PRAXIS COMUNITARIA Y PROCESOS DE FAMILIARIZACIÓN EN LAS AULAS Y EN LAS COMUNIDADES. UNA ESTRATEGIA DIDÁCTICA PARTICULAR PARA LA FORMACIÓN PSI

Gaspar Manuel Aita 

Universidad Nacional de Rosario

Resumen

Los trayec­tos de for­ma­ción para las prax­is en comu­nidades que ofre­ce­mos des­de nues­tra área II al inte­ri­or de la asig­natu­ra Prác­ti­ca Pro­fe­sion­al Super­visa­da “A”, sue­len resul­tar expe­ri­en­cias muy gratas y enrique­ce­do­ras para los alum­nos y alum­nas que eli­gen realizarlas en el últi­mo año de la car­rera de psi­cología de la Uni­ver­si­dad Nacional de Rosario (Argenti­na).

Aun así, tales prác­ti­cas nos enfrentan a algu­nas prob­lemáti­cas propias de nue­stro plan de estu­dios y de los tiem­pos académi­cos de los cuales disponemos. No sólo porque estos con­tac­tos y aprox­i­ma­ciones a las comu­nidades acon­te­cen for­mal­mente al final de la car­rera, sino además porque las activi­dades que allí podemos realizar no super­an los 7 u 8 meses de duración. Y debe­mos incluir en esos pla­zos la preparación y orga­ni­zación pre­via al ini­cio y desar­rol­lo, más la reflex­ión teóri­ca, metodológ­i­ca e ide­ológ­i­ca especí­fi­ca de nues­tra área.

Aspec­tos que ponen de man­i­fiesto una prob­lemáti­ca cru­cial en relación a los pro­ce­sos de famil­iar­ización comu­ni­taria. Y que abren a una serie de inter­ro­gantes sobre las pos­turas éti­cas y de respeto hacia los otros y otras, la aten­ción sin pre­juicios, la emer­gen­cia de voces propias y pro­tag­o­nistas, la posi­bil­i­dad de des­cubrir pro­ce­sos colec­tivos o cómo despe­jar las necesi­dades de una comu­nidad y de nues­tra real­i­dad Lati­noamer­i­cana. Inter­ro­gantes que inter­pelan los ini­cios de nue­stros primeros pro­ce­sos recípro­cos de famil­iar­ización, más aun para quienes no poseen una expe­ri­en­cia pre­via en ello.

Lo cual nos obliga a reflex­ionar críti­ca­mente nue­stros pla­zos e instan­cias de tra­ba­jo. Y lo hace­mos des­de la inves­ti­gación-acción y la inves­ti­gación-reflex­ión-acción, los lin­eamien­tos de la Psi­cología Social Comu­ni­taria y de la Lib­eración y a par­tir de los enfo­ques socio-críti­cos en edu­cación. Ofre­cien­do el dis­eño y sis­tem­ati­zación de una estrate­gia áuli­ca que nos per­mi­ta ensa­yar pro­ce­sos de famil­iar­ización en las aulas y en las comu­nidades.

Tal como pudi­mos viven­cia­r­lo en las cohort­es de estu­di­antes des­de el 2020 en ade­lante, a par­tir de esta estrate­gia didác­ti­ca logramos con­fig­u­rar un cli­ma de con­fi­an­za y escucha cuida­da y respetu­osa. De entu­si­as­mo y moti­vación para que las y los estu­di­antes puedan expre­sar sen­sa­ciones de calidez y como­di­dad, nece­sarias para comen­zar a desple­gar pro­ce­sos de famil­iar­ización áuli­cas que luego puedan ser repli­ca­dos en las comu­nidades. Basa­dos en la par­tic­i­pación acti­va y la posi­bil­i­dad de diál­o­go. Espa­cios y tiem­pos gen­uinos donde las his­to­rias, saberes y expe­ri­en­cias de todos y todas pueden ser expre­sa­dos, val­o­rados y reelab­o­ra­dos como parte de la for­ma­ción académi­ca. Donde lo sin­gu­lar y lo colec­ti­vo se ofre­cen como un recur­so de alto impacto pedagógi­co y políti­co a la vez.

Pal­abras clave: Prax­is comu­ni­taria – Pro­ce­so de famil­iar­ización comu­ni­taria – Estrate­gias didác­ti­cas particulares

Abstract

The teach­ing itin­er­aries for prax­is in com­mu­ni­ties that we offer from our Area II from the inside of the sub­ject Prác­ti­ca Pro­fe­sion­al Super­visa­da “A” (Super­vised Pro­fes­sion­al Prac­tice A), often prove to end in very grate­ful and enrich­ing expe­ri­ences for those stu­dents who choose to do it the prac­tice dur­ing their last year of their uni­ver­si­ty degree on Psy­chol­o­gy form the Uni­ver­si­dad Nacional de Rosario (Argenti­na).

Thus, these prac­tices face us to some prob­lems that have to do with our career syl­labus and the aca­d­e­m­ic times we actu­al­ly have. Not only because the con­tact and approx­i­ma­tions to the com­mu­ni­ties are placed at the end of the career, but also because the activ­i­ties that we can do there do not last more than sev­en or eight months. With­in these months, besides, we have to include the prepa­ra­tion and orga­ni­za­tion pre­vi­ous to the begin­ning and devel­op­ment, plus the the­o­ret­i­cal, method­olog­i­cal and ide­o­log­i­cal con­sid­er­a­tions spe­cif­ic from our area.

These aspects reveal a cru­cial prob­lem regard­ing the process of com­mu­ni­tar­i­an famil­iar­iza­tion and raise sev­er­al ques­tions about eth­i­cal posi­tion­ings, the respect towards each oth­er, the non-prej­u­dice, the appear­ance of voic­es and pro­tag­o­nists, the pos­si­bil­i­ty to dis­cov­er col­lec­tive process­es and how to clear up the needs of a com­mu­ni­ty and of our Latin-Amer­i­can real­i­ty. These ques­tion­ings appear in the start­ing point of the rec­i­p­ro­cal process­es of famil­iar­iza­tion, more often in those who do not have a pre­vi­ous expe­ri­ence in the matter.

This makes us crit­i­cal­ly con­sid­er our terms and instances of work and we do it from research-action and form the research-think­ing-action, guide­lines of Com­mu­ni­ty Social and Lib­er­a­tion Psy­chol­o­gy and from the socio-crit­i­cal approach­es to edu­ca­tion. Offer­ing the design and sys­tem­ati­za­tion of a class­room strat­e­gy that allow us to rehearse process­es of famil­iar­iza­tion inside the class­room and in the communities.

As we could expe­ri­ence in the student’s cohort from 2020 onwards, from this didac­tic strat­e­gy we could con­fig­u­rate an atmos­phere of con­fi­dence and care­ful and respect­ful lis­ten­ing, with enthu­si­asm and moti­va­tion, so that stu­dents could express a warm and com­fort­able sen­sa­tion, need­ed to start dis­play­ing class famil­iar­iza­tion process­es that could lat­er on be repli­cat­ed in the com­mu­ni­ties. Based on the active par­tic­i­pa­tion and the pos­si­bil­i­ties of dia­logue, gen­uine time and space where sto­ries, knowl­edge and expe­ri­ences from every­one could be expressed, val­ued and re-elab­o­rat­ed as part of the aca­d­e­m­ic teach­ing. Where the sin­gu­lar and col­lec­tive are offered as a high impact resource, ped­a­gog­i­cal and polit­i­cal at the same time.

Key words: Com­mu­ni­ty prax­is — Com­mu­ni­ty famil­iar­iza­tion process­es — Indi­vid­ual didac­tic strategies

Introducción

Los trayec­tos de for­ma­ción para las prax­is en comu­nidades que ofre­ce­mos des­de nues­tra área II al inte­ri­or de la asig­natu­ra Prác­ti­ca Pro­fe­sion­al Super­visa­da “A”, sue­len resul­tar expe­ri­en­cias muy gratas y enrique­ce­do­ras para los alum­nos y alum­nas que eli­gen realizarlas en el últi­mo año de la car­rera de psi­cología de la Uni­ver­si­dad Nacional de Rosario (Argenti­na).

Aun así, tales prác­ti­cas nos enfrentan a algu­nas real­i­dades un tan­to prob­lemáti­cas, propias de nue­stro plan de estu­dios y de los tiem­pos académi­cos de los cuales disponemos para lle­var­las ade­lante. No sólo porque estos con­tac­tos y aprox­i­ma­ciones a las comu­nidades acon­te­cen for­mal­mente al final de la car­rera, sino además porque las activi­dades que allí podemos realizar no super­an los 7 u 8 meses de duración. Y debe­mos incluir en esos pla­zos la preparación y orga­ni­zación pre­via al ini­cio y desar­rol­lo, más la reflex­ión teóri­ca, metodológ­i­ca e ide­ológ­i­ca especí­fi­ca de nues­tra área. Aspec­tos que ponen de man­i­fiesto una prob­lemáti­ca cru­cial en relación a los pro­ce­sos de famil­iar­ización comu­ni­taria.

Al inten­tar cono­cer cómo lle­gan las y los alum­nos gru­pal o en per­sona, éti­ca e ide­ológi­ca­mente a este últi­mo tramo de la for­ma­ción, sur­gen los sigu­ientes inter­ro­gantes a modo de emer­gentes: cómo asumirían una pos­tu­ra éti­ca de respeto hacia los otros y otras, sus cul­turas, his­to­rias, pref­er­en­cias y saberes si en el tran­scur­so de la car­rera en muchas oca­siones no son respeta­dos y respetadas en tan­to estu­di­antes. Cómo podrían escuchar sin pre­juicios, si a ellos y ellas les cues­ta ser escuchadas en sus aulas. Cómo facil­i­tarían la emer­gen­cia de una voz propia si pocas veces han asum­i­do el pro­tag­o­nis­mo, la autoría de sus mis­mas voces. O des­cubrir pro­ce­sos gru­pales y colec­tivos cuan­do las expe­ri­en­cias de cur­sa­do académi­co tien­den a la individualidad.

Cómo con­stru­ir colab­o­ra­ti­va­mente vín­cu­los, acuer­dos basa­dos en cri­te­rios de con­fi­an­za mutua, si eso acon­tece muy poco en las aulas. Cómo comen­zar a despe­jar las necesi­dades de una comu­nidad y de nues­tra real­i­dad lati­noamer­i­cana, sin el ejer­ci­cio del debate y la inter­pelación sobre los pro­pios orí­genes y sec­tores de clase a los cuales respon­demos. Qué ten­dríamos en común y difer­ente con las comu­nidades en las cuales tra­ba­jamos para ini­ciar los pro­ce­sos recípro­cos de famil­iar­ización y des­de dónde par­tir si no poseemos una expe­ri­en­cia previa.

Es por eso que estos aspec­tos nos oblig­an a reflex­ionar críti­ca­mente, a re-pen­sar nue­stros pla­zos e instan­cias de tra­ba­jo. Des­de la inves­ti­gación-acción y la inves­ti­gación-reflex­ión-acción, sigu­ien­do los lin­eamien­tos de la Psi­cología Social Comu­ni­taria, la Psi­cología Críti­ca y de la Lib­eración y a par­tir de los enfo­ques socio-críti­cos en edu­cación, ofre­ce­mos el dis­eño y sis­tem­ati­zación de una estrate­gia áuli­ca que nos per­mi­ta ensa­yar pro­ce­sos de famil­iar­ización en las aulas y en las comunidades.

Los pro­ce­sos de famil­iar­ización en prax­is comunitaria

Tal como lo expre­sa Mar­itza Mon­tero (2006) el pro­ce­so de famil­iar­ización supone el momen­to ini­cial donde comen­zamos a cono­cer y a rela­cionarnos con el espa­cio y las per­sonas de una comu­nidad deter­mi­na­da. Es impre­scindible para delin­ear ade­cua­da y con­jun­ta­mente las prob­lemáti­cas que, luego, nos sug­erirán qué se debe hac­er, cómo y con quiénes:

La famil­iar­ización per­mite la sen­si­bi­lización de los inves­ti­gadores (e inves­ti­gado­ras) respec­to a la comu­nidad y sus prob­le­mas, con­sti­tuyen­do así un paso nece­sario para garan­ti­zar la con­fi­an­za en el pro­ce­so cono­ci­do como detec­ción o iden­ti­fi­cación de necesi­dades, el cual suele con­sti­tuir un aspec­to clave para dar comien­zo en sen­ti­do estric­to a la acción comu­ni­taria. Si no se pro­duce una famil­iar­ización pre­via, este aspec­to puede no sólo difi­cul­tarse sino además verse pla­ga­do de errores evita­bles. (Mon­tero, M., 2006: 77)

Es la eta­pa donde, entre la comu­nidad y –en nue­stro caso– los y las estu­di­antes que realizarán las prác­ti­cas, se irán desple­gan­do los aspec­tos cul­tur­ales, los intere­ses y las necesi­dades. Entre ambos y mutu­a­mente se expre­san las pau­tas comunes y diver­gentes, se “desar­rol­lan for­mas de comu­ni­cación, des­cubren pecu­liari­dades lingüís­ti­cas y comien­zan a desar­rol­lar un proyec­to com­par­tido.” (Mon­tero, M., 2006: 78) Un pro­ce­so que no sólo se lle­va ade­lante en el comien­zo, sino que “acom­paña todo el tra­ba­jo, pues no tiene fin.” (Mon­tero, M., 2006: 88)

Nos advierte tam­bién Mon­tero (2006) que es con­ve­niente revis­ar y analizar nue­stros pro­pios “pre­juicios y estereoti­pos”, puesto que es una eta­pa com­ple­ja que “puede resul­tar difí­cil en algunos casos”: qué creemos que son las comu­nidades, cómo suponemos su vida cotid­i­ana, ante qué prob­lemáti­cas se enfrentan cotid­i­ana­mente, has­ta dónde somos parte cada uno y una de esas comu­nidades con quienes vamos a tra­ba­jar, cuáles son nue­stros roles allí. Pun­tos impor­tan­tísi­mos a con­sid­er­ar, ya que si estaríamos abo­ca­dos a la for­ma­ción de psicólo­gas y psicól­o­gos con expe­ri­en­cias en prax­is comu­ni­taria, seme­jante tra­ba­jo ide­ológi­co podría ser­nos viable ya que con­taríamos con viven­cias y con­tac­tos pre­vios des­de dónde arran­car las reflex­iones. Aho­ra bien, qué sucede en el caso de estu­di­antes que no poseen instan­cias áuli­cas o expe­ri­en­cias de aprox­i­mación a comu­nidades en toda la trayec­to­ria de for­ma­ción de grado.

Mar­itza Mon­tero (2006) agre­ga además:

… las psicólo­gas y psicól­o­gos debe­mos escuchar a todos (y todas), pero a la vez debe­mos ten­er una línea defini­da que guíe nues­tra con­duc­ta. Y eso supone una posi­ción éti­ca tan­to con respec­to a nue­stros equipos, (colab­o­rado­ras) y colab­o­radores como con respec­to a la comu­nidad como colec­ti­vo y a cada uno (y una) de sus miem­bros indi­vid­ual­mente. (Mon­tero, M., 2006: 87)

A par­tir de lo cual podemos deten­er­nos a analizar algu­nas de las ideas que aquí se plantean, con miras a fun­da­men­tar y jus­ti­ficar nues­tra estrate­gia didác­ti­ca par­tic­u­lar. Un análi­sis que incluya tam­bién aspec­tos ide­ológi­cos, más aún si este escrito y esta estrate­gia se basa en la noción de praxis.

Referencias éticas

Retomem­os en primer lugar la men­ción al posi­cionamien­to éti­co. Y para inten­tar pro­fun­dizar las reflex­iones sobre este pun­to, algu­nas de las “ref­er­en­cias éti­cas” prop­ues­tas por Ana María Ase­bey y Manuel Calviño (2010) podrían ser­nos de mucha utilidad:

El respeto al dere­cho del otro (incluyen­do lógi­ca­mente que yo tam­bién soy el otro para un otro).

La igual­dad en lo esen­cial y la equidad en lo importante.

La aceptación mutua (en lo común y en lo diverso).

La lib­er­tad de decisión responsable.

La inde­pen­den­cia para la interdependencia.

La obser­van­cia del interés común.

La pri­macía de los val­ores uni­ver­sales del ser humano.

El com­pro­miso y la sol­i­dari­dad humana. (Ase­bey, A. M., Calviño M., 2010: 200)

Ya planteábamos en la Intro­duc­ción de este escrito algunos inter­ro­gantes acer­ca de cómo podrían aprox­i­marse a con­stru­ir los alum­nos y alum­nas de nues­tra fac­ul­tad, un deter­mi­na­do posi­cionamien­to éti­co. Y aho­ra, a par­tir de estas “ref­er­en­cias”, el desafío es pen­sar y dis­eñar algu­na prop­ues­ta que habilite al desar­rol­lo, al debate, al inter­cam­bio de viven­cias gru­pales. La búsque­da per­son­al y colec­ti­va de aspec­tos fun­da­men­tales para el con­tac­to y los inter­cam­bios en las comu­nidades como son el respec­to a los dere­chos, el cuida­do mutuo, el interés común, la equidad, lib­er­tad respon­s­able, el compromiso.

… mujeres y hom­bres jóvenes que asumen la siem­pre grat­i­f­i­cante, pero tam­bién difí­cil tarea de favore­cer el crec­imien­to de los inhibidos y des­fa­vore­ci­dos, de inci­tar la mov­i­lización y el deseo fruc­tífero de los des­ori­en­ta­dos o con rum­bo peli­groso, de ocu­par un espa­cio sig­ni­fica­ti­vo en la soledad de los ais­la­dos en su condi­ción exis­ten­cial, de ten­der la mano a los más nece­si­ta­dos. Una vocación human­ista que, enraiza­da en lo mejor del pen­samien­to social y políti­co, se despl­ie­ga, no siem­pre con el apoyo, la grat­i­tud y la respon­s­abil­i­dad de los gob­ier­nos. (Ase­bey, A. M., Calviño M., 2010: 201)

Una prop­ues­ta que no se agote en “una clase”, sino que pue­da sis­tem­ati­zarse y encon­trar cier­ta relación dialéc­ti­ca con otras activi­dades a lo largo de todo el ciclo lec­ti­vo. Donde los y las estu­di­antes puedan sen­tir-se y recono­cer-se en estas ref­er­en­cias –y en tan­tas otras que podamos con­stru­ir– Alcan­zan­do cier­ta con­ci­en­ti­zación de sus propias condi­ciones de exis­ten­cia en tan­to per­sonas que habi­tan en una comu­nidad y que inten­tan trans­for­mar­la a par­tir de cri­te­rios éti­cos que ya no les serán ingen­u­os, lejanos o impuestos.

De esta man­era, ver­e­mos expre­sa­da de man­era conc­re­ta la acción políti­ca en con­jun­ción con un movimien­to educa­ti­vo. Par­tic­u­lar­mente ori­en­ta­do, tal como plante­a­ba José Luis Rebel­la­to (2000), hacia una éti­ca de la dig­nidad, sus­ten­ta­da en “expe­ri­en­cias y prác­ti­cas de transformación”:

La con­cien­cia políti­ca se gen­era des­de un tras­fon­do sig­ni­fica­ti­vo de expe­ri­en­cia; se encuen­tra ínti­ma­mente artic­u­la­da con la vida cotid­i­ana, con las his­to­rias de vida, con la con­struc­ción de iden­ti­dades, con la memo­ria colec­ti­va. (Rebel­la­to, J. L., 2000: 33)

Una éti­ca históri­ca y de la dig­nidad en tan­to con­struc­ción con­jun­ta, per­ma­nente y par­tic­i­pa­ti­va. Que inter­pele a par­tir de estas expe­ri­en­cias didác­ti­cas “nues­tra capaci­dad de escuchar las luchas populares”:

La dig­nidad supone el reconocimien­to de la ini­cia­ti­va pop­u­lar, la posi­bil­i­dad efec­ti­va de cam­biar la his­to­ria y la cen­tral­i­dad de la sub­je­tivi­dad expre­sa­da en la lucha de los movimien­tos (Rebel­la­to, J. L., 2000: 30).

Y el posi­bil­i­tar la emer­gen­cia de viven­cias propias de trans­for­ma­ción, es lo que provoca“una reori­entación del conocimien­to y de nues­tra man­era de percibir la real­i­dad” (Rebel­la­to, J. L., 2000: 31) y de los vín­cu­los, lazos y redes con lo comu­ni­tario, que inten­ta­mos recu­per­ar las voces y el pro­tag­o­nis­mo en la acción de nue­stros alum­nos y alum­nas acalladas, someti­das, silen­ci­adas y aqui­etadas a lo largo de la carrera.

Praxis comunitaria y pedagógica

Des­de el momen­to mis­mo en que decidi­mos denom­i­nar nues­tra área II como “Prax­is comu­ni­taria des­de las per­spec­ti­vas psi” en el año 2021, asum­i­mos que lo fun­da­men­tal sería alcan­zar la may­or coheren­cia posi­ble entre lo que con­stru­iríamos con­jun­ta­mente en los bar­rios y aque­l­lo que dis­eñaríamos en y des­de las aulas. Vale decir, entre una prax­is comu­ni­taria y una prax­is pedagóg­i­ca. Sien­do ésta últi­ma quien más nos viene ocu­pan­do en la elab­o­ración de diver­sas pub­li­ca­ciones, expe­ri­en­cias y estrate­gias didácticas.

La enten­demos, entonces, como aque­l­la metodología dialéc­ti­ca que con­cibe a la real­i­dad como una total­i­dad com­ple­ja y dinámi­ca car­ga­da de ten­siones y con­tradic­ciones. Que pro­pone entrar en dis­pu­ta con las ped­a­gogías hegemóni­cas y tradi­cionales que aún se impo­nen en nue­stros espa­cios académi­cos, car­ac­ter­i­za­dos por el abu­so y el con­trol del saber y el poder por parte de las y los docentes sobre las y los estu­di­antes. La fal­ta de diál­o­go hor­i­zon­tal y de con­struc­ciones colec­ti­vas. La negación de las viven­cias y expe­ri­en­cias pre­vias, la división entre las teorías y las prác­ti­cas, entre las per­sonas y las comu­nidades, entre el sen­tir, el pen­sar y el hac­er. Entre la vida mis­ma y la política.

La ped­a­gogía de la prax­is sería aque­l­la que apun­ta a trans­for­mar no sólo el cam­po de la edu­cación, sino que ten­siona y plantea un debate inte­gral a niv­el social y cul­tur­al. Que se pro­pone como resisten­cia y alter­na­ti­va ante lo que Mar­i­ano Alga­va (2016) denom­i­na la triple dom­i­nación: “con­tra la cul­tura cap­i­tal­ista, la cul­tura patri­ar­cal y la cul­tura colo­nial”. (Alga­va, M. 2016: 38) Cuyo ancla­je se afir­ma en la propia real­i­dad enun­ci­a­da, reflex­ion­a­da y actu­a­da des­de las acciones colec­ti­vas orga­ni­zadas. Fun­da­men­tal esto últi­mo, puesto que es jus­ta­mente lo que posi­bili­ta la creación colec­ti­va de conocimien­tos a par­tir de la sis­tem­ati­zación de experiencias.

Como nos dice el cole­ga Alga­va (2016) des­de la edu­cación popular:

Sis­tem­ati­zar impli­ca asumir que cada acto colec­ti­vo, cada acción orga­ni­za­da del cam­po pop­u­lar, es parte de la his­to­ria, y ten­emos la necesi­dad estratég­i­ca de con­tar-nos esta his­to­ria. Es una acción que con­ll­e­va implíci­ta la con­cien­cia de pertenecer a ella y de ser creadores y creado­ras de la mis­ma. Impli­ca revis­ar lo hecho, recor­rerlo, volver a sabore­ar la con­struc­ción colec­ti­va pero obje­tiván­dola, observán­dola como un todo, tomar cier­ta dis­tan­cia que nos per­mite eval­u­ar, reflex­ionar, para seguir con­struyen­do, tejien­do vín­cu­los, mejo­ran­do nues­tra capaci­dad de luchar con­tra el indi­vid­u­al­is­mo como proyec­to de vida alien­ado. Es un ejer­ci­cio de for­ma­ción y de empoderamien­to que nos ubi­ca en la real­i­dad, que nos per­mite cono­cer el impacto de nues­tra prác­ti­ca, recono­cer acu­mu­la­dos y debil­i­dades (Alga­va, M. 2016: 43)

Podemos imag­i­nar que en cada espa­cio, en cada agru­pación que se con­struye y asume como una comu­nidad, flo­rece un manda­to implíc­i­to, fun­da­cional de mov­i­lización, orga­ni­zación y resisten­cia que nos ante­cede y está vin­cu­la­do con todas aque­l­las his­to­rias, tradi­ciones y expe­ri­en­cias históri­c­as que habi­ta en todos aque­l­los y aque­l­las quienes por dis­tin­tos motivos, en algún momen­to deci­den agru­parse y con­for­mar un colec­ti­vo. Que inclu­so tra­sciende el ámbito de lo local y tiende sus raíces y ram­i­fi­ca­ciones en diver­sas direc­ciones geográ­fi­cas y tem­po­rales de lucha por todas nues­tras expre­siones e iden­ti­dades lati­noamer­i­canas. Un manda­to implíc­i­to que debe ser ras­trea­do, recu­per­a­do y luego cul­ti­va­do, re-ensaya­do y ejerci­ta­do de man­era con­tin­ua para trans­for­marse en un manda­to desple­ga­do, actu­al y situ­a­do a través de la prax­is colec­ti­va. Una prax­is que no puede ser sino dialógica

Voces estudiantiles

Nues­tras aulas son espa­cios políti­cos, de con­flic­tos per­ma­nentes entre las difer­entes voces prove­nientes de la Insti­tu­ción, sus docentes y los y las estudiantes:

… no tan­to como opos­i­toras en el sen­ti­do de que se esfuerzan por con­trar­restarse e inhab­il­i­tarse mutu­a­mente, sino como una inter­ac­ción de prác­ti­cas dom­i­nantes y sub­or­di­nadas que se for­jan unas a otras en una lucha per­ma­nente por el poder, el sig­nifi­ca­do y la autoría. (Giroux, H., 2003: 204)

Suele suced­er entonces que los alum­nos y alum­nas no pare­cen ten­er espa­cios en las aulas para con­tar y ser escucha­dos y escuchadas en relación a lo que les sucede durante los trayec­tos de for­ma­ción. No sólo en relación a las mate­rias y sus con­tenidos. Sino tam­bién en sus gus­tos y pref­er­en­cias cul­tur­ales, sus inqui­etudes e intere­ses. Sus his­to­rias y cos­tum­bres de las comu­nidades de las cuales proce­den. Cómo lle­garon has­ta aquí y des­de dónde. Cómo viv­en, par­tic­i­pan, con­struyen sus propias sub­je­tivi­dades y gru­pal­i­dades o cómo resisten las actuales condi­ciones de exis­ten­cia. Voces que son menos­pre­ci­adas, desval­orizadas –cuan­do no juz­gadas– en relación al dis­cur­so académico.

Reg­is­trar la exis­ten­cia de la pal­abra de otros y otras, saber otor­gar­les val­or, enti­dad en tan­to inter­locu­tores e inter­locu­toras vál­i­das para cualquier pro­ce­so de con­struc­ción colab­o­ra­ti­va y trans­for­mado­ra, no estarían sien­do con­sid­er­a­dos como dere­chos estu­di­antiles y como ejer­ci­cios fun­da­men­tales de toda prax­is comu­ni­taria. Poder poten­ciar esa poli­fonía de voces, inclu­idas las propias, para que con­ver­jan en ellas la his­to­ria, los posi­cionamien­tos ide­ológi­cos y las expe­ri­en­cias, des­de el ver­dadero pro­tag­o­nis­mo y la autoría no es algo que se adquiere a par­tir del mero enun­ci­a­do, de la men­ción o la lec­tura. Hay que ejercer­lo, viven­cia­r­lo y prac­ti­car­lo como parte de nue­stros pro­ce­sos de for­ma­ción de man­era plan­i­fi­ca­da y sis­tem­ati­za­da. Y eso es tarea para nosotros y noso­tras las docentes, puesto que nos obliga a analizar críti­ca­mente aque­l­lo que dec­i­mos y actu­amos des­de nues­tras aulas.

Acor­damos por com­ple­to aque­l­lo que plantea Hen­ry Giroux (2003) en relación a la impor­tan­cia pedagóg­i­ca que posee nues­tra voz des­de la docen­cia. Que puede ser capaz de pro­por­cionar conocimien­to y con­cien­cia críti­ca, como de mar­ginar o silenciar.

Enten­di­da la cat­e­goría de voz docente como parte de un proyec­to de acción políti­ca colec­ti­vo, señala la necesi­dad de que los y las educadoras:

… se unan en un movimien­to social más amplio con­sagra­do a reestruc­turar las condi­ciones ide­ológ­i­cas y mate­ri­ales que obran tan­to den­tro de la enseñan­za como fuera de ella. En este caso, la noción de voz apun­ta a una tradi­ción com­par­ti­da, así como a una for­ma par­tic­u­lar de dis­cur­so. Se tra­ta de una tradi­ción que tiene que orga­ni­zarse alrede­dor de las cues­tiones de la sol­i­dari­dad, la lucha y la obten­ción de poder, a fin de gener­ar las condi­ciones nece­sarias para que las par­tic­u­lar­i­dades de las voces de docentes (alum­nas) y alum­nos alcan­cen su expre­sión más eman­ci­pa­to­ria. (Giroux, H., 2003: 206).

En aulas capaces de fomen­tar instan­cias de cuida­do y respeto, que con­trar­resten las posi­bles expe­ri­en­cias autori­tarias, injus­tas y de abu­sos de poder. Aulas democráti­cas que per­mi­tan imag­i­nar que los prob­le­mas de las comu­nidades con quienes tra­ba­jare­mos tam­bién son los nue­stros en tan­to gran comu­nidad lati­noamer­i­cana y que todos y todas en algu­na medi­da podemos ser parte de la lucha por los cam­bios y transformaciones.

De esta man­era, en pleno pro­ce­so de ais­lamien­to por la pan­demia en 2020, logramos dis­eñar una estrate­gia didác­ti­ca par­tic­u­lar que inten­ta recono­cer, inter­rog­ar críti­ca­mente y retra­ba­jar estas ten­siones, para abor­dar los pro­ce­sos de famil­iar­ización en nues­tras aulas de acuer­do a nue­stros tiem­pos y real­i­dades académicas.

Familiarizándonos

Dada la brevedad de cur­sa­do y prác­ti­ca en los efec­tores con la que con­ta­mos en nues­tra asig­natu­ra, al finalizar el año académi­co siem­pre nos que­da cier­ta sen­sación de que en últi­ma instan­cia nun­ca lleg­amos a super­ar el pro­ce­so de famil­iar­ización en las comu­nidades. A veces algu­nas estu­di­antes poseen conocimien­tos sobre este pro­ce­so, pero es sólo teóri­co. Muy pocos y pocas cuen­tan con expe­ri­en­cias pre­vias, viven­ciales sobre este paso impre­scindible basa­do fun­da­men­tal­mente en una prax­is dialógica.

Edgar Bar­rero Cuel­lar (2017) plantea que la “con­struc­ción de pen­samien­to pro­pio va de la mano con la defen­sa de la pal­abra en condi­ciones de igual­dad” (Bar­rero Cuel­lar, E., 2017: 191) Igual­dad con­sti­tu­ti­va de un prin­ci­pio bási­co para el diál­o­go democráti­co y sober­a­no al inte­ri­or de nues­tra psi­cología lati­noamer­i­cana. Que rechace toda for­ma de exclusión y mar­ginación y que con­tribuya en la lib­eración y pro­duc­ción de pal­abras propias que bus­can ser descolonizadas.

Y para inten­tar alcan­zar este obje­ti­vo, el com­pro­miso podría ini­cia­rse reparan­do y recon­struyen­do las instan­cias de emer­gen­cia y expre­sión de todas las voces en los ter­ri­to­rios áuli­cos que habita­mos y que somos capaces de ofre­cer des­de nues­tra fun­ción docente. Hac­er que este ejer­ci­cio acon­tez­ca en los pro­ce­sos de for­ma­ción de man­era plan­i­fi­ca­da. Una estrate­gia didác­ti­ca que quizás no se car­ac­ter­i­za tan­to por su orig­i­nal­i­dad, puesto que exis­ten muchas téc­ni­cas y dinámi­cas gru­pales de aper­tu­ra y caldeamien­to des­de la psi­cología social o el psi­co­dra­ma (por sólo men­cionar algunos) Tam­poco con­sti­tuye nue­stro obje­ti­vo principal.

En este sen­ti­do, pau­lati­na­mente y a causa de la pan­demia y la recon­ver­sión vir­tu­al de las clases, una serie de activi­dades que ven­i­mos real­izan­do des­de hace var­ios años comen­zaron a mostrarse como parte de un ver­dadero pro­ce­so de famil­iar­ización que todos y todas estábamos tran­si­tan­do en el aula. Donde sólo lo llevábamos ade­lante en las dos primeras clases de pre­sentación y ya podíamos notar cómo deja­ban cier­tas huel­las a niv­el gru­pal pre­disponién­donos de una lin­da man­era para vín­cu­los más estre­chos y cor­diales al mov­i­lizar y destra­bar las ansiedades y descon­fi­an­zas ini­ciales. Tras una instan­cia de revisión y reflex­ión, pudi­mos reelab­o­rar­la en el ciclo 2020 como estrate­gia especí­fi­ca tenien­do en cuen­ta que estos pro­ce­sos pueden con­tin­uarse durante todo el año. Además de que podíamos sis­tem­ati­zarla y hac­er­la inter­ac­tu­ar, pon­er­la a dialog­ar con otras estrate­gias que ya teníamos dis­eñadas para los ini­cios (auto­bi­ografías académi­cas, revi­siones de car­petas y archivos, derivas mul­ti­sen­so­ri­ales y [re] conocimien­tos bar­ri­ales).

Comen­zamos a adop­tar­la, entonces, des­de el primer encuen­tro con­for­man­do una ron­da (vir­tu­al o pres­en­cial) y par­tien­do de una consigna sen­cil­la de pre­sentación sin cri­te­rios rígi­dos o preestable­ci­dos. Es decir, des­de aque­l­lo que cada alum­no y alum­na deci­da con­tar, pero aprovechan­do delib­er­ada­mente ese momen­to y dedicán­dole todo el tiem­po que fuera nece­sario. Puesto que, por esta vía, esta­mos ini­cian­do el pro­ce­so de cono­cer­nos un poco entre todos y todas: quienes son esos otros y otras con quienes ten­dremos que com­par­tir esta expe­ri­en­cia, qué pien­san, qué sien­ten, a qué se ded­i­can además de estudiar.

En la may­oría de los casos va acon­te­cien­do –en esta primera clase– a par­tir de salu­darse, com­par­tir con el grupo de dónde es y dónde vive en la actu­al­i­dad cada uno y una, qué les gus­ta hac­er cotid­i­ana­mente. Qué les lla­ma la aten­ción de la real­i­dad, qué puede ser aque­l­lo que los y las con­vo­ca, qué músi­ca escuchan, qué libros leen o qué pelícu­las o series pre­fieren ver. Comen­ta­mos y bromeamos un poco sobre algu­nas de estas elec­ciones: cuáles podemos com­par­tir, cómo lleg­amos a ellas. Muchas veces (y esto que­da como una sana cos­tum­bre que adop­ta­mos durante todo el año) vamos escuchan­do algu­nas de esas can­ciones mien­tras con­tinúa la ronda.

Sí sucede tam­bién que puede notarse cier­ta sen­sación de desconcier­to, quizás porque esta­mos habit­u­a­dos y habit­u­adas den­tro de las aulas a hablar sólo de “cues­tiones de las mate­rias”. Entonces, antes que la ansiedad y la angus­tia nos con­suma el momen­to, pro­ponemos el arma­do de nue­stro primer temario del año. Además del cuida­do y respeto por cada com­pañero y com­pañera, por sus pal­abras e his­to­rias, éste es uno de los pun­tos más impor­tantes que inten­ta­mos poder estable­cer y sis­tem­ati­zar. Puesto que nos per­mi­tirá fijar un encuadre de tra­ba­jo y comen­zar a delin­ear de man­era con­jun­ta algu­nas per­spec­ti­vas, proyec­tos y expec­ta­ti­vas a abor­dar durante el año. Así, cada uno y cada una podrá apor­tar aque­l­la duda e incer­tidum­bre que con­sidere nece­saria. Luego, tam­bién de man­era colab­o­ra­ti­va, eval­u­amos el orden de pri­or­i­dad de cada aporte y comen­zamos a abor­dar­los. Deslin­damos cuáles pueden ser respon­di­dos en el momen­to y cuáles se con­ver­tirán en temas a medi­ano o largo pla­zo, con­vir­tién­dose a su vez en temar­ios de próx­i­mas clases.

Sue­len sur­gir aquí aspec­tos vin­cu­la­dos, no sólo a las prác­ti­cas en sí (dónde y en qué horar­ios se harán, cómo se dis­tribuyen los espa­cios, de qué mod­os serán los abor­da­jes, etc.) sino que refieren a las for­mas que adop­tarán las clases, los mod­os de comu­ni­carnos, cómo se obten­drán las bib­li­ografías. Y de allí, a modo de emer­gentes, los comen­tar­ios giran sobre expe­ri­en­cias de cur­sa­da, asig­nat­uras, gru­pos y docentes de quienes guardan buenos recuer­dos o des­de dónde les gus­taría pen­sar las prácticas.

Presta­mos espe­cial aten­ción a man­ten­er en todo momen­to un cli­ma de con­fi­an­za ante cualquier duda, aporte o posi­cionamien­to, sin dejar de expon­er nue­stros pro­pios lin­eamien­tos éti­cos, teóri­cos e ide­ológi­cos e invi­tan­do a que los y las estu­di­antes puedan tam­bién expre­sar los pro­pios sin sen­tirse juz­ga­dos o perseguidos.

Como señalam­os más arri­ba, es en las dos primeras clases en que despleg­amos esta for­ma de tra­ba­jo a la que dedicamos inten­cionada­mente casi la mitad del tiem­po has­ta la con­for­ma­ción de los temar­ios. De allí en ade­lante, la lle­vare­mos ade­lante durante todo el año incluyen­do diver­sos temas como pueden ser las novedades sobre nues­tra fac­ul­tad, invita­ciones a con­gre­sos o encuen­tros y la apari­ción de noti­cias rel­e­vantes. Las cuales inten­ta­mos leer y analizar críti­ca­mente en la búsque­da por situ­arnos e incluirnos en la prob­lemáti­ca real­i­dad latinoamericana.

Consideraciones

Tal como pudi­mos viven­cia­r­lo en las cohort­es de estu­di­antes des­de el 2020 en ade­lante, a par­tir de esta estrate­gia didác­ti­ca logramos con­fig­u­rar un cli­ma de con­fi­an­za y escucha cuida­da y respetu­osa. De entu­si­as­mo y moti­vación para que las y los estu­di­antes puedan expre­sar sen­sa­ciones de calidez y como­di­dad, nece­sarias para comen­zar a desple­gar pro­ce­sos de famil­iar­ización áuli­cas que luego puedan ser repli­ca­dos en las comunidades.

En donde la par­tic­i­pación acti­va y la posi­bil­i­dad de diál­o­go quedan estable­ci­das como cual­i­dades deci­si­vas a la hora de cono­cerse. Ofre­cien­do, val­o­ran­do y demostran­do un interés gen­uino por aque­l­lo que cada uno y una traen y apor­tan des­de sus his­to­rias. Espa­cios y tiem­pos en donde pueden ser expre­sa­dos y reelab­o­ra­dos como parte de la for­ma­ción académi­ca, los gus­tos y emo­ciones de todos y todas. En los cuales lo sin­gu­lar y lo colec­ti­vo se ofre­cen como un recur­so de alto impacto en cuan­to a lo pedagógico.

Nece­si­ta­mos que nue­stros futur­os psicól­o­gos y psicólo­gas que deci­dan tra­ba­jaran en las comu­nidades estén for­ma­dos y for­madas a par­tir de expe­ri­en­cias, viven­cias e inter­ven­ciones basadas y sus­ten­tadas prin­ci­pal­mente en el diál­o­go y el respeto por los dere­chos. Recu­peran­do así las posi­bil­i­dades de rea­pare­cer como estu­di­antes pro­tag­o­nistas y trans­for­madores de su propia for­ma­ción académi­ca y de las condi­ciones sociales y mate­ri­ales de cada bar­rio y comunidad.

Referencias bibliográficas

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