug­iere la pres­en­cia de un sac­er­dote, pas­tor, capel­lán o guía espir­i­tu­al, que abor­de este tipo de necesidades.

Además, el grupo mul­ti­dis­ci­pli­nario debe con­tar con un psicól­o­go que atien­da y mane­je con­flic­tos indi­vid­uales y famil­iares; plan­i­fique y desar­rolle inter­ven­ciones según el diag­nós­ti­co del paciente; brinde soporte emo­cional al paciente y a su famil­ia, aten­di­en­do sobre todo situa­ciones de due­lo; tam­bién podría pro­por­cionar aten­ción al per­son­al del equipo con el que tra­ba­ja, dan­do apoyo emo­cional y/o al comu­nicar malas noticias.

Enten­di­en­do que el psicól­o­go es parte impor­tante de los cuida­dos palia­tivos, es nece­sario hac­er hin­capié en que su tra­ba­jo va más allá de una cuestión educa­ti­va y no es posi­ble ser exhaus­tivos cuan­do se hace ref­er­en­cia a sus fun­ciones en el medio hos­pi­ta­lario. Sin embar­go, exis­ten autores que men­cio­nan que el psicól­o­go puede ten­er una inter­ven­ción en cua­tro momen­tos: antes de que aparez­ca la enfer­medad, durante el diag­nós­ti­co de la enfer­medad y el comien­zo de la inter­ven­ción, cuan­do la enfer­medad ya se encuen­tra en esta­do avan­za­do e ini­cia el pro­ce­so de muerte y final­mente durante el pe­ríodo pos­te­ri­or a la pér­di­da (Fer­nán­dez, et al., 2014).

Den­tro de estas eta­pas el tra­ba­jo del psicól­o­go se enfo­ca en la aten­ción a pacientes, inter­ven­ción con los famil­iares y per­son­al sanitario.

Las inter­ven­ciones con el paciente, deben diri­girse a la paliación del impacto emo­cional, al tiem­po que se facili­ta el pro­ce­so de adaptación a la enfer­medad, además de val­o­rar los recur­sos de afrontamien­to que pre­sen­ta, así como, la aten­ción de los posi­bles trastornos que puedan apare­cer, por lo que es nece­sario que la eval­u­ación psi­cológ­i­ca del paciente sea con­tin­ua, pues su situación clíni­ca puede cam­biar con rapi­dez, sobre todo porque el esta­do psi­cológi­co del paciente varía durante la eta­pa ter­mi­nal (Ascen­cio et al., 2013; Ver­berne et al., 2018; Baldeón Rivadeneira, 2022; Astudil­lo & Mend­in­ue­ta, 2008; Ogel­by & Gold­stein, 2014; Mateos, 2003).

Esta eval­u­ación psi­cológ­i­ca se real­iza en un primer momen­to con el apoyo del equipo mul­ti­dis­ci­pli­nario, con la final­i­dad de obten­er toda la infor­ma­ción y datos nece­sar­ios del paciente y la famil­ia des­de per­spec­ti­vas difer­entes, lo que garan­ti­za una aten­ción a todas las necesi­dades, y per­mite que el equipo se enriquez­ca a par­tir del inter­cam­bio de pun­tos de vista, que a su vez facili­ta las inter­ven­ciones debido a que el tiem­po de tra­ba­jo con cada paciente es breve, razón por la cual el psicól­o­go con fre­cuen­cia va deter­mi­nan­do des­de la primera sesión, la inter­ven­ción que lle­vará a cabo (Lacas­ta et al.,2014; Orte­ga & López, 2005).

Den­tro de los obje­tivos bási­cos a tra­ba­jar en cuida­dos palia­tivos con el paciente, se encuen­tran: estable­cer una alian­za ter­apéu­ti­ca, explo­rar temas de sep­a­ración, pér­di­das y miedos, auna­do a esto Dio­n­is, Schrôder y Vil­lal­ba (2003) plantean otras áreas de intervención:

1) Ven­ti­lación emo­cional: enfo­ca­da a iden­ti­ficar y con­frontar pen­samien­tos neg­a­tivos, expre­sión de sen­timien­tos, temores, etc.;

2) Iden­ti­ficar los recur­sos de afrontamien­to que tiene el paciente ante cier­tas situa­ciones, reafir­mar los patrones adap­ta­tivos y cor­re­gir los patrones desadap­ta­tivos, y enseñar recur­sos nuevos de afrontamiento;

3) Elab­o­ración de la infor­ma­ción: tra­ba­jar los sig­nifi­ca­dos de la vida y la muerte, ade­cuar la esper­an­za y reg­u­lar las expec­ta­ti­vas que tiene el paciente;

4) Acer­camien­to socio­fa­mil­iar: fomen­tar la comu­ni­cación entre el paciente y su famil­ia, facil­i­tan­do la infor­ma­ción más útil, enseñar activi­dades distractoras.

Las eval­u­a­ciones y los planes de inter­ven­ción que se ten­gan con cada paciente se deberán com­par­tir con el equipo de tra­ba­jo, medi­ante notas en el expe­di­ente, que deberán incluir: el esta­do cog­ni­ti­vo, el moti­vo de con­sul­ta: razón por la que se atendió al paciente, los antecedentes de trastornos psiquiátri­cos y psi­cológi­cos; val­o­ración del paciente: lo que se obser­va a par­tir de la comu­ni­cación con el paciente, las punta­ciones obtenidas en las prue­bas apli­cadas y los obje­tivos ter­apéu­ti­cos, esto per­mi­tirá un seguimien­to, además de gener­ar una colab­o­ración entre el equipo y a su vez facil­i­tará la iden­ti­fi­cación de situa­ciones estre­santes para el paciente y su familia.

Auna­do a lo ante­ri­or, como se sabe no solo el paciente que es diag­nos­ti­ca­do requiere de apoyo psi­cológi­co, ya que fre­cuente­mente lo asiste un cuidador pri­mario, definido como la per­sona que atiende en primera instan­cia las necesi­dades físi­cas y emo­cionales de un enfer­mo, y que en la may­oría de los casos es un papel que asume el/la esposo/a, hijo/a, un famil­iar cer­cano o alguien que es sig­ni­fica­ti­vo para el paciente (San­tos & Orte­ga, 2019; Sier­ra, Mon­toya, Gar­cía, López & Mon­tal­vo, 2019).

Den­tro de la inter­ven­ción con el cuidador pri­mario y los famil­iares, las prin­ci­pales media­ciones están rela­cionadas a los sen­timien­tos de impo­ten­cia y de cul­pa, gen­er­a­dos por la situación que enfrentan (Domínguez, 2016); con fre­cuen­cia la famil­ia pre­sen­ta pre­ocu­pación por la infor­ma­ción que se debe dar al enfer­mo, sobre su diag­nós­ti­co y pronós­ti­co, y al no saber cómo mane­jar­lo, puede lle­gar a enrarecer la relación con el enfer­mo lleván­do­lo al ais­lamien­to y la soledad, y obligan­do a la famil­ia a man­ten­er una men­ti­ra que provo­ca un may­or esfuer­zo y des­gaste (con­spir­ación del silencio).

Por ello, es impor­tante que se tra­ba­je con la famil­ia la expre­sión y mane­jo de emo­ciones, además de la pre­ven­ción del sín­drome del cuidador pri­mario, el cual es provo­ca­do por la difi­cul­tad que rep­re­sen­ta para el cuidador el cam­bio rad­i­cal de su modo de vida y el des­gaste que provo­ca ver como un ser queri­do va per­di­en­do pro­gre­si­va­mente las fac­ul­tades físi­cas y muchas veces psíquicas; pasan­do, con­forme avan­za la enfer­medad, de ser un mero super­vi­sor de las activi­dades del paciente, a ser quien le procu­ra los cuida­dos más bási­cos (Sier­ra et al., 2019).

Otra de las inter­ven­ciones está enfo­ca­da al pro­ce­so de due­lo de los famil­iares, con la final­i­dad de que en un momen­to dado puedan pen­sar sin cul­pas sobre la pér­di­da, expre­sar sen­timien­tos con respeto y sin obce­ca­ciones, acep­tar las con­se­cuen­cias de la pér­di­da para el super­viviente y pon­er en prác­ti­ca con­duc­tas de afrontamien­to (Dio­n­is et al., 2003; San­tos & Orte­ga, 2019; Pérez-Bel­monte et al., 2021). Esta inter­ven­ción puede ser inclu­so antes de que el paciente ter­mi­nal fall­ez­ca, cuan­do medica­mente sea diag­nos­ti­ca­do en eta­pa ter­mi­nal, es decir, realizar un due­lo antic­i­pa­do para recono­cer la pér­di­da como un pro­ce­so grad­ual, que per­mite la res­olu­ción de los asun­tos con el ser queri­do, ayu­dar a cam­biar algunos aspec­tos y estar prepara­do para la pér­di­da, comen­zar una plan­i­fi­cación del futuro con la final­i­dad de evi­tar un due­lo com­pli­ca­do (Lacas­ta et al., 2014).

Aparte de brindar aten­ción a pacientes y famil­iares, el psicól­o­go tam­bién atiende el estrés lab­o­ral de quien tra­ba­ja den­tro de esta área, ya que realizar esta labor puede ser suma­mente estre­sante si no se cuen­ta con las her­ramien­tas para enfrentar la muerte del otro, si existe una fal­ta de habil­i­dades de comu­ni­cación, de autor­reg­u­lación emo­cional y acti­tudes basadas en los prin­ci­p­ios éti­cos (Arranz et al., 2003).

Den­tro de esta situación, el tra­ba­jo del psicól­o­go está enfo­ca­do a analizar y enten­der los aspec­tos emo­cionales que la situación ter­mi­nal provo­ca, colab­o­ran­do en la for­ma­ción del equipo en esta área, así como brindar entre­namien­to en estrate­gias de autor­reg­u­lación, solu­ción de prob­le­mas, apoyo emo­cional además de enseñar y fomen­tar las habil­i­dades de comu­ni­cación. Esto últi­mo es impre­scindible para edu­car y apo­yar a la famil­ia, al tiem­po que per­mite gener­ar una bue­na relación lab­o­ral, de lo con­trario la caren­cia de estas habil­i­dades con­sti­tuye un fac­tor de ries­go de des­gaste para el equipo, al tiem­po que difi­cul­ta la adaptación del enfer­mo y la familia.

Además de lo ante­ri­or, exis­ten diver­sos estre­sores con los que el equipo se ve oblig­a­do a inter­ac­tu­ar diari­a­mente, estos se enfo­can en el cuida­do del paciente: el con­tac­to con­stante con el sufrim­ien­to y la muerte, la toma de deci­siones del­i­cadas y la con­frontación con dile­mas éti­cos, el dete­ri­oro y la muerte de pacientes jóvenes, la comu­ni­cación fre­cuente de malas noti­cias, las pre­siones famil­iares para admin­is­trar o sus­pender tratamien­tos, la defen­sa de la autonomía del paciente frente a los famil­iares, la dis­crep­an­cia de cri­te­rios entre los miem­bros del equipo (Arranz, Tor­rez, Can­cio & Hernán­dez, 1999).

Sin embar­go, los estre­sores tam­bién pueden pro­ced­er de las insti­tu­ciones en las que se lle­va a cabo el tra­ba­jo, pueden ser por sobre­car­ga lab­o­ral, escasez de recur­sos, de apoyo insti­tu­cional, y fal­ta de reconocimien­to del tra­ba­jo en cuida­dos palia­tivos, además del pro­pio tra­ba­jo en equipo ya que pueden sur­gir con­flic­tos, tan­to a niv­el intrap­er­son­al, como inter­per­son­al e intra-orga­ni­za­ti­vo (Mateos, 2003).

Como con­se­cuen­cia de lo ante­ri­or, los pro­fe­sion­ales tienen la per­cep­ción de que los recur­sos no son sufi­cientes para aten­der las deman­das, apare­cen sen­timien­tos de impo­ten­cia, se pro­duce un dese­qui­lib­rio, y se gen­era sufrim­ien­to en el pro­fe­sion­al que puede desem­bo­car en el sín­drome de burnout, que si bien no es exclu­si­vo de los pro­fe­sion­ales de la salud, con fre­cuen­cia son quienes más lo pre­sen­tan (Arranz et al., 1999; Arranz, et al., 2003; Orte­ga & López, 2004;Osorio, Pra­do & Bazán, 2019; Oso­rio, Pra­do & Bazán, 2021).

Las estrate­gias de inter­ven­ción del psicól­o­go para pre­venir y aten­der el sín­drome de burnout están ori­en­tadas al entre­namien­to en comu­ni­cación aserti­va, solu­ción de prob­le­mas en gestión de tiem­po, autor­reg­u­lación, estrate­gias reduc­toras de ansiedad y estrés. En cuan­to al ambi­ente lab­o­ral si bien no siem­pre pueden ser mod­i­fi­ca­bles todos los fac­tores estre­santes hay algu­nas inter­ven­ciones que pueden mejo­rar el tra­ba­jo en equipo como son: fomen­tar la cohe­sión y el apoyo gru­pal, realizar reuniones per­iódi­cas donde se establez­can obje­tivos en común, mon­i­toreo con­tin­uo del equipo para iden­ti­ficar la sat­is­fac­ción y el esta­do de áni­mo de cada miem­bro del equipo, además de plan­i­ficar las activi­dades lab­o­rales, mar­can­do límites en las fun­ciones y tar­eas de cada miem­bro del equipo (Arranz et al., 2003; Pacheco & Goldim, 2019). 

Conclusiones

El obje­ti­vo del pre­sente tra­ba­jo fue describir de man­era gen­er­al los cuida­dos palia­tivos, su desar­rol­lo, téc­ni­cas de eval­u­ación e inter­ven­ción y destacar la labor del psicól­o­go en esta área, por ello en aparta­dos ante­ri­ores se abor­daron los con­cep­tos bási­cos sobre la temáti­ca, las fun­ciones del psicól­o­go y su papel en esta área de tra­ba­jo; lo ante­ri­or per­mi­tió expon­er de man­era sen­cil­la la impor­tan­cia de la aten­ción psi­cológ­i­ca den­tro de los cuida­dos palia­tivos, recono­cien­do los ben­efi­cios que pro­por­ciona a la población gen­er­al y al per­son­al sanitario.

El incre­men­to en la inci­den­cia de las enfer­medades cróni­co degen­er­a­ti­vas prop­i­cia ele­va­dos cos­tos económi­cos, emo­cionales y físi­cos, al ser un pro­ce­so largo y des­gas­tante tan­to para el paciente como para la famil­ia, ante esto se espera que la apli­cación de los cuida­dos palia­tivos brinde una amplia ven­ta­ja, tratan­do de man­ten­er la cal­i­dad de vida del paciente, aten­di­en­do sus necesi­dades has­ta su fal­l­ec­imien­to y per­mi­tien­do que la evolu­ción de la enfer­medad se acepte como un pro­ce­so natural.

Por lo ante­ri­or, la apli­cación de los cuida­dos palia­tivos es una prop­ues­ta efi­caz para brindar un aliv­io a los pacientes con enfer­medades en fase ter­mi­nal, ya que otor­ga una cal­i­dad de vida tan­to al paciente como a sus famil­iares. Den­tro del pro­ce­so de enfer­medad del paciente, los famil­iares deberán adap­tarse a una “nue­va vida”, muchas veces reestruc­turan­do los roles, las cos­tum­bres y los hábitos, tan­to suyos como del paciente, con el fin de brindar el cuida­do que requiere; para lle­var­los de man­era ade­cua­da será nece­sario la inter­ven­ción del equipo mul­ti­dis­ci­pli­nario que abor­de todos los aspec­tos de la adaptación del paciente y su famil­ia que per­mi­tirá que los famil­iares vean la muerte como parte del ciclo vital y genere un menor impacto emocional.

Un aspec­to impor­tante es que en los cuida­dos palia­tivos se bus­ca el con­trol no solo de los sín­tomas físi­cos de la enfer­medad, sino tam­bién la aten­ción de las cues­tiones emo­cionales, otor­gan­do las her­ramien­tas nece­sarias para el mane­jo y expre­sión de emo­ciones, la toma de deci­siones de man­era aserti­va, sobre todo cuan­do ya no hay una posi­bil­i­dad de curación. Lo ante­ri­or debe ser aten­di­do por el psicól­o­go ya que es quien cuen­ta con las her­ramien­tas nece­sarias para afrontar las creen­cias y reper­cu­siones emo­cionales que se puedan pre­sen­tar durante toda esta eta­pa, por lo cual será nece­sario inter­venir de man­era tem­prana para lograr iden­ti­ficar las necesi­dades del paciente y su famil­ia, y así pre­venir respues­tas desadaptativas.

Entre los aportes de este tra­ba­jo se pueden con­sid­er­ar la exposi­ción y fun­da­mentación de la impor­tan­cia del ser­vi­cio de cuida­dos palia­tivos, además de la necesi­dad de realizar un tra­ba­jo mul­ti­dis­ci­pli­nario, en el cual se requiera con­sid­er­ar al psicól­o­go de man­era per­ma­nente y no solo en momen­tos difíciles.

Se remar­ca la impor­tan­cia del psicól­o­go en la toma de deci­siones del paciente, su famil­ia e inclu­so del per­son­al san­i­tario, además de la facil­itación de la comu­ni­cación entre todos los impli­ca­dos, el apoyo en el mane­jo de las emo­ciones y la pre­ven­ción de prob­le­mas psicológicos.

Para finalizar, se desea enfa­ti­zar que en Méx­i­co a pesar de con­tar con leyes san­i­tarias que reg­u­lan la apli­cación de los cuida­dos palia­tivos no siem­pre se otor­gan; los motivos son diver­sos y requieren de un análi­sis puntual.

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